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Soy un gladiador, con sobrepeso, pero igual de aguerrido.
-Entrevista a Ernesto González Barnert-


Por Javier García

Ha realizado una serie de entrevistas desde el 2007 a poetas nacionales de diferentes generaciones (en el sitio de internet:letras.s5.com). “En general, es paupérrimo el nivel de discusión, feroz el desconocimiento de los autores, escasísima la recepción crítica de las obras, de publicación. Contra eso, peleo. De paso, queda al descubierto una academia que no sabemos que hace. Sí perdón: estorba, confunde, ignora. Diplomas nacionales o internacionales que parece sólo certifican la chatura mental, el derecho a no leer ni a pensar más. La Universidades Chilenas -públicas o privadas- no son más que sitios donde los estudiantes esperan alcanzar un sueldo remunerado. No la excelencia de las cosas sino los números. Sabiduría, ética o coraje no. A modo de ejemplo, en la Gabriela Mistral mientras estudié -5 años- no se le hizo ningún homenaje, no estaban todos sus libros. Peor, un profesor con sendos estudios en filosofía e historia me dijo abiertamente que la literatura no sirve de nada. Okey. Pero si más encima es profesor de ética favor que renuncié a una universidad que se llama Gabriela Mistral. En fin, la democracia dice Flaubert no es más que el sueño del proletariado de elevarse al nivel de estupidez del burgués.

Espero que mis entrevistas, escritas como las exigía Nabokov, ayuden a paliar el frío y la indiferencia de los que se esfuerzan en pensar con belleza y verdad.”

Generalmente Ernesto González Barnert aplica un cuestionario con las mismas preguntas a cada autor, él les llama “preguntas de siempre, las que cualquier escritor con dos dedos de frente debe intentar contestar día a día” le apunto: “¿Qué poetas, escritores, artistas o experiencias han marcado tu cocina literaria?”. Ahora, responde: “Uf, hartos, pienso rápidamente en Lihn, Teillier, Millán, Bolaño a los que todavía debemos aplauso, cariño, gratitud. De los más jóvenes, me gusta el trabajo de Ángel Valdebenito y Juan Pablo Pereira. Así también aconsejo fervorosamente clásicos, sobretodo clásicos grecolatinos, narradores como Saúl Bellow, Kertész, Nabokov, Chandler, Stendhal, Flaubert. Poetas como José Watanabe, Damaris Calderón, Seamus Heaney, Raymond Carver, Ho Xuan Huong, Eugenio Montale, Gelman, Arnaut Daniel, entre muchos más(…) A propósito, qué creo nos enseñan los clásicos: no métodos prácticos; sólo posiciones...nuestra posición. Qué nos enseñan los clásicos: que no concluyen.”

Otra de las preguntas que él mismo formula es: “¿Qué me puedes decir del panorama poético actual?”. Aquí las larga: “Te hablo en una época en que están vivos, Parra, Gonzalo Rojas, Hahn, Zurita, Uribe, Tomás Harris, Elvira Hernández, Barquero, Maquieira, Cuevas, Bertoni, Germán Carrasco, Delia Domínguez, Riedemann, Huenún, Armando Roa…y una centena más que admiro profundamente, mayores, menores.” Sobre su promoción, enfatiza: “goza de una treintena de voces: valientes, diversas, profundas, tolerantes. Que han sabido ganarse lectores, espacios y premios. Sobretodo  en un país donde la ministra de cultura es la toni del curso: mucha batucada, amarrar la cultura al proyectismo estatal, donde por ejemplo en literatura se celebra cualquier cosa –regionalismo, exilio, homosexualidad, mapuchismo, cortesanía al poder, feminismo- antes que escribir bien. Resumámoslo en una especie de circo para que el pueblo siga creyendo que ser feliz es tener unas nike y un televisor plasma. Que la clase media si no esta vendiendo debe estar comprando. Y para que la clase acomodada, tan infeliz como chata y vulgar conserve esa pequeñez mental y emocional de la que hace, incluso, aspaviento, esa ordinaria adoración al dinero por el dinero; ese mecánico persignarse ante un Dios que realmente no escuchan, utilizan para agruparse y crecer económicamente.

AL RUEDO

-En un poema escribes: “La verdad está repleta de muchachos sin talento”.  
Y creo que no me equivoco. Ahora bien, si profundizamos en tal verso creo que frente a la escuela del talento yo elegí la de la perseverancia, afición, disciplina. Única forma de llegar realmente a un lado, aproximarse al menos.  Sí, paciencia y esfuerzo sostenido es la única forma de llegar a hacer algo hermoso.

-Se aprecia en ciertos poemas el enfrentamiento con la palabra, un desafió y cuestionamiento al oficio de escribir, como el poema que homenajea a Enrique Lihn...
Enrique es un poeta clave no sólo de mi arte poética sino de la Poesía Chilena y Castellana en general. Un autor que escribió con notabilidad, abrió espacios, fue de una honestidad intelectual brutal y de una generosidad mayor. Un poeta cuyos libros deberían ser lectura obligatoria en nuestros liceos si las autoridades políticas de izquierda, centro y derecha no fueran semianalfabetas, leyeran un clásico en la vida, al menos conocieran algo más que las casas de Neruda. Ahora bien, con respecto a mi escritura los invito a sopesar por sí mismos. Basta de esperar culturalmente la cuchara a la boca. Por lo demás si tuviera hoy que dejar una imagen, una sola imagen como definición de mi poesía, no será la del estilo de combate, sino del que sale a la arena: un gladiador, con sobrepeso, pero igual de aguerrido.

-En otro poema apuntas: “Tras eso la vida de estos últimos días/ es la suma de escuetos poemas/ que nunca llegarán a los textos escolares”.
En realidad, me resulta natural plantearme tales versos, casi exigírmelos. No esperar ser blanqueado o reducido por los textos educativos. No esperar mucho de todos en general, aunque espero. Que los nudos de mi obra enaltezcan la memoria de los que estuvieron antes y los que vendrán. Resistan ser un producto, porque la poesía nunca lo es. He ahí el fracaso del poeta en estos días. Nada más lejos de uno que la masificación, utilidad inmediata, cortesanía (con el poder), que sea fácilmente reducible a un concepto por varios entendidos o jueces de proyectos artísticos, no difícil. Si bien, agradecí en el Liceo hallarme con el manual abierto en un poema de Neruda mientras la profesora insistía que escribir es saber que tipo de sujeto hay en una oración básica y anodina. Ya poco importa. Nunca me hicieron leer un libro entero de poesía, nunca algo más que los datos biográficos de Mistral o Neruda, un poema de memoria en básica. Bueno, se podría decir a modo de colofón, he vivido para la literatura. Y no es un oficio suave, pero sí hermoso. Quizás un extraño sacrificio como el de hablar una lengua muerta.

(Realizada el 09/04/2008)


 

 

 

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