Titulado “Huacho y Pochocha”, el volumen ofrece
obras de juventud y otras que sólo fueron editadas tras la
muerte del imprescindible autor.
“Cuando las circunstancias no me deparan compañeros pacíficos,
es tanto mi miedo a la soledad, que no desdeño las posibilidades
de atraerme las simpatías de los ladrones y los asesinos. Entre
éstos y aquéllos he hecho algunas amistades, poco durables,
por cierto, pero
profundas”, escribe Enrique Lihn en el cuento que abre la compilación
“Huacho y Pochocha”, volumen -recién editado por Sudamericana-
que ofrece una selección de los relatos creados por el imprescindible
poeta.
El libro contiene historias que se encontraban dispersas y otras
que originalmente formaban parte de las colecciones “Agua de arroz”
y “La República Independiente de Miranda”. Se trata de obras
que hasta ahora eran prácticamente imposibles de encontrar
en el comercio y que, en opinión del escritor y académico
Eduardo Llanos, permiten que quienes sólo están familiarizados
con la poesía del autor puedan constatar que éste era,
además, un hábil narrador.
“Yo creo que Lihn tenía un notable desempeño en la
narrativa, pese a que, de todas maneras, su poesía está
muy por encima de sus narraciones. Aun así, le ha legado a
la cuentística latinoamericana cuentos como ‘Huacho y Pochocha’,
‘Retrato de un poeta popular’ y ‘Agua de arroz’, que pueden considerarse
antológicos. En eso supera a muchos autores que se han dedicado
a la narrativa y que, a pesar de eso, no han logrado producir piezas
antológicas”, comenta el especialista.
Integrada por diez relatos que incluyen tanto obras de juventud como
otras que sólo fueron editadas tras la muerte del escritor,
la compilación ofrece situaciones tan diversas como estimulantes.
Entre ellas destacan la de un individuo que se enfrenta al peso de
su lado inconsciente (“El hombre y su sueño”), la de un narrador
que imagina la historia de un romance popular a partir de un sentido
grafitti callejero (“Huacho y Pochocha”) y la de un soñador
escolar atormentado por un cinturón que ya no logra afirmarle
los pantalones (“Estudio”).
Eduardo Llanos apunta que Lihn mostraba, en la mayor parte de sus
narraciones, un afán exploratorio que lo llevaba a incursionar
en la metaliteratura: “En sus relatos él reflexionaba mucho
sobre el hecho de narrar, así que experimentaba mucho e incluso
llegaba a ser metaexperimental, porque le comunicaba sus inquietudes
experimentales al lector”.
Experimentos
incomprendidos
En el relato
que da título a la compilación “Huacho y Pochocha”,
Enrique Lihn aprovecha una situación real -encontró
un muro en el que alguien había pintado esos dos sobrenombres-
para situarse en el papel de un narrador que intenta hilvanar la historia
de un supuesto romance a partir de un enigmático grafitti.
Para Eduardo Llanos, el ejercicio de este tipo de experimentos narrativos
condenó al autor a ser incomprendido por la mayoría
de los lectores.
“Creo que su dimensión metaliteraria lo hacía parecer
no clasificable dentro del estereotipo del poeta intuitivo y espontáneo
que trabaja con la sensibilidad a flor de piel. Lihn, en cambio, tenía
una notable lucidez crítica, pese a que muchas de sus teorizaciones
no resultaban tan interesantes como sus despliegues de inteligencia
intuitiva”, comenta el experto.