HUACHO Y POCHOCHA
de Enrique Lihn
Editorial Sudamericana, Santiago 2005. 166 páginas.
Por Juan Andrés Piña
Aunque el chileno Enrique Lihn (1929-1988) es considerado esencialmente
un poeta -seguramente uno de los más importantes de Chile e
Hispanoamérica en las últimas décadas-, incursionó
también en el teatro: Niu York, Cartas marcadas,
La radio.
En la prosa, con sus novelas La orquesta de cristal y El
arte de la palabra. Y en el cuento con Agua de arroz y
La república independiente de Miranda. De estos dos
últimos volúmenes se escogieron diez relatos que recogen
lo mejor del autor en la narrativa breve, en una interesante tarea
de rescate de su producción.
El cuento que da el titulo al libro esconde una de las claves que
persiguieron a Lihn a la hora de contar historias: cierto fastidio
para ceñirse a los cánones tradicionales de la escritura
y una desconfianza esencial en las normas del género, a las
que intenta doblegar, aunque no lo consigue del todo. Así,
Huacho y Pochocha es el relato de un narrador que un día
observa un graffiti en una pared cercana a la Estación
Mapocho: un corazón que envuelve a estos dos nombres extravagantes.
Así inicia una serie de conjeturas respecto de los personajes
y de su amor. Es, como el propio autor alguna vez lo sugirió,
un cuento sobre cómo se escribe un cuento, dejando a la vista
el entramado íntimo de la construcción literaria. Pero
en muchos de estos relatos se narra de una manera casi convencional.
Ocurre con Agua de arroz, la emotiva historia de la soledad
de un hombre encerrado entre cuatro paredes; en Teoría del
matrimonio, una punzante reflexión sobre la vida en pareja,
y en Estudio, la reconstitución de los miedos de un
adolescente obligado a sobrevivir en un colegio católico. De
todos ellos sobresale el brevísimo Tigre de Pascua,
el delirante monólogo de un viejo pascuero que recuerda a su
hermano muerto a culatazos.