Artículo

 

 

 

CULTURAS Y CIVILIZACIONES

Elicura Chihuailaf

        “El mundo es una totalidad que se repite en el Azul y desde el Azul”, dicen nuestros Ancianos y nuestras Ancianas. “Tal como ustedes deben trabajar y tener constancia para acceder al conocimiento de un determinado tema, nosotros lo hacemos pero para comprender simplemente el sentido de la vida”, está diciendo Jacanamijoy desde su cultura inga. “Nosotros morimos tres veces: la primera en nuestra carne, la segunda en el corazón de aquellos que nos sobreviven y la tercera en sus memorias”, dice una mujer desde su cultura wayuu.

        Estas líneas no pretenden ser más que una breve conversación con ustedes pero sobre todo una conversación conmigo mismo. Al lado de los pensamientos de mis antepasados y de los libros de mis amigas y amigos escritores indígenas y no indígenas, mis propios pensamientos están ahora en Alto Bio Bio, uno de los espacios donde hoy se “aclaran”  de manera tremenda los conceptos de cultura y civilización y donde un funcionario estatal, al referirse a la historia de la nación mapuche ponen –paradójicamente- en tela de juicio la historia oficial chilena cuando amenazan diciendo: “Siete pehuenches no pararán Ralco”.

       Olvidó el funcionario el relato de la batalla de la Concepción, que es parte de la historia de Chile: “Uno de los episodios más heróicos y conmovedores fue el combate librado en la plaza de la aldea de La Concepción... Son 77 hombres que resisten. Al día siguiente sólo quedan cinco resueltos a morir peleando”, dice. Y mis padres me dicen: “Los siete mapuche pewenche somos también nosotros”.

        Del sentido de globalidad del mundo que nos muestran nuestros Antiguos quizás su manifestación más profunda, más intensa, la vivimos en la nombrada e innombrada ternura ejercida desde la oralidad y el lenguaje gestual de ellos en absoluta complicidad con el de las flores, los árboles, las plantas, las vertientes, las mariposas, las nubes, la lluvia, los pájaros, los volcanes, las piedras, el fuego, los colores, la luna y el sol. Así, por ejemplo, los recuerdos de mi infancia se instalan sobre las manos de mi madre enarbolando hojas y hierbas medicinales. Manos y vegetales sonriendo a mi lado, atribuyéndose la momentánea sanación de mis dolencias.

        Carlos Montemayor en su libro sobre chiapas cita al subcomandante Marcos: “Regañé al Heriberto porque, según yo, estaba molestando a unas hormigas denominadas arrieras que, en consecuencia, estaban arreando hojitas de naranjo. El Heriberto empezó a hacer pucheros y me dijo que “Caso las ´toy molestando, las ´toy cariciando”. Dio media vuelta y se alejó de la comandancia. A una distancia que él consideró prudente empezó la chilladera. “¿Por qué lo regañaste al Heriberto?”, me avienta Ana María desde el pie de la comandancia. “Las estaba molestando a las hormigas”, me defiendo. “Acaso nos alzamos en armas por las hormigas”, dice en jarras Ana María. Yo enciendo la pipa y digo “No por ellas, pero también por ellas”. Ana María, después de consultar con el Heriberto, arremete: “No las estaba molestando. Las estaba acariciando”. Yo, que no esperaba una contrarréplica, demoro en encender la pipa, me defiendo ya débilmente: “Eso las hormigas no lo sabían”. Ana María toma de la mano al Heriberto y se lo lleva. Al alejarse me dice: “Tú y las hormigas deberían saber que la Ternura a veces duele”.
   
   
Suele decirse que lo tiernamente diverso es lo que nos enriquece, lo que nos da la posibilidad de tener una visión más amplia del mundo. Cada cultura en y con sus obras visibles y/o invisibles; con sus propios ritmos y sentidos de desarrollo. Por eso me animo a decir que la cultura que nos legaron nuestros Mayores no es una cultura de fetiches ni de monumentos, aquí la Palabra es el “monumento”, y apunta a una más honda conciencia del Espíritu Humano, de su diálogo con el Corazón para orientar a un mejor vínculo –a traves de esa interioridad- con la Tierra. En tal sentido hicieron observaciones científicas muy profundas.
   
   
Hay quienes en la ciudad me dicen que no escriba la palabra Antepasados, ni la palabra Mayores, ni la palabra Antiguos. Y yo me digo y les digo: El Ser Humano viaja por la vida con un mundo investido de gestualidades que se expresa antes que el murmullo inicial entre el Espíritu y el Corazón sea realmente comprendido.

 

Rocinante noviembre 1998

 

[ A Página Principal ] [ A Archivo Chihuailaf ]

letras.s5.com ; proyecto patrimonio ; Artículo: Culturas y civilizaciones, por E. Chihuailaf

mail : oso301@hotmail.com