Esa lucidez en los años 70, le costará el estigma y el anatema de la izquierda dogmática y
neoestalinista que llegará a acusarlo incluso de connivencia con el pinochetismo.
ROBERTO BOLAÑO
Aproximación a Enrique Lihn: "Caso Padilla" y poetas en el exilio de Pinochet.
Preguntarse por Enrique Lihn y su literatura evoca casi inexorablemente la noción de exilio o, en su caso, la de autoexilio. Hombre inquieto y polifónico, Lihn escribió sobre el cine de Raúl Ruiz, también apreciaciones en torno a Herbert Marcuse o Patricio Marchant; según Pedro Lastra colaboró en la revista mexicana Vuelta, también en El Siglo de Chile e incursionó en proyectos audiovisuales como Adiós a Tarzán.
Como tal, sus primeros pasos lo emparentan a la escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile y la "generación del 50"; como hijo de su tiempo Enrique Lihn no estuvo ajeno a las cuestiones políticas. Viajó a Cuba y participó en "Casa de las Américas", institución cultural fundada para difundir la obra de la revolución. Con ellos escribió y debatió en torno a diversas cuestiones del quehacer contemporáneo, recibiendo un galardón en Cuba, por su poesía, en 1967.
Ahora bien, su adhesión a la causa socialista no le impidió ver aquellos elementos autoritarios que, según él, afloraban en la isla. A modo de ejemplo, cuando al poeta cubano Heberto Padilla[1] fue detenido por la Seguridad del Estado en 1971, entre otras cosas a raíz de su libro Fuera de Juego, Lihn escribió una defensa de éste, causando más de una polémica en los círculos de intelectuales proclives a la causa socialista[2].
Así, Enrique Lihn tuvo que enfrentar según mi juicio un doble "exilio": el pinochetista y el de la cultura "oficial" revolucionaria. Ciertamente, esto no es una biografía ni una apología de Lihn, tampoco un estudio de su poesía, más bien es, o eso desea, una aproximación fragmentaria y parcial hacia el "Rimbaud chileno", repasando su heterodoxa lucidez, esa que lo llevó a polemizar con los más variados espectros políticos, incluso con los revolucionarios.
El "Caso Padilla"
En América Latina, la relación entre literatura y política tuvo una acalorada relación décadas atrás, pues los años 60 distaron de ser pacíficos. Recordemos que los vaivenes de la guerra fría y el nacimiento de los movimientos de protesta en África y Estados Unidos, la rebeldía poética y política de la juventud, la canción protesta de Bob Dylan, Silvio Rodríguez o Joan Báez, más el free jazz en los Estados Unidos, contemplaron y anidaron, ingenuamente quizás, ideales renovadores para el mundo contemporáneo.
En la esfera social y política, los sucesos de Bolivia y Cuba, en 1952 y 1959 respectivamente, sirvieron de baluarte y demostración práctica de que no era un devaneo irrealizable cambiar el mundo. O al menos una parte de él. De esta manera, el caso del cubano Heberto Padilla, poeta, novelista y gestor de "Lunes de revolución", conmovió a un Lihn que, como señalé anteriormente, expresaba su opinión crítica en torno a la censura o acoso hacia los creadores en la isla del Caribe. Nuestro autor dice en defensa de su amigo Padilla: "Nos preguntamos por qué, en lugar de abrumar tardíamente a sus intelectuales, la revolución cubana no se apoyó en ellos para proyectar y sacar adelante una política cultural adecuada a sus circunstancias, sin recurrir a un verdadero ritual primitivo hecho de ocultamientos, confesiones y mistificaciones". Lihn expresa esto a raíz de las disculpas públicas que Padilla tuvo que ofrecer a las autoridades de la época, en una sesión de La Unión de Escritores. Desde luego,
sin renunciar al socialismo en la isla y reconociendo sus avances en materia de educación, Lihn cuestionaba el camino de corte estalinista que emprendía Cuba en materia cultural. Su poema "La revolución es nuestro negocio", un ácido testimonio de su paso por la isla. Válido es mencionar que la "Defensa de Padilla" no fue publicada en Chile, sino en Uruguay, bajo el calor del semanario "Marcha".
Lihn y los poetas en el exilio: 1983.
"Todos aquellos que vemos con desesperación como se perpetúa la dictadura...".
El trabajo y la valoración de Lihn bajo la "Unidad Popular", no fue la óptima, más, en ningún caso significó su apoyo al régimen de Pinochet como algunos maliciosos especularon. Con el paso de los años y como lo atestigua su epistolario con el escritor Pedro Lastra, la férula dictatorial y su mutilación cultural, más la triste figura de Ignacio Valente como crítico oficial del régimen, incentivaron a que Lihn optara por el autoexilio. Aunque los viajes sirvieron a ratos para oxigenarse del "Horroroso Chile"
Ahora bien, con el tiempo fijará posiciones en torno a la literatura, al rol del escritor y a los cambios que se producían en el Chile de esos años: por una parte, en el primer encuentro de poetas chilenos en el exilio en Rotterdam, Holanda, los días 1, 2 y 3 de Abril de 1983 y segundo en el "Congreso de Artistas y Trabajadores de la Cultura" en Diciembre de ese mismo año. En la primera intervención, Lihn repasa sus polémicas con el espectro más "duro" de la izquierda chilena, comentando las difíciles e incómodas divisiones que él mismo vivió. Ya era inevitable para Lihn sacar a colación el caso del escritor homosexual Reinaldo Arenas[3] y su persecución bajo el régimen de Castro.
Por su parte, en el segundo magno, Lihn expresaba la necesidad de organismos coordinadores que, para hacer frente a la dictadura de Pinochet y su garrote cultural, escapasen al monismo intelectual del "realismo socialista': A esa altura para Lihn era difícil disimular su escepticismo sobre los regímenes socialistas y quería evitar el centralismo asfixiante de un partido único: "Nada que huela a revoluciones culturales de triste memoria", señaló.
Asimismo, en su intervención rescató el trabajo de jóvenes poetas y poetisas chilenas, como Elvira Hernández o Roberto Brodsky, quienes desde diversas miradas sobrevivían al miedo y a la mutilación cultural en el sur del mundo: eran los días del terror. No obstante aquello, Lihn siempre reconoció que el trabajo de los creadores es bastante pobre y que ellos no podrían por sí solos generar la caída de Pinochet.
Presencia de Lihn.
El "Caso Padilla" y los congresos de 1983 muestran a un Lihn sensible y/o preocupado por la libertad del creador frente a la maquinaria totalitaria. Lihn, como Jorge Teillier, son poetas desencantados de la intelectualidad comunista, de sus silencios, acomodos, excomuniones y anatemas. Ahora bien, por qué hablar de un Lihn heterodoxo, crítico, que dudaba de sus propias reflexiones, qué sentido tiene escribir sobre él bajo el Chile neoliberal de la especulación financiera y el endeudamiento.
El escritor chileno Hernán Lavín Cerda, por su parte, cita al vate peruano Antonio Cisneros cuando presenció la partida definitiva de Lihn en 1988, a causa de un cáncer terminal que le quitó la vida cuando contaba apenas con 59 años. Cisneros señaló: "Quiso enfrentarse a la muerte, lúcido, como los marineros en el mar y los hombres de bien". Más tarde apunta: "Algunos amigos solían decir que Enrique no usaba loción de afeitar, sino vinagre. Rezongón. Bufando contra viento y marea, incómodo con el mundo, y sobre todo, con su propia persona". Lihn tiene un puesto extraño en la cultura chilena, pues para bien o mal de su carrera rehusó el camino fácil y el conformismo intelectual. Bajo este Chile neoliberal, ¿cuánto nos pesa la ausencia de Lihn?
"Porque escribí estoy vivo", dijo. Ese es el epitafio que quiero.
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Notas
[1] Padilla, Heberto (1932-2000). Poeta y escritor cubano, Premio Nacional de Poesía en Cuba año 1971. [2] Aunque no es menor recordar que el "Caso Padilla" generó rápidas diferencias entre los escritores de la época y el régimen de Castro. Una reflexión sobre la materia
la ofrece Carlos Monsiváis en su libro Aires de familia. Cultura y Sociedad en América Latina (Anagrama, Barcelona, 2000). [3] Arenas, Reinaldo (1943-1990). Escritor y poeta cubano. Muere de Sida en Nueva York.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com ENRIQUE LIHN
Por Sebastián Allende
Publicado en revista EROSIÓN, N°5, 2015