El poeta Eduardo Llanos conversó con Vivian Lavín
y Mario Valdovinos de su peculiar "callamiento", en sus
inicios; del equilibrio entre la sangre y la tinta, en la época
de la dictadura, cuando eran parte de una juventud sufrida, idealista
y solidaria, que compartía una
ética y un modo de vida. De cómo participar en concursos
era una forma de medirse frente a sí mismos, compartir y formar
parte de una generación y de cómo sigue siendo un "principista",
un poeta que se niega a recurrir a un paraguas para guarecerse de
los desafíos.
El poeta Eduardo Llanos ha escrito mucho y ha publicado muy poco.
Desde sus inicios fue una opción. "No sentía la
necesidad organísmica, personal, corporal, de publicar",
dice. Había dificultad para publicar y ahora también,
agrega, pero los poetas no corren el peligro de decidirse a publicar
para comprarse una casa, por ejemplo, agrega. Dice que tampoco hay
hábito de leer poesía, y también está
la "mala enseñanza" de la poesía. Hay una
enseñanza muy deficiente , agrega, "y es un motivo de
sufrimiento este estado de deterioro del tejido cultural chileno,
pues la gente cada vez lee y comprende menos".
Su Contradiccionario, publicado de 1983; la Miniantología
y la Antología Presunta, esta última del Fondo
de Cultura Económica, publicadas ambas el 2003., son las pocas
publicaciones de este sicólogo-poeta que prefirió hacerse
conocido -y exitosamente- en los concursos.
Dice que no hay contradicción entre los premios y el "callamiento".
Por un lado, explica, era el acceso a un financiamiento parcial para
una actividad que no podía hacerlo sin llegar a "negociaciones
raras con el sistema". Y él no escribía "para"
los concursos, postulaba a ellos con una obra hecha. "No había
contradiccón, porque bajo la dictadura era una manera de someter
a cierto testeo nuestros textos y era una manera de interactuar y
compartir con otros y así se iba gestando una generación".
Hoy echa de menos esa unión que se producía entre los
compañeros de generación y cómo ha cambiado la
sociabilidad chilena, especialmente en el ámbito literario.
"Antes éramos más unidos, había una cierta
solidaridad; hoy han aflorado proyectos personales que consisten en
buen grado en negar al otro, incluso negar a poetas relevantes. Hay
poetas que tienen cierta nombradía que no han leído
a Teillier, por ejemplo; a Lihn lo ningunearon deliberadamente varios
poetas que tuvieron mucha tribuna y que la siguen teniendo, y con
toda clase de pretextos".
Desde ese punto de vista, dice, "hemos perdido cierta credibilidad,
porque nadie cree en una generación que no es generación,
que es una sumatoria de individualidades. Nunca podría ganar
un partido un equipo de fútbol formado por puras individualidades",
agrega.
Dice que en un concurso, aunque lleguen pocos trabajos, siempre resulta
difícil decidir. Es obvio que entonces haya camarillas, celos
, devolución de favores. Y por ello la gran literatura no necesita
de los concursos y se ha hecho fuera de ellos.
El tiene una propuesta concreta. Si le dan siete millones y medio
para premiar un trabajo, dejaría dos millones y medio para
publicar y cinco para premiar a diez finalistas, a los que les pediría
un trabajo menor. Con los dos millones y medio explica que editaría
un libro con las obras y cada uno de los concursantes se llevaría
500 mil pesos.
Una propuesta interesante, que deja a consideración de las
editoriales y los organismos patrocinadores de los concursos literarios
Compañeros de ruta
Eduardo Llanos es parte de una generación que sufrió
los embates de la dictadura. Confiesa que no era fácil ser
solidario ni tampoco sobrevivir y que si le preguntan, ellos llegaron
a un cierto equilibrio entre "la tinta y la sangre". "Tal
vez todo tenga que transformarse y quejarse no resuelva el problema,
pero lo que puedo consignar es que éramos más idealistas",
dice nostálgico.
En su poema "Aclaración preliminar" está su
visión de esta ética, y de esta especie de "declaración
de principios" que los guió. Así, como proclama
en estos versos que aún lo identifican, él podría
ser poeta si eso significa "contradecirse y remorderse/debatirse
entre el cielo y la tierra/ escuchar no tanto a los otros poetas como
a los transeúntes anónimos/no tanto a los lingüistas
cuanto a los analfabetos de precioso corazón..."
Esta "aclaración valórica" de Llanos tiene
mucho que ver con principios que para él siguen vigentes. Y
por eso en sus comienzos decidió no publicar y después
no quiso proveerse prólogos de personajes, "aunque fueran
muy queridos". Dice que el poeta debe estar siempre a la intemperie,
sin un paraguas que lo proteja de los desafíos.
La pérdida de dos compañeros de ruta, los poetas Rodrigo
Lira y Armando Rubio, también marcó profundamente
a su generación. En el caso de Rodrigo, dice, no hay dudas,
elige el día y la hora, pero con Armando no se sabe si fue
su decisión, o un accidente - él no quiere pronunciarse-
el que lo hizo emprender un vuelo inverso, destrozando su juventud
allá en el pavimento.
Ellos, sus compañeros, hicieron lo que tenían que hacer,
explica, recoger la obra dispersa de sus camaradas, hacer poemas,
traspasar su trabajo con el dolor y la pérdida.
"Rogativa por el arrepentimiento de Armando Rubio" es la
elegía que Eduardo Llanos dedica al compañero que inesperadamente
sale en dos secciones del diario El Mercurio ese día 7 de diciembre
de 1980. Una anunciando su aparición en la Antología
Ganimedes 2, y otra informando de su muerte. Por eso en este desgarrado
poema Llanos lo "conmina a desmentir" la noticia, a salir
en defensa de la vida. No puedes irte así, le reclama, "tan
joven e inédito".
Hoy Llanos trabaja para dos antologías que tratarán
de hacer justicia literaria a estos jóvenes e inéditos
vates que partieron tan tempranamente.
Eduardo Llanos también se refirió a su relación
con Enrique Lihn, con quien dice lo unía una afinidad de temperamento
y el haber descubierto en sus versos y en los de Teillier la potente
voz de la generación del '50. A los 18 años leyó
La pieza oscura, de Lihn y El árbol de la memoria, de Teillier
. "Creo que la generación del cincuenta fue la última
gran generación", añade.
Eduardo Llanos finalmente se refirió a cómo se dan en
forma tan integrada en sus poemas los elementos visuales, fonéticos
y semánticos . Explica que no concibe la disociación,
sobre todo en poesía y que cree que el sonido y el sentido
se reclaman mutuamente; que el plano de lo semántico se va
desarrollando, articulando, cuando uno penetra en el subsuelo del
lenguaje . Cree que en cualquier poema que haya sido creado desde
un estado de confianza y desconfianza simultáneas en el lenguaje,
se produce este trasvasije entre sonido y sentido.
Al finalizar el programa se regalaron tres ejemplares de Antología
Presunta, último libro de Eduardo Llanos, publicado por el
Fondo de Cultura Económica. Los afortunados ganadores recibirán
el libro especialmente autografiado por el autor.
Los conductores, Vivian Lavín y Mario Valdovinos, dieron cuenta
y reseñaron brevemente los libros recibidos de editoriales
Lom, Catalonia y Universitaria.
Nuestro próximo invitado, el
17 de marzo próximo: El historiador y antropólogo José
Bengoa.