Vaca Sagrada
Diamela Eltit

 
   
......La confianza fue creciendo entre nosotros hasta llegar a un impecable entendimiento. Aun sin necesidad de profundizaciones llegábamos a concluir lo mismo en torno de las personas. En ese tiempo nadie me interesaba en epecial y consideraba que la vocación a la amistad o a la conversación sólo eran una fuente de problemas. Sin embargo, Manuel era diferente. Más locuaz, más entusiasta, se detenía en los pasillos pidiendo referencias, intentando numerosas amistades.
   

..... Esa parte de él era la que más me perturbaba pues lo exponía al derrumbe a cada instante.

.....Esa molesta costumbre fue, en el fondo, la que inició una imperceptible separación entre nosotros. La noche en que apareció en el bar con la muchacha que hablaba de manera insistente, supe que me acercaba a un límite. Estridente, corta de entendimiento, la joven se permitió un espectáculo de dudosa calidad que Manuel no fue capaz de detener, a pesar de saber que esas conductas a mí me avergonzaban, como me sigue avergonzando la vulgaridad en cualquiera de sus formas. La mujer vivía en forma provisoria y sólo se levantaba de noche para disfrutar de lo que ella llamaba "la vida nocturna". Cuando escuché esa expresión pensé que me iba a enfermar, pero debí continuar allí intentando sobreponerme.

.....Me negué a participar en esa comedia y, en forma abierta, me despreocupé de ellos. Incómoda, deje vagar mi vista por el espacio y me encontré con la mirada de alguien en la mesa vecina. Después de un instante reconocí la figura de Sergio y tuve el inmediato impulso de abandonar el lugar, permitiendo que la noche fuera consumida sin mi vitalidad.

.....Noté una especie de cerco peligroso. Sus modales se veían demasiado abstractos, su cara increíblemente perfectas. Pero la noche ya había bajado mis defensas y me era imposible tomar alguna precaución. Estaba preparada para entender que la nostalgia enfermiza de Sergio era peligrosa.Ya sabía, entonces, que ese hombre se iba a aferrar a mí como si yo fuera la única que respiraba en un espacio de muerte. Pero lo que nunca habría podido adivinar era que mi ojo también continuaba totalmente presente y abogaba por seguir siendo destruido.


..........Sergio se levantó de su mesa y vino directo hacia nosotros. Pensé que iba a acompañarnos, pero sólo se inclinó para hablarme y luego se alejó, saliendo del lugar. Manuel, furioso, despachó con brusquedad a la muchacha obligándola a dejarnos solos. La joven, sin entender bien lo que estaba pasando, nos agredió largamente hasta que, vencida, accedió a abandonarnos.

.....Manuel sabía muy bien cómo enfrentar los insultos y las frases incisivas, pero eso lo desconocía la muchacha. En rigor muy pocas personas estaban enteradas de esa magnífica cualidad que tenía. Detrás de su hospitalidad descansaba un ser violento que podía atacar en cualquier instante y lo hacía desde la sorpresa, ateniéndose a la completa entrega del otro.

.....Quiso saber por qué Sergio se me había acercado. Empezó a imaginar señas, gestos que yo pudiera haber realizado para atraer la atención del hombre. Noté que se estaba divirtiendo y lo dejé, incluso me parece que estimulé sus hipótesis, porque esa noche me encontraba debilitada y necesitaba saber que alguien me hostilizaba para mantener el control de mis pensamientos.

....."Caliéntame el corazón", murmuró, repitiendo la frase que Sergio me había dicho cuando se inclinó para poner su boca cerca de mi mejilla. El no podía haber escuchado esas palabras, fueron emitidas casi en un murmullo, así es que no existía la menor posibilidad de que Manuel las conociera. Me sentí participando en el centro de una poderosa conjunción, y empecé a examinar la frase que nos había unido desde diversos ángulos. Mi corazón late extraordinariamente lento causándome grandes inquietudes. El corazón es el centro de mi vida, siempre ha sido el centro de mi vida. En secreto he vivido aterrada por la debilidad de mis latidos. Aún hoy reconozco que es una preocupación algo alteradora, pero, en verdad, ha sido una manía sostenida a lo largo de toda mi existencia.

.....Es la zona corporal en la cual soy vulnerable, la fragilidad más peligrosa que me habita.Por eso la demanda que escuché de ambos era la misma petición que dirigía todos mis actos y que en ningún momento habría sido capaz de enunciar de una manera tan explícita. Mi corazón late a intervalos prolongados y parece que arrastro esa deficiencia desde mi nacimiento. Pero en esa época aún pensaba que no existía nada irreversible y, cuando escuché de ambos la costumbre de mi propia frase, la tomé como un indicio de curación orgánica, como un acto de amor a mi organismo.

.....Más tarde, mientras caminábamos por la ciudad -debo decir que la ciudad ya estaba increíblemente tensa-, Manuel me anunció que volvería al Sur, y, aunque me afectó la noticia, entendí que la distancia me permitiría descansar. Pensé que alejándome de Manuel iba a encontrar una parte perdida de mí misma. Le hablé extensamente de mis percepciones y él, a su vez, me explicó que viajaba al Sur a reparar su prolongada aversión con el paisaje. Al despedirnos, una súbita sensación de desamparo me hizo exclamar sin ningún control:

.....-Tú no me quieres.

.....Atravesando esa noche me separé de él en una esquina que a mi memoria aún le resulta totalmente enemiga.


..........Fue entonces cuando Sergio volvió a buscarme. El ya sabía que era el personaje que yo inutilmente intentaba evitar en mi camino. E ese momento la sensación de muerte se acababa de instalar en la ciudad. Manuel no dio ninguna señal de acercamiento hasta que me enteré de que había sido detenido en el Sur junto a toda su familia. Aun cuando temí que fuera asesinado, reconozco que intenté erradicar ese peligro de mi mente. Tengo una marcada inclinación a perderme en cualquier caos y el desorden que atravesaba ese tiempo no me dejó la menor alternativa.

.....Desarmada, confundida, dejé atras toda mi historia para reiniciar el aprendizaje del mapa de la ciudad, de los cuerpos en la ciudad, de los rostros. La antigua crisis con mi existencia perdió todo su aliciente. Convulsa, mis dudas se remitían, en esos días, al peligro del afuera, al frío del afuera, a la noche, al evidente riesgo de las noches. Con Sergio volvimos temerosamente a los bares para reencontrarnos con el alivio de vino. Nos sentábamos en alguna mesa poco visible permaneciendo, la mayor parte de esas horas, expectantes a la espera de personas conocidas. Allí me obligué a sentirme en cada instante seducida, porque era preciso aferrarme a algo que borrara de mi la perversidad desatada de esos tiempos.

 
  Fragmento de la Novela "vaca sagrada" de Diamela Eltit
Editorial Planeta Argentina, 1991.

 

 

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