II
AMANECE
..... Amanece mientras te escribo. Tu desconfianza aumenta aún más
las fronteras que se extienden entre nosotros. Se ha dejado caer un
frío considerable. Un frío que se vuelve cada vez más tangible en este
amanecer y no cuento con nada que me entibie. Ah, pero no es posible
que lo entiendas porque tú, que no te encuentras expuesto a esta
miserable temperatura, jamás podrías comprender esta penetrante
sensación que me invade. Deberás responderme con urgencia. Como lo
temía, tu hijo fue expulsado hoy de la escuela. Recuerda que te pedí
de manera insistente, y, en ocasiones, desesperada, que hicieras los
arreglos necesarios para intentar impedir esa resolución. Ahora es
demasiado tarde. El cielo empieza a ponerse infinitamente azul, un
azul que presagia la llegada conmovedora de un sol macilento que ya
sé, sólo vendrá a iluminar aún más el frío que nos circunda.
..... Tu hijo aún duerme. Duerme como si nada
hubiera sucedido, pues cuenta con la certeza de que tú seguirás con
distancia nuestro hostil derrotero. Pero, esta vez, deberás entender
este dilema que también te pertenece, porque si no lo haces, nuestra
aflicción te tocará y la tranquilidad que rodea tu vida quedará
inutilizada para siempre.
..... Me
parece que el cielo hoy será arrogante y extenso. Mientras que tu hijo
soporta el frío con una extrema liviandad, yo sufro como si hubiera
sido atacada por una peste malsana. Nunca he logrado una apariencia
para resistirlo y en estos instantes llego a pensar que, tal vez, mi
piel fue perversamente diseñada para los inviernos.
..... Las últimas heladas me han devastado con
rigor, llevándome hacia un malestar que vulnera las leyes de cualquier
enfermedad. Tu hijo, en cambio, aunque trémulo, conserva la constancia
de la alegría en sus juegos solitarios, cruzados por sus sorprendentes
carcajadas. Se ríe abiertamente durante aquellas horas en las que me
resguardo buscando un sueño que me alivie del frío. Te solicité que se
lo dijeras, te advertí en cuánto me perturbaban sus juegos. No lo
hiciste. En unos momentos me hundiré entre las gastadas cobijas de mi
lecho y te aseguro que tu hijo se despertará únicamente para privarme
del descanso que requiero.
..... Eso es
todo. Piensa que permanezco a la espera del gesto que corrija el
conjunto de mis inquietudes. Ah, piensa también en el frío que penetra
por cada uno de los intersticios de la casa.
.....
Pero, ¿cómo te atreviste a escribirme unas palabras semejantes? No
comprendo si me amenazas o te burlas. ¿En qué instante tu mano
propició unas acusaciones tan injustas? Estás equivocado, la expulsión
de tu hijo fue completamente acertada y me parece cruel que insinúes
que fui yo la que lo indujo a buscar una salida de la escuela. Fue una
acción de tu hijo del todo personal y yo, si me hubiera visto
enfrentada al conflicto de los administradores de la escuela, habría
tomado idéntica medida. Ah, qué agravios tuyos debo recibir. Ahora,
además del frío, me hieren tus injurias ante las que no demuestras la
menor contemplación. Te insisto; la expulsión representó un tibio
castigo frente a una falta que me parece imperdonable. Pero, ¿cómo
puedes acusarme de desear que tu hijo abandone su educación? En estos
momentos, temo que ni siquiera conozcas a tu propio hijo y te niegues
a entender que su actuación estuvo provista de una gran dosis de
maldad. Lo que hizo sobrepasó todos los límites y yo me vi enfrentada
a un conocimiento que me ha dejado demasiado avergonzada.
..... Afuera está plagándose de una extrema
turbulencia. Estoy cierta de que el cielo, en esta noche, muestra una
dispersión poco frecuente. Es como si las distintas oscuridades se
protegieran al interior de la siguiente y, a la vez, intentaran
separarse. Se trata de una noche abrumadora e indecisa. No quiero
volver a recibir de ti ninguna expresión inoportuna o que pretendas
dudar de una decisión que es ineludible. Jamás te solicité que
ejercieras un pronunciamiento ante la expulsión, ni menos que
calificaras mis conductas. En realidad, ahora comprendo que tu carta
fue escrita por el solo placer de provocar mis iras. Pero a mí lo
único que me moviliza es la necesidad de una respuesta a la enorme
disyuntiva con la que ahora convivimos. Temo a la llegada de la luz
del día. Tu hijo se despierta con la luz y me persigue con sus juegos
y sus inminentes carcajadas. Esos ruidos inhóspitos atraviesan las
puertas tras las que me protejo para prevenirme de sus enfermizos
sonidos.
..... Tú no sabes cómo,
temblando de frío, descompuesta por el sueño, me cubro con las manos
los oídos hasta provocarme daño. Ah, no entiendes lo que significa
habitar con sus desconcertantes carcajadas . Ahora exijo que retires
tus palabras y sólo te limites a darme una respuesta. Comprendo que mi
tono te resulte imperativo, pero de esa dimensión es el conflicto al
que me enfrento.
..... En el curso de
esta noche pareciera que el cielo propiciara una catástrofe. Nunca
había presenciado una apertura similar. Es inútil que intentes una
estratagema, no quieras convencerme de que la palidez de tu hijo se
está volviendo progresivamente malsana. El mal que anuncia está sólo
contenido en tus perniciosos juicios. Limítate a escribir, con la
sensatez que espero, una solución para esta tragedia que me resulta
interminable.
..... Durante toda la noche mi
corazón me ha hostilizado sin cesar. A lo largo de estas horas, me he
sentido diminuida, atacada por un cansancio verdaderamente
perturbador. Prisionera de distintas angustias, aún en la más leve,
hube de ansiar una pronta muerte. Pero no podía adivinar que me
esperaban más castigos, los que se manifestaron en algunos fugaces
sueños de mutilaciones. En mis breves sueños, un cuerpo destrozado
descansaba entre mis manos. Ah, imagínate, yo era la causante de esa
muerte y, sin embargo, no sabía cual destino correspondía dar a los
restos. No sé cómo sobrevivo a ese sueño en donde me vi, maravillada,
sosteniendo a unos despojos mutilados de los cuales yo era
responsable. Mi corazón me ha humillado toda la noche. El corazón
late, late, late, pero el mío fue, en esta noche, irregular. Latió con
una desarmonía espantosa. Mi corazón se ha comportado de una manera
hiriente que no estoy en condiciones de responder a las preguntas que
me haces.
..... Sé que esta mala noche
se la debo a mi vecina. Mi vecina me vigila y vigila a tu hijo. Ha
dejado de lado a su propia familia y ahora se dedica únicamente a
espiar todos mis movimientos. Es una mujer absurda cuyo rencor la ha
sobrepasado para quedar librada a la fuerza de su envidia. Mi vecina
sólo parece animarse cuando me ve caminar por las calles en busca de
alimentos. Me enfrento entonces a sus ojos que me siguen
descaradamente desde su ventana, con un matiz de malicia en el que
puedo adivinar los peores pensamientos. Sale después hacia afuera y
hasta sería posible asegurar que algunas veces me ha seguido. Tú sabes
que poseo un fino sentido cuando me siento acechada. Podría testificar
que ella ha ido tras mis pasos en mi único recorrido a través de la
ciudad. Ahora sé que mi vecina, a pesar del frío, va de casa en casa y
estoy cierta de que soy el motivo de sus viajes y la razón de sus
conversaciones. Su mirada es definitivamente tendenciosa y puedo
prever cómo el mal se desliza por mi espalda, se despeña por mi
espalda dejándome arañada por crueles difamaciones. Ah, no entiendo
desde cuál de sus incontables odios ha escogido hacer de mí su
contendiente.
..... Sabes pues que soy
vigilada por mi propia vecina. Las preguntas que me haces, sólo
duplican en mí la vigilancia. El que tu hijo no asista a la escuela no
augura que habitemos de una manera indecorosa. Te advertí que este
momento llegaría. Si tú no lo detuviste, ¿por qué pues debo entonces
obedecer tus órdenes? Permanecemos, nos quedamos por tu voluntad en
una ciudad que enloquece de manera progresiva. Mi vecina me vigila y
vigila a tu hijo y cuando anochece puedo escuchar su llanto
desesperado. Llora por que su vida occidental se le ha dado vuelta,
porque el frío se ha dado vuelta y, por su contagio, esta noche hasta
mi corazón se ha sublevado.
..... Tu
hijo y yo pasamos este tiempo comprometidos en un ritmo que no merece
el menor reproche y no veo por qué habría de hacerte una cuenta
detallada de cómo pasamos el día. Pero, en fin, has de saber que
nuestras horas transcurren burlando el frío que está alcanzando un
cuerpo realmente monstruoso. Tu hijo lo esquiva ejecutando sus juegos
y lo soslaya con el fragor de sus estruendosas carcajadas. Yo velo el
día y vigilo el paso de la noche. Pero ¿cómo hacerte comprender que mi
vecina me fustiga de manera vergonzosa? Deja pues de abrumarme con
argumentos que no tienen el menor asidero. Tu hijo fue expulsado de la
escuela por su comportamiento y debemos permanecer reducidos en la
casa. ¿Qué es lo que en realidad temes? ¿Qué mal podría amenazar a
quienes viven encerrados entre cuatro paredes?
LOS
VIGILANTES de Diamela Eltit, es una brillante síntesis de las
zonas más arcaicas del inconsciente, exploradas a partir de la
relación madre-hijo. Estructurada a dos voces, la novela actúa
como una cámara lúcida para hacer emerger el diálogo inaudito
de una mujer que escribe inmersa en un estado síquico convulso
y desolador. En esa misma cámara y como ruina de una escena
anterior depredadora, aparece el hijo configurado como síntoma
de un desgarro silencioso y dramático. El hijo larva, que
parasitariamente habita en el temblor, hace de Los
Vigilantes uno de los textos más tensos y audaces de la
novelística de Diamela Eltit. ... La tensión que recorre la novela pone
de manifiesto la fuerza ciegamente aniquiladora de los
sistemas culturales y políticos que traman y destraman la
relación sofocante de una mujer con su mundo, de un hijo con
sus padres, de una ciudad con sus márgenes hasta llegar a
establecer, a la manera de un naufragio ineludible, los gestos
simbióticos de la larva que socava la sociología de todas las
relaciones, mostrando así la intemperie de las
existencias. ... Los
Vigilantes es la novela de la precariedad y la sutileza
en una cosmogonía asediada hasta el límite por la estética de
una impecable escritura.
de la
contratapa
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DIAMELA
ELTIT nació en Santiago de Chile en 1949. Es licenciada en
Literatura en la Universidad de Chile. Autora de guiones de
cine, también ha incursionado en el campo de la perfomance y
del video arte. Ha participado en diversos congresos sobre
literatura. En 1985 obtuvo la beca Guggenheim y luego fue
becaria de la Social Science Research Council. Ha publicado
las novelas Lumpérica (1983), Por la Patria (1984), El cuarto
mundo (1989), Vaca sagrada (1991), El infarto del alma (1994).
Sus libros han sido traducidos al inglés y al francés.
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Los
Vigilantes
Diamela
Eltit
Editorila Sudamericana
Chilena
la imagen corresponde a la
segunda edición, agosto de 1999.