Raymond Carver: "Por favor, nada de heroísmo."
En junio de 1992, cuatro años después de la muerte
de Raymond Carver, su viuda, la poeta Tess Gallagher y el profesor
William L. Stull de la Universidad de Hartford, estado de Connecticut,
dieron a
conocer Por favor, nada de heroísmo. Este volumen incluye
textos que no habían sido reunidos anteriormente en libro:
cuentos, poemas, el fragmento de una novela, notas bibliográficas,
prólogos y un conjunto de artículos en los cuales Carver
comenta su relación con la palabra escrita.
Entre ellos se halla el poema que da título al conjunto, Por
favor, nada de heroísmo, escrito en 1967, en sus años
formativos, mucho antes de ser reconocido por su futuro. Estas palabras
no figuran entre las consignas que utilizaba, en sus clases o entrevistas,
cuando se proponía definir su trabajo. Sin embargo, se corporizan
en su escritura, encarnan una actitud: el rechazo hacia la figura
del héroe y la del Vates, el poeta como profeta. Los
actos heroicos y las visiones proféticas que tanto desvelaron
a Thomas Carlyle, no le resultan atractivos. Mucho menos, el juicio
del autor del Sartor Resartus acerca de que la Historia Universal,
es en realidad, la historia de los Grandes Hombres.
La tarea, de proporciones whitmaneanas, que se impone Carver, un
hombre que revitalizó el cuento corto y el poema narrativo,
es la de integrar a la tradición literaria de su país
la vida y los sueños de obreros y empleados. Rescatar, expresar
la voz de todos aquéllos que con sus salarios mínimos
o cheques de desempleo, quedaban excluidos del sueño americano
propuesto por la industria del cine, la televisión y la publicidad.
Raymond Carver nació en 1938, en Clatskanie, Oregon, un pequeño
pueblo a orillas del río Columbia dedicado a la industria de
la madera. Su padre, que trabajada en uno de los aserraderos locales
afilando las hojas de las sierras, era alcohólico. Un buen
narrador de historias, solía contarle acerca de sus excursiones
de pesca y caza y, sobre su abuelo, un personaje que para sobrevivir
en la Guerra de Secesión combatió para ambos bandos.
La familia Carver se mudó a Yakima, estado de Washington, donde
Raymond terminó sus estudios secundarios. En su juventud su
material de lectura preferido fueron las novelas de Mickey Spillane
y las revistas dedicadas a las actividades y deportes al aire libre.
En 1956, se casó con Maryann Burke, su novia de la secundaria,
de dieciséis años de edad, quien estaba embarazada.
En estos años, para sostener a su familia, Carver trabajó
como empleado de limpieza, obrero en un aserradero, dependiente de
farmacia y vendedor.
Luego de tres años de pequeños fracasos en su ciudad
natal, decide radicarse con su mujer y sus dos hijos en Paradise,
California. Aquí se inscribe en un taller de escritura creativa
dictado por el novelista John Gardner. Esta experiencia fue decisiva
en su vida. Muchos años más tarde le confesó
a Jay McInerney que durante toda su vida, mientras escribía,
sentiría la presencia de Gardner, aprobando o desaprobando
las palabras, frases y estrategias elegidas.
En 1963, finaliza sus estudios de literatura en la Universidad de
Humbolt, California y en la de Iowa. En este período de su
vida caracterizado por la estrechez económica, empleos mal
pagos, la falta de tiempo para escribir y las dificultades para establecerse
como escritor, el bourbon que lo acompañó durante décadas,
se transforma en su único y exagerado consuelo.
En la década de los 70, ya convertido en un alcohólico
de tiempo completo, sobrevive dictando talleres de escritura en distintas
universidades y publica sus dos primeros libros de cuentos. En una
oportunidad coordinó junto a John Cheever un taller en la Universidad
de Iowa. Éste recuerda que lo único que hicieron bien
ese semestre fue emborracharse. El 2 de junio de 1977 comienza a participar
en reuniones de Alcohólicos Anónimos y abandona la bebida.
En la década de los 80 varias cosas habrían de cambiar
en su vida: se divorcia, forma pareja con Tess Gallagher - se casaron
en Reno en 1988, dos meses antes de su muerte - y es nombrado profesor
de literatura en la Universidad de Syracuse. El editor de Esquire,
Gordon Lish, publica varios de sus cuentos, su círculo de lectores
se expande continuamente y la crítica comienza a reconocer
las virtudes de su prosa y de su poesía. Fue distinguido con
el premio O.Henry; obtuvo la beca de la Fundación Guggenheim
y en dos ocasiones la del National Endowment for the Arts; el premio
Mildred and Harold Strauss, otorgado por la American Academy and Institute
of Arts and Letters; el Premio Levinson de poesía ; la Universidad
de Hartford le otorga un doctorado; recibe el Premio Brandeis de ficción
e ingresa en la American Academy and Institute of Arts and Letters.
Su vida asumió visos paradojales, hijo de un obrero, pobre
y alcohólico, vivió la mayor parte de sus días
al borde de la exclusión social, hasta que en sus últimos
años -murió el 2 de agosto de 1988- los complejos designios
del destino lo transformaron en un escritor con un público
devoto, admirado por sus pares y miembro de la academia. A pesar de
ello, nunca olvidó sus orígenes, ni de donde provenía
la materia de sus historias.
En un artículo, La libreta de notas de un narrador,
publicado en el New York Times en febrero de 1981, Raymond Carver
narra que él no eligió las formas breves del cuento
y el poema narrativo para expresarse, los adoptó por necesidad
y urgencia. Lo hizo en una época en la que durante el día
se desempeñaba como dependiente en un comercio y, luego, en
las primeras horas de la noche, baldeaba el salón de un restaurante
y barría su playa de estacionamiento. Terminaba agotado recuerda,
sólo podía escribir los sábados o domingos, siempre
y cuando su mujer, que era camarera, tuviera alguno de estos días
libres para hacerse cargo de los hijos. Estos géneros, que
ya no abandonaría, eran los únicos que le brindaban
la posibilidad de elaborar una idea y concluir el texto en una sola
jornada.
Finalmente, cuando todo indicaba que el sueño de disponer de
todo su tiempo para escribir sería una realidad, no logró
desarrollar su primera novela. En esta ocasión fue la vida
la que se lo negó, murió de cáncer de pulmón
a los 50 años de edad.
En la elección de los géneros no existió la
premeditación de una estrategia. En cambio sí la hubo
en sus lecturas, una que no le dio demasiada importancia a los recomendaciones
de la academia, ni a las modas de la época surgidas de los
medios universitarios. Noticias de ella están diseminadas en
la gran cantidad de entrevistas que le realizaron. En ellas asimismo
se puede advertir que en el momento en que el interlocutor deseaba
saber más acerca de sus lecturas y las influencias que éstas
tuvieron sobre su obra, desplegaba maniobras y tácticas de
ocultamiento, destinadas a manipular los datos concernientes a este
aspecto de su formación y oficio.
Negó enfáticamente las influencias literarias. La única
influencia que reconocía como escritor era la del propio comercio
de la vida: criar los hijos, trabajar dos turnos, no tener para pagar
la luz y el gas, o divorciarse. Éstas eran las cosas que según
él habían modelado su escritura. No obstante y a pesar
de la convicción de su negativa, traza cuidadosamente el mapa
de sus lecturas y deja indicios ciertos de como éstas funcionaron
en el armado de su poética.
La suya es una biblioteca que guarda tanto a cuentistas como a poetas,
elegidos de acuerdo a su anhelo, el mismo que tuvo Sherwood Anderson
a principios del siglo XX, transformar nuevamente su país y
el habla de su gente en materia elocuente, significativa. Entre ellos
se hallan narradores como Sherwood Anderson, Willian Faulkner, Ernest
Hemingway; Tobias Wolff; Richard Ford, Donald Barthelme, Antón
Chekhov; Flannery O'Connor; Eudora Welty y Willian Gass, y los poetas
Ezra Pound, William Carlos Williams, Robert Frost, Galway Kinnell,
W.S. Merwin, Ted Hughes, C.K. Williams y Robert Hass, rodeados de
los nombres ineludibles de la literatura universal, y de los libros
de infinidad de poetas y cuentistas jóvenes en quienes Carver
decía hallar la frescura de la lengua.
Ellos compartieron con él el complejo proceso de su realización
como escritor, uno que adoptó como guía una frase de
Ezra Pound que copió en una ficha de 3 por 5 pulgadas y conservó
siempre en su lugar de trabajo: "la precisión del enunciado
es la única y verdadera moralidad de la escritura".
Desocupado
Los que eran mejores que nosotros
vivían cómodamente en casas recién pintadas
con inodoros a botón en todos los baños.
Manejaban autos de modelo y marca
reconocibles.
Los que no tenían trabajo, estaban apenados,
no les iba bien.
Sus autos extraños estaban estacionados
sobre cajones, 'al fondo' de casas polvorientas,
donde se amontonaban infinidad de objetos inútiles.
Los años pasan y todo y todos son reemplazados.
Existen siempre, es lo que dicen, nuevas oportunidades.
Pero, para decir la verdad,
a mí nunca me gustó el trabajo.
Mi objetivo era permanecer desocupado.
Ése era mi mérito.
Me gustaba la idea de sentarme en una silla,
hora tras hora, frente a la casa, sin hacer nada
con un sombrero sobre mi cabeza y tomando una gaseosa.
¿Qué hay de malo en eso?
Fumar, escupir de vez en cuando.
Tallar madera con mi cuchillo.
¿Hay daño en esto?
En ocasiones salgo con mi perro a perseguir conejos.
Tenés que hacerlo alguna vez.
A veces levanto a un chico gordo y rubio como yo,
diciéndole: ''¿de dónde te conozco?''.
Nunca digas: ''¿Que querés ser cuando seas grande?''
Naturalmente
Un claro en las nubes.
El macizo perfil de las montañas azules
que recortan el horizonte.
El amarillo apagado de los rastrojos.
El río muy negro.
¿Qué estoy haciendo en este lugar,
solo y cargado de culpas?
Me pregunto.
Sigo comiendo las frambuesas de la fuente.
Sin hacerme problemas. Si estuviera muerto,
me recuerdo, no podría saborearlas.
Nada es tan simple.
Sí, todo es así de simple. Naturalmente.
Hijo
Esta mañana me despertó una voz
que regresaba desde mi infancia.
La voz dice: ''despertate'',
y yo salto de la cama.
Es extraño, toda la noche, en mis sueños
Yo busqué 'ese' bendito lugar
donde mi madre pueda vivir y ser feliz.
''Si querés que enloquezca,
está bien, si ése no es tu deseo,
por favor sacame de acá'', repetía la voz.
Me reconozco único culpable.
Yo la mudé a esta ciudad que odia.
Yo alquilé la casa que odia, rodeada
de vecinos que odia, llena de muebles
que odia.
''¿Por qué no me diste la plata para que yo la
................................................................
/gastara?''
''Quiero volver a California, ¡ahora!'', grita la voz.
''Voy a morir si me quedo''. ''¿Vos querés que
...................................................................
/muera?''
gime la voz.
Esta mañana en el mundo,
no existen respuestas a esta pregunta
ni a ninguna otra.
Suena el teléfono y suena, no deja de sonar.
No me acerco al aparato, tengo miedo de oír una vez
.................................................................................
/más,
la pronunciación de mi nombre.
El mismo nombre que mi padre escuchó durante
................................................................................./53
años.
Antes de abandonarnos en busca de su recompensa.
Murió después de decir: ''llevá estas cosas
a la
................................................................................./cocina,
hijo''.
La palabra hijo emitida desde sus labios,
Tembló en el aire para que todos la oyeran.
La lapicera
La lapicera que no faltaba a la verdad,
por todas sus preocupaciones
terminó dentro del lavarropas.
Salió una hora más tarde y la tiraron
al secarropas junto con un par de 'jeans' viejos
y una camisa a cuadros.
Los días pasaron y ella permaneció
recostada tranquilamente sobre el escritorio
que estaba frente a la ventana.
Ella pensaba que estaba totalmente agotada.
Sin convicciones. Sin voluntad.
Una mañana, poco antes del amanecer,
recuperó antiguas fuerzas
y escribió:
''Los campos húmedos duermen
bañados por la luz de la luna''.
Después de este esfuerzo
se quedó muy quieta,
nuevamente vacía, su utilidad
terminada.
Él la sacudió,
la golpeó sobre la tapa del escritorio.
La dejó a un lado.
Abandonó las pretensiones de hacerla trabajar
o casi todas.
Sin embargo
ella realizó un nuevo esfuerzo,
apeló a sus últimas reservas.
Esto es lo que escribió:
''Un viento suave, y más allá del ventanal
los árboles flotan en el dorado aire de la mañana''.
Él trató de hacerla escribir algo más,
pero eso fue todo. La lapicera
dejó de escribir, definitivamente.
Él la puso con otras cosas inservibles
en el incinerador.
El tiempo transcurrió, días o meses,
y fue otra lapicera
una que todavía no había demostrado nada
la que con facilidad escribió:
''La oscuridad se posa en las ramas.
Quedate muy quieto, no salgas de la casa,
...............................................................quedate
muy
................................................................................./quieto...''
Esteban Moore : Nació
en Buenos Aires en 1952. Poeta, traductor y periodista. En poesía
ha publicado: La noche en llamas (1982); Providencia terrenal (1983),
Con Bogey en Casablanca (1987), Poemas 1982-1987 (1988), Tiempos que
van (1994), Instantáneas de fin de siglo (Montevideo, 1999,
Mención Honorífica, Premio Municipal de Poesía
de Buenos Aires), Partes Mínimas (Mar del Plata, 1999), Partes
Mínimas y otros poemas (Buenos Aires, 2003. Segundo Premio
Fondo Nacional de las Artes).
En 2004 el Fondo Nacional de las Artes publicó una selección
de su obra, Antología poética, en la Colección
Poetas argentinos contemporáneos.
Ha realizado la traducción de diversos autores
de lengua inglesa: Lawrence Ferlinghetti, América desierta
y otros poemas, Colección de Obras Representativas de la UNESCO
(Ediciones Graffiti/Unesco, Montevideo Uruguay, 1996); James Laughlin,
Los poemas de amor, (Editorial Martín, La Pecera, Mar del Plata,
Argentina, 2001); Craig Czury, Tecnología Norteamericana y
otros poemas (Papel Tinta Ediciones, Buenos Aires, 2003); Charles
Bukowsky, Una de las más ardientes y otros poemas (Ediciones
Laberinto, México, 2004); Lawrence Ferlinghetti, Los Blues
de la procreación y otros poemas (Alción Editora Córdoba,
Argentina, 2005) y Lawrence Ferlinghetti, La vida sin fin (Editorial
Arquitrave, Bogotá, Colombia, 2005).
Asimismo ha publicado en diarios y revistas traducciones de: Raymond
Carver, Dylan Thomas, Allen Ginsberg, W.H. Auden, Jack Kerouac, John
F.Deane, Gregory Corso, Gary Snyder, Bill Berkson, Anne Waldman, Andrei
Codrescu, Seamus Heaney, Wallace Stevens y Dylan Thomas, entre otros.
Entre sus otras publicaciones se cuentan: Primer
Catálogo de Revistas Culturales de la Argentina (Ediciones
Revista Cultura, auspiciado por la Secretaría de Cultura de
la Nación y la Federación de Revistas Iberoamericanas.,
Buenos Aires, enero 2001) y Librerías de valor patrimonial
de Buenos Aires, realizado en colaboración con Horacio Spinetto
(Dirección de Patrimonio, Secretaría de Cultura del
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires, diciembre 2003).
Ha participado los festivales de poesía de
Medellín, Colombia; Montevideo, Uruguay; Rosario, Argentina;
y fue invitado a la escuela de poesía The Jack Kerouac School
of Disembodied Poetics, fundada por Allen Ginsberg, donde inició
un proyecto de traducción y a la Schüle fur Dichtung in
Wien , Viena Austria, donde expuso sobre poesía y traducción.
En 2005 dictó en la IX Escuela de Poesía de Medellín
el seminario: La poesía de la generación Beat: sus poéticas
y su legado
Colabora con publicaciones del país y del extranjero. Su obra
ha sido parcialmente traducida al inglés, italiano, alemán,
lituano y portugués e incluida en diversas antologías.
estebanmoore@ciudad.com.ar