por Eduardo Anguita
..... Este escritor, del que he
hablado sólo indirectamente, merece una cantidad de observaciones
críticas. Ya he mencionado las que Ignacio Valente ha publicado en "El
Mercurio", y no son sustituibles, como tampoco uno debe guardarse la
propia opinión.
..... De sus cuatro
libros, únicamente Diez fue publicado por cuenta de dos
editoriales, chilenas desde luego: Ercilla, en 1937; y la Universitaria,
en 1971. Son diez narraciones: Cuatro animales, Tres mujeres, Dos
sitios, Un vicio.
..... Parten sus relatos
de hechos aparentemente nimios, o corrientes, o absolutamente ficticios.
El aporte de lo onírico no me parece su característica principal.
Ciertamente suministra muchas de sus visiones más originales, y, además,
se vierte por el conducto de ciencias esotéricas (Eliphas Lévi:
Historia de la Magia) o expresamente concientificado. Lo más
importante es lo que sigue: una lógica extrema, una lucidez y
minuciosidad excesivas, hasta una locura aparente, por exceso de
razonamiento. Coincide, y no pocas veces, con reflexiones propias de la
matemática; así el tratamiento que da al problema de la unidad
(en un cuento) y, enotro, de hecho, una increíble aproximación a las
teorías de los conjuntos. Cuando Juan Emar escribió y publicó su libro
(en 1934), ni se enseñaba el tema en los colegios, y su problema era
propio de libros especializados. Aunque Emar hubiera leído éstos, el
tema aparece intuido evidentemente de las observaciones y sucesos
cotidianos que describe en sus relatos. Permanece, de todos modos, en el
ámbito literario. Su método de progresión lógica se encadena de
inducciones, deducciones, premisas, corolarios, análisis y extensiones
que se estructuran hasta configurar una maquinaria matemático-sensible.
La cavilación suya, por otra parte, ocupa el sitio propio de la
filosofía. Por ejemplo: la operación que realiza tratando de
"aprehender" la realidad de un hombre que tiene frente a él en una sala
de espera. Invito a nuestros filósofos -pienso, por ejemplo, en mis
amigos Juan de Dios Vial y en Félix Scwarztmann- a que lean a Juan Emar;
sé que les interesará con apasionamiento. Aquella operación a que me
refiero es minuciosa. En su intento de capturar la realidad del hombre
aquél, objeto de su tarea cognoscitiva, se le reduce a una porción
mínima: un pliegue minúsculo del bolsillo del chaleco y, como unidad
última, una pelusa que yace dentro de él. En una dirección contraria,
moviéndose desde lo pequeño a lo grande, el barrigón aquél (pues el
humor de Juan Emar casi nunca está ausente) vuelve a esfumársele ya que
al intentar captarlo desde la parte al todo, el objeto observado
desborda hasta su entorno, hasta confundirse con planetas, cielos y
constelaciones: con el todo. "Pero, ¿y el gordo mismo, el gordo en sí?",
se pregunta Juan Emar.
..... El
sentimiento poético interviene en tres acepciones: como inductor de
estados de asombro y contemplación; como instrumento cognoscitivo
inmediato; como revelador de exaltación frente a la belleza de lo
natural o de lo artistico mismo.
..... Por
otra parte, la sensibilidad de Juan Emar pertenece a un terreno que
-para hablar esquemáticamente- corresponde al que maneja Proust, pero es
mucho más intelectual. La diferencia es que Proust ha constituido toda
una novela sobre la base de una hipersensibilidad sensorial, a la vez
que una minuciosa y sutil psicología con gran número de rasgos y de
personajes. En cuanto a sensaciones, puedo aseverar que Juan Emar es
menos convencional, menos acreedor de la tradición literaria, y, en
cambio, más original, más personal y bárbaro, entendiendo este
calificativo como "de primera mano". Me gustará, por ejemplo, poner
frente a frente largas páginas de Proust y otras de Emar, con contenidos
sensoriales de similar naturaleza, a fin de poder hacer comparaciones. Y
en cuanto a psicología hay que conocer las profundidades y sutilezas
emarianas, que casi no tiene semejanza con ninguna otras.
..... Tiempos simultáneos, desdoblamientos,
suspensión de la conciencia individual en un vacío intertemporal y otras
experiencias insólitas no las hemos encontrado nunca en otras obras con
la autenticidad, originalidad y clarificación que sólo Juan Emar puede
ostentar como dueño absoluto.