Novelista policial, rara 
          especie de nuestra fauna literaria
Ramón Díaz Eterovic:
"En mis 
          novelas, el enigma es secundario" 
          
          
          El club de amigos de 
          Heredia se ha ido ampliando", afirma satisfecho Ramón Díaz Eterovic, 
          en alusión al personaje principal de sus novelas 
policiales.
          Puede resultar extraño que lo diga un escritor dedicado a 
          un género caracterizado por atrapar al lector con un misterio por 
          resolver, pero éste no es un caso que encaje con los cánones clásicos 
          del policial. Su (anti) héroe, el detective Heredia, se mueve en una 
          ciudad perfectamente reconocible, lo mismo que las épocas, desde el 
          régimen militar a la nuestra, pasando por la transición y el fin de 
          siglo.
          por Piero 
          Castagneto
           
          ..... Es frecuente caer en la 
          tentación de identificar los personajes de una obra literaria con un 
          autor y pesquisar las semejanzas biográficas, pero al tratarse de 
          Ramón Díaz Eterovic, perteneciente a la escasa subespecie de 
          escritores policiales chilenos, es -por el contrario- difícil 
          evitarlo. Porque, simplemente, hay demasiadas semejanzas entre su 
          gusto por los gatos y por recorrer calles, callejas y recovecos de 
          Santiago, y la personalidad, llena de claroscuros, de su principal 
          creación, el detective privado Heredia.
..... Así, a secas, un puro 
          apellido identifica a un investigador de poca monta, antihéroe por 
          definición y marginal del neoliberalismo por constitución, quien entre 
          días de ocio, copas y amoríos ocasionales, se olvida momentáneamente 
          de su desencanto vital para acometer enigmas que encubren crímenes e 
          injusticias. Y no en la urbe abstracta, intemporal, sino en la 
          reconocible capital chilena de los años '80, donde lidia con los 
          servicios de seguridad de la época, a la transición de la década 
          siguiente, donde enfrenta a traficantes o subproductos inescrupulosos 
          del sistema. Entre descanso y descanso en su desastrado 
          departamento-oficina del barrio Mapocho.
..... ¿Alter ego de Díaz 
          Eterovic? En todo caso, causa alivio el comprobar que la simbiosis no 
          llegue a un grado enfermizo cuando expresa que "no tengo todo 
          controlado sobre el personaje", lo que de paso, es una gozosa 
          constatación de la autonomía que adquiere la obra artística. Tanto 
          así, que ni siquiera él sabe el nombre de pila de Heredia, y sólo se 
          imagina un nombre extraño, que a nuestro investigador mapochino le 
          desagrada revelar.
          A mayor abundamiento, se 
          refiere a la artesanía de su oficio: "Por más planificación que tú 
          hagas, por más que trates de controlar la historia que quieres contar, 
          algo pasa en el proceso de escribir que esto empieza a cobrar vida 
          propia y te empieza a llevar por otros lados. Muchas veces me ha 
          pasado que la novela que termino, poco o nada tiene que ver con lo que 
          había imaginado en un comienzo, lo cual es parte del misterio, la 
          gracia, el encanto de la escritura". 
..... Su estilo no calza 
          precisamente con los cánones clásicos de la novela policial, asociados 
          a autores como Arthur Conan Doyle o Agatha Christie, pero él precisa 
          que mucha agua ha pasado por el puente, y que en nuestro país hemos 
          estado un poco aislados de la evolución de este género. Lo que se 
          acentúa por los escasos cultores que éste tiene en el medio local; por 
          ello, a los acostumbrados al viejo estilo les podrá sorprender lo que 
          expresa enseguida: "En mis novelas el enigma es un asunto secundario, 
          mi interés principal no es presentar un enigma y sorprender al lector, 
          o que sea un mecanismo de relojería; más que el enigma, me interesa el 
          ambiente y los hechos que describo y los personajes que muestro. Si el 
          enigma como tal queda un poco descosido, no me preocupa".
..... Y así como él y otros han 
          incorporado nuevos elementos al policial, el género ha ido permeando a 
          otras plumas. "Me llama la atención que hoy en día hay muchos más 
          autores que están trabajando en el género, que se traspasa a 
          escritores que, sin ser policiales, aplican sus códigos", dice al 
          respecto.
          Hijos del mimeógrafo y el roneo
          Cuando se toca el tema de 
          su matriz literaria, se reconoce perteneciente a un grupo de creadores 
          nacidos en la década de los '50 o los '60, que eran adolescentes para 
          11 de septiembre de 1973. Marcados, por lo tanto, por el alzamiento 
          militar, empezaron a producir en los años '80, razón por la cual se 
          los agrupa en una generación identificada con esta década. 
..... Rodrigo Lira, Gregory 
          Cohen, Diego Muñoz, Antonio Ostornol son algunos de sus compañeros de 
          ruta que él mismo menciona, alabando su calidad, pese a lo minoritario 
          de sus públicos lectores. "Siento que en mi generación hay muy buenos 
          escritores, pero que no todos han tenido la misma fortuna, algunos han 
          tenido más posibilidades que otros; incluso hay gente que se ha 
          desengañado porque no ha logrado entrar a un circuito editorial 
          estable, pero hay gente muy buena".
..... La suya -recuerda- ha sido 
          también llamada la generación también llamada del mimeógrafo, el 
          roneo, la autoedición, el libro que circula de mano en mano; de ese 
          estilo y factura fue, precisamente, su primera novela, "La ciudad 
          está triste" (1987), donde aparece su personaje, el detective 
          Heredia, personaje que, junto al mundo que lo circundaba, comenzó a 
          ganar vuelo.
          La publicación por parte 
          del sello Lom de su serie detectivesca de Heredia, como estreno o 
          reedición, ha permitido el acceso a algunas obras inencontrables hace 
          algunos años, y ha contribuido a que, en el último tiempo, Ramón Díaz 
          Eterovic esté disfrutando de un buen momento en su carrera. A lo 
          anterior cabe agregar, siguiendo sus palabras, "la publicación de mis 
          novelas en otros países, algunos premios entremedio, y sobre todo, el 
          club de amigos de Heredia se ha ido ampliando (ríe); eso es lo que me 
          deja más contento".
..... Sin perjuicio de lo 
          anterior, este escritor asegura que lo que más lo motiva es constatar, 
          percibir personalmente que se ha formado un público fiel, que ha 
          seguido total o parcialmente su serie. Serie que, ya se ha dicho, se 
          abre con "La ciudad está triste" y sigue con "Solo en la 
          oscuridad", "Nadie sabe más que los muertos", "Nunca 
          enamores a un forastero", "Ángeles y solitarios", "Los 
          siete hijos de Simenon" y "El ojo del alma", títulos a los 
          que se agrega "El hombre que pregunta", que marca un matiz de 
          diferencia con su obra anterior, al llevar la intriga al mundo 
          literario.
          No se debe tener una imagen 
          erradamente unilateral de Díaz Eterovic. Aunque sea principalmente 
          conocido por su saga detectivesca, también ha incursionado en la 
          poesía, con obras tempranas; en el relato, con volúmenes como "Ese 
          viejo cuento de amar"; y en novelas de otro tipo, como "Correr 
          tras el viento", intriga ambientada en su Punta Arenas, su ciudad 
          nativa, durante los años de la I Guerra Mundial.
          -Pensando en el lector 
          no sólo de género, policial, sino también en el lector que busca la 
          crónica política, contingente, o la crónica urbana, ¿tus públicos 
          están en todos esos segmentos?
-En general pienso que el 
          público lector de novela policial a secas en Chile no debe ser 
          demasiado numeroso, y me da la impresión que la gente llega a mis 
          novelas como podría llegar a cualquier otro tipo de libro. Incluso hay 
          gente que me dice que tenía recelo de mi trabajo porque era novela 
          policial, pero se dan cuenta que va más allá.
..... Hay un concepto un poco 
          rígido de lo que puede ser una novela policial, sólo el enigma, y el 
          estilo de novela policial que yo hago va mucho más allá de eso, va más 
          allá del mero juego deductivo; hay muchos lectores que se encuentran 
          con otra cosa, y desde luego hacen otras lecturas también. A algunos 
          les gusta el personaje, a otros las descripciones de la ciudad, otra 
          gente busca el componente más social y político, si se 
          quiere.
          -Escribir policial 
          implica una cierta dureza, en el sentido de una cierta tersura al 
          escribir, el no perderse en divagaciones y armar una trama bien 
          estructurada.
-Sí, claro. Como decía Bioy Casares, la novela policial es 
          mucho más rigurosa de escribir que cualquier otra novela, porque de 
          alguna manera uno tiene que poner una idea sobre la mesa, 
          desarrollarla y luego concluirla con cierta lógica, con cierto orden. 
          Lo cual, por un lado, tiene el peligro de la esquematización, pero por 
          otro lado, tiene también el desafío de ser rigurosos; en la novela 
          policial uno no tiene mucho espacio para divagar ni para irse por las 
          ramas. En ese sentido es un desafío. También está el desafío del 
          lenguaje. La novela policial exige un lenguaje ágil, coloquial, que 
          entusiasme, que enganche al lector.
          El escenario de Heredia
          -Hablando en general, 
          ¿hace falta en la literatura chilena referida a la época de Pinochet, 
          novelas sobre la gente común?
-Esa es una inquietud que 
          he conversado bastante con amigos, en el sentido que ha habido una 
          narrativa de la dictadura pero, por decirlo así, desde la militancia, 
          en el sentido que los personajes que se muestran muchas veces en esa 
          novela es gente que está comprometida en el tema de la resistencia 
          política, y siento que hace falta una literatura que hable de 
          personajes comunes de esa época. Por decirte algo, las secretarias que 
          eran obligadas a hacer banderitas para saludar a Pinochet cuando 
          pasaba en la calle; el "sapo" que había en todas las oficinas y que 
          muchas veces obligaba a las secretarias a acostarse con él, porque si 
          no las denunciaba de cualquier cosa; el hecho de quedarse callado... 
          En el fondo, mostrar cómo la dictadura afectaba al ciudadano común, 
          que no tenía necesariamente una opción ni un discurso político. 
          
..... Además, a pesar de todo lo 
          que se ha escrito, es un tema sobre el que se va a tener que volver, 
          si no los mismos escritores, otros escritores con otra perspectiva, 
          otra mirada. Me llama la atención que me digan que siga escribiendo 
          sobre eso, y en Alemania hay escritores que, cincuenta años después, 
          siguen escribiendo sobre la II Guerra, los nazis y los judíos. 
          
          -Y emerge Heredia como 
          un personaje común y corriente, que se quedó aquí, escéptico, no 
          militante, que deambula por estas calles.
-Yo quise crear la figura 
          de una persona que, teniendo de alguna manera una posición o una 
          visión política, al mismo tiempo tenía la suficiente independencia 
          como para no sentirse atado a nadie en particular, un marginal que 
          puede pararse en una esquina y mirar lo que pasa sin comprometerse, 
          aunque en el fondo, a la larga igual se compromete. 
          -En el fondo, para 
          Heredia el parámetro no es la militancia, sino la 
          decencia.
-Claro, él es fundamentalmente un tipo con valores, con ética, 
          y que a partir de eso funciona y actúa. El personaje ha ido creciendo, 
          desarrollándose, ha ido rodeándose de un mundo más completo, de más 
          amigo, de gente que lo ayuda. Al mismo tiempo, con la edad se ha ido 
          haciendo más tranquilo, más reflexivo; en las primeras novelas era 
          mucho más dado a la violencia.
          Un perdedor con estilo
          -La tradición exige que 
          un escritor policial sea relativamente prolífico, pero también hay que 
          evitar el peligro de hacer novelas adocenadas, en serie. En este 
          sentido, ¿también hay una evolución del personaje?
-Las novelas pueden tener 
          una cierta estructura dada un poco por la manera como Heredia trabaja, 
          pero es un desafío grande. Por un lado tienes facilidades, porque 
          empiezas una novela nueva y tienes cosas que ya están hechas, un 
          personaje ya perfilado y su mundo ya definido, pero el desafío es, con 
          esos elementos dados, escribir una novela que se sienta que es un poco 
          lo mismo pero que es diferente, aunque suene 
contradictorio.
          -Pero un buen apoyo es, 
          por ejemplo, que en esta serie pasa el tiempo, desde el régimen 
          militar a la transición y el fin de siglo.
-Cierto, ese es un elemento 
          que ayuda. Ahora, yo no puedo pensar que la persona que ha leído mi 
          última novela ha leído las anteriores; en cada novela tengo que estar 
          presentando al personaje y su mundo de algún modo diferente, de manera 
          que al lector de las novelas anteriores no le resulte monótono, sino 
          una cosa novedosa. Si en todas las novelas Heredia investigara 
          asesinatos o robos, sería repetitivo, pero hay distintas 
          investigaciones, e investigaciones que apuntan a distintos ámbitos de 
          la historia y de la sociedad. Tal vez sin proponérmelo, he ido 
          tratando de tocar diversas temáticas: los detenidos desaparecidos, el 
          narcotráfico, la ecología, el mundo de los escritores en la última 
          novela, "El hombre que pregunta", un poco apuntando a dar un panorama 
          más amplio de lo que puede ser la sociedad chilena.
          -En tu obra está el 
          paradigma, muy atractivo literariamente, del fracasado, del perdedor, 
          del antihéroe. ¿Con qué peculiaridades lo aplicas?
-Es un antihéroe en el 
          sentido que no está comprometido con ninguna instancia de poder, no es 
          parte de la policía institucional, no tiene mayores relaciones 
          económicas, políticas ni religiosas. Es un marginal y es un antihéroe 
          en el sentido que sus éxitos son de alguna manera relativos; descubre 
          cierta verdad, pero no llega a grados completos de justicia; se 
          conforma con poco, vive en un barrio "mal mirado"; en apariencia ha 
          fracasado en cosas que hoy son miradas como signos de éxito: tener 
          plata, profesión, una familia... En ese sentido, no es un héroe de la 
          postmodernidad, no está en la sociedad de consumo. Como él mismo dice, 
          nadie le da tarjetas de crédito ni le concede préstamos.
          -Junto al tema policial 
          se perfila, de forma cada vez más marcada, el tema urbano, de una 
          ciudad que puede ser a la vez fea y entrañable.
-Sí. Eso lo he trabajado en 
          mis novelas yo diría con bastante conciencia. Cuando empecé con ellas, 
          pensé que en general Santiago era una ciudad que no estaba muy tratada 
          en la literatura chilena, y me preocupé de localizar al personaje, 
          Heredia, en un barrio con mucha personalidad, mucha vida y colorido, 
          con muchos espacios relacionados con la vida de la ciudad y sus 
          tradiciones, como bares antiguos. O sea, una ciudad con historia 
          detrás. Y de alguna manera, de novela a novela, me he ido preocupando 
          de ir nombrando y describiendo lugares, lo que a fin de cuentas se va 
          a poder leer después como un registro urbano-histórico, porque hay 
          muchos lugares que menciono y ya no existen, a pesar que han pasado 
          muchos años. 
          
en La Estrella, de 
          Valparaíso
sábado 15 de marzo de 2003