LOS SIETE HIJOS DE
SIMENON
Ramón Díaz
Eterovic
Seix Barral, Barcelona, 2001
320 págs., 17,43
€
Heredia, detective desencantado, rebelde, bonachón e idealista,
es uno de los grandes hallazgos de Ramón Díaz Eterovic (Punta Arenas,
Chile, 1956). Heredia es el narrador y protagonista de Los siete hijos
de Simenon, la última de una larga lista de novelas negras que el
autor chileno ha publicado. Acaso reside en la figura de Heredia el
atractivo de la novela: el investigador privado emerge como el espejo
en el que se ven reflejadas las situaciones y los personajes por donde
transita la narración. Su tradición es la de los clásicos
investigadores norteamericanos; como Philip Marlowe o Sam Spade,
Heredia está dotado con un yo sugerente y seductor, capaz de
caracterizarlo desde las primeras páginas de forma nítida: "Me veía
comprometido en empresas vagas, desgastadoras, de las cuales al cabo
de unos meses nadie se acordaba. Solo, con la manía de recomponer el
pasado, sujeto a lo inexistente, como un bote que eternamente se
empeña en navegar contra la corriente."
Heredia es un hombre en la
mediana edad, solitario y desengañado pero que nunca dejará de hacer
su trabajo, que es el de buscar la verdad, su verdad, en una sociedad
chilena deshumanizada y en las alcantarillas de un poder sumamente
corrupto, que no es más que el fruto de los oscuros años
pinochetistas. Se trata de un contexto difícil, pero que el autor
retrata de forma magistral: con veracidad y contundencia no exentas de
ternura. El trasfondo de la historia es una intriga en la que el
asesinato de un funcionario le lleva a investigar lo que se esconde
detrás de la futura construcción de un gasoducto entre Argentina y
Chile. La investigación avanza, y nos vamos encontrando con personajes
secundarios admirablemente construidos, como el periodista Cambell, el
gato Simenon que representa la conciencia de Heredia, a la manera
de Pepito Grillo, o el americano Ballinger. Así, nos damos cuenta
de que el argumento ha sido el soporte, el decorado delante del cual
ha ido apareciendo una variopinta colección de personajes entrañables.
Con una prosa rica y por momentos lírica en especial cuando el
narrador recuerda su truncada relación sentimental, y con unos
diálogos rápidos, inteligentes y llenos de gracia, Ramón Díaz Eterovic
ha escrito una obra muy entretenida, pero no superficial, y nos ha
obsequiado con un investigador carismático y duro, que no desentonaría
en una lista junto a algunos de los grandes detectives de la historia
del género, desde los ya citados Marlowe o Spade, pasando por el
ambiguo Ripley, y hasta llegar a los más recientes Carvalho o
Montalbano.
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Jaruchik Navieras
REVISTA DE CULTURA
“LATERAL”
Febrero 2002. Nº 86.
Barcelona, España