Bajita
y flaca. De ojos brillantes y a ratos burlones. Movediza,tan
llena de vida que sus 82 años parecen una broma. Enamorada
de su también enamorado Francisco Coloane, le forjaba
sin aspavientos la vida terrenal mientras vivia ensimismado
en su escritura. Él no tuvo detrás a una gran
mujer, como dice la consabida frase: con Eliana caminaron codo
a codo, a veces ella un poquito más adelante, para allanarle
el camino. Siempre evitó figurar, porque quiso a su hombre
mucho más que a sí misma. Esta es la primera vez
que sale de su silencio.
La tarde de nuestra visita no permitió grabadora, sólo
un convite a "té y simpatía" en vistas de
habernos conocido como asistentes sociales de la Universidad de Chile
y, por algún imponderable, caernos bien una a la otra. Fue
así que conversamos hasta que nos dio puntada, aunque nada
para ser publicado. Habría sido un desperdicio. Porque no son
tantos nuestros grandes héroes cuyas mujeres han sido las hacedoras
de por lo menos el 50 por ciento de su epopeya.
"Dicen que cuando recién pierden al ser amado, las mujeres
quedan como almas en pena, porque se les termina de golpe el diario
quehacer en procura del bienestar del que ya no está",
reflexiona Eliana al acomodarnos en el espacioso living que sigue
al también amplio escritorio de su departamento. "Pero
eso no me ha ocurrido, porque tengo una montaña de papeles
de Francisco que ordenar y revisar; además de apartar muchos
escritos inéditos que guardaba en sus cajones. Habrá
que ver con las editoriales qué se hace con ese material. Pancho
se lo llevaba escribiendo estos últimos años en que
había dejado de vagar por los mares y costas patagónicos,
que eran su verdadera patria. No era lo que se llama un santiaguino
entusiasta".
-¿El le contaba de esos escritos en preparación, o sólo
saltaba con la novela terminada?
-A veces me contaba un sueño y yo lo convencía de que
ahí había un cuento. Pero me enteraba de lo que se traía
entre manos cuando le pasaba los manuscritos a máquina y, una
vez modernizada, en el computador. Piensa que hace años jubilé
como asistente social, así es que podía dedicarme
a full a esta tarea de secretaria, que me resultaba fascinante. Y
a él le aburría muchísimo el trabajo de escritorio.
Pancho echaba de menos el mar. De hecho, fue uno de los constructores
de la casa que tenemos en Quintero, que ahora está un poco
abandonada. Creemos que hay que hacer algo con ella, porque Pancho
siempre estará presente ahí.
-Coloane dijo una vez que, además de ser un ángel, usted
era mucho más inteligente que él. Por si fuera poco,
comentó que le corregía sus textos y se los mejoraba
tanto que, en propiedad, debían haber llevado su firma. O sea,
hábleme de secretaria...
-Eso fue un elogio puesto en boca de Francisco, cosa muy común
en los periodistas y tú no te enojarás, pero a veces
hacen sus propias creaciones. Ahora, eso de secretaria da para mucho.
Como una familia de cuatro que constituimos, fui madre, mujer (no
me gusta la palabra esposa), trabajadora social y también secretaria,
en el tiempo libre que me quedaba de mis tareas profesionales y otras
que eran la proyección social de mi quehacer.
"Alejandro, el hijo mayor que tiene cerca de 68 años,
y Juan Francisco, de 55, hermanos entrañables, nos han dado
nietos y bisnietos, de modo que sin caer en la chochera nos sentimos
felices, satisfechos de nuestras vidas. El mayor vive en Los Altos
Alpes de Francia, con su mujer francesa y sus dos niñas adolescentes.
Juan Francisco tiene a su hijo y dos nietos en Suiza. Toda esta pequeña
gran familia celebró aquí mismo, en una estricta intimidad,
los 90 años de Francisco.
Ambos hijos se han desplazado por el mundo gracias a sus trabajos,
han vivido en África, Oriente, Medio Oriente y Europa. Creemos
que están contentos con sus vidas".
Sesenta años vivieron juntos los Coloane Rojas. Y sesenta años
se amaron en esos largos silencios
que tanto le gustaban de Francisco, a quien siempre sintió
más bello que hermoso. A él le encantaba
esa confianza en la reciedumbre inteligente y sin desmayos de su mujer.
Eliana apenas le llegaba al hombro. Siempre parecía que se
la llevaría el viento.
Es una Social Worker, puesto que estudió y se tituló
en Estados Unidos, a donde la llevó de las mechas su mamá
para que esta mocosa apenas salida del colegio dejara de meterse en
peligrosas honduras políticas. De regreso en Chile, reanudó
aquello de las malas juntas: ingresó al Partido
Comunista. Hasta hoy es militante activa en lo que le alcanza el ánimo,
aunque en el espíritu mantiene vivo el fuego por la cosa social.
En algunos gratos encuentros con don Armando Uribe (como Eliana lo
trata), pueden pasarse tardes completas enredados en temas de libros
y de actualidad política y cultural. El vive cerca de su departamento,
de manera que llega caminando, tal como lo hacía con su Francisco.
"Don Armando es una persona de gran riqueza intelectual acompañada
de una enorme sobriedad. Lo último que le he leído es
la Carta abierta a Agustín Edwards. Por cierto que uno
sabe que no tendrá respuesta".
-Francisco escribiá novelas, pero al parecer
no le contagió el amor por el género.
No pues, yo no soy novelera. Me inclino por la sociología,
que es la profesión de mi hijo menor. Y ahora, ya vieja, me
he interesado por la historia, encontrándome con que basta
"hojear y ojear" algunos textos de autores chilenos para
darse cuenta de la poca rigurosidad y la desinformación que
se nos ha pretendido enseñar.
-¿Cómo conoció a Coloane?
-En la Universidad de Chile. Habia venido a Santiago para ampliar
su mundo, a pesar de que las pampas argentina y chilena le dieron
la riqueza que lo llevó a ser escritor. Pero algo le faltaba.
Llegó al Servicio Nacional de Salud, donde yo trabajé
también, para colaborar en un boletín.
Alivianaba su trabajo inventando cuentos y así escribió
la historia de un sandwich causante de una enfermedad seria. También
viajó al sur en una campaña de desinsectación
(tiempo de epidemias), experiencia de la que nació una narración
que pronto se incorporaría a un nuevo texto.
"Pero me gusta especialmente recordar nuestro encuentro en la
Universidad de Chile, cuando se entregó a Augusto D'Halmar,
viejo amigo de la casa, el Premio Nacional de Literatura (1942). Ese
día, muy grabado en mi memoria, fue mi primer conocimiento
de Francisco. Muy pronto comenzamos los paseos por el parque, hasta
fines del 2001, cuando partió su enfermedad".
Hay momentos de silencio en los que Eliana parece abstraerse y reconsiderar
esa irrecuperable vida
de a dos. Luego vuelve a tierra. "Por eso decidí comprar
este departamento, lo compré, recalco, a muy bajo precio. Una
ganga. A veces hemos albergado a toda nuestra familia, que ahora ha
quedado sin su tronco".
Ella mira con ternura hacia una mesa lateral del living, donde hay
una gran foto del escritor junto a
Juan Francisco, con quien guarda enorme parecido. El lo acompañó
en sus últimos viajes a Europa.
Ese Pancho Coloane hasta entonces desconocido para ella, era el flamante
ganador de un concurso juvenil de la editorial Zig Zag y la Sociedad
de Escritores de Chile, con El último grumete de la Baquedano.
"Fue su primer libro y ahi tienes: es el más vendido de
todos. Comprenderás que siendo un aprendiz de escritor, aunque
no sea precisamente lo mejor de su obra, lo sintió y lo quiso
como su libro regalón. Además, ha permanecido en calidad
de clásico de la literatura infantil. Francisco ha sido un
hombre exitoso particularmente en Francia, Italia y Rusia. Después
están España, Portugal, Alemania, Polonia, en fin. Hay
dos traducciones al inglés en Estados Unidos; no obstante,también
tiene buenas críticas en Londres".
El huérfano y la empeñosa.
Nacido en Quemchi, Chiloé, hijo del ballenero Juan Agustín
Coloane y de Humiliana Cárdenas -trabajadora de la huerta,
de la casa, de la pesca, del sustento diario y al mismo tiempo mujer
de pelo en pecho que no se separaba del revólver durante las
largas ausencias oceánicas del marido-, el niño Francisco
quedó huérfano con apenas 14 años. Ni siquiera
pudo darse el lujo de llorar la orfandad, porque había que
ganarse la vida aunque fuera de capador de corderos a diente, de amansador
de caballos y, más tarde, de cronista ocasional de un diario
de Punta Arenas. Gracia mayor, si se piensa que sus estudios se limitaron
a la enseñanza básica en el colegio de los Salesianos
y a un par de humanidades en el liceo de la ciudad. Nada de destacado
como alumno, lo que mejor aprendió -de oído- fue a tocar
el trombón. Las letras le debieron llegar de yapa, porque en
1926 ganó el Premio Literario de la Fiesta de la Primavera
con una historia sobre el tiempo de los deshielos. Consiguió
mucha honra, pero nada de plata, de manera que quedó igual
de pobre.
"Ese pasado tan recio, tan distinto a lo mío, debe haber
sido lo que me atrajo", confidencia Eliana, mientras saca un
exótico surtido de té que bebe sabiendo que no es lo
mejor para su salud.
"Total, yo quiero vivir no más de otro par de años,
no vaya a ser que me baje la tontera y no pueda viajar a Lisboa, que
es mi proyecto inmediato. O me llene de achaques y sienta dolores
como los que el último tiempo sufrió Pancho, aunque,
eso sí, su cabeza la mantuvo perfecta hasta el final".
Sin aspavientos ni por asomo, a ella se le nota a la legua que fue
una enamorada de su marido hasta la madrugada en que le anunció
que volvía al mar, haciéndole prometer que no diría
nada de su muerte hasta dos días después de ser cremado.
-¿Fue una pasión así, explosiva?
¿Un pinchazo a primera vista y sin vuelta?
No. Pancho no era para esas cosas. Al conocernos, no demostró
nada especial. Pero, eso sí, me llamó por teléfono
varias veces hasta que empezamos a salir. No te digo cómo me
hacía caminar. Nuestro pololeo se armó entre caminata
y caminata. Llegábamos hasta donde terminaba Apoquindo, imagínate.
Y no se le ocurría entrar a un lugar a tomar un té.
Menos un trago. Para él, eso fue siempre cosa de hombres.
No quiere traslucir emoción y trata de salir del tema de ese
noviazgo tan sui generis que, por lo mismo, suscita especial
curiosidad.
-Pero en algún momento Coloane tuvo que
declararse y pedir su mano...
-Sí, si llamas declararse especificar que ya estaba bueno ir
al Registro Civil. De Iglesia, nada. Imagínate, los dos comunistas.
¿Y yo vestida de novia?, una broma. Aunque a él le gustaba
que fuera asi, chica y flaca, y él tan grande e imponente.
Solía ponerme apodos referidos a mi look de bolsillo.
-Sí pues. Por estampa, de chilote él
no tenia ni un gramo. Como si doña Humiliana, en alguna ausencia
de don Juan Agustín hubiera mirado para el lado, digamos a
algún marinero de tierras europeas...
-¿No es cierto que sí? Bromas aparte, en realidad Pancho
era estupendo. Por dentro y por fuera, digo. Y eso que de pretencioso
no tenía nada. Si yo era la que me preocupaba de que se comprara
ropa, más allá de las prendas con las que capeaba los
fríos magallánicos. Era curioso que un ser nacido en
el último rincón de Chile, y del mapa, actuara como
un gran señor hasta en las situaciones más difíciles.
-¿Difíciles, como cuáles?,
si se puede contar...
Cosas de familia. Imagínate que nuestro hijo Juan Francisco
se enamoró a los 15 años de su profesora de 28, y ella
de él. Fue un romance profundo y de largo tiempo. Nos costaba
creerlo, pero tuvimos que asumir la realidad. Y en eso, Pancho fue
el más criterioso, el más fuerte. Con un hijo
concebido en plena conciencia... no me inquieras más sobre
eso, porque de él tenemos bisnietos.
-Hablemos, entonces, de esto de haber sido ricos a la vejez viruela,
si no le molesta la expresión.
-En realidad, ricos no fuimos nunca y hoy tampoco lo somos. Es bueno
que te recuerde que el Premio Nacional de Literatura (1964) fue durante
muchísimos años un premio decorativo. Si el galardonado
era funcionario público, como en el caso de Francisco, se le
otorgaba una pequeña suma adicional a sus ingresos, hasta completar
un valor mínimo. No había un premio en dinero, como
hoy, aparte de un certificado.
"A propósito, te contaré una anécdota, si
se puede llamar así. La única acreditación del
premio de
Francisco fue una carta del presidente Jorge Alessandri que hemos
conservado como testimonio. Pero, en todo caso, debemos reconocer
que su obra tuvo un verdadero boom en varios países europeos
a partir de 1994. Antes lo había tenido en los países
del área socialista, donde se editaron
cientos de miles de ejemplares. La Cortina de Hierro dividía
al mundo hasta con la cultura...".
-Bastante
enojoso, por decir lo menos, ¿no?
-Y hay más. Las editoriales extranjeras retienen de los derechos
de autor alrededor del 36 por ciento; y los agentes literarios cobran
un 10 por ciento de su trabajo. Así, esas "enormes sumas"
se rebajan más o menos a la mitad. Supuestamente, esto se debe
a que los países no tienen convenio con Chile, cosa que a Francisco
nunca le preocupó. Su alegría estaba en que su obra
se difundiera. Cada vez que llegaba una traducción, la regaloneaba
entre las manos. Francia no fue una excepción, pero él
siempre se sintió agradecido de las atenciones que recibió
en Saint Malo y París, además de su investidura de Caballero
de las Artes y de las Letras.
"A uno le preocupa la cosa monetaria cuando tiene hijos menores.
A estas alturas, se trata de solventar la subsistencia. Gracias a
nuestro buen manejo de los recursos, Francisco pudo llevar su
enfermedad con la mejor atención profesional dentro de las
capacidades del país, el amor de sus dos hijos y mi entrega
plena a su atención".
Mucho lo pensó Eliana antes de acceder a que esa tarde de intimidad
se publicara, hasta que primó el sentimiento de que por una
vez siquiera, ella tan parca, le mandaría un mensaje con los
más profundos sentimientos que le inspiró su larga y
emocionante caminata por la vida junto a él.
"No siento la ausencia, porque está presente en cada espacio
de la casa. Y aunque el dolor acose a menudo, pienso para mí
misma: él quería volver al mar y allí está".