Coloane
en China
Sin barcos ni caballos
Por Hernán Poblete Varas
Revista de Libros de El Mercurio, Viernes
22 de abril de 2005.
Nuestro gran Francisco Coloane estuvo dos veces en China. Según
Armando Uribe, que prologa estos Papeles recortados, "la
primera fue visita de exploración en noviembre de 1958".
La segunda (1962-1964) fue de trabajo y conocimiento profundo, hasta
donde se puede conocer profundamente nación tan vasta y tan
llena de pasado. Además, una visita colectiva: con
su mujer como traductora y su hijo Juan Francisco como estudiante,
mientras él ofició de corrector de pruebas en la revista
China Reconstruye y en el Instituto de Lenguas Extranjeras, de Pekín.
No era una época muy propicia, salvo para profundas cavilaciones:
entre la China de Mao y la Unión Soviética la situación
era peligrosamente tensa; iban y venían las críticas
y los dos países aparentemente unidos por un ideario común
se echaban en cara desviaciones políticas y doctrinarias. Coloane
observaba con honda preocupación esta disputa envuelta en palabras,
que lo hacía meditar sobre el escaso valor de éstas
—si no son administradas con verdadero equilibrio mental—: "El
que va por el camino del error algún día será
cogido por la verdad; sin embargo, el que hace del error su beneficio,
ése no tiene remedio siempre irá para atrás".
Pero Coloane era un inquieto observador, un hombre vital que no se
permitía el capricho de sumergirse en un asunto por próximo
que estuviera, mientras en su derredor había un mundo que conocer,
todo un pasado cultural, una historia que llega hasta la prehistoria,
una aventura del hombre, de la cual no se puede sino formar parte.
"Nada de lo que sucede me es extraño", parece decirse
con el viejo pensador, pero ahí está glorioso, el pasado
remoto y también aquel más próximo. Ahí
están los templos multicolores y alados, las tradiciones conservadas
con esmero, la leyenda que los arqueólogos desentierran y hasta
los juegos de arte, como esos "papeles recortados" que dan
el título a este libro. Coloane está abierto a la curiosidad
y no desperdicia las ocasiones de recorrer, ver, aunque lo acompañen
—de cerca o de lejos— las voces polémicas de los que arbitran
el tiempo presente.
Así, pues, alejándose de las reñidas sobremesas
en las que tercian numerosos conocidos de él y nuestros, Coloane
se interna por el paisaje y por la historia y más allá,
hasta llegar emocionado y ansioso a "Choukoutien, la casa del
hombre de Pekín".
El escritor recuerda a los pioneros de una búsqueda que duró
años: Gunnar Andersson, explorador escandinavo; el doctor Wong,
geólogo; Davidson Black, profesor de anatomía; el incansable
Teilhard de Chardin, que puso intuición y genio en esta empresa
de encontrar el pasado. "Después del hallazgo de los dientes
—recuerda Coloane—, las excavaciones prosiguieron y se fueron hallando
numerosos huesos y trozos que, al cabo de un tiempo, tuvieron el resultado
del descubrimiento del Sinantropus Pekinensis". Coloane se emociona;
atisba la pequeñez del hombre actual en esta cadena de siglos
de evolución humana: "Siento mi cerebro mucho más
limitado que el de ese primer lejano pariente, de quien se dice o
se pregunta si ya era Homo Sapiens u Homo Faber".
Cuando se aleja de ese tiempo sin tiempo de las cuevas de Choukoutien
mirará, tal vez, con otros ojos esta poderosa y siempre incógnita
China contemporánea.
Éste es un libro postumo y, como todos o casi todos los de
esta especie, hace surgir dudas: ¿Tuvo tiempo Coloane de revisar
estos textos, más profundos que copiosos? ¿Habría
corregido más de algo antes de la publicación?
Dejemos a un lado las dudas: como estén, los Papeles recortados
merecen ser leídos, saboreados. En ellos está Francisco
Coloane con toda su honestidad, su recta manera de ser y actuar.
Papeles recortados
Francisco Coloane.
LOM Ediciones, Santiago, 2004
202 páginas.