NOCTURNO
DE SINFONÍAS Y BOLEROS EN EL BAR DE LA AMISTAD.
A PROPÓSITO
DE CANTAR DE HELENA Y OTRAS MUERTES DE FERNANDO CARRASCO NÚÑEZ
Por
Raúl Jurado Párraga
La aún breve y sólida obra de Fernando Carrasco Núñez
(Lima, 1976) reunida bajo el título Cantar de Helena y otras muertes
(Lima, Editorial Limapop.2006) es para nuestro gusto un texto peculiar por la
estructura temática como está organizada. En este libro resaltan
los relatos de fina referencia intertextual que Carrasco trabaja con prosa segura
recreando espacios míticos como podemos leer en el relato que da nombre
al libro: Cantar de Helena, donde a partir del relato homérico
(La Iliada) se actualiza el lenguaje y a partir del desarrollo de la diégesis
narrativa ésta adquiere una peculiaridad que se mueve en el espacio de
la oralidad, "He dicho que he cantar mi verdad y así lo haré.
Tindáreo me crió como hija suya, pero es Zeus mi padre. Algunos
conocen mi historia". Se aprecia que Carrasco es un lector sagaz. Hay
que anotar que por momentos el relato se oraliza como si una voz nos trasladara
al espacio homérico. Otro relato que aprovecha este recurso es el titulado
Un pequeño paseo en bote, donde aparece la figura de Caronte, el Barquero:
"El dueño de la barca volteó y lo miró fijamente
a los ojos, sólo entonces el muchacho pudo descubrir el rostro de tartáreo
barquero, de mejillas estriadas y velludas, de luengas barbas blancas y desaliñadas,
y de ojos áureos y calcinantes…" Estamos ante un joven narrador
que muestra mucho talento para recrear la atmósfera de una obra clásica.
Pero esta vez recreada desde retazos de un juego básico del punto de vista
del narrador o con esa capacidad de tono oral del relato que épicamente
recuerda la voz de los cantos homéricos. Por otro lado este nivel de juego
intertextual que actúa como una marca peculiar se ve ampliada en otros
relatos como en Sólo el viento que trae tu nombre o Una cicatriz
rencorosa que recuerda el tono narrativo del cuento El desafío
de Vargas Llosa. Los textos de Carrasco Núñez están organizados
desde la lectura apasionada de los guiños a los autores que admira el joven
escritor: Homero, Moro, Vargas Llosa, Cesáreo Martínez, Ibsen, Trakl,
Faulkner, Reynoso, etc. Referencias asumidas como pretextos que generan textos
de raíz madura. No se crea que son simples referencias, sino que existe
con plena seguridad una asimilación a partir de su lectura y nos recuerda
como quería Bacon que algunos libros hay que cocerlos en la memoria y Carrasco
con estos relatos de prueba de ello. En el cuento Cantar de Helena la oralización
del narrador adquiere la elevación de la memoria que transita en breves
páginas por la síntesis homérica. Helena, heroína
y signo perturbador son el pretexto para hablar de dioses y hombres. "Me
prestarán su voz y yo hablaré entonces. Y todos me han de escuchar
gritando mi verdad entre la gente" Y, efectivamente, se habla de la vida
y el amor, de la tragedia y la muerte. Es curioso que estos relatos donde el ejercicio
de la lectura se pone en juego se vincule con un tema recurrente en otros relatos
del libro. La muerte como elemento tanático, signo recurrente que a través
de la funcionalidad de sus personajes en diversas acciones van adquiriendo una
densidad impactante de varias caras al momento de la lectura. Por ejemplo en Retorno
a las cavernas el personaje va vinculando su accionar moroso hacia la noche final
que es la muerte. Este actúa como un sujeto que hace que su final se convierta
en un río que lo ha llevado a partir de la analepsis a evocar amigos, lecturas,
famila, amores. "Él ya había llorado su propia muerte toda
la vida y había aprendido en los últimos días que la muerte
era una de las formas más perfectas de la felicidad" Rito y conciencia
de la muerte. La alusión platónica de la ascensión del hombre
de las cavernas a la luz, aquí es referida al revés. El hombre retorna
a la sombra, a la noche, a la muerte como signo absoluto donde: "La luz
del lamparín parpadeó y terminó de apagarse" Lo
mismo sucede con el solitario profesor que escucha la sinfonía de Brahms
en el relato que titula Última sinfonía de otoño,
donde la soledad, el recuerdo y la muerte son más grandes que la certeza
de la vida. Así la vida pierde sentido cuando éstas se agolpan.
"Se encontró otra vez solo, escuchando la música de Brahms
frente a la ventana, y en aquel instante tuvo la certeza de que esa tarde sería
la última y definitiva: ya no habría dilaciones injustificadas".
Llama la atención en este relato la musicalidad, los movimientos del accionar
del personaje como si estuviera siguiendo los movimientos de la sinfonía.
El tono, la atmósfera del relato es acompasado y aquí el virtuosismo
de Carrasco nos muestra un ritmo sostenido del lenguaje para lograr dicho efecto.
Esta posibilidad del lenguaje también lo notamos en Misteriosa confianza
y en Una cicatriz rencorosa. Despierta nuestra atención la forma como Carrasco
a través de una preciosa joyería expresiva va trazando esa búsqueda
final del hombre. No hay dolor frente a la muerte, sino una cabal fortaleza para
entenderla y graficar con ella universos narrativos de gran factura. Carrasco
ensaya y logra poetizar el tema y mirar los ojos de la muerte de frente a partir
de su palabra que hace recordar un famoso verso del poeta italiano Cesare Pavese.
"Vendrá la muerte y tendrá tus ojos" Acaso la imagen
real de Emilio el hermano fallecido a quien dedica el libro sea el pretexto esencial
para hacernos saber que la escritura es el espacio para recrear las dos caras
del hombre: la vida y la muerte como acciones paralelas hacia donde va el hombre
irremediablemente. Acaso, como afirmaba Sastre también, lo único
certero que poseemos es la muerte. Y esta presencia enigmática es parte
del pretexto de Carrasco para crear su universo narrativo. De ahí que con
euforia expresemos como M.V.Marcial "¿No os parece estúpido
morir para escapar a la muerte?".
Un comentario aparte merecen los
Tres cuentos rockoleros donde Carrasco con pulso maduro de escritor vivencial
nos entrega cuadros con lenguaje de nocturnidad, de personajes malogrados, de
solitarios amantes del arte. Por ahí se escucha las llorosas letras del
tango y las acuchilladas melodías del bolero. Van tres sobre la mesa, uno
pregunta, el otro se emborracha con el recuerdo de los ojos azules de una mujer.
El amor lleva a la pena y al trago. El brazo amigo aparece y en balbuceo de palabras
el amor se hace odio, recuerdo y pena. En otro relato los amigos juegan al recuerdo
y a la pasión que nace desde el fondo de un vaso como cuando uno se seca
el alma: "Se secó el rostro con ambas manos, pues lo sintió
humedecido: No era la lluvia. Solo, sumido en la oscuridad y bajo la lluvia limeña,
Rodrigo había comenzado a llorar". Los tres cuentos rockoleros:
En el juego de la vida, Nocturno de tangos y tangas y Una sombra
de odio poseen un registro citadino emparentados no solo por los temas, por
el lenguaje, por los espacios de nocturnidad, sino también por el tono
vivencial de los personajes y las historias que hacen recordar a narradores como
Oswaldo Reynoso, Augusto Higa, Omar Ames, etc. A mi parecer estos relatos debieron
haber formado un libro aparte. Porque en estos relatos si bien hay dolor, amargura,
pena y angustia también se puede hallar cuadros carnavalescos sustentados
en la amistad, el amor y la bebida.
Después de este buen libro
que nos entrega Fernando Carrasco Núñez nos queda la sensación
de estar frente a un joven narrador que dará mucho que hablar con un proyecto
mayor en su trabajo narrativo.