Francisco
Leal, poeta de lo cotidiano
Por
Paula Sozzi Saslow, University of California, Berkeley.
RESEÑA:
Leal, Francisco. Naturalismo. Santiago de Chile: Cuarto propio, 2006. 149
pgs.
Si, como dice Octavio Paz, "poetizar es nombrar",
basta echar una mirada a la poesía de Francisco Leal para constatar
que su poética es un deliberado empeño por nombrarlo todo. Obsesión
que se vislumbra desde las austeras palabras que encabezan cada uno de sus poemas
hasta los diversos catálogos y enumeraciones que recorren sistemáticamente
sus versos (en especial poemas como"Depósito", "Árboles",
"Colección", "Insectario" donde los muestrarios son
más aparentes) moldeándolos con la misma materialidad de los objetos
descritos. El "naturalismo" que sirve de título al poemario del
joven chileno se da por partida doble: tanto en las chocantes imágenes
de decrepitud y
muerte que pueblan apartados como "Asilo" y "Cuadros y costumbres"("En
su vientre mira disecado e inmóvil el cuerpo de su hijo") como en
la fascinación hacia una naturaleza viva e indómita, revelada en
la forma de pesadillescos insectos ("Entre el veloz zumbido de los autos,/las
lentas contorsiones/ de un gusano descolorido) que irrumpe dentro del ubicuo paisaje
urbano con una presencia casi científica hacia las últimas tres
secciones del libro ("Insectos", "Laboratorio", "Lujuria").
A semejanza del entomólogo que disecciona insectos bajo la lupa,
Leal desmenuza lo mundano para conferirle una unicidad que raya en lo sagrado.
Su proyecto estético acaso no pueda ser mejor explicitado que con la definición
que él mismo ensaya en "Fotocopia": "El libro se expande,
cruje/ como se extienden y crujen/ las patas y brazos/ del gato sobre la mesa/
de disección". Con la precisión de un cirujano que profiere
incisiones con su certero bisturí, el poeta chileno Francisco Leal hunde
su microscópico lente en los objetos que nos circundan para desfamiliarizarlos
y devolverles su asombrosa dimensión a los ojos del lector. El objetivo
de su poesía bien parece coincidir con el que subrayara el ya citado Octavio
Paz, el de "mostrar el otro lado de las cosas, lo maravilloso cotidiano:
no la irrealidad, sino la prodigiosa realidad del mundo."(1)
Por sus líneas desfilan anteojos "sin rostro", guantes "que
mantienen la forma intacta de los dedos", parquímetros, despertadores,
cortauñas, monedas, cigarros...Y es que hasta lo más prosaico se
convierte en materia poetizable para este poeta de lo cotidiano. Uno de sus epígrafes
citando a Charles Reznikoff lo delata heredero de la tradición poética
objetivista norteamericana de los 1930's. Influenciados por el imaginismo de Pound,
este grupo de poetas estadounidenses que también incluía a George
Oppen, Carl Rakosi y Louis Zukofsky entre otros, promovía el uso claro
y sin hermetismos del lenguaje que culminaba en la creación de poemas-objetos.
Situándose en esta genealogía, Francisco Leal enhebra imágenes
dentro de un tapiz que trasciende objetos cotidianos y desdeñables insectos
para transmutarlos en portentosos artífices de una inquietante realidad.
Sus poemas poseen a la vez una cualidad cinematográfica a la que
apuntan algunos títulos como "Secuencia", "Escena",
"Cuadro", así como también una dedicatoria y un poema
(que se lee más bien como un guión) al director de culto David Cronenberg.
El lenguaje por momentos fragmentado compone imágenes que se yuxtaponen
y se engarzan unas con otras en un montaje narrativo. En el breve poema "Rutina"
los tres diferentes planos quiebran la continuidad visual e imponen sus propias
reglas: "Piando demasiado fuerte atraviesa un pájaro el lugar./ Un
hombre derrama su café,/ se toca el cuello/ y traspira. Alguien/ que va
a morir/ fuma en una esquina".
El lector no encontrará sentimentalismos
ni artificiosidad de lenguaje en "Naturalismo", sino más bien
un espacio poético recortado con la economía expresiva de un haiku
que sacude con la franqueza de lo cotidiano.