A
propósito de diecinueve poetas
Por
Elvira Hernández
Revista Grifo N°8, Diciembre
de 2006
Diecinueve
(Poetas chilenos de los 90)
Francisca Lange (ed.)
JC. Saez Editor, 2006
431
págs.
No tenemos familiaridad con las muestras de poesía
que, por razones obvias, no podrían ser sino antologías. De tarde
en tarde gotea alguna, entonces nos precipitamos sobre el hecho extraordinario
para exigirle lo nunca visto, rostros poéticos de excepción para
tener derecho a la vida en territorio ultrapoético. Esto ocurre porque
tenemos una vida literaria pobre, con trabajos parapoéticos magnos y anteojeras
que impiden ver el tejido conjuntivo que alimenta a los poetas pasmosos que piden
nuestras novelerías.
Sin embargo, de pronto surgen iniciativas favorables
para todos, que contribuyen con la difusión de aquello por lo que los autores
son autores, lo que nunca será suficiente. Creo que es el propósito
primero de Francisca
Lange para Diecinueve (Poetas chilenos de los noventa): mostrarle a los
lectores que van quedando que estos poetas bregan por sostener el oficio o la
operación según sea el estatuto por el que se regían. No
doy por sentado que renazcan como el mentado fénix de modelos poéticos
que pudieran haberse calcinado, si eso es posible, ni que salgan a la luz como
harina de otro costal. Prefiero arrastrar mis sondeos a los manaderos de los vasos
comunicantes que hacia el purismo de la ruptura -aunque esto último es
banderola nacional-.
Lejos de la exageración, aprecio que la poesía
chilena es una hidra mitológica y plenipotenciaria. Por cada cabeza de
poeta que el tiempo humano pone a rodar, otro puñado de ellas, muy distintas
entre sí, se encuentra oteando el horizonte. Sólo que en los momentos
precisos no se les da la lectura crítica adecuada, más bien se los
visualiza apelando a un sentido de compresión que se aleja de la palabra.
Se los deja agostar y desaparecer, contemplados como una suerte de naturaleza
espontánea. Humus y germinación de estos ciclos. Volcánicos
y tremebundos a veces, crujientes masas polares en otros, brisas imperceptibles
pero caladizas las de algunos olvidables. Una tradición que malbaratamos,
confundidos en nuestras escasas riquezas, en especial con aquellas que conciernen
al espíritu.
De ahí que el número diecinueve de este
compendio no sea para nada desdeñable si se considera que han atravesado
un desierto cultural con varios libros al hombro. Como suele ocurrir en estas
compilaciones, alguien notorio e interesante como Germán Carrasco quedó
fuera y más de alguien está pegadizo en esas páginas, pero
la muestra sigue siendo válida como indicio del movimiento de una poesía
que se niega a sucumbir. No nos olvidemos que tras el golpe militar una generación
postergó su aparición en casi una década porque no tenía
una lengua que pudiera expresarla y su asentamiento se produjo en condiciones
de un gran vacío y con un alto costo intelectual que todavía trae
cola. Las repercusiones políticas de la transición hacia la democracia,
que hasta hoy se promueven por un camino sinuoso y atiborrado de hipocresías,
son consecuencia de nuestra nula capacidad para reconstruir una atmósfera
de cavilación, estudio y recapacitación. Somos una sociedad confusa,
sin luces en su cotidianidad, que se enreda con su idioma y sus propósitos.
Ante ese espectáculo (disimulado por un hervidero de otros hipnóticos
espectáculos), si podemos darle también ese nombre a la escualidez
de nuestra pertenencia cultural, ante ese espectáculo, digo, los poetas
retroceden, en su mayoría, para lograr tantear la palabra poética.
No es que hayan echado pie atrás en sus voluntades sino que el retraimiento
es la única forma de potenciar la palabra. En algunos la encontramos desbastada,
desbrazada, tirada hacia lo más medular, casi geométrica (Anwanter,
Folch); en otros, fluyendo de manera profusa, tupida, intentando que hable a través
del exceso como en Bello y Pedro Montealegre, y están los que tensan la
palabra alejados de ambos polos y no por ello son acomodaticios. Una explicación
la constituye Felipe Cussen que no presenta esta actitud de reserva, más
bien aquella de estar disparado. No está para reverencias con la palabra,
viene para chasquearla y remedarla en los momentos que ésta cobra la mayor
altura impostable, volviéndose así insignificante; después
de todo lo dice: "yo no soy poeta, soy laico". Por lo tanto sus opciones
no son ni la sacralidad del libro ni la sagrada escritura con carácter
único. Nada fuera de un orden común que se distingue en la reescritura
y la cita.
Más que encerrados en la universalidad giran en torno
al locus de la literatura que es el control aduanero de toda realidad y matiz
epocal (Antonia Torres, Matías Rivas, por señalar algunos). Así,
si la pantalla abre una ventana transparente del mundo, la poesía le baja
una cortina de sombras, de dudas. Mientras más aproblemada más se
centra en sí misma (la poesía). Es en su espejo negro donde quisiera
verse y por donde interviene, creo, ese conocimiento lihninista del poema. Pero,
por cierto, no todos se afianzan a esta única cuerda. Huenún abre
un canal de conversación con los láricos que le permiten anudar
la tierra literaria y el terruño y es visible que Rosamel del Valle y Díaz
Csanueva afluyen en Sanhueza, Bello y Alejandra del Río y que la poesía
de Nicanor Parra, la más y la menos antipoética, arraigan en Julio
Carrasco o quizás Romero y J.L. Martínez en Cussen. Cada poeta con
una proposición distinta como Zambra en el poema "Mudanza" o
una actitud en Verónica Jiménez, tratando de dar en el blanco con
una palabra menos intelectiva. Pero hablando de todos, no se habla de nadie. Sé
que me he aproximado sin entrar mayormente en esta nota, no así en la lectura
que me consiente, más que a conjeturar, a confirmar que estos poetas están
haciendo su tarea con franqueza y soltura y como era de prever, con resultados
disímiles; por lo mismo se constituyen en un variado sismógrafo
de la movilidad y la animación de la palabra, registro que no se puede
dejar de atender.
La táctica de la eliminación en asuntos
literarios -manteniendo la necesaria exigencia- sólo puede llevar a disfrutar
de la estrechez y privación.