El Tiempo en la
Costa. De Ignacio Balcells
Ed. Andrés Bello. 1999. 315 págs.
Por Francisco Miranda Arenas.
Ignacio Balcells Eyquem (1945) estudió filosofía
y arquitectura. Fue profesor universitario en Viña del Mar
y poeta residente en Ritoque. Ha vivido en el extranjero y ha navegado
por diversos mares del planeta. Ha traducido a Coleridge y a poetas
franceses modernos. Entre otras obras ha publicado:
Oda a la Quimera (Valparaíso, 1980); A un Pueblo
de Palomas (Valparaíso, 1984); Oficio de Olas (Santiago,
1987) y Aysén. Carta del Mar Nuevo (Santiago, 1988).
El Tiempo en la Costa es un libro en el que descansan diversos
estilos literarios. Es un poema largo y es a su vez, un relato de
la vida de un hombre. Es un diario íntimo y una reflexión
en torno a la vida. Pero por sobre todo, es la historia de una pequeña
caleta de pescadores de la zona central costera de Chile, de un pueblo
llamado Quintay que sirve de pretexto para conjeturar en torno a la
vida, al tiempo inexorable entre el mar, los hombres y mujeres, los
cerros que protegen la vida de la caleta, el vestigio de una ballenera
derruida de tiempo, derruida por el tumultuoso mar que la estalla.
Balcells nos embriaga en cada página, del asombro de un hombre
que se va descubriendo- y va descubriendo- inserto en un pueblo que
le es ajeno, pero del que anhela hacerse parte. Es la historia de
un poeta que se descubre encallado en un sueño, donde los habitantes
lo evitan, lo miran desde lejos, pero que sin embargo, terminan aceptando-
en su modo peculiar de hacerlo- como “el escritor de Quintay”. Es
un cuento donde aullidos de ballenas, se entremezclan con parloteos
de gaviotas y pelícanos, con ruidos venidos de los vientos
del Pacífico, con la omnipotencia del Curauma que vela por
los suyos, con historias de personajes locales que conforman la vida
del pueblo. Es la historia de la fundación de un refugio frente
al océano, de un amor que traspasa los años y se hace
cómplice. De la vida de un hombre que escapa de la urbe y construye
su sueño entre pescadores, libros, niños y sus letras.
Los antropólogos hablan de etnografía –a estas alturas
un género literario- para referirse a sus observaciones llevadas
al texto escrito o visual. El deber del antropólogo es “hacer
etnografía”, es decir, recabar datos desde la realidad para
estructurar un relato coherente, con el fin último de leer
un grupo humano, una cultura. El Tiempo en la Costa es una
etnografía desde el principio hasta el fin. Es el relato de
la vida de un pueblo, de sus personajes, de sus actividades, de sus
ciclos. Balcells- quizás no conciente de ello o quizás
si- nos entrega un relato en el cual el pueblo de Quintay aparece
ante nuestros ojos evocado desde las palabras, desde sus reflexiones
en torno a un pueblo en el cual, a veces, el tiempo pareciera detenerse.
La vida de los pescadores, de las mujeres del pueblo, de los niños,
se nos presenta con un sentido de la realidad que traspasa el género
ficcional, hasta hacernos partícipes de ello. Aún así,
el libro no pierde su carácter poético y en cada descripción
es el lenguaje poético el que impera, dando así al libro
una profunda belleza, una nostalgia que emana de cada una de sus páginas.
Al final de la lectura, dan ganas de marcharse a un lugar perdido,
de abstraerse de la urbe que nos alcanza a cada paso y fundar nuestro
propio sueño. Balcells reflexiona en cada línea sobre
el sentido del hombre, de la contemplación de la vida sencilla
de los pueblos, de la quietud, de la calma, del viento en su constante
conversación con los eucaliptos y litres. Nos habla de los
niños, que con sus preguntas, son los primeros en darle la
bienvenida. El tiempo en Quintay pareciera lento, sentarse a mirar
cómo la inmensidad del mar nos hace sentir pequeños
resulta cotidiano, y sin embargo, jamás igual. El libro transporta
hacia sus parajes, y a su vez, encanta con la belleza de los sueños.
El Tiempo en la Costa es un libro necesario en estos días.
Un libro que nos conmueve con la belleza de sus páginas. A
su vez, y sin lugar a dudas, es un poema no sólo a la vida
de una caleta de pescadores llamada Quintay, sino también un
homenaje a cada uno de los personajes allí retratados. Personajes
que aparecen y desaparecen entre las páginas del libro, a través
de los recuerdos del poeta, a través de su palabra lúcida.
De su palabra poetizada.