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Cantinela como vivir
Presentación para «Sospecha de nada» de Francisco Martinovich
Por Felipe Poblete
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Estoy orgulloso de presentar públicamente un libro del poeta Francisco Martinovich, mi amigo. En la ocasión, doble, de su anterior entrega poética, «Lidia», le ayudé a conducirla a su producción material, lo digo en contraposición a las publicaciones digitales. Pero en lo que hoy nos llama, la actual entrega, hay un carácter relevante en su decir repetitivo, o su cantinela, como anduviera sido escrita y musitada por el difunto aunque vivo Rodrigo Lira en su «Proyecto de obras completas». Tal es el ritmo, el tempo, la espesura escrita que el buen lector encontrará en estas hojas, estos poemas, este libro ¡de tomo y lomo! En cuya tapa encontramos la imagen [1] de una obra del artista visual chileno Alfredo Jaar. Para más señas, esta obra puede ser visitada en el Museo de la memoria y los Derechos Humanos, al suroeste de Santiago de Chile.
Supe de este proyecto poético hace ya casi tres años cuando, en la instancia del taller de poesía que es impartido en La Chascona (de la Fundación Pablo Neruda; en ese contexto nos conocimos), nuestro poeta, nos presentó un avance del proyecto que hoy hace público. Varios cambios desde la primavera del dos mil once a esta orilla del mes en dos mil catorce. Poemas que –permítanme el juego de palabras– causaron sospecha en la organicidad del conjunto, que desaparecieron, y como nadie sospecha hasta que desapareces… Bueno, alguien habría de notarlo. Poemas que aterrizaron en este libro (como Chiste, que en principio correspondía al conjunto, por lo pronto inédito –y acaso "inescrito" todavía– «Balar»). Muchos poema que si permanecieron, y con el paso de los meses echaron versos nuevos, mudaron la piel, variaron, pero no lo suficiente como para tergiversar la voluntad de unicidad, de cohesión, de este conjunto.
Todavía recuerdo esas sesiones del Taller ¡qué buen taller y qué mal año! En esa oportunidad, dimos atención a otros rasgos, como por ejemplo en materia de métrica; de su familiaridad con el antipoema o incluso con la propuesta de un título diferente para el conjunto: «Geografía personal», aclaro, cuando el conjunto gozaba de unos poemas alusivos a su residencia en La Florida (y más específicamente en ese terreno antiguamente llamado Lo Cañas), poemas que desaparecieron en la ruta. Estuvo y sigue estando, la conquista de la difícil sencillez verbal pero no por carecer de profundidad, hermetismo –observamos– sino el oído: la música en que hablamos día a día. Hay quien, incluso, llegó a sentir un parentesco entre esta poética y la que se respira en los libros de Floridor Pérez, quizás también por eso nuestro autor pensó que él sería otro buen presentador.
Regreso ahora al poemario de este día. En esta entrega opera en forma transversal cierta dimensión política, bandera política, asociada con el noble humanismo, con una empatía humana; la que a su vez logra engarzarse con los eventos criminales cometidos por la Junta Militar en la historia chilena reciente. Nadie sospecha / no / aquí nadie sospecha (p.23) la parte que prosigue, la final, me recuerda –también– a Floridor Pérez, cito: nada / sin que yo lo sepa (p.23) y Floridor decía, en forma irónica por supuesto, "aquí no se publica un libro sin que yo lo sepa" parafraseando al tirano. Y hablando de muerte: la sección segunda viene del todo impregnada de su pulso: Muerto / terminó el Negro. (p.33) dice el poema que inaugura la sección, y el que lo sucede: Amiga, / te mataron en la calle (p.35), lo que de paso retoma el carácter político, por abordar un acontecimiento del espacio urbano público, la calle. No salgas a la calle (p.57), dice el poema que da nombre al libro, cuando desarrolla un monólogo moralista con sarcasmo. Se trata, sin duda, del poema más extenso del libro, en donde encontramos eufemismos tristemente chilenos y otros giros del coloquial nuestro, donde el silencio febril acuna los ripios que el oído local conoce.
Este libro, volviendo sobre aspectos generales, está estructurado en dos partes: Nadie sospecha y Sospecha de nada, lúdicamente impresas en el índice del libro, por cierto. Mirar ese doble índice ya expresa bastante sobre la identidad del poemario. Sólo una mitad lleva títulos; también está el cambio de ritmo de una zona a la siguiente; el poema largo el poema corto, acá Martinovich prueba ser hábil en la joyería a gran y pequeña escalas; la complejidad verbal en que se enraíza Sospecha de nada –la sección– a la manera de las fugas, de cuyas versiones textuales Paul Celan fue el gran realizador y, sólo por agregar a alguien más, pienso que podría sumarse únicamente al primer Celan, al joven. Las fugas, pues hay quienes guardan silencio hasta desaparecer (p.13).
La poética sí, pero también una ética, en el libro. Un poema como Declaración de principios, que ya desde el terminal común del título, instala el mástil en que desplegará sus sentencias en torno a su cotidianidad vital. Un ejercicio político notable, admirable inclusive: enumerar las hebras del privado obrar en la red flexible de la comunicación social; siquiera para confesiones que nos parecerían salidas de una película de Raúl Ruiz: En la casa hay una estufa a leña no autorizada (p.45). Bueno, la propuesta de lectura a voz alzada constituye un arraigo al poema, una forma de interpretación, construcciones verbales, sonoras, prejuicio en fin. Y otro verso del mismo poema y guardo mis cosas en cajas de cartón. (p.45) que acusa un eje de desplazamiento en la ética; es la búsqueda del aire que se respira en lo sencillo, casi de modo franciscano, como promulgara la más personal Mistral. O también una especie de cita, algo vaga, a los poemas ecológicos de Rodrigo Lira. Ahora bien, no es justo decir que sólo ese aire es el que nos baja a los pulmones ¡el tono religioso también resuena! Y no precisamente en el timbre horrendo de lo religioso, sino en el del último Huidobro, lo que no es poco decir. Sé además, y de primera mano, que Huidobro es un poeta muy querido para Martinovich, lo que por suerte no le adjudica el estigma de ser huidobriano ni menos todavía creacionista ¡Pequeño dios nos libre! San José, buscamos tu auxilio, / queremos morar bajo tu fortaleza, / que nos sanes las manos / que nos laves los pies (p.56), recordando el ronco rumor de olas del "Monumento al mar" [2]. También la Cantinela musitada, su segunda parte, Paradigma o expectoramiento de Rodrigo Lira, la cual termina politizada, cito:
por bueno o por malo, porque tuve ganas
porque ah –¡así no vale!– por todo o
por nada.
Porque qué más daba, porque así me place
por casualidad o por coincidencia o por si
acaso, por si las moscas, porque quizás los otros…
–o cualquiera…– porque quizás la aurora
–o el crepúsculo–
por la penumbra gris … por la azucena…!
por la razón o la fuerza
por los siglos
de los siglos.
La dimensión política, por cierto, es extensiva a este poema de Martinovich, esta oración como bien dice el propio título; pero insisto, una política en términos de sociedad, cito el poema: defiéndenos de la injusticia (p.55), y en otra altura del mismo: no me dejes sin trabajo / pero ayúdame a vivir. (p.55), lo cual establece una escisión rotunda entre la esfera de la vida y la del trabajo. En otros ritmos esa condición también es dicha, por ejemplo, con ese quiasmo tan famoso en el panfleto político "vivir para trabajar o trabajar para vivir", por ello Francisco introduce la torsión en el plano verbal, en las palabras mismas, de ahí su índice político. Es la producción de formas nuevas y no la mera cristalización de las palabras en el desierto de la repetición.
A su vez el paso, el tránsito por el aspecto amoroso, el beso: en el poema Casi casi (p.51) en donde la sospecha viene a manifestarse en forma infantil, acaso inocente si es que ello fuera posible, a fin de conocer al otro sujeto, se diría [3]. Por lo demás, a este poema, no le falta cosa alguna, sólo le sobra el primero verso, a mi juicio. En situación próxima, el poema Los pájaros (pp.43-44), en donde la palabra hombres debiera ser tomada por sustituto de humanos, menos lírico aunque más biológico; gajes del oficio de escribir y escribir estos artefactos verbales infructuosos que nos duelen.
Si pudiéramos saber cómo leerá este libro el espectáculo de la poesía, nos perderíamos la duda inmensa de su destino abierto ¡bien por el presente! No es tiempo para profecías, ni aún las más inútiles. No es tiempo del trueno, cumplidos los aplausos, retumbarán los versos que nos convocan hoy día.
Peñalolén, Valle de Santiago
Octubre en dos mil catorce
Notas
[1] La fotografía fue tomada por Cristóbal Palma (www.estudiopalma.cl)
[2] Este poema de Vicente Huidobro aparece en su libro póstumo «Últimos poemas», de mil novecientos cuarentaiocho.
[3] En el plano de las relaciones heterosexuales, que por lo pronto no importa demasiado en el motivo de este presentación.