Llegué a la casa
cargando la carpeta llena de papeles, relatorios, estudios,
investigaciones, propuestas, contratos. Mi mujer, jugando solitario en
la cama, un vaso de whisky en el velador, dijo, sin sacar lo ojos de
las cartas, estás con un aire de cansado. Los sonidos de la casa: mi
hija en el dormitorio de ella practicando impostación de la voz, la
música cuadrafónica del dormitorio de mi hijo. ¿No vas a soltar ese
maletín? Preguntó mi mujer, sácate esa ropa, bebe un whisky, necesitas
relajarte.
Fui a la biblioteca, el lugar de la casa donde me
gustaba estar aislado y como siempre no hice nada. Abrí el volumen de
pesquisas sobre la mesa, no veía las letras ni los números, yo apenas
esperaba. Tú no paras de trabajar, apuesto que tus socios no trabajan
ni la mitad y ganan la misma cosa, entró mi mujer en la sala con un
vaso en la mano, ¿ya puedo mandar a servir la
comida?
La empleada servía a la francesa, mis hijos habían crecido, mi
mujer y yo estábamos gordos. Es aquel vino que te gusta, ella hace un
chasquido con placer. Mi hijo me pidió dinero cuando estábamos en el
cafecito, mi hija me pidió dinero en la hora del licor. Mi mujer no
pidió nada, nosotros teníamos una cuenta bancaria conjunta.
¿Vamos
a dar una vuelta en el auto? Invité. Yo sabía que ella no iba, era la
hora de la teleserie. No sé qué gracia tiene pasear de auto todas las
noches, también ese auto costó una fortuna, tiene que ser usado, yo
soy la que se apega menos a los bienes materiales, respondió mi
mujer.
Los autos de los niños bloqueaban la puerta del garaje,
impidiendo que yo sacase mi auto. Saqué el auto de los dos, los dejé
en la calle, saqué el mío y lo dejé en la calle, puse los dos carros
nuevamente en el garaje, cerré la puerta, todas esas maniobras me
dejaron levemente irritado, pero al ver los parachoques salientes de
mi auto, el refuerzo especial doble de acero cromado, sentí que el
corazón batía rápido de euforia. Metí la llave en la ignición, era un
motor poderoso que generaba su fuerza en silencio, escondido en el
capó aerodinámico. Salí, como siempre sin saber para dónde ir, tenía
que ser una calle desierta, en esta ciudad que tiene más gente que
moscas. En la Avenida Brasil, allí no podía ser, mucho movimiento.
Llegué a una calle mal iluminada, llena de árboles oscuros, el lugar
ideal. ¿Hombre o mujer?, realmente no había gran diferencia, pero no
aparecía nadie en condiciones, comencé a quedar un poco tenso, eso
siempre sucedía, hasta me gustaba, el alivio era mayor. Entonces vi a
la mujer, podía ser ella, aunque una mujer fuese menos emocionante,
por ser más fácil. Ella caminaba apresuradamente, llevando un bulto de
papel ordinario, cosas de la panadería o de la verdulería, estaba de
falda y blusa, andaba rápido, había árboles en la acera, de veinte en
veinte metros, un interesante problema que exigía una dosis de
pericia. Apagué las luces del auto y aceleré. Ella sólo se dio cuenta
que yo iba encima de ella cuando escuchó el sonido del caucho de los
neumáticos pegando en la cuneta. Di en la mujer arriba de las
rodillas, bien al medio de las dos piernas, un poco más sobre la
izquierda, un golpe perfecto, escuché el ruido del impacto partiendo
los dos huesazos, desvié rápido a la izquierda, un golpe perfecto,
pasé como un cohete cerca de un árbol y me deslicé con los neumáticos
cantando, de vuelta al asfalto. Motor bueno, el mío, iba de cero a
cien kilómetros en once segundos. Incluso pude ver el cuerpo todo
descoyuntado de la mujer que había ido a parar, rojizo, encima de un
muro, de esos bajitos de casa de suburbio.
Examiné el auto en
el garaje. Pasé orgullosamente la mano suavemente por el guardabarros,
los parachoques sin marca. Pocas personas, en el mundo entero,
igualaban mi habilidad en el uso de esas máquinas.
La familia
estaba viendo la televisión. ¿Ya dio su paseíto, ahora estás más
tranquilo?, preguntó mi mujer, acostada en el sofá, mirando fijamente
el video. Voy a dormir, buenos noches para todos, respondí, mañana voy
a tener un día horrible en la compañía.
Paseo Nocturno, título original “Passeio
Noturno” de Rubem Fonseca, antologado en Os Melhores Contos
Brasileiros de 1973 (Porto Alegre, Globo, 1974).
Traducción de Paula Vera.
Corazones Solitarios
Trabajaba yo en un diario popular, como reportero de la sección
Policiales. Hacía mucho tiempo que no sucedía en la ciudad un crimen
interesante, involucrando a una rica y linda joven de la sociedad,
muertes, desapariciones, corrupción, mentiras, sexo, ambición, dinero,
violencia, escándalo.
- Crímenes así, ni en Roma, París o Nueva
Cork -decía el editor del diario-, estamos en una mala época. Pero ya
vendrán. La cosa es cíclica; cuando menos se lo espera, estalla una de
aquellos escándalos que dan material para un año. Está todo podrido, a
punto. Sólo hay que saber esperar.
Antes del estallido me
despidieron.
- Sólo hay pequeños comerciantes que matan al socio,
pequeños bandidos que matan a pequeños comerciantes, policías que
matan a pequeños bandidos. Cosas pequeñas -le dije a Oswaldo Peçanha,
editor-jefe y propietario del diario Mujer...
- Hay también
meningitis, esquistosomosis, mal de Chagas -dijo Peçanha...
- Pero
fuera de mi área -le dije.
- ¿Ya leíste Mujer? -preguntó
Peçanha.
Admití que no. Me gusta más leer libros.
Peçanha sacó
una caja de habanos de dentro del cajón y me ofreció uno. Encendimos
los habanos. En poco tiempo, el ambiente se volvió irrespirable. Los
habanos eran ordinarios, estábamos en verano, con las ventanas
cerradas y el aparato de aire acondicionado que no funcionaba
bien.
- Mujer no es una de esas publicaciones acarameladas para
burguesas que hacen régimen. Está hecha para la mujer de clase C, que
come arroz con porotos, y a la que no le importa engordar. Dale un
vistazo.
Peçanha me tiró un ejemplar del diario, Formato tabloide,
titulares en azul, algunas fotos fuera de foco, fotonovelas,
horóscopo, entrevistas con artistas de televisión, corte y
confección.
-¿Serías capaz de hacer la sección De Mujer a Mujer,
nuestro consultorio sentimental? El tipo que la hacía se fue. De Mujer
a Mujer era firmada por una tal Elisa Gabriela. Querida Elísa
Gabriela, mi marido llega todas las noches borracho y...
- Creo que
puedo - dije.
- Bárbaro. Comienzas hoy. ¿Qué nombre quieres
usar?
Pensé un poco.
- Nathanael Lessa.
- ¿Nathanael Lessa? -
dijo Peçanha, sorprendido y chocado, como si hubiese dicho una mala
palabra u ofendido a su madre.
- ¿Qué tiene? Es un nombre como
cualquier otro. Y estoy rindiendo dos homenajes.
Peçanha pitó el
habano, irritado.
- Primero, no es un nombre como cualquier otro.
Segundo, no es nombre de Clase C. Aquí sólo usamos nombres del agrado
de la Clase C, nombres lindos. Tercero, el diario sólo homenajea a
quien yo quiero y no conozco a ningún Nathanael Lessa y, finalmente la
irritación de Peganha había ido aumentando gradualmente, como si
estuviese sacando un cierto provecho de ella- aquí nadie, ni yo mismo,
usa seudónimo masculino. ¡Mi nombre es María de Lourdes! Miré otra vez
el diario, incluso el equipo editorial. Sólo había nombres de mujer.
- ¿No crees que un nombre masculino da más credibilidad a las
respuestas? Padre, marido, médico, sacerdote, patrón, sólo hay hombres
diciendo lo que ellas deben hacer, Nathanael Lessa pega más que Elisa
Gabriela.
- Es eso mismo lo que no quiero. Aquí ellas se sienten
dueñas de su nariz, confían en uno, como si fuésemos todas comadres.
Estoy hace veinticinco años en este negocio. No me vengas con teorías
no comprobadas. Mujer está revolucionando la prensa brasileña, es un
diario diferente que no da noticias viejas que pasaron ayer por la
televisión.
Estaba tan irritado que no le pregunté qué se proponía
Mujer. Más tarde o más temprano me lo diría. Yo sólo quería el empleo.
Mi primo, Machado Figueiredo, que también tiene veinticinco años
de experiencia, en el Banco del Brasil, acostumbra decir que está
siempre abierto a teorías no comprobadas. Yo sabía que Mujer debía
dinero al banco. Y encima de la mesa de Peçanha había una carta de
recomendación de mi primo. Al oír el nombre de mi primo, Peçanha
palideció. Dio un mordisco en el habano para controlarse, después
cerró la boca, pareciendo que iba a silbar, y sus labios gordos
temblaron como si tuviese un grano de pimienta en la lengua. Enseguida
apretó los dientes y golpeó con la uña del pulgar en la dentadura
sucia de nicotina, mientras me miraba de una manera que debía
considerar cargada de significados.
- Podría agregar “dr.” a mi
nombre. Dr. Nathanael Lessa.
-¡Cuernos!, está bien, está bien -
masculló Peçanha entre dientes -, comienzas hoy.
Fue así como pasé
a formar parte del equipo de Mujer.
Mi mesa quedaba cerca de la
mesa de Sandra Marina, que firmaba la sección Horóscopo. Sandra era
también conocida como Marlene Katia, al hacer entrevistas. Era un
muchacho pálido, de largos y ralos bigotes, también conocido como João
Albergaria Duval. Había egresado hacía poco tiempo de la escuela de
comunicaciones y vivía lamentándose, ¿por qué no estudié odontología,
por qué?
Le pregunté si alguien traía las cartas de los lectores a
mi mesa. Me dijo que hablase con Jacqueline, en expedición. Jacqueline
era un negro grande de dientes muy blancos.
Queda mal ser el único
aquí dentro que no tiene nombre de mujer. Van a pensar que soy marica.
¿Las cartas? No hay ninguna carta. ¿Crees que la mujer de Clase C
escribe cartas? Elisa las inventaba todas.
Estimado Dr. Nathanael
Lessa: Conseguí una beca de estudios para mi hija de diez años, en una
escuela superfina del barrio norte. Todas sus compañeritas van a la
peluquería, por lo menos una vez por semana. Nosotros no tenemos
dinero para eso, mi marido es chofer de ómnibus de la línea
Jacaré-Cajú, pero dice que va a trabajar extra para mandar a Tania
Sandra, nuestra hijita, al peluquero. ¿Usted no cree que los hijos
merecen todos los sacrificios? Madre Diligente. Villa
Kennedy.
Respuesta: Lave la cabeza de su hijita con jabón de coco y
rícele el pelo con pedacitos de papel. Queda como de peluquería. De
cualquier manera, su hija no nació para ser una muñequita. A decir
verdad, la hija de nadie. Agarre el dinero de las extras y compre
alguna cosa más útil: comida, por ejemplo.
Estimado Dr. Nathanael
Lessa: Soy bajita, gordita y tímida. Siempre que voy a la feria, al
almacén, a la frutería, se burlan de mí. Me engañan en el peso, en el
vuelto, el poroto está podrido, la harina de maíz mohosa, cosas así.
Yo solía sufrir mucho pero ahora estoy resignada. Dios está con los
ojos puestos en ellos y en el Juicio Final las van a pagar. Doméstica
Resignada. Peçanha.
Respuesta: Dios no está con los ojos puestos
en nadie. Tú misma eres quien tiene que defenderse. Sugiero que
grites, hagas oír tu voz, haz escándalo. ¿No tienes ningún pariente en
la policía? 0 si no un bandido amigo, también sirve. Búscale la
vuelta, gordita.
Estimado Dr. Nathanael Lessa: Tengo veinticinco
años, soy dactilógrafa y virgen. Encontré a este muchacho que dice que
me ama mucho. Trabaja en el Ministerio de Transportes y dice que
quiere casarse conmigo, pero que primero quiere probar. ¿Qué piensa?
Virgen Loca, Parada de Lucas. Respuesta: Fíjate bien, Virgen Loca,
pregúntale qué es lo que va a hacer si no le gusta la experiencia. Si
dice que te deja, entrégate, pues es un hombre sincero. No eres
grosella ni sopa de verdura para que tengas que ser probada, pero,
hombres sinceros quedan pocos, vale la pena intentar. Fe y mantente
firme.
Fui a almorzar.
Al regreso Peçanha me mandó a llamar.
Estaba con mis trabajos en la mano.
- Hay algo aquí que no me
gusta - dijo.
- ¿Qué? - pregunté.
- ¡Ah, Dios mío, la idea que
la gente se hace de la Clase C! - exclamó Peçanha, balanceando la
cabeza pensativamente, mientras miraba el techo y fruncía la boca -.
Quienes gustan ser tratadas con malas palabras y puntapiés son las
mujeres de la Clase A. Recuerda a aquel lord inglés que dijo que su
éxito con las mujeres se debía a que él trataba a las señoras como
putas y a las putas como señoras.
- Está bien. Entonces, ¿cómo
debo tratar a nuestras lectoras?
- No me vengas con dialéctica. No
quiero que las trates como putas. Olvida al lord inglés. Pon alegría,
esperanza, tranquilidad y seguridad en las cartas, eso es lo que
quiero.
Dr. Nathanael Lessa: Mi marido murió y me dejó una pensión
muy pequeña, pero lo que me preocupa es estar sola, a los cincuenta y
cinco años de edad. Pobre, fea, vieja y viviendo lejos, tengo miedo de
lo que me espera. Solitaria de Santa Cruz.
Respuesta: Grabe esto
en su corazón, Solitaria de Santa Cruz: ni el dinero, ni la belleza,
ni la juventud, ni un barrio fino dan la felicidad. ¿Cuántos jóvenes
ricos y bellos se matan o se pierden en los horrores del vicio? La
felicidad está dentro de nosotros, en nuestros corazones. Si somos
justos y buenos, encontraremos la felicidad. Sea buena, sea justa, ame
al prójimo como así misma, sonríale al tesorero del Instituto Nacional
de Previsión Social, cuando vaya a cobrar su pensión.
Al día
siguiente, Peçanha me llamó y me preguntó si podía, además, escribir
la fotonovela.
- Nosotros producimos nuestras propias fotonovelas,
no es fumeti italiano traducido. Elige un nombre.
Elegí Clarice
Simone, eran otros dos homenajes, pero no dije nada de eso a Peçanha.
El fotógrafo de las novelas vino a hablar conmigo.
- Mi nombre
es Mónica Tutsi – dijo -, pero puedes llamarme Agnaldo. ¿Estás con la
papa lista?
Papa era la novela. Le expliqué que Peçanha acababa de
comunicarme eso y que necesitaba por lo menos dos días para escribir.
- ¿Días? Ja, ja - se rió, haciendo un ruido de perro grande, ronco
y domesticado, que le ladra al dueño.
- ¿Dónde está la gracia? -
pregunté.
Norma Virginia escribía la novela en quince minutos. Él
tenía una fórmula.
- Yo también tengo una fórmula. Date una
vuelta, regresa en quince minutos y tendrás tu novela lista.
¿Qué
es lo que pensaba de mí ese fotógrafo idiota? El hecho de haber sido
reportero de policiales no significaba que yo fuese una bestia. Si
Norma Virginia o cualquiera fuese su nombre, escribía una novela en
quince minutos, yo también lo haría.
Había leído todos los
trágicos griegos, los ibsens, los o neills, los beckets, los chéjovs,
los shakespeares, las four hundred best television plays. No tenía más
que tomar una idea aquí, otra allí, y listo.
Un niño rico es
robado por los gitanos y lo dan por muerto. El chico crece pensando
que es un gitano verdadero. Un día encuentra a una muchacha riquísima
y los dos se enamoran. Ella vive en una fastuosa mansión y tiene
muchos automóviles. El gitanillo vive en una carreta. Las dos familias
no quieren que se casen, Surgen conflictos. Los millonarios mandan a
la policía a apresar a los gitanos. Uno de los gitanos es baleado por
la policía. Un primo rico de la muchacha es asesinado por los gitanos.
Pero el amor de los dos jóvenes enamorados es mayor que todas esas
vicisitudes. Resuelven huir, romper con sus familias. En la fuga
encuentran a un monje piadoso y sabio que consagra la unión de los dos
en un antiguo, pintoresco y romántico convento en medio de un bosque
florido. Los dos jóvenes se retiran para la cámara nupcial. Son lindos
esbeltos, rubios de ojos azules. Se sacan la ropa - ¡Oh! - dice la
chica -, ¿qué es esa cadena de oro con medalla salpicada de brillantes
que tienes en el pecho? - ¡Ella tiene una medalla igual! ¡Son
hermanos! - ¡Tú eres mi hermano desaparecido! –grita la joven. Los dos
se abrazan. (Atención Mónica Tutsi: ¿qué tal un final ambiguo haciendo
aparecer en la cara de los dos un éxtasis no fraternal? ¿Eh? Puedo
también modificar el final y volverlo más sofocleano: los dos sólo
descubren que son hermanos después del hecho consumado; desesperada,
la joven salta por la ventana del convento, estrellándose allá abajo.)
- Me gustó tu historia - dijo Mónica Tutsi.
- Una pizca de
Romeo y Julieta, una cucharadita de Edipo Rey - dije modestamente.
- Pero no sirve para fotografiar, muchacho. Tengo que hacer todo
en dos horas. ¿Dónde voy a conseguir la mansión rica?, ¿los
automóviles?, ¿el convento pintoresco?, ¿el bosque florido?
-
¿Dónde voy a conseguir - continuó Mónica Tutsi como si no me hubiese
oído - los dos jóvenes rubios esbeltos de ojos azules? Nuestros
artistas son todos medio mulatos. ¿Dónde voy a conseguir la carreta?
Haz otra, muchacho. Vuelvo en quince minutos. ¿Y qué es eso de
sofocleano?
Roberto y Betty están comprometidos y van a casarse.
Roberto, que es muy trabajador, economizó dinero para comprar un
departamento y amueblarlo, con televisión en colores, combinado,
heladera, lavarropas, enceradora, licuadora, batidora, máquina de
lavar platos, tostadora, plancha automática y secador de cabellos.
Betty también trabaja. Ambos son castos. La fecha de casamiento ha
sido fijada. Un amigo de Roberto, Tiago, le pregunta: ¿Vas a casarte
virgen? Precisas iniciarte en los misterios del sexo. Tiago lleva
entonces a Roberto a la casa de la Superputa Betatrón. (Atención
Mónica Tutsi, el nombre tiene una pizca de ficción científica.) Cuando
Roberto llega verifica que la Superputa es Betty, su noviecita. ¡Oh!,
¡cielos!, sorpresa terrible. Alguien dirá, tal vez el portero: ¡Crecer
es sufrir! Fin de la novela.
- Una palabra vale por mil
fotografías - dijo Mónica Tutsi -, a mí me toca siempre la peor parte.
Ya vuelvo.
Dr. Nathanael: Me gusta cocinar. Me gusta mucho también
bordar y hacer crochet. Pero por sobre todo me gusta colocarme un
vestido largo de baile, pintar mis labios con rouge carmesí, ponerme
bastante colorete, pasarme rímel en los ojos. Ah, ¡qué sensación! Es
una pena que tenga que quedarme encerrado en mi cuarto. Nadie sabe que
me gusta hacer esas cosas. ¿Estoy equivocado? Pedro Redgrave. Tijuca.
Respuesta: ¿Equivocado, por qué? ¿Estás haciendo mal a alguien con
eso? Tuve ya otro consultante al que le gustaba vestirse de mujer.
Llevaba una vida normal, productiva y útil a la sociedad, tanto que
llegó a ser obrero modelo. Viste tus vestidos largos, pinta tu boca
escarlata, pon color en tu vida.
- Todas las cartas deben ser de
mujeres -advirtió Peçanha.
- Pero ésa es verdadera - dije.
-
No lo creo.
Le entregué la carta a Peçanha. La miró poniendo cara
de tira que examina un billete groseramente falsificado.
- ¿Crees
que sea una broma? - preguntó Peçanha.
- Puede ser – dije -, y
puede no ser.
Peçanha puso cara de reflexión. Después añadió:
- Agrega en tu carta una frase animadora, como por ejemplo,
escribe siempre. Me senté a la máquina.
Escribe siempre, Pedro, sé
qué ese no es tu nombre, pero no importa, escribe siempre, cuenta
conmigo. Nathanael Lessa.
- Diablos - dijo Mónica Tutsi -, fui a
hacer tu dramón y me dijeron que está calcado en un film italiano.
- Canallas, sucios babosos, sólo porque fui reportero de
policiales me llaman plagiario.
- Calma, Virginia.
-
¿Virginia? Mi nombre es Clarice Simone – dije -. ¿Qué cosa más idiota
es esa de pensar que sólo las novias de los italianos son putas? Pues
mira, ya tuve oportunidad de conocer una novia de esas bien serias,
era hasta hermana de caridad, y fueron a ver: resultó que también era
puta.
- Está bien muchacho, voy a fotografiar la historia. ¿La
Betatrón puede ser mulata? ¿Qué es Betatrón?
- Tiene que ser
pelirroja, pecosa. Betatrón es un aparato para la producción de
electrones, dotado de gran potencial energético y alta velocidad,
activado por la sección de un campo magnético que varía rápidamente -
dije.
- ¡Diablos! Ese es un nombre de puta - dijo Mónica Tutsi con
admiración, retirándose.
Comprensivo Nathanael Lessa: He usado
gloriosamente mis vestidos largos. Y mi boca ha estado roja como la
sangre de un tigre y el despertar de la aurora. Estoy pensando en usar
un vestido de satén e ir al Teatro Municipal. ¿Qué piensas? Ahora voy
a hacerte una maravillosa y gran confidencia, pero quiero que
mantengas el mayor secreto sobre mi confesión. ¿Lo juras? No sé si
decirlo o no. Toda mi vida he sufrido las mayores desilusiones por
creer en los otros. Soy, básicamente, una persona que no perdió su
inocencia. La perfidia, la estupidez, el impudor, las canalladas, me
chocan mucho. Oh, cómo me gustaría vivir aislada en un mundo utópico
hecho de amor y bondad. Mi sensible Nathanael, déjame pensar. Dame
tiempo. En la próxima carta te contaré más, todo, tal vez. Pedro
Redgrave.
Respuesta: Pedro. Aguardo tu carta con tus secretos, que
prometo guardar en las arcas inviolables de mi recóndita conciencia.
Continúa así, enfrentando altanero la envidia y la insidiosa alevosía
de los pobres de espíritu.
Adorna tu cuerpo sediento de
sensualidad, ejerciendo los desafíos de tu corajuda mente.
Peçanha
preguntó:
- ¿Estas cartas también son verdaderas?
- Las de
Pedro Redgrave lo son.
- Extraño, muy extraño - dijo Peçanha
golpeando con las uñas en los dientes -, ¿qué es lo que crees?
-
No creo nada - dije.
Él parecía estar preocupado por algo. Me hizo
preguntas sobre la fotonovela sin interesarse, no obstante, por las
respuestas.
- ¿Qué tal la carta de la cieguita? - pregunté.
Peçanha agarró la carta de la cieguita y mi respuesta y leyó en
voz alta: Querido Nathanael: No puedo leer lo que tú escribes. Mi
abuelita adorada me lee todo. Pero no pienses que soy analfabeta. Soy
cieguita. Mi querida abuelita está escribiendo la carta por mí, pero
las palabras son mías. Quiero enviar una palabra de consuelo a tus
lectores, para que ellos, que sufren tanto con pequeñas desgracias, se
miren en mi espejo. Soy ciega pero feliz, estoy en paz, con Dios y con
mis semejantes. Felicidades para todos. Viva el Brasil y su Pueblo.
Cieguita Feliz. Camino del Unicornio. Nueva Iguazú. Posdata: Olvidé
decir que también soy paralítica.
Peçanha encendió un habano.
- Conmovedor, pero Camino del Unicornio suena a falso. Quedaría
mejor que colocaras Camino del Catavento, o algo así. Veamos ahora tu
respuesta. Cieguita Feliz, felicitaciones por tu fuerza moral, por tu
fe inquebrantable en la felicidad, en el bien, en el pueblo y en el
Brasil. Las almas de aquellos que se desesperan en la adversidad
deberían nutrirse de tu edificante ejemplo, un haz de luz en las
noches de tormenta.
Peçanha me devolvió los papeles.
- Tu
futuro está en la literatura. Esto es de gran escuela. Aprende,
aprende, dedícate, no te desanimes, suda tu camisa.
Me senté a la
máquina:
Tesio, bancario, vive en la Boca do Mato, en Lins de
Vasconcelos; casado en segundas nupcias con Frederica; tiene un hijo,
Hipólito, del primer matrimonio, Frederica se enamora de Hipólito.
Tesio descubre el amor pecaminoso de los dos. Frederica se ahorca en
el árbol de la quinta de la casa. Hipólito pide perdón a su padre,
huye de su casa y vaga desesperado por las calles de la ciudad cruel
hasta ser atropellado y muerto en la Avenida Brasil.
- ¿Cuál es el
condimento aquí? - preguntó Mónica Tutsi.
- Eurípides, pecado y
muerte. Voy a contarte una cosa: conozco el alma humana y no preciso a
ningún griego viejo para inspirarme. Para un hombre de mi inteligencia
y sensibilidad basta con mirar a su alrededor. Mírame bien a los ojos.
¿Has visto ya alguna persona más alerta, más despierta?
Mónica
Tutsi me miró bien a los ojos y dijo:
- Creo que estás loco.
Continué:
- Cito los clásicos apenas para mostrar mi conocimiento.
Como fui reportero de policiales, si no hago eso los cretinos no me
respetan. Leí millares de libros. ¿Cuántos libros crees que leyó
Peçanha?
- Ninguno, ¿Frederica puede ser negra?
- Buena idea.
Pero Tesio e Hipólito tienen que ser blancos.
Nathanael: Amo, un
amor prohibido, un amor interdicto, un amor secreto, un amor
escondido. Amo a otro hombre. Y él también me ama. Pero no podemos
andar por la calle tomados de las manos, como los otros, besarnos en
los jardines y en los cines, como los otros, acostarnos abrazados en
las arenas de las playas, como los otros, bailar en boites, como los
otros. No podemos casarnos, como los otros, y juntos enfrentar la
vejez, la enfermedad y la muerte, como los otros. No tengo fuerzas
para resistir y luchar, Es mejor morir. Adiós. Esta es mi última
carta. Haz rezar una misa en mi memoria. Pedro Redgrave.
Respuesta: ¡Vamos, Pedro! ¿Vas a renunciar ahora que encontraste
el amor?
Oscar Wilde sufrió como el diablo, fue desmoralizado,
ridiculizado, humillado, procesado, condenado, pero aguantó. Si no
puedes casarte, júntate. Hagan testamento, uno en favor del otro.
-Defiéndanse. Usen la Ley y el Sistema en vuestro beneficio. Sean,
como los otros, egoístas, disimulados, implacables, intolerantes e
hipócritas. Exploten. Despojen. Es en legítima defensa. Pero, por
favor, no hagas ningún gesto alocado.
Hice llegar a Peçanha la
carta y la respuesta. Las cartas sólo eran publicadas con su visto.
Mónica Tutsi apareció con una muchacha.
- Esta es Mónica -
dijo Mónica Tutsi.
- Qué coincidencia - dije.
- Coincidencia,
¿qué cosa? - preguntó Mónica, señalando al fotógrafo.
- Que tengan
el mismo nombre - dije.
- ¿El se llama Mónica? - preguntó Mónica,
señalando al fotógrafo.
- Mónica Tutsi. ¿También eres Tutsi?
-
No. Mónica Amelia.
Mónica Amelia se quedó mordiéndose una uña y
mirando a Mónica Tutsi.
- Me dijiste que tu nombre era Agnaldo -
dijo.
- Afuera soy Agnaldo. Aquí dentro soy Mónica Tutsi.
- Mi
nombre es Clarice Simone - dije.
Mónica Amelia nos observó
atentamente, sin entender nada. Veía a dos personas circunspectas,
demasiado cansadas para bromas, desinteresadas por el propio nombre.
- Cuando me case, mi hijo o mi hija se va a llamar Hei Psiu -
dije.
- ¿Es un nombre chino? - preguntó Mónica.
- O Fiu Fiu -
silbé.
- Te estás volviendo nihilista - dijo Mónica Tutsi,
retirándose con la otra Mónica.
Nathanael: ¿Sabes lo que es que
dos personas se gusten? Eso éramos nosotros dos, yo y María. ¿Sabes lo
que son dos personas perfectamente sincronizadas? Esas éramos nosotros
dos, yo y María. Mi plato preferido es arroz, poroto, coliflor, harina
de mandioca y longaniza frita. ¿Imagina cuál era el de María? Arroz,
poroto, coliflor, harina de mandioca y longaniza frita. Mi piedra
preciosa preferida es el rubí. La de María, lo debes imaginar, era
también el rubí. Número de la suerte 7, color el azul, día lunes,
filme de far-west, libro El Principito, bebida chop, colchón el
Anatom, Club el “Vasco de Gama”, música la samba, pasatiempo el Amor,
todo igual entre yo y ella, una maravilla. Lo que nosotros hacíamos en
la cama, muchacho, no es por ufanarme, pero si hubiésemos estado en un
circo y cobrado entrada, nos volvíamos ricos. En la cama ninguna
pareja fue presa de tamaña locura, resplandeciente, capaz de desempeño
tan hábil, imaginativa, original, obstinada, esplendorosa y
gratificante como la nuestra. Y lo repetíamos varias veces por día.
Pero no era sólo eso lo que nos unía. Si te faltara una pierna,
continuaría amándote, me decía ella. Si fueras jorobada, no dejaría de
amarte, respondía yo. Si fueses sordomudo, continuaría amándote, decía
ella. Si fueras bizca no dejaría de amarte, respondía yo. Si fueses
barrigón y feo, continuaría amándote, decía ella. Si estuvieses toda
marcada de viruela, no dejaría de amarte, respondía yo. Si fueses
viejo e impotente, continuaría amándote, decía ella. Y estábamos
intercambiando esos juramentos cuando una voluntad de ser verdadero me
golpeó hondo como una puñalada y le pregunté: ¿si no tuviese dientes,
me amarías? y ella respondió, si no tuvieses dientes continuaría
amándote. Entonces me saqué la dentadura y la puse encima de la cama,
en un gesto grave, religioso y metafísico. Nos quedamos los dos
mirando la dentadura, encima de la sábana, hasta que María se levantó,
se colocó el vestido y dijo: voy a comprar cigarrillos. Hasta hoy no
volvió. Nathanael, explícame lo que sucedió. ¿El amor acaba de
repente? Algunos dientes, míseros pedacitos de marfil, ¿valen tanto?
Odontos Silva.
Cuando iba a responder, apareció Jacqueline y dijo
que Peçanha me estaba llamando.
En la sala de Peçanha había un
hombre de anteojos y barba.
- Este aquí es el Dr. Pontecorvo, que
se dedica a... ¿a qué se dedica usted? - preguntó Peçanha.
-
Investigación motivacional - dijo Pontecorvo -. Como le iba contando,
nosotros hacemos seguimiento de las características del universo que
estamos investigando. Por ejemplo, ¿quién es el lector de Mujer? Vamos
a suponer que es la mujer de Clase C. En nuestras pesquisas anteriores
ya investigamos todo sobre la mujer de Clase C, dónde compra sus
alimentos, cuántas bombachitas tiene, a qué hora hace el amor, a qué
hora ve televisión, los programas de televisión que prefiere, en fin,
un perfil completo.
- ¿Cuántas bombachitas tiene? - preguntó
Peçanha.
- Tres - respondió Pontecorvo sin vacilar.
- ¿A qué
hora hacer el amor?
-A las 21.30 - respondió Pontecorvo
rápidamente.
- Y, ¿cómo hacen ustedes para descubrir todo eso?
¿Llaman a la puerta de Doña Aurora, entran en los monobloques del
Instituto Nacional de Previsión Social; ella abre la puerta y ustedes
dicen, buenos días Doña Aurora, a qué hora se pega su encarnada? Oiga,
amigo, estoy hace veinticinco años en este negocio y no preciso que
nadie venga a decirme cuál es el perfil de la mujer de Clase C. Lo sé
por experiencia propia. Ellas compran mi diario, ¿entiende? Tres
bombachitas... ¡Ja!
- Usamos métodos científicos de investigación.
Tenemos sociólogos, psicólogos, antropólogos, estadígrafos, y
matemáticos en nuestro staff - dijo Pontecorvo, imperturbable.
-
Todo para sacarles dinero a los ingenuos - dijo Peçanha con mal
disimulado desprecio.
- Además, antes de venir para acá, reuní
algunas informaciones sobre su diario, que supongo serán de su interés
- dijo Pontecorvo.
- ¿Cuánto cuesta? - preguntó Peçanha con
sarcasmo.
- Esta información se la doy gratis - dijo Pontecorvo.
El hombre parecía de hielo -. Nosotros hicimos una mini pesquisa sobre
sus lectores y, a pesar del tamaño reducido del muestreo, puedo
asegurarle, sin lugar a duda, que la gran mayoría, la casi totalidad
de sus lectores, está compuesta por hombres de la Clase B.
-¿Qué?
- gritó Peçanha.
- Eso mismo, hombres de la Clase B.
Primero,
Peçanha palideció. Después fue enrojeciendo hasta quedar morado como
si lo estuviesen estrangulando, la boca abierta y los ojos
desencajados; se levantó de su silla, caminó tambaleante, los brazos
abiertos como un gorila enfurecido en dirección a Pontecorvo. Una
visión chocante, aun para un hombre de acero, como Pontecorvo, o para
un ex reportero de policiales. Pontecorvo retrocedió ante el avance de
Peçanha hasta que, de espaldas en la pared, dijo, intentando mantener
la calma y la compostura:
- Tal vez nuestros técnicos se hayan
equivocado.
Peçanha, que estaba a un centímetro de Pontecorvo,
tuvo un violento temblor y, al contrario de lo que yo esperaba, no se
tiró sobre el otro como un perro enloquecido. Agarró sus propios
cabellos con fuerza y comenzó a arrancarlos, mientras gritaba
farsantes, tunantes, ladrones, aprovechado-res, mentirosos, canallas.
Pontecorvo se escabulló ágilmente en dirección a la puerta, en tanto
Peçanha corría detrás de él tirándole los mechones de cabellos que
había arrancado de su propia cabeza.
- ¡Hombres! ¡Hombres! ¡Clase
B! - gruñía Peçanha con aires de loco.
Después, ya serenado, creo
que Pontecorvo huyó por las escaleras, Peçanha volvió a sentarse
detrás de su escritorio y me dijo:
- Es a ese tipo de gente a la
cual el Brasil está entregado; manipuladores de estadísticas,
falsificadores de informaciones, bromistas con sus computadoras, todos
creando la Gran Mentira. Pero conmigo no la van. Coloqué al hipócrita
en su lugar, ¿no es cierto?
Dije cualquier cosa, concordando.
Peçanha sacó la caja de matarratones de su cajón y me ofreció uno. Nos
quedamos fumando y conversando sobre la Gran Mentira. Después me dio
la carta de Pedro Redgrave y mi respuesta, con su visto bueno, para
que la llevase a composición.
A mitad de camino, verifiqué que la
carta de Pedro Redgrave no era la que yo le había entregado. El texto
era otro:
Estimado Nathanael, tu carta fue un bálsamo para mi
corazón afligido. Me dio fuerzas para resistir. No cometeré ningún
acto enloquecido, prometo que...
La carta terminaba ahí. Había sido
interrumpida en el medio. Extraño. No lo entendí. Algo andaba mal.
Me dirigí a mi mesa, me senté y comencé a escribir la respuesta a
Odontos Silva: Quien no tiene dientes tampoco tiene dolor de dientes.
Y, como dijo el héroe de la conocida pieza Papo Furado, no hubo nunca
un filósofo que pudiese aguantar con paciencia un dolor de dientes.
Además, los dientes son también instrumentos de venganza, como dice el
Deuteronomio: ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por
pie. Los dientes son despreciados por los dictadores. Recuerda lo que
Hitler le dijo a Mussolini sobre un nuevo encuentro con Franco:
Prefiero arrancarle cuatro dientes. Temes estar en la situación del
héroe de aquella pieza Tudo legal se no fim ninguém se ferra, sin
gusto, sin nada. Consejo: ponte los dientes nuevamente y muerde. Si la
dentellada no es buena, da gritos y puntapiés.
Estaba ya en la
mitad de la carta de Odontos Silva cuando entendí todo. Peçanha era
Pedro Redgrave. En vez de devolverme la carta en que Pedro me pedía
que le mandase rezar una misa y que yo le había entregado junto con mi
respuesta en la que hablaba sobre Oscar Wilde, Peçanha me había
entregado una nueva carta, incompleta, ciertamente por error, y que
debería llegar a mis manos por correo.
Tomé la carta de Pedro
Redgrave y fui hasta la sala de Peçanha.
- ¿Puedo entrar? -
pregunté.
- ¿Qué pasa? Entra - dijo Peçanha.
Le entregué la
carta de Pedro Redgrave. Peçanha leyó la carta y percibiendo el error
que había cometido palideció, como era su costumbre. Nervioso,
revolvió los papeles sobre su mesa.
- Todo era una broma -dijo
después, intentando encender un habano - ¿Estás enojado?
- En
serio o en broma, me da lo mismo - dije.
- Mi vida serviría para
escribir una novela... - dijo Peçanha -. Esto queda entre nosotros
dos. ¿Está claro?
No sabía bien lo que él quería que quedase entre
nosotros dos, si el que su vida sirviera para escribir una novela o el
hecho de ser Pedro Redgrave. Pero respondí:
- Claro, entre
nosotros dos.
- Gracias - dijo Peçanha. Y soltó un suspiro que
cortaría el corazón de cualquiera que no fuese un ex reportero de
policiales.
Traducción de Andrea Diessler (In:
Cuentos Brasileños. Santiago, Andrés Bello, 1994, pp:
81-97).
*
* * * *
Rubem Fonseca nació en 1925 en Juiz de Fora, en el
Estado de Minas Gerais, radicándose desde los siete años en Rio de
Janeiro. Licenciado en Derecho, ex-policial, este escritor y guionista
tuvo su primera aparición en el mundo de las letras en 1963, con su
libro de cuentos Os Prisioneiros (Los Prisioneros), causando un gran
revuelo por la temática cruda de sus cuentos y por el quiebre con la
tradición en la forma de escribir, que para la época representaba todo
un desafío. En 1965 publicó A Coleira do Cão (El collar del perro) y,
en 1969, Lúcia MacCartney, considerado uno de los libros más
importantes de la generación del 60 en Brasil. Ya desde sus primeros
cuentos, se percibe su constante preocupación por la vida en la
ciudad, especialmente por los conflictos sociales y también por los
elementos que hacen de la ciudad un lugar de peligro, más que de
bienestar. Para Fonseca, la vida urbana representa un alto riesgo,
donde la violencia toma cuenta del acontecer en su narrativa, pero no
con un afán de “glamurizarla”, sino que con el firme propósito de, por
medio de ella, criticar los absurdos en que cae la sociedad brasileña.
Como es el caso del cuento “Paseo Nocturno”, que nos muestra la
relación enfermiza entre el poseer (típico de la clase adinerada) y el
destruir por placer. Los personajes de Fonseca encarnan el
desequilibrio que caracteriza a las sociedades contemporáneas, por
esto él no se limita a describir las más diversas realidades, sino que
pretende - por medio de la palabra, siempre eficaz - llegar al lector
más ajeno, para producir ese efecto estético, que a veces incomoda,
pero que obliga a reflexionar. Pues Fonseca nos presenta un mundo
grotesco y cínico, donde cada uno lucha por acabar con el
otro.
Para la crítica
Laís Corrêa de Araújo, el texto de Rubem Fonseca “hace palpable la
contundencia de la vida, lo insólito, lo grosero, lo erótico (...), y
la angustia en que vivimos. Su sintaxis es de golpes, asumiendo una
tonalidad cáustica y una tensión muscular casi patética”.
(In: Os
Melhores Contos Brasileiros de 1973. Porto Alegre, Globo, 1974.)
Según Malcolm
Silverman, la narrativa de Fonseca es el resultado de una sátira
áspera que fluctúa entre lo trágico y lo cómico, con una fuerte dosis
de sangre fría. “Dentro de este (sub)mundo torturado, Fonseca coloca
su arquetipo, que, a pesar de las ventajas materiales y de la
aceptación social, o por la carencia de estas, se encuentra
continuamente enredado en una trama de siniestras complicaciones, cuya
causa radica en una burguesía corruptora y corrupta”.
(In:
Silverman, Malcolm. O Novo Conto Brasileiro. Rio de Janeiro, Nova
Fronteira, 1985, p. 371.)
Cuentos y
novelas de Rubem Fonseca:
Os prisioneiros.
Rio de Janeiro, Olivé, 1963.
A Coleira do Cão. Rio de Janeiro,
Olivé, 1965.
Lúcia MacCartney. Rio de Janeiro, Olivé, 1969.
O
Caso Morel (romance). Rio de Janeiro, Artenova, 1973.
O Homem de
Fevereiro ou Março. Rio de Janeiro, Artenova, 1973.
Feliz Ano Novo.
Rio de Janeiro, Artenova, !975.
O Cobrador. Rio de Janeiro, Nova
fronteira, 1979.
A Grande Arte (romance). Rio de Janeiro, Francisco
Alves, 1983.
Vastas Emoções e Pensamentos imperfeitos (novela). São
Paulo, Companhia das Letras, 1988.
Agosto (romance). São Paulo,
Companhia das Letras, 1990.
Romance negro e outras histórias. São
Paulo, Companhia das Letras, 1992.
O selvagem da ópera (romance).
São Paulo, Companhia das Letras, 1994.
Contos Reunidos. São Paulo,
Companhia das Letras, 1994.
O Buraco na Parede. São Paulo,
Companhia das Letras, 1995.
Romance negro, Feliz ano novo e outras
histórias. Rio de Janeiro, Editora Ediouro,1996.
Histórias de Amor.
São Paulo, Companhia das Letras, 1997.
Do meio do mundo prostituto
só amores guardei ao meu charuto (romance). São Paulo, Companhia das
Letras, 1997.
Confraria dos Espadas. São Paulo, Companhia das
Letras, 1998.
O Doente Molière (romance). São Paulo, Companhia das
Letras, 2000.
Secreções, excreções e desatinos. São Paulo,
Companhia das Letras, 2001.
Pequenas criaturas. São Paulo,
Companhia das Letras, 2002.
Obras traducidas en español
Feliz año nuevo
(Feliz Ano Novo). Traducción de Pablo del Barco. Madrid, Alfaguara,
1977.
El Caso Morel. Traducción de Carlos Peralta. Barcelona,
Editorial Bruguera, 1978.
El Cobrador (O Cobrador). Traducción de
Basilio Losada. Barcelona, Bruguera, 1980.
El Gran Arte. Traducción
de Miriam Lopes Moura. Bogotá, Editorial Oveja Negra, 1985.
Pasado
negro (Bufo & Spallanzani) - (novela) traducción de Basilio
Losada. Barcelona, Seix Barral, 1986.
El collar del perro (A
coleira do cão). Traducción de Roberto Romero Escalada. Buenos Aires,
Ediciones de la Flor, 1986.
Los prisioneros (Os prisioneiros).
Traducción de Xosé Ramón Fandiño. Madrid, Ediciones Júcar,
1989.
Grandes emociones y pensamientos imperfectos - (novela).
Traducción de Hermann Bellinghausen. México, Cal y Arena,
1990.
Lúcia McCartney. Traducción de Xosé Ramón Fandiño. Madrid,
Ediciones Júcar, 1990.
Agosto (novela). Traducción de Benjamín
Rocha. México, Cal y Arena, 1993.
El Salvaje de la Ópera. (O
Selvagem da Ópera). Traducción de Rodolfo Mata Sandoval. México, Cal y
Arena, 1996.
El Agujero en la Pared. Traducción de Regina Crespo y
Rodolfo Mata Sandoval. México, Cal y Arena, 1997.
Del fondo del
mundo prostituto sólo amores guardé para mi puro. Traducción de
Rodolfo Mata y Regina Crespo. México, Cal y Arena, 1999.
Historias
de amor. Traducción de Rodolfo Mata y Regina Crespo. México, Cal y
Arena, 1999.
La Cofradía de los Espadas. Traducción de Rodolfo Mata
y Regina Crespo. México, Cal y Arena, México, 2000.
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