En este ensayo, el académico peruano José
Miguel Oviedo, profesor de la Universidad de Pensilvania y autor
de "La historia de la literatura hispanoamericana" (Alianza
Editorial), se acerca a la poética narrativa del brasileño Rubem
Fonseca, reciente ganador del premio Juan Rulfo.
por José Miguel
Oviedo
Letras Libres
reproducido
en Artes y Letras de El Mercurio
17 de Agosto de
2003
No deja de
resultar paradójico que sea un autor norteamericano tan célebre como
Thomas Pynchon quien
haya reconocido lo que pocos entre nosotros han sabido ver en el
narrador brasileño Rubem Fonseca: un verdadero maestro. Nació en 1925
y todavía es un semidesconocido en Hispanoamérica.
"Lo mejor de la
obra de Rubem Fonseca es no saber adónde nos va a llevar. Siempre que
comienzo un libro suyo es como si sonara el teléfono a medianoche:
'Hola, soy yo. No vas a creer lo que está sucediendo.' Su escritura
hace milagros, es misteriosa. Cada libro suyo es un viaje que vale la
pena: es un viaje de algún modo necesario." Hay una gran verdad allí,
porque la virtud fundamental de Fonseca es la de todo buen narrador:
hacernos creer lo increíble, inventar un mundo que se parece al
nuestro, pero que es, por alguna razón, del todo nuevo y
fascinante.
Fonseca sabe, como
pocos, contarnos algo cuyo interés es tan poderoso que no podemos
dejar de seguir leyendo apenas abrimos las primeras páginas, y al
mismo tiempo sabe sorprendernos en cada una de las que siguen. Lo hace
recurriendo a todas las trampas posibles: pistas falsas, proliferación
de intrigas, personajes radicalmente ambiguos, designios que se
entrecruzan o superponen por obra de voluntades e intereses
contradictorios, etc. Las fuerzas que dominan ese mundo (erotismo,
violencia, hedonismo, corrupción en todas sus formas) lo convierten en
un lugar peligroso, donde existe la posibilidad inminente de morir o
tener que matar, de verse envuelto en vastas conspiraciones o en
escándalos que implican tanto a sombríos personajes del hampa como a
miembros de la alta burguesía y la política.
Cuando ingresamos
a una de sus narraciones, presentimos el clima general de amenaza y
riesgo, el olor a sudor frío de las posibles víctimas; todo es letal,
implacable, desalmado. Hemos descendido a un submundo que es como un
abismo abierto sobre el infierno humano. Aquí no hay redención y todo
-desde las míseras favelas hasta los lujosos departamentos donde se
desarrollan orgías de alcohol, sexo y drogas- exhala un hedor de
depravación, de podredumbre irremediable.
La única cualidad
que permite a algunos sobrevivir aquí es el cinismo: nadie quiere
cambiar este mundo abyecto, sino sacar el mayor provecho de
él.
El modelo
contradicho
Es obvio que el
modelo literario que más ha influido sobre Fonseca es el de la novela
policial y del thriller. El esquema básico que sigue la gran mayoría
de sus novelas y cuentos es el de la investigación de un crimen o
hecho delictivo. Como en todo relato policial, los culpables y sus
móviles son ciertamente desconocidos y difíciles de descubrir, pero en
las historias de Fonseca son, además, escandalosos, porque violan el
principio clásico del género: a cambio de una investigación que
restituye el orden moral roto, tenemos representantes de la ley que
son tan corruptos y depravados como los malhechores. Así, Fonseca
introduce un dato revelador sobre la total ausencia de normas
establecidas y válidas en sociedades como la brasileña -y, por
extensión, latinoamericana- , que va más allá del sentido de mero
"entretenimiento" que distingue al relato policial: observar la
pericia con la que la trama del que investiga desbarata la del
criminal y nuestras propias sospechas.
La capacidad para
generar una acción vertiginosa con el menor despliegue verbal posible
es algo que Fonseca no sólo ha aprendido en los citados modelos
literarios, sino en el cine, en el que ha trabajado como guionista
(también ha sido crítico cinematográfico), labor cuyas huellas pueden
seguirse claramente en la composición de sus relatos. Del cine debe de
haber aprendido otra virtud clave: la de la funcionalidad del trazo
narrativo y el manejo preciso de sus distintos tiempos y climas, para
crear imágenes visuales imborrables por su pulsión emocional y su
irresistible seducción. Sus textos están hábilmente modelados por un
designio artístico, pero de un modo casi invisible para crear efectos
que enriquecen constantemente el relato y lo impulsan, con una lógica
inexorable, hacia adelante. Más que textos en los que brillen las
palabras, son eficientes maquinarias narrativas que desatan fuerzas,
situaciones y peripecias que captan toda nuestra atención: hay en
ellas algo escondido, algo perturbador e inquietante que la narración
va revelando con cuentagotas. La maquinaria funciona gracias a un
control perfecto de los ritmos que van desenvolviendo la historia,
siempre muy veloz y directa, pero hecha con una serie de sutiles
transiciones, pausas breves y bruscas aceleraciones.
El tercer botón de la
camisa
Fonseca narra a
través de un continuo cambio de focos, perspectivas y texturas, a
veces dentro de una misma secuencia o párrafo, como jugando con el lector. Todo lo
accesorio o conectivo entre una escena y otra ha sido eliminado o
reducido drásticamente en favor de una fluidez en medio de
sobresaltos. Sus relatos suelen estar intensamente dialogados, pero
los interlocutores no se identifican con los habituales guiones ni con
las acotaciones convencionales ("dijo X" o "contestó Y") ni con las
indicaciones del modo o gesto que acompañan el acto verbal: al autor
le bastan las comillas para indicar el paso de uno a otro
interlocutor, que se define por su dicción sin que el narrador
intervenga. Y si súbitamente otro personaje interviene en el diálogo,
no siempre tendremos aviso previo: lo sabremos por las reacciones de
los otros.
Los personajes
hablan directamente, pero también a través de cartas, confesiones
policiales, documentos, grabaciones, etc., lo que nos permite advertir
la discrepancia entre sus reales intenciones o actos y lo que declaran
a terceros. Fonseca trabaja ávidamente con esa duplicidad moral y
revela un conocimiento íntimo de los tejemanejes del mundo judicial.
Ese conocimiento no sólo le viene por la vía del cinema noir y la
novela policial. Una vez, conversando con él en Río de Janeiro, me
contó que algunas de sus historias están inspiradas en diálogos
sostenidos "profesionalmente" con policías y delincuentes; me reveló
entonces la fría razón por la cual los asesinos (primero en la
realidad y luego en sus cuentos) suelen apuntar al "tercer botón de la
camisa" de sus víctimas: el impacto de la bala en el esternón lo
desintegra en fragmentos que atraviesan los órganos vitales, causando
la muerte segura.
Literatura, sueños,
erotismo
Pero estas complejas intrigas, con policías brutales y
asesinos a sueldo propios del género detectivesco, son sólo el
vehículo para examinar cuestiones de otro orden: la literatura (y el
arte en general), el mundo de los sueños y la pasión amorosa. De las
dos primeras podemos hallar testimonio en la notable novela Grandes
emociones y pensamientos imperfectos (1988), protagonizada por un
director de cine cuya búsqueda de un raro diamante y de un presunto
manuscrito desconocido de Isaac Babel lo lleva a una aventura de
espionaje internacional en la antigua Alemania Oriental. La presencia
del erotismo es dominante en toda su obra: aparece, por cierto, como
un móvil habitual del crimen, como una pulsión cuya fuerza, casi
irresistible, produce toda clase de tensiones y tragedias; su signo es
también maligno, aparte de insensato y finalmente
insatisfactorio.
El erotismo que
cultivan los personajes de Fonseca es, a la vez, excitante y
frustrante: el hombre es un depredador que ve en la mujer una presa
apetitosa, y ésta suele ser una bruja seductora que lo envuelve en sus
redes para aprovecharse de su poder, dinero o prestigio social.
Prostituta o dama de la alta sociedad, las apariencias femeninas
cambian, pero no la relación sexual, siempre envenenada por algún otro
tipo de interés o expectativa. Aun las parejas que aparentemente lo
tienen todo albergan, al fondo, una terrible falla moral que las lleva
a un desenlace violento. El amor es también de alto riesgo porque
exige que los amantes sean conspiradores, víctimas o
ejecutores.
Una parodia
criminal
La constante
sensación de peligro mortal sobresalta continuamente al lector que se deja atrapar por el vértigo de la acción planeada por Fonseca. Eso se
puede comprobar en dos de sus libros de cuentos más recientes:
Historias de amor (1997) y La Cofradía de los Espadas
(1998); el primero incluye una novela corta que tiene un extenso
título: Del fondo del mundo prostituto sólo amores guardé para mi
puro, publicada en 1997. Me ocupo ahora de este volumen. Quien lo
abra esperando encontrar historias sentimentales o románticas se
llevará una gran sorpresa: el amor en Fonseca es más bien la obsesión
de destruir al otro. De los siete textos que recoge Historias..., sólo
uno ("Viaje de bodas") resulta frustrado, quizá por un afán de
estridencia, para provocar nuestro asco; pero los otros son
espléndidos. Algunos, como "Betsy" o "Ciudad de Dios", son brevísimos,
y eso agudiza la brutalidad de su impacto. Pero me concentro en dos
relatos fundamentales para apreciar el arte de Fonseca: "Carpe Diem" y
la mencionada novela corta Del fondo del mundo...
El primero es un
relato cuyas cuarenta páginas son fáciles de leer en pocos minutos por
la extraordinaria velocidad de su desarrollo. Por ese rasgo, su fuerte
cualidad visual y el hecho de estar escrito casi exclusivamente como
el diálogo (más cartas y mensajes telefónicos) de una pareja de
amantes clandestinos parece casi un guión de cine, y es posible que
ése haya sido su origen. El cine es, además, la constante referencia
de los planes y fantasías de ambos (sobre todo de ella, que ve al
menos una película al día). La acción es una especie de parodia de
famosas películas de misterio, crimen o acción, con el ingrediente del
humor negro. Dependiendo de lo que les parezca más práctico y
ventajoso, la pareja planea alternativamente la muerte del esposo de
ella o la esposa de él, y discuten - sin pestañear siquiera- quién
puede hacer mejor el trabajo.
Sus diálogos son
brillantes, ingeniosos, cínicos; el amor y la muerte son para ellos un
juego excitante que los atrae por los riesgos que corren; en algún
momento él dice: "No hay marido que no haya alimentado ese sueño,
matar a la mujer". La intriga se complica en cada página, y más cuando
ella se entera de que también la está persiguiendo alguien para
matarla. La forma como se desenreda esta maraña de intrigas es a la
vez electrizante y cómica.
FICHA
Rubem
Fonseca
"La cofradía de los espadas"
Editorial Norma. Colombia. 2001. 124
páginas.
"Y de este mundo
prostituto y vano sólo un cigarro quise entre mi mano"
Editorial Norma. Colombia. 2001. 100
páginas.