En la pintura de Couve, de la conjunción inhabitual entre
sensualismo en el uso del material y voluntad ascética, nace el
lirismo peculiar que muestran los mejores momentos creadores
suyos
por Waldemar
Sommer
No suele darse en arte la doble militancia. Mucho menos
frecuente resulta destacar en disciplinas artísticas tan disímiles
entre sí, como son la pintura y la literatura. En este último caso,
más raro todavía es que el gran escritor logre relegar los aspectos
narrativos del cuadro y los someta por entero, como siempre debe
ocurrir, al dictado de los valores plásticos. Unas y otras
circunstancias se hacen patente en las telas de Adolfo Couve
(1940-1998).
..........En ellas, el tema se
convierte nada más que en un pretexto para volcar, a través de los
estados de ánimo del autor, su visión sensorial e intuitiva del modelo
escogido. Este, en su caso, no puede mostrarse más mínimo, más
cotidiano. Pero cómo potencia la presencia particular de cada uno:
paisajes de cielos nubosos; bandas de tierra, arena y mar; el peso de
la atmósfera, saturada de humedad, sobre un impreciso balneario al
mediodía; casas que se escalonan bajo la bruma; bodegones muy simples,
cuya fruta protagónica empieza a exhibir el estrago implacable del
tiempo; la figura humana siempre quieta, meditabunda, solitaria;
grupos de dos o más hombres, amalgamados por un sutil claroscuro
sicológico.
..... Cada uno de esos asuntos
los vierte sobre el lienzo con trazos sensuales, a la vez anchos y con
el pigmento bastante diluido. Logra, en las distintas ocasiones,
soluciones luminosas y un equilibrio cromático admirables. Dentro de
la coloración global del cuadro, además llega a hacer vibrar con
intensidad un tono dominante. Se suma en la factura a un sólido y bien
pensado vigor estructural -ni la mancha pequeña queda afuera del
control de las formas-, una espontánea soltura
en el obrar, un
dejar correr el pincel por encima del soporte rectangular.
..... No obstante lo anterior,se
advierte aquí una voluntad de austeridad, de un ascetismo que, en el
fondo, parece corresponder a anhelos de trascendencia, en una búsqueda
de vías de redención. De esa conjunción inhabitual entre sensualismo
material y necesidad de vuelo más allá de la realidad tangible nace el
lirismo, desbordante y peculiar, que exhala de los mejores momentos
creadores del pintor.
..... Cabe al espectador
preguntarse, en cuanto al fundamento estilístico de Couve, cuáles
pueden considerarse los puntos de partida y de llegada de su
producción plástica. Como pasa con todo artista, se descubren a lo
largo de su obra ciertas influencias determinantes, en progresiva y
rápida asimilación. Así, la adhesión a Burchard, su maestro chileno,
el rescate de alguna proposición formal del impresionismo, el
paradigma intimista de Bonnard, las añoranzas del realismo francés de
la segunda mitad del siglo XIX componen la piedra de toque de esta
pintura.
..... Pero todo aquello surge
impregnado por un fuerte temperamento expresionista, capaz de
arrebatos profundos, aunque aparecen éstos, en las telas, controlados
férreamente. Incluso late, desde la interioridad del cuadro, una
violencia emocional, acaso nacida del enfrentamiento de los ideales
del creador pictórico con las evidencias impuestas por el mundo
prosaico. A esta agresividad reprimida se añade la sensación de
soledad metafísica que provocan sus lienzos. Semejante desamparo,
dentro del cual no se divisan señales concretas de esperanza,
constituye una impronta esencial, y muy de nuestra época, de la
personalidad de Adolfo Couve.
..... Esperamos nosotros, en
cambio, que su trágico y sorpresivo abandono de esta tierra sea la
oportunidad de proporcionar al público nacional una retrospectiva
completa de su labor visual. Sería interesante juzgar con ojos de fin
de siglo, y después de tanto tiempo de no mostrarse nada suyo, los
méritos que le corresponden en el competitivo panorama de su talentosa
generación. El fue, sin duda, un solitario en medio de ella
en El
Mercurio, 15 de marzo de 1998.