La
posibilidad de una isla
Felipe
Ruiz
Sí, es el nombre de una novela
de Houellebecq. Pero qué mejor titulo para graficar lo que continúa:
El martes 1 de agosto, el Ministerio de Obras Públicas, MOP, ha descartado
definitivamente la construcción del puente sobre el canal del Chacao, en
la décima región. La soñada construcción, que lleva
34 años en estudio y evaluación, excede con creces el presupuesto
asignado de US 607 millones, alcanzando la descomunal cifra del US 930 millones.
En tanto que las normas de la licitación señalan que sólo
si la concesionaria acepta cubrir las diferencias del presupuesto inicial se podría
seguir con la iniciativa, el Ministro de O.O P.P, Eduardo Bitrán, ha postergado
la empresa indefinidamente.
En otros artículos anteriores aparecidos
en la prensa local, sin embargo, hemos podido leer que existen, además
de las razones indicadas arriba, indicios que hacen sospechar en motivaciones
políticas para la toma de esta decisión. Y las razones están
a la vista: compras indiscriminadas de terrenos en el Chiloé, por parte
de grupos económicos y empresarios con alto poder adquisitivo, sin duda
hacen sospechar al menos en la inconveniencia, para algunos, de un puente que
conecte Chiloé con el Chile continental.
Entiendo que, hasta aquí,
el asunto no tenga mucho que ver con literatura. Sin embargo, me viene a la memoria,
viendo la imagen virtual del puente sobre el río, la proyección
que alguna vez Raúl Zurita imaginara sobre los acantilados. Ese descomunal
proyecto que contempla la instalación de enormes placas sobre los acantilados
de Iquique con las 12 frases de un poema. Comentándolo con él, hemos
llegado a la conclusión de que resulta una locura, tanto como podría
ser la construcción de este armatoste en el sur, un puente de proporciones
indiscriminadas e inédito en Chile, donde a lo más podemos maravillarnos
de nuestra réplica en miniatura del puente de San Francisco en Calle Compañía.
Pero es probable que a veces la imaginación de los poetas deba ser como
la de los arquitectos: sí, está la naturaleza, indomable, el mar,
infranqueable; pero también están los sueños. Y contra esos
sueños, también, no sólo la naturaleza, sino además,
y por sobre todo, la mezquindad, la perfidia, las malas intenciones.
Siempre
por sobre el dinero, por sobre los intereses particulares, la voluntad humana
podrá encontrar maneras de reivindicar espacios colectivos de mayor diversidad,
donde sea la mayoría (y no sólo unos pocos) los que puedan disfrutar
del aire puro, de la naturaleza y del país (de loca geografía),
cada vez más entregado a empresas y capitales particulares. Por ahora,
la poesía, como la arquitectura, al menos puede mostrar esos mundos posibles.
Como el sueño de Firzcarraldo, de Werner Herzog, el hombre sigue soñando.