Segunda respuesta a Morales
Felipe Ruiz
Me he tomado el tiempo y la libertad de esbozar algunas respuestas
a Morales. ¿Qué significa esto de una literatura intemporal,
una literatura sin tiempo, etérea, Borgeana, inclusive, amparada
en la luz sombría de lo infinito? Lo siento, pero para mí,
literatura sigue siendo acción, actividad presente y actitud
política frente a un mundo que hace ojos ciegos al hambre,
la miseria y la injusticia social. Si se tratara tan sólo de
"escribir", bien nos quedaríamos contentos con los
relatos homéricos y los antiguos papiros judíos. Lamentablemente,
poesía habrá y debe seguir habiendo
mientras haya una división brutal entre el hombre y su felicidad.
Dicha felicidad, me parece, no obedece tanto a cuestiones metafísicas
- que siempre nos devuelven a la parcela feliz de lo intempóreo
-, como al aquí y ahora de mis vecinos. Esos vecinos, su rostro
- en sentido levinasiano -, se interponen entre mí y mi afán
de eternidad. Debemos proseguir escribiendo porque debemos proseguir
sanando la magnitud de la miseria humana, la dimensión corrupta
de nuestros propios miedos y temores a la muerte que me espera en
la absoluta otredad. ¿Y cuál es esa otredad que tememos
tanto? En Chile, país de ricos turistas y de pobres isleños,
la otredad es siempre la medida de la diferencia, del hermano peruano,
mexicano, venezolano, del latinoamericano que nos mira con curiosidad
y fraternidad. La labor de la crítica, en este aspecto, ya
no es o no debería restringirse al campo acotado del perfil
nacional. Por el contrario, la crítica pública, cuando
menos, debería entronizar su saber en el amplio registro de
la lengua y el territorio hispanoamericano.
Así es, mi amigo, la alardearía metafísica borgeana
o eliotista (¿elitista?) no comprende que en el profundo devenir
de la lengua el territorio corrupto del habla bastarda mina la limpieza
operacional de la depuración racial y cultural. Debemos seguir,
en consecuencia, no sólo escribiendo. Debemos seguir hablando.