Sobre
la poesía "novísima" y sus comprensiones
Felipe
Ruiz
Aparecido en www.elclaneta.cl
septiembre de 2006
La poesía chilena
actual vive un tránsito desde lo que fue la mal llamada generación
novísima, hacia una zona más libre y amable de interrelaciones generacionales,
donde ya el criterio etario no juega una función predominante en la configuración
de un marco de referencias y lecturas.
Lo importante es ahora, como siempre
debió serlo, el criterio de lectura del público y la calidad, muy
por sobre las manidas "formas" de construcción de cualquier tipo
de teorías y preconcepciones escriturales. El término generación,
en tal sentido, debe ser reemplazado por un más acabado y amplio rango
de criterios que permita diversificar las lecturas, ampliar los registros, y aunar
nuevas voces.
Si la suma de voces pasa a ser una necesidad es debido a que
la época de las generaciones ha tocado su fin. Nuestras necesidades como
lectores son ahora nuevas, son las de un criterio más refinado y amplio
en cuanto a formas de distribución y marcos de referencia que, hasta hace
poco, estaba inculcado en base a los gustos y preferencias de los propio vates
poéticos, quienes nos entregaban de oído y mano los autores que
supuestamente debíamos leer.
Si la necesidad de recambio generacional
se hace necesaria es debido a que existen nuevas condiciones de producción
y marcos culturales en Chile. Estos ya no están respondiendo a una serie
de instancias curriculares específicas de inserción en el medio
cultural, sino a gustos y necesidades propias del público, y al intento
más que destacable de los jóvenes autores por desenmarcarse de los
tutelajes literarios que constituían la cream de la cream de nuestra forma
de "ser" poetas.
Ahora bien, si es posible considerar este nuevo
marco como el surgimiento espontáneo de un entramado de nuevos autores
es debido a que subsistió, en la generación de los noventa, un grupo
de autores críticos a las formas demasiado estatuidas de sus propias cotas
de creación. Autores como Antonio Silva o Gabriel Silva, por ejemplo, sirven
de ejemplo para graficar esta eclosión de nuevos nombres a una base alicaída
desde sus configuraciones más tradicionales. Estos nuevos nombres (que
en realidad no se condicen con nuevos autores, o autores jóvenes, sino
más bien con autores que se habían considerado despegados o sin
voz dentro de sus propios congéneres), sumado a los autores desligados
de su marca generacional (donde me incluyo, aunque quizás también,
a buen mérito, habría que nombrar a Rodrigo Olavaria), instan a
pensar de nuevo qué hacer y como sumar a autores que recién aparecen
en la escena literaria, y que pugnan por no repetir los errores del pasado.