Segunda intervención
a propósito de la Novísima (respuesta a Paredes).
Pablo
Paredes ha tenido el descuido y la mala ocurrencia de hacer circular un mail a
propósito del artículo anterior sobre mi deserción del comité
organizador de Poquita Fe, y sobre mi rotunda negativa a sentirme parte de aquello
que mal se ha llamado novísima generación. Descuido, digo, pues
lo mínimo que he procurado, a parte de enviar el artículo por e
mails, es también dejarlo a la vista de cualquier público lector
que quiera verla. En esa misiva Paredes me trata de "loco" y "envidioso",
a propósito de la figura del escritor Héctor Hernández. Primero
que todo, y para subir un poco el tono del debate, habría que especificar
si no es más bien lo demencial el asumirse, en una actitud francamente
megalomana, en un sitial de generación a un grupo de escritores sin ningún
reconocimiento público mayor, salvo el escueto artículo que una
vez publicara Héctor Hernández sobre una supuesta "nueva generación"
de autores y poetas, de la que no tenemos claro qué significa ni si todos
se sienten parte de tal. Es bastante más interesante ver qué está
pasando hoy en día con autores que están quedando fuera de esos
restringidos y malogrados intentos generacionales - como Antonio Silva, Gabriel
Silva, Ernesto González, y tantos otros -, que de aquellos "¿locos?"
iluminados por no sé qué sentido generacional.
En segundo
lugar, nunca he sentido envidia de nadie y me extraña que Pablo Paredes
aparezca defendiendo al personaje Hernández con esa vehemencia. Me parece
que no sólo declara con eso su verdadera adhesión a la novísima
(al parecer, Paredes sí es de la novísima), sino que además
parece querer decirme que Hernández resulta un sujeto "envidiable",
no sé en qué sentido y la verdad por qué, salvo porque quizás
en la mente de los novísimos habría que sentir verdadero rencor
por haber tenido ellos tan alto sitial. Habría que ver qué pasa
con este grupúsculo en un par de años, y a ver si realmente el susodicho
grupo puede prolongar una situación deficitaria en términos poéticos,
como es en la que nos encontramos hoy, con un stablishment cultural apaciguado,
con una literatura en grado cero, con mucha poquita fe en todos los aspectos de
nuestra vida artística. Habría que ver qué hace Hernández
y su ventrílocuo para revertir esa fuerza coactiva del sistema, a parte
de encerrarse a escuchar no sé qué música electrónica
en un bar de turno. Falta mis amigos, falta mucho, muchas ganas y más manos.
31 de agosto de 2006
Felipe Ruiz