Poesía
de Francisco Véjar
País
Insomnio
(Revista
de Libros Nº 578, El Mercurio, 5 de agosto de 2000)
Por
Armando Uribe
Leyendo este libro
de Francisco Véjar se comprueba que es un verdadero poeta chileno,
capaz de proseguir, a su manera, la gran tradición de la poesía
chilena que comienza a principios del siglo XX y que, comparada con la de otros
países, ha manifestado una excepcional continuidad en varios de sus rasgos.
País
Insomnio es una obra distribuida en tres partes, dos de las cuales -la primera
y la tercera- reúnen conjuntos que se sostienen por sí mismos, mientras
que la segunda introduce a través de "aproximaciones", como las
llama Véjar, versiones de poetas en lengua francesa que
de una u otra manera han motivado a poetas mayores, algunos fallecidos. Es el
caso de aproximaciones como las de René Guy - Cadou, que fue muy preferido
por Jorge Teillier, y, en versiones más numerosas, textos de Jean Tardieu
como El viaje sin retorno y Sombra. Este último poema tiene
un interés particular porque en cierto modo describe a través de
un texto ajeno lo que contiene País Insomnio. Dice Tardieu - Véjar:
"Franja
invisible
temblorosa de secretos,
el ausente que te ruega
y te ha
conducido
bañado en su sombra
a través del día,
unido
en silencio
a todas las hojas,
a todas las piedras
y a todos los tiempos,
¿no es siempre
esa vastedad de Ti mismo
donde te has perdido?".
El
interés por lo invisible, la ausencia, el silencio y también la
naturaleza y el tiempo, todo da cuenta de la vastedad del poeta, en la cual se
ha perdido. Pero, a la vez, el conjunto recupera ese extravío y como si
fueran hojas, como si fueran piedras, reúne los fragmentos de una pérdida
que con el libro se transforma en recuperación. Así por ejemplo,
Lo que olvidé antes de partir comienza con la frase:
"Soy
el doble que alguien ve en la multitud
a la hora del vértigo: peso
y cielo desfallecientes.
Pero cualquier cosa es motivo de alborozo".
En ese mismo poema, el autor
describe lo visto y lo vivido:
"un
payaso, un organillero, el crujido de una hoja
(…)
Cualquier cosa debería
contentarnos
el vapor de una taza de café,
(…)
una postal llegada
desde Europa".
Y termina:
"hay algo subterráneo en Santiago,
rostros
inimaginables, muchachas rapadas, ciegos;
seres que como nosotros creen alejarse
por un instante
del frío, del miedo y de la muerte".
El
poeta no sólo describe geografías y hechos. Muchos, si no todos
los poemas de País Insomnio, contienen preguntas que a veces no
necesitan signos de interrogación. En general, se refieren a grandes asuntos
que me atrevo a llamar de orden metafísico, como ocurre con los poemas
a la muerte de la madre en Tala, de Gabriela Mistral; en Altazor
y otros poemas de Huidobro; en la sordidez de lo que relatan algunos antipoemas
de Parra, y en el propio Neruda de Residencia en la tierra ("Entrada
a la madera", por ejemplo). Y no cito más nombres para no transformar
esto en un examen general de la poesía chilena.
Hay, al igual que
en otros libros de Véjar, reminiscencias de canciones y música oídas
y textos leídos, como en el último poema del libro cuando escribe:
"Bajo la música del Duque y las páginas
de Vian me escondo
entre la sombra de personajes que bailan hasta desaparecer".
En general, en el total del libro, las líneas de cada verso son más
extensas que en obras anteriores del autor. Tengo la impresión de que la
respiración de su poesía se produce más naturalmente en estas
líneas extensas que en las breves, salvo en las valiosas "aproximaciones"
de Tardieu.
Con este libro, Francisco Véjar se sitúa entre
los poetas considerables que están vivos todavía en este país
insomnio, donde algunos pueden mantenerse despiertos, en vigilia, vigilantes,
y otros duermen como inanimados o como pura materia.