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Estimado Don Germán

Por Gonzalo León
(Escrita para La Nación del día 18 de febrero, pero censurada por razones editoriales).

Imaginemos una mafia, no un grupo ni una patota, una mafia a secas y pensemos cómo actuaría en un ámbito tan anodino como el literario. No hagamos mayor esfuerzo intelectual y traslademos esto al cine, más específicamente a la película “El padrino”. Pensemos a Marlon Brando ya no como ese actor que se le ocurrió hablar de ese particular modo echándose pan en la boca, sino transformemos a Brando, repito al de “El padrino”, en un tipo de 70 años, editor literario de una trasnacional, ex cadete, ex comunista, ex maoísta, ex amigo de Enrique Lihn y Antonio Avaria, ex exiliado y obtendremos como resultado al escritor Germán Marín, ese valiente hombre que insultó al insultable Volodia Teiteilboim cuando su cadáver aún estaba tibio.

Pero como en el mentado filme lo más importante era la familia, aventuremos quiénes serían parte de ella. Primero hallaríamos a los que han declarado su admiración hacia él y han besado el anillo por el cual muchos hacemos cola. Me refiero a Rafael Gumucio, Patricio Fernández Chadwick y Matías Rivas Undurraga. (Y oh, no me había dado cuenta, pero hasta acá van sólo conspicuos apellidos.) En este momento habría que detenerse y recordar aquella frase del padrino: “No es personal, son negocios”. ¿Cuál vendría siendo el ámbito de los negocios de este clan llamado mafia Marín? Como diría el poeta Carrasco, partamos por la Universidad Diego Portales y sigamos en un largo tour por “The Clinic”, Cultura de “LUN”, buena parte de los periodistas de cultura o críticos literarios y, cómo no, mi editor en Libros La Calabaza del Diablo.

Cualquiera diría que estoy paranoico y puede ser que sea cierto. Pero a mí me gustaría creer que Germán Marín -el gran escritor que quiere el Premio Nacional de Literatura con esa hambre que sólo tienen los chacales- fuese mi padrino y me ayudara en esta dura y larga labor que es la escritura. De este modo, si aceptara esta petición, don Germán, todos los que dicen que soy un escritor maldito, que me jacto de mi alcoholismo, que intento epatar a las viejas juliadas, pondrían estas características como virtudes y me convertiría en un… ¡Rafael Gumucio! O quién sabe, si tengo suerte, en un Max Marambio.

Don Germán, estoy dispuesto a besar su anillo y a convertirme en el asesino de su mafia, pero no en cualquiera asesino, sino en el de los trabajos difíciles. Si me ayuda, cualquiera que se meta con usted estará acabado, literalmente hablando, ya que dispararé desde esta tribuna contra sus enemigos, que no deben ser pocos luego de lo del incidente con el cadáver del señor Teiteilboim.

Sé que estoy personalizando esta columna a modo de carta a usted, don Germán, y no me importa, porque me comprometo desde este lugar a trabajar por su merecido Premio Nacional y, si por esas cosas de la vida (hablo de sus enemigos del Partido Comunista), no se lo gana, ya inventaremos otro que le dé el prestigio que ya tiene y que no necesita. Porque hay gente que cree, ilusamente, que usted, mi don, se prestigiaría con un premio, y eso no es así, porque sólo usted es capaz de prestigiar cualquier galardón, tal como lo hiciera Neruda, Mistral y Yuyunis Navas. Usted está en ese nivel, y no digo más por temor a las consecuencias. Tenga a bien recibir mi petición en la próxima reunión de familia.

gozaloleon.blogspot.com

 

 

 

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Por Gonzalo León.
(Escrita para La Nación del día 18 de febrero, pero censurada por razones editoriales).