LA LITERATURA COMO MALENTENDIDO
Por Gonzalo León
La Nación, 17 de marzo de 2008
La leyenda cuenta que el escritor español Miguel de Unamuno estaba dando una conferencia y de pronto comenzó a hablar de Chaquespeare para referirse a Shakespeare. La concurrencia comenzó a burlarse de él por su mala pronunciación. Al darse cuenta de esto, Unamuno continuó toda la conferencia en perfecto inglés, lo que dejó al público con la boca abierta, literalmente.
La anécdota pertenece a mi profesor de castellano del colegio, Salvador Pereira, y en realidad no sé hasta hoy si sea cierta. No obstante, sirve para hablar de lo que no se entiende o, si así lo prefieren, de los malos entendidos. Hace un tiempo la escritora Diamela Eltit dijo en una entrevista que, detrás de esa afirmación de que “no se entiende mi literatura”, existía una discriminación o una intención de no entender. He leído dos libros de Diamela –“Vaca sagrada” y “Emergencias”– y curiosamente los entendí y los disfruté; sin embargo, debo confesar que las primeras páginas “Lumpérica” me pasó lo contrario y no caché nada. Pudo haber sido el día, mi estado mental, no lo sé.
Cuando Diamela –la llamo así por el derecho que me da haber hablado una vez con ella– señaló que “no entender” implicaba discriminación, demostró desconocimiento sobre lo que se trata realmente la literatura. Porque literatura es un malentendido que se establece entre el escritor y el lector, entre lo que intenta decir un autor y lo que está escrito en una obra. En otras palabras, siempre habrá un “no se entiende” en literatura, ya que es imposible que una propuesta literaria se comprenda en su totalidad. De suceder esto, hablaríamos, como bien dijo Ricardo Piglia en su última visita a Chile, de periodismo y no de literatura.
Pero nunca faltan los ingenuos que tratan de comprender un libro basándose en el proyecto de obra de un escritor, como si ese proyecto fuese una especie de mapa, en donde se pudieran encontrar las claves para llegar al tesoro de Catulo, Hemingway, Carver, Neruda o cualquier otro. Y es verdad que siguiendo el mapa uno puede hallar monedas y joyas, pero lo más valioso jamás estará allí, hablo del tesoro. En otras palabras, cada buscatesoros encontrará algo distinto. Porque literatura, al ser un malentendido, es también la afirmación de una subjetividad, y esto nos remite al terreno de lo no tangible, de los sueños, en fin de lo espiritual.
Por esto mismo yo o cualquiera puede tener los libros de su escritor favorito, ¡todos ellos!, incluso puede ser el familiar que posea los derechos, por ejemplo, de Enrique Lihn, pero lo que no vas a tener nunca es la literatura de ese escritor o poeta, porque nadie puede ser el propietario de un malentendido o de la afirmación de una subjetividad. Sería como ser dueño del aire en el mundo o en mi mundo particular.
Desde este punto de vista habría que mirar a cada libro como una Biblia o Corán. Dependerá de la fe de cada uno su interpretación y nadie podrá adjudicarse la verdad absoluta, porque para tenerla habría que ser Dios. La crítica literaria, los estudios de género aplicados a la literatura, el comentario de libros o el pelambre puro son sólo aproximaciones de un camino que sólo lleva al abismo. En este punto todos podríamos ser el Coyote cuando persigue al Correcaminos. Y ya sabemos lo que sucede cuando el Coyote llega al abismo.
Gonzalo León
gozaloleon.blogspot.com