La
ola muerta de Germán Marín
La
máquina sin tiempo
Por
Rafael Gumucio
Babelia, 24 de febrero
de 2007
La ola muerta de Germán
Marín (1934), premiada por la crítica chilena como la mejor
del año pasado, transcurre, como la mayor parte de las novelas de Marín,
en muchos tiempos a la vez. La novela cuenta la vida de un adolescente mal ajustado
con la vida (de nombre Germán Marín), que se ha hecho expulsar de
la escuela militar para intentar volver a empezar su vida en Buenos Aires. Esta
historia, en que se suceden ritos masturbatorios y pequeñas crueldades
estivales, es interrumpida, comentada y cuestionada por otro Germán Marín,
un hombre de cincuenta y tantos años,
exiliado en Barcelona, que pasa sus domingos viendo gente pasar en la estación
de Sants. Y todo esto es a su vez comentado por el profesor chileno-mexicano Venzano
Torres, quien a través de notas al pie de página contextualiza el
relato.
La novela (que forma con El círculo vicioso y Las
cien águilas un solo gran ciclo novelístico llamado Historia
de una absolución familiar, en editorial Sudamericana) es entonces
al mismo tiempo una novela de aprendizaje, un diario de vida descreído
y fatal y una reflexión académica sobre la obra de Germán
Marín que estamos leyendo en vivo y en directo. Un juego de espejos que
de alguna manera logra ser el reflejo completo de la personalidad de su héroe.
El joven que se va de su casa soñando con Europa y la literatura, y el
señor maduro que, convertido en editor y viviendo en Barcelona, desconfía
de las letras, de Europa y de cualquier asomo de salvación. Por en medio
están los años sesenta, la unidad popular, y el golpe de Estado,
el agujero en el centro del pozo alrededor del cual el relato de vez en cuando
se asoma espantado para con más miedo aún huir y seguir mordiéndose
la cola a sí mismo. No hay salida. Con paciencia Marín se dedica
a destrozar toda nostalgia por la juventud, por los años cincuenta, por
la paz de entonces, encontrando en medio de esta pretendida paz todas las señales
de la guerra que vendrá.
La vida y la obra de Germán Marín
es un desafío al tiempo. Cuando el resto de su generación (él
nació en 1934) publicaba ruidosamente, Marín masticaba lentamente
esta trilogía de más de dos mil páginas. Empezó a
publicar en los años noventa al mismo tiempo que jóvenes veinte
años menores que él. A destiempo, en una época más
bien dada a los relatos lineales de frases cortas, Marín recuperaba las
ambiciones faulknerianas y conradianas de los jóvenes de su tiempo. Largas
sentencias que dan vuelta sobre sí mismas, citas y reflexiones continuas
sobre el arte de escribir. En Marín vuelve a vivir toda la ambición
de la literatura latinoamericana de los setenta, sin ninguna de sus solemnidades.
Marín ha evitado cuidadosamente caer en la melancolía posrevolucionaria
de los escritores de su generación, y la mezcla de humor, curiosidad y
ambición literaria ha convertido paradójicamente a este investigador
del pasado en uno de los escritores más seguidos y admirados por las generaciones
más jóvenes.