Dos
libros sobre Gabriela Mistral:
Llenando
vacíos
Por
Grínor Rojo
Artes y Letras de El Mercurio
Se
comentan dos libros sobre Gabriela Mistral, uno de Ana Pizarro y otro de Susana
Münnich, acerca, respectivamente, de su relación con Brasil y de algunos
aspectos de su poesía.
Gabriela Mistral es el
escritor chileno sobre el que se discute más. No pasa un año sin
la publicación de cuatro, cinco o más libros de/sobre ella y su
obra.
Es porque la atracción es doble: es la de Lucila que se convierte
en Gabriela, aunque tal vez sin dejar de ser Lucila (y sin contar con otros alegatos
sensacionalistas de los que más vale no acordarse...); y es la de una obra,
prosa y poesía, que se lee y se vuelve a leer, de maneras distintas cada
vez, y tanto que a veces da la impresión de que esas lecturas no estuviesen
empeñadas en la descodificación de las mismas grafías.
Digo
esto porque en los últimos meses han aparecido varios de esos libros. Uno
que recopila textos en que ella habla de sí misma, de Cecilia García
Huidobro, otro de María Ester Martínez Sanz y Luis Vargas Saavedra,
que completa (y reinterpreta, claro está) la correspondencia de la poeta
con Manuel Magallanes Moure, un tercero que hace lo suyo con los escritos periodísticos,
éste de Floridor Pérez, el habitual de Jaime Quezada y dos más
de crítica, que son aquellos a los que yo quiero referirme en esta nota
debido a que llenan vacíos que eran, que son y que lo más probable
es que sigan siendo importantes. Cuando se trata de los grandes escritores, es
cosa bien sabida que los vacíos no se llenan jamás.
Brasil
El
primero de los libros en cuestión es uno de Ana Pizarro y se ocupa de la
relación de Gabriela Mistral con el Brasil, algo acerca de lo cual había
hasta ahora muy pocas luces pese a hallarse vinculado con una etapa crítica
de su vida. Mistral estuvo allí en 1927 y en 1937, pero cuando se instala
realmente es en el 40 y hasta el 45, huyendo de la segunda gran guerra. Primero
en Niteroi y más tarde en Petrópolis, en el N° 60 de la Avenida
Duarte Macedo. En esa casa se envenenó su hijo, Juan Miguel Godoy, Yin
Yin, y ahí estaba cuando le llegó la noticia del "premio S",
como diría después. Pizarro nos suministra los detalles acerca de
lo que significó para ella el suicidio del hijo, pero sobre todo procura
develar el misterio que rodea al muchacho, por momentos con los guiños
de una pesquisa detectivesca: "Me ha interesado su orfandad, su marginalidad,
su olvido [...] va surgiendo así el rostro claro, sus rasgos de origen
chileno nortino, la pronunciación afrancesada del portugués, del
español, la nariz un poco aguileña, el dorso mínimamente
curvado, su actitud silenciosa, siempre deslizándose de un borde a otro,
nunca situándose en el centro, discreto [...] una tumba abandonada hace
muchos años, en la parte alta, cerca de un muro [...] El señor moreno
comienza, como jugando, a remover la tierra elrededor de la cruz, y de pronto
van apareciendo las letras: Juan Migu Godoy. Nos recorre un escalofrío;
allí está". Fue en realidad tan gravitante esa muerte en la
vida de Mistral que, como lo comentaría posteriormente Palma Guillen, su
amiga mexicana, ella partió su vida en un antes y un después.
Y luego vino lo del Nobel, del que Mistral se enteró, según cuentan
algunos, sola en la casa de la Avenida Duarte Macedo y escuchando la radio.
Pero
había que mostrar también la importancia que tuvo el Brasil para
la producción literaria de Gabriela y en Chile nadie mejor que Ana Pizarro
para hacerlo. Ella, que es una chilena que conoce el Brasil profundamente, sus
habitantes, su cultura y, por cierto, su literatura, es capaz de argumentar y
con buenas razones sobre la influencia del nacionalismo ruralista brasileño
en la redacción del Poema de Chile, sobre la estrecha amistad de
Gabriela Mistral con Cecilia Meireles y Henriqueta Lisboa, sobre su cercanía
con Mario de Andrade y Ribeiro Couto y en general sobre su "comunión
de espíritu" con la intelectualidad brasileña de aquella época.
Un
capítulo especialmente interesante de Gabriela Mistral. El proyecto
de Lucila, porque toca en un asunto poco investigado hasta la fecha, es el
que tiene que ver con Mistral y las vanguardias.
Leer
poesía
Por su parte, Susana Münnich lee la poesía
de Mistral, y la lee a concho. Conocedora de la mejor crítica existente
sobre la autora, dialoga con esa crítica, la aprueba y la desaprueba desde
su lado de la cancha diciendo que para ella "Mistral es en primer y segundo
lugar una poeta y por eso me parece que la pregunta que precede a todas las otras
es ¿cómo leer sus poemas?". A esto la autora añade:
"Por leer poemas entiendo esa larga tradición que va de Pellicer,
leyendo a Góngora, pasa por
los críticos estilísticos, destacadamente Dámaso Alonso leyendo
la poesía del Siglo de Oro y llega hasta Rifaterre y Lotman". Y concluye:
"Intentaré, entonces, leer poemas completos, por cierto no todos los
de Mistral, pero sí aquellos que tocan directamente los cuatro temas que
me he propuesto trabajar en este estudio".
Esos temas son "el
oficio de escribir", "madre", "amor" y "dolor",
esenciales sin duda en cualquier exploración mistraliana y ellos dan origen
a sendas secciones del libro de Münnich. Su crítica parte de la convicción
de que en la poesía de Mistral existe un "modelo" cuya trayectoria
puede seguirse y "al cual tentativamente denominaremos 'mujer poeta'".
Es decir: "una voz que presupone una sujeto poética que ha escogido,
con dolor, con renuncia, pero sin vacilaciones, una dirección en la vida".
En esto, la coincidencia de Münnich con Pizarro no puede ser mayor.
Poemas
que Münnich trabaja con morosidad y lucidez son en la primera sección
el "Poema del hijo", "Todas íbamos a ser reinas, "La
flor del aire", "La otra", "la bailarina" y "El
regreso". En la segunda, "La mujer fuerte", "La mujer estéril",
algunos poemas de Ternura y otros afines (el terrible "Que no crezca",
por ejemplo), los poemas de la sección "Muerte de mi madre",
de Tala ("La fuga", por supuesto), y "Agua" del mismo
libro, en tanto que de Lagar escoge "Ceiba seca" y de Lagar
II "Electra en la niebla". También le interesa a Münnich,
en este contexto, el Poema de Chile. En la tercera sección, reciben
su atención preferente algunos poemas de Desolación ("Ruth",
"Dios lo quiere") y otros de la serie de las "Locas mujeres"
("La abandonada, "La desvelada"). Y en la cuarta, "La cruz
de Bistolfi" y los poemas de "Alucinación", de Tala.
Crítica educada, aguda, acuciosa y nada complaciente, la de Susana Münnich
termina dando forma a una colección antológica y haciendo así
una contribución de calidad a una bibliografía crítica que
crece y crece sin descanso pero no siempre con el mismo valor.