Respuesta
a Leonardo Sanhueza a propósito
de
Gabriela Mistral
Por
Marcelo Pellegrini
Resulta curioso y descorazonador
leer la
nota de Leonardo Sanhueza sobre la reedición de Lagar,
de Gabriela Mistral, hecha por la Universidad Diego Portales. Curioso porque,
a pesar de que se trata de un informe meramente periodístico, es decir,
escrito para un público lector que tal vez no posee grandes conocimientos
sobre la poeta o la ha leído muy poco, señala cosas con una liviandad
que su admirado Rosamel del Valle, autor de crónicas periodísticas
de primera categoría, algunas de las cuales Sahueza reunió en una
muy cuidada edición, hubiese lamentado. Descorazonador, además,
porque, si Sanhueza representa al menos un segmento de la "crítica"
chilena, lo que
se hará a propósito de la poesía de esa autora no promete
nada bueno. Por ejemplo: decir que la inminente llegada de los papeles inéditos
de Mistral a Chile ha "motivado toda clase de pataletas y ramplonerías"
por parte de ciertos personajes burocráticos chilenos es, a su vez, ramplón.
Y no sólo eso: es también irresponsable. Otra cosa: decir, como
al desgaire, que Lagar es "acaso la cumbre de la obra mistraliana"
es una pataleta crítica. ¿Cumbre respecto de qué? ¿Respecto
de Tala, por ejemplo? Otra más: en Lagar, la poeta se encuentra
"a menudo disfrazada de simple espectadora del paisaje latinoamericano",
y es bajo esa condición que libra "una batalla introspectiva, autobiográfica,
angulosa, y tan compleja que los poemas se vuelven vetas inagotables". Claro,
casi todos los poemas de un gran autor son inagotables -se ha llegado a decir
que tienen tantos significados como lectores, aunque esa opinión es discutible
como todas- pero los calificativos geométricos y pseudo psicológicos
que Sanhueza utiliza para calificar la "batalla" mistraliana (¿batalla
contra qué o quién?) no agregan nada a nuestra posible comprensión
de esos poemas, y, sospecho, no agregan nada a la comprensión de los potenciales
lectores. Lo de ser una "simple espectadora" del paisaje latinoamericano
revela que Sanhueza no ha leído bien ni Lagar ni, sobre todo, Tala,
libro donde ese paisaje, precisamente, se transfigura en identidades múltiples
(reconocidas por el mismo Sanhueza cuando habla de la "quebrada pluralidad
del yo" de la poeta) que son grandes creaciones de lenguaje. Mistral no sólo
mira, sino que, al mirar, transforma lo que ve y nos lo devuelve hecho otra cosa.
Esa "otra cosa" es lo que, a mi juicio, Sanhueza no se resigna a dejar
en el escondite semántico de los poemas, calificándolos de difíciles
y hasta "sibilinos". Por último, el crítico celebra que
esta nueva edición de Lagar esté "libre de estudios
tendenciosos e ilegibles". Yo, por mi parte, lamento que alguien inteligente
como él haya escrito un artículo, precisamente, tendencioso y, ya
que no ilegible, sí muy injusto.