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Gonzalo Millán (1947)
Hacia la objetividad

Publicado en Entre la lluvia y el arcoiris : algunos jóvenes poetas chilenos / Soledad Bianchi. Edit.
1a. ed. Rotterdam : Instituto para el Nuevo Chile, 1983. 281 págs.




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Después de Relación Personal (1968), mi poesía tiende a una mayor objetividad. En la breve serie de poemas del «Ouróboros» que cronológicamente sigue a Relación Personal se reduce lo sentimental y lo confesional. Allí un proceso de ensimismamiento extremo culmina en el desdoblamiento.

En mi poesía ha existido siempre una relación recíproca entre imaginación y realidad externa. Sin embargo, habrá en adelante una preocupación mayor por cosas y objetos, por lo urbano y lo material. Aunque nunca he tenido libros favoritos sino más bien atmósferas, poemas y versos predilectos, dos libros me fueron importantes temprano para la clarificación y el desarrollo de mi visión del mundo: las Residencias de Neruda y Poeta en Nueva York de Garcia Lorca. El concepto nerudiano de «poesia impura», alentó y encauzó mi preferencia por objetos y realidades tradicionalmente antipoeticas. La visión de multitudes alienadas de Lorca, orinando y vomitando gregariamente, me hizo ver la megápolis contemporánea como la concretización esencial de la sociedad industrial. Por esa época también aprendí de la obra de Rimbaud a preferenciar el uso de la identidad y a menospreciar la comparación.

Tan importantes como las obras anteriores fueron para mí dos poemas de William Carlos Williams, leídos en traducción cuando andaba por los 16 o 17 años. Se trata del conocido «The Red Wheelbarrow» y de «Between Walls». La imagen de este último poema: los trozos verdes de una botella brillando en la ceniza entre las murallas de un hospital, me sigue obsesionando todavía.

Mi atracción por la objetividad me condujo después a la poesía oriental: la poesía china y el haiku japonés. La práctica del haiku es una escuela de concentración, dice Octavio Paz. De la poesía oriental aprendí el valor de la sugestión, el humor, el uso de una forma simple pero plurivalente, y a evitar los vicios de la explicación y la reiteración.

Simultáneamente esta búsqueda me llevó a la poesía anglo-americana, a Williams primero y a su concepción del poema como una máquina compuesta de palabras, sin elementos superfluos: y más tarde a los Imagists (imaginistas), Hulme, H. D., Pound, etc... De Pound me interesó su concepto de phanopoeia (proyección de imágenes sobre la imaginación visual) y sus «Don'ts for Imagists». Pero a su imagen ideogramática demasiado fría y estética he preferido siempre la yuxtaposición más contrastante y enérgica de los postsimbolistas franceses como Cendrars y Apollinaire, y algunos expresionistas como Tralk. Por último, ya fuera de Chile, descubrí a los poetas objetivistas norteamericanos, Reznikoff, Zukofsky, Oppen, Rakosi, etc., cuyas obras estoy actualmente traduciendo al español y espero publicar pronto en una antología.

Además de la importancia dada a la imagen, he compartido con la poesía oriental y anglo-americana, en mis composiciones breves, el habla lacónica, la economía verbal, el ritmo natural, la claridad, la intensidad y la concepción del poema como un «intervalo lúcido» (como «epifanía» en el decir de Joyce), momento en el cual se concentra y cristaliza la experiencia o visión.

Sin embargo, estas técnicas a las que aporté cierto apasionamiento e ironía, de temple más expresionista, se me aparecieron muy luego como limitadas. Los momentos excepcionales donde la verdad se revela crean una realidad discontinua y demasiado excluyente. Se me dio la necesidad entonces de crear una poesía basada en el Chronos, el tiempo histórico, y ya no en el Kayros, la ocasión favorable.

Así nació La Ciudad que se inscribe en una corriente poética contemporánea de tema urbano que tiene sus fuentes en la «Horrible vie! Horrible ville!» de Baudelaire, en las ciudades de Rimbaud, Verhaeren, Apollinaire, Guillevic, en los libros de Neruda y Lorca ya mencionados, en el Chicago de Sandburg, el Paterson de W. C. Williams, el Londres de H. D., Eliot y H. W. Auden, las ciudades rusas de Maiakovski, las ciudades apocalípticas alemanas de Heym y Benn, las ciudades italianas de Antonio Porta, la ciudad chilena de Alfonso Alcalde.

El uso preferencial de la imagen autotélica (independiente) y de la metáfora absoluta procedentes de la vida cotidiana, me llevó a resolver el problema del simbolismo. La elección de objetos naturales como sírnbolos, trabajados con exactitud y precisión visual, permite lograr concreción y realismo. La impersonalidad, el distanciamiento de la poesía objetiva no significa de ningún modo un retorno a las premisas clásicas. Se trata de una objetividad contemporánea, donde la concreción, el realismo y la mecanización paradójicamente producen irrealidad, donde el caos regular y repetitivo de las dictaduras de cemento conduce a la fantasmagoría.

Creo que hay coincidencias temáticas entre mi poesía y el movimiento pictórico pop; en la elección de imágenes de medios de comunicación de masas (la historieta) y de objetos de uso de la sociedad industrial, como por ejemplo automóviles, refrigeradores, alimentos, viviendas, etc. que funcionan como símbolos de status. Además hay coincidencias técnicas, como la supresión, condensación, fragmentación, repetición, seriación. Sin embargo, creo que esta afinidad es mayor con la corriente pop inglesa que la norteamericana, ya que en la primera persiste, como en mi poesía, cierto subjetivismo. En mi poesía, a diferencia del pop, no existe neutralidad ni aceptación. Existe una visión crítica, antagonista y negadora, una rebeldía a los valores del sistema establecido. Sistema «paterialista-idealista», obsesionado por el Edipo que menosprecia la materia y está destruyendo el planeta, que maquiniza la existencia, disciplina el tiempo, hace de las mujeres y los hombres cosas y de ciertos objetos ídolos y fetiches.

El realismo irreal de la poesía objetiva da un correlato de «mirage brutal, la cité, ses gouvernements, le code», del que hablaba Mallarmé, pero esta vez enfrentado y no evadido. El poema-objeto, visual y concreto, podría ser el equivalente en el plano verbal del poema objeto de los surrealistas, y los poemas encontrados que forman parte de mi obra podrían corresponder a los ready-made de Duchamp. Las inclusiones de frases y definiciones de diccionarios, artículos de enciclopedias y fragmentos de textos especializados tienen este sentido. Esto implica que, como en el caso de los ready-made, el acto de elección y descubrimiento de los materiales preexistentes es para mi una parte importante del proceso creativo.

Por otra parte, me interesan particularmente las relaciones de la imaginación (donde incluyo la religión y los mitos) con el mundo material, fenómenos tales como el fetichismo, la reliquia, la idolatría de la sociedad actual. También la cualidad que llamo «abismante» del objeto, su irreductibilidad y misterio, en relación con la percepción y la ultrapercepción (visiones del «más allá de la materia» por medio de estados llamados místicos o inducidos por drogas). Esta investigación tiene su correlato en los estudios de la física contemporánea.

La objetividad no es deshumanizada ni deshumanizadora. La poesía es lenguaje, efectiva comunicación humana. Aunque se hable de objetos, el hombre nunca está excluido, la humanidad está siempre implícita. La objetividad tiende a reducir la excesiva individualidad. Como decía Ponge, la objetividad corrige una visión demasiado antropocéntrica.

La objetividad tiene un campo fecundo de expresión en Latinoamérica. Nuestro estado de dependencia, desde la conquista hasta nuestros días, es regido y se expresa por medio del movimiento de exportación de nuestras materias primas y la importación de productos manufacturados. Estos objetos llegados del imperio que las burguesías criollas importan, adoran e imponen como símbolo a las mayorías del continente, nos son doblemente extraños, doblemente abismantes. Desenmascarar ese objeto y nuestras actitudes hacia él es empezar a revelar nuestro verdadero ser.

Gonzalo Rojas fue y sigue siendo mi querido maestro. A él debo, entre otras cosas, la consideración de la poesía como conducta, la necesidad del creador de asumir una postura estético-moral y estético-política siempre solidaria con el hombre. Él ha señalado que la poesía «cosalista» o de preocupación material tal como aparece en la Mistral de Tala y en los «Tres cantos materiales» de Neruda, «es la mejor linea de continuidad de la poesía de Chile, signo caracterizador de la poesía nacional». La poesía objetiva no hace más que continuar esa línea.

 

 

 

RELOJ

«Los relojes cesaron
y los hombres quedaron desiertos
de movimiento y de voz.»

Carlos Pellicer


El dueño de casa da unos pasos
dentro de los rígidos pantalones,
mueve sonriendo la cabeza
de izquierda a derecha
mientras la sonriente esposa
repite un ademán con el brazo
hasta que el dueño de casa
se detiene a su lado
y sonriendo se abrazan;
contemplan cómo en un prado
los niños lanzan alegremente
una pelota a un perro y el perro
corre con la pelota en el hocico
y la deja a los pies de los niños
sin dejar de menearles
alegremente el rabo.

El reloj da la la hora y al mismo tiempo
que las manecillas de la maquinaria
descompuesta se detienen,
la familia queda sonriendo inmóvil.

 

 

CANCIÓN DEL QUE MIRA PASAR LA HORA [1]

Y pasaron micros:
Avenida O'Higgins cuatro,
Catedral-Lourdes nueve,
Estación Central-Pila Cementerio,
Plaza Egaña-Avenida España.
Abajo azules, franjaroja, el resto blanco;
rojas abajo, franja verde y arriba cremas;
cremas arriba, franja naranja, rojas abajo.
Y liebres, de las altas y verdes,
Chacra Valparaíso-Población Santa Adela,
guindas y azules grisáceas,
Plaza Egaña, dos, Recoleta.
Plaza Nuñoa-Vivaceta, siete.
Y troles: el cuatro, el seis, el nueve.
Etcétera.
Y de todos descendieron mujeres:
pelirrojas, rubias, morenas,
y únicamente tú no supiste dar
con el paradero.

 

 

NADIE

Las calles están silenciosas
y desiertas. Solamente cruzan
las sombras de los árboles.

No se oyen pájaros, bocinas
ni siquiera el motor inminente
de un auto siempre aproximándose.

Los ascensores, las escaleras
y pasillos de los edificios, vacíos.

En una cocina un charco en torno
al refrigerador que se deshiela
con sus bandejas desnudas
y la puerta abierta.

Conservada en el hielo
no hay más que una arveja
muy pequeña, redonda y verde.

 

 

A LA LUZ DE UNA AMPOLLETA ENREJADA

Una vez abierto el altar
que frigoriza un pan de molde,
carne cruda y roja de res,
botellas con leche blanca,
bananas amarillas y maduras,
entonces la familia se inclina
para bendecir la resurrección
diaria del hambre mortecina.

 

 

EDIFICIO

Aplastado contra la vidriera el hocico
aúlla un borroso ser bimano o bosteza
ya que el salvaje aullido no se oye
ni los ayes como de trapo frotavidrios
sofocados entre espinosas palmeras.

Sombras de sucios aseadores noctambulan
deambulando en sonámbulos overoles
tras los ventanales blindados de un precipicio
mientras suda por dentro el vidrio helado.

 

 

HOCKEY

La muerte canadiense
se desliza hacia mí,
rauda sobre el hielo
como un jugador de hockey
esgrimiendo
su guadaña de palo.
Yo no sé ni patinar,
yo juego fútbol, le digo.

 

 

FIRMA

La ge es una cabeza de grillo
aumentada con lupa, sin ojos,
una piedra ladeada, abajo
el mango del espejo de mano.

La o no es una o,
es una i sin punto.

La ene es una gaviota con tres alas.

La zeta, una espina naciente,
el vientre de una abeja picando.

La letra a, una azada sin asta,
el taco de goma de un zapato.

La ele un álamo, un balaustre.
La última o un huevito
del color de las uñas.

La eme un báculo, el chorro
de la fuente cayendo y subiendo.

La i el hijo, pulgarcito.

La doble ele, los gemelos.

Inconclusa.

 

 

LA CIUDAD[2]
(fragmentos)

1.
Amanece.
Se abre el poema.
Las aves abren las alas.
Las aves abren el pico.
Cantan los gallos.
Se abren las flores.
Se abren los ojos.
Los oidos se abren.
La ciudad despierta.
La ciudad se levanta.
Se abren llaves.
El agua corre.
Se abren navajas tijeras.
Corren pestillos cortinas.
Se abren puertas cartas.
Se abren diarios.
La herida se abre.

(...)

Corren automóviles por las calles.
Los autobuses abarrotados corren.
Los autobuses se detienen.
Abren las tiendas de abarrotes.
Abren los grandes almacenes.
Corren los trenes.
Corre la pluma.
Corre rápida la escritura.

(...)

13.
Llueve.
La lluvia mancha las calles.
El asfalto mojado es lustroso.
Los peatones se cubren.
El sombrero cubre la cabeza.
El paraguas resguarda de la lluvia.
Los zapatos entran en las galochas.
Las galochas son de goma.
La pelota es de goma.
La pelota rebota en el suelo.
La lluvia rebota en el suelo.
Llueve a cántaros.
Los cántaros son de barro.
La lluvia forma charcos.
En los charcos se forma barro.
La lluvia forma burbujas al caer en los charcos.
Los autos salpican.
El agua rebota en el techo.
Los techos se llueven.
Las goteras caen en tarros.
Las aguas corren por los tejados.
Los canalones recogen las aguas.
Los techos chorrean.
La lluvia golpea las ventanas.
Las gotas resbalan por los vidrios.
La lluvia moja.
La lluvia humedece las paredes.
La tierra se empapa.
Llueve en la ciudad.
Llueve en el poema.
El anciano escribe.
Las gotas de lluvia no son centavos.
Ojalá fueran centavos las gotas de lluvia.

(...)

15.
(...)

Los empresarios toman medidas.
La costurera toma medidas.
La costurera toma la aguja.
El anciano retoma la pluma.
La tinta afluye a la pluma.
La sangre afluye al corazón.
La pluma raspa el papel.
Las suelas raspan el suelo.
La pluma rasguea.
El ciego rasguea las cuerdas.
La beldad tiene ojos rasgados.
El rimel embellece los ojos.
La beldad se pinta los ojos.
La beldad lleva un conjunto de falda y blusa.
Los vehículos llevan patentes.
Toman la patente a un vehículo.

(...)

32.
(...)

Retornan las aves migratorias.
La savia despierta en primavera.
El picaflor resucita.
Avanza la estación.
El poema avanza.
El tiempo avanza.
El autor es un hombre de edad avanzada.

(...)

43.
(...)

Se han formado nuevos cuadros.
En la resistencia se templan.
Se agudizan las formas de lucha.
La aguja es aguda.
La hebra pasa por el ojo de la aguja.
El zapatero cose con hilo encerado.
La costurera hilvana.
El anciano hilvana.

45.
(...)

El zapatero clavetea.
El anciano compone un poema.
El poema habla de una ciudad.

46.
El anciano es viudo.
El anciano no tuvo hijos.
Un sobrino es el báculo de su vejez.
El poema de la ciudad es su hijo.
El anciano es un fundador.
El anciano vive solitariamente.
El anciano es un profesor emérito.
Prohibieron la asignatura que enseñaba.
Abandonó las actividades docentes.
Confinaron al anciano en una aldea.
Chile confina con Argentina.
Su confinamiento duró un año.
Muchos alumnos salieron de la ciudad.
Otros murieron.
Otros están presos.
Otros están desaparecidos.
Sus ex discipulos le escriben postales.
Cuatro letras desde los cuatro puntos cardinales.
Manuel Aránguiz desde Canadá.
Hernán Castellano desde Italia.
Cecilia Coca desde Costa Rica.
Guillermo Deisler desde Bulgaria.
Ariel Dorfman desde Holanda.
Omar Lara desde Rumania.
Hernán Lavin desde México.
Hernán Miranda desde Panamá.
Gustavo Mujica desde España.
Silverio Muñoz desde Estados Unidos.
Waldo Rojas desde Francia.
Antonio Skarmeta desde Alemania.
Leandro Urbina desde Argentina.
Cecilia Vicuña desde Inglaterra.
Al anciano le sobra tiempo.
Al anciano le van faltando las fuerzas.
El anciano puntúa.
El anciano deja la pluma.
El punto es diminuto.

(...)

49.
El sendero continúa el camino.
El camino lleva a la ciudad.
El verano continúa a la primavera.
Continúa el toque de queda.
La miseria continúa.
La represión continúa.
Hace calor.
Continúa el calor.
El poema continúa.

(...)

59.
Se aproxima la navidad.
Se aproxima el fin del año.
Se aproxima mi fin.
Se aproxima el fin del poema.
Diciembre es el duodécimo mes del año.
Diciembre cuenta con 31 dias.
El anciano cuenta su infancia.
Sacan la última hoja del calendario.
El anciano sale del claustro materno.
¡Feliz Año Nuevo!
Los cohetes se elevan.
Estallan en la noche.
Cae una lluvia de colores.
Explotan petardos.
El anciano ve la luz.
El sol ilumina la tierra.
El sol emite rayos.
El cristal es transparente.
La luz pasa a traves del cristal.
En el rayo de sol hay polvo.
La luz del acetileno deslumbra.
El brillo del sol es incomparable.
El anciano está en pañales.
El anciano abre su boca desmolada.
La leche sale de las mamas.
La leche es tibia.
La leche es blanca y dulce.
El anciano mama.
Al anciano le fajan el ombligo.
De la boca cae baba.
El anciano usa babero.
La madre es tierna.
La madre mece la cuna.
El anciano mueve el sonajero.
El anciano se orina.
Los orines son tibios.
El anciano berrea.
Mudan al anciano.
El anciano gatea.
El anciano balbucea.
El anciano se tambalea.
El anciano camina.
El anciano rompe a hablar.
Las cosas tienen nombres.
Las personas tienen nombres.
El padrino riega monedas.
Bautizan al anciano.
‘Padrino cacho’ gritan los niños.
El anciano nombra.
El anciano se llama.
La sombra sigue.
El anciano se asombra.
La sombra imita.
La sombra es muda.
El eco repite.
El silencio responde.
El anciano pinta monos.
El anciano dibuja monigotes.
Los monos se parecen al hombre.
El anciano remeda.
El anciano es ingenuo.
El anciano juega.
El anciano se pasa el tiempo jugando.
Inventa una ciudad de juguete.

60.
El anciano se mira al espejo.
El espejo repite las imágenes.
El poema es un espejo.
Los gemelos son idénticos.
Mi hermano está en el lado contrario.
Nos vestian iguales.
Yo soy contrario al gobierno.
Los hermanos no se avienen.
Uno dice blanco.
El otro dice negro.
Uno dice rojo.
El otro dice negro.

La tinta es negra.
El papel es blanco.
El anciano manuscribe.
Arruga una hoja de papel.
El anciano tiene la piel arrugada.
Los miopes usan lentes.
El anciano usa lentes.
El anciano tiene la salud quebrantada.
El anciano corrige.
La goma borra lo escrito.
Donde había un edificio deja un sitio baldio.
Un cambio de sintaxis invierte el curso del rio.
Un punto detiene la ciudad.
La tierra está inmóvil en el espacio.
El mar está inmóvil.
No pasa el tiempo.
Nada se mueve.
Los habitantes están paralizados.
Reina la inmovilidad.
Cae una nieve invisible.
Solo los dedos del anciano se mueven.
El anciano relee.
Los dedos del anciano recorren las letras.
El anciano encuentra el nombre del tirano.
El anciano borra su nombre.
Su nombre no merece ser recordado.
El anciano encuentra los nombres de los asesinos.
El anciano borra los nombres de los asesinos.
Sus nombres no se olvidarán.
A su hora recibirán castigo.

(...)

65.
(...)

La ciudad se tranquiliza.
Sepultan a las victimas.
Despejan las calles.
Recolectan ayuda para los damnificados.
Reconstruyen la ciudad.
El anciano reconstruye los hechos.

(...)

68.
El atleta alcanza la meta.
El andinista alcanza la cumbre.
A1 final de la via férrea hay un tope.
El microbus llega al terminal.
El poema llega a su término.
El anciano finaliza el poema.
Termina su vida.
El anciano testa.
El poema es su testamento.
No puede adivinarse el porvenir.
El año 2000 será bisiesto.
Febrero tiene 28 dias los años comunes.
Febrero tiene 29 dias los años bisiestos.
Será bisiesto el año 1996.
Bisiesto será el año 1992.
El año 1988 será bisiesto.
Será bisiesto el año 1984.
Bisiesto será el año 1980.

El anciano aún respira.
El anciano está en sus postrimerias.
Estos son los versos postrimeros:

Y después de ir con los ojos cerrados
Por la oscuridad que nos lleva,
Abrir los ojos y ver la oscuridad que nos lleva
Con los ojos abiertos y cerrar los ojos.

Se cierra el poema.

 

 

_________________________
Notas
[1] «Reloj» y «Canción del que mira pasar la hora», aparecieron en la antología Nueva poesía joven de Chile. Selección, ordenamiento y notas de Martín Micharvegas. Buenos Aires, Ediciones Noé, 1972. En «Canción del que...» se dan nombres de recorridos de autobuses («Micros») y troley (cuyo plural en Chile es «troles»). Las «liebres» son pequeños autobuses.
[2] Los fragmentos de La Ciudad corresponden a los diversos momentos en que en este largo trabajo se hace referencia al quehacer literario específico de escribir este texto y a1 autor que lo elabora.

* * *

Fotografía superior de Jorge Aravena Llanca, año 1968



 

 

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Gonzalo Millán (1947)
Hacia la objetividad
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1a. ed. Rotterdam : Instituto para el Nuevo Chile, 1983. 281 págs.