Lejos de los focos y las fanfarrias: el regreso de
GONZALO MILLÁN Por Roberto Careaga C. Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 21 de julio de 2024
Considerado uno de los poetas más importantes e influyentes de los 70 y 80, el autor lleva años prácticamente ausente de las librerías. Es verdad que cultivaba un bajo perfil, pero en la escena cundía una ansiedad por acceder a su obra. Parte del problema lo resuelve la publicación de La ciudad y otros poemas, una antología de su obra editada por Naín Nómez que restituye su tono calmo, afilado y renovador en la literatura chilena.
De niño había juntado cajetillas de cigarros vacías o tapas de cartón de botellas de leche. Eran colecciones azarosas. Años después, en 1971, cuando tenía 24 o 25, empezó a reunir entradas de diccionarios enciclopédicos que ejemplificaban el uso de vocablos. "Copiaba y atesoraba estas frases sin ningún fin ulterior, gratuitamente", contaría el poeta Gonzalo Millán rastreando el origen de La ciudad (1979), su libro más emblemático y que respira el aliento de esas sentencias de manual: sin aspavientos y huyendo de cualquier exceso retórico, suma versos por páginas y páginas, nombrando con la mayor objetividad posible los ritmos cotidianos de una ciudad que lentamente es tomada por lo abominable. Publicado por una pequeña editorial en Canadá, con los años el poema se convertiría en una de las enunciaciones más afiladas y finas para asomarse al tono de Chile en los días en torno al Golpe de 1973.
"La poética de La ciudad es una poética constructivista. Construyo con palabras-objeto una estructura, una máquina hecha de palabras", contaría Millán, que luego de publicar el libro siguió haciéndole enmiendas para lanzar dos versiones más, aumentadas y modificadas, en 1994 y 2007. Pero a pesar de ser considerado como un título fundamental de la poesía chilena de los 70 y 80 —como Purgatorio, de Raúl Zurita; La nueva novela, de Juan Luis Martínez; Sermones y prédicas del Cristo de Elqui, de Nicanor Parra, o La bandera de Chile, de Elvira Hernández—, el libro no está disponible. Agotadas sus ediciones, hay que buscarlo en librerías usadas o consultarlo en Internet. Es más, hoy toda la obra de Millán está en la misma situación de ausencia.
Hace cuatro años, la editorial de la Universidad de Concepción publicó El viajero sin vuelta, una antología de la obra de Millán editada por el poeta Carlos Decap. La panorámica tampoco a fácil de encontrar en librerías, pero la carencia empieza a resolverse: hace unos días, LOM Ediciones lanzó La ciudad y otros poemas, una selección antológica preparada por Naín Nómez, poeta, crítico y amigo del escritor. El volumen no solo incluye completa la primera versión del clásico de Millán, sino también extractos de todas sus libros, desde Relación personal (1968) hasta el póstumo Veneno de escorpión azul (2007), un diario que llevó durante el cáncer que lo afectó y del que falleció en 2006.
"Justamente porque es difícil encontrar sus libros surgió esta antología, y también es la razón por la cual yo quise publicar entera La ciudad", cuenta Nómez. Y agrega, situando la importancia de la obra y el rol de Millán en la literatura chilena: "Creo que él es uno de los representantes más importantes de los años 60, junto con Óscar Hahn. Él cierra la llave que abre Hahn. Creo que Gonzalo lo cierra no porque sea el último, pero sí porque es una especie de puente y nexo con las promociones que vienen después. Ha sido reconocido así por muchos poetas más jóvenes No se quedó pegado en los 60, sino por el hecho de relacionarse con la imagen y con formas más objetivas de la poesía, está abriendo un camino".
La notoriedad como castigo
"La poesía de Gonzalo Millán, una de las más consistentes y lúcidas, ya no solo del panorama chileno sino latinoamericano, se erige durante algunos años como la única poesía civil frente al alud de poesía sacerdotal: es un alivio leer a Millán, que no se propone a sí mismo como poeta nacional ni como poeta de los oprimidos", anotaba Roberto Bolaño en 1995, aludiendo a más de una de las características del poeta: no solo indicaba a su voz despojada de dramatismos, sino también a una actitud que él mismo advirtió con algún humor en un poema de su primer libro, "Boliche": "La poesía pesa como una joroba. / Bajo su peso echo a caminar / estos versos que no me sustentan / a mí ni a nadie y apenas / me sirven de muletas. / Fío mi poesía y nunca me pagan. / Iluso, espero el pago de Chile".
Nacido en 1947 en Santiago, Millán fue el más joven de la generación poética de los 60, participó en el grupo Arúspice en Concepción y tras publicar Relación personal (1968, premio Pedro de Oña), solo volvió a publicar La ciudad en Canadá, donde vivió buena parte del exilio.
Regresó a Chile en 1984, para irse nuevamente justo cuando se cernían sobre él los galardones: tras ganar el primer Premio Pablo Neruda, en 1987, se fue a Holanda. "Que el foco del reflector te dé en la cara es aterrador, ¿no? Considero la notoriedad más un castigo que un premio. Es una situación catastrófica, por el desgaste y el deterioro que acarrean a la vida personal. Pienso que pasar inadvertido es más saludable. Desde el momento en que yo me considerase un poeta premiado y postulara a una renta vitalicia, organizándome un salón en Santiago, sencillamente estaría liquidado. Sería aceptar un encasillamiento. ¡Yo no estoy satisfecho con lo que he alcanzado! ", le dijo a "El Mercurio" en 1995.
Hacia esa fecha, Millán había transitado desde la poesía objetiva de La ciudad hacia un tono más expansivo. "Lo que viene después es que él se relaciona con lo plástico, con los cuadros, con el lenguaje como virus", dice Nómez aludiendo justamente al libro titulado Virus (1986), donde escribe, por ejemplo, el poema "Vacuna": "En realidad ya no escribo, / inoculo vocales, consonantes / de un alfabeto de microbios. / Vacuno con el verbo / de la verborragia, el silencio".
El reflejo plástico
Influenciado por la música concreta, el minimalismo de Philip Glass y las vanguardias de plásticas de los 60, Millán fue sumando a su producción literaria una visual: desde 1986 y hasta su muerte trabajó en el Archivo Zonaglo, compuesto por alrededor de 15 mil tarjetas bibliográficas en las que insertaba todo tipo de objetos encontrados, dibujos y diferentes tipos de collages realizados con una voluntad semiautomática. Nunca lo mostró. Hasta ahora, al material solo se puede acceder parcialmente viendo la película Archivo Zonaglo (2008, disponible en el sitio Cinechile.cl), dirigida por Diego y Pinorra Aguirre.
Cuatro años antes de morir, Millán le mostró el Archivo Zonaglo y otros materiales inéditos al escritor Alejandro Zambra, aludiendo a una nota de prensa que se había publicado recientemente y que anunciaba que el poeta regresaba tras un prolongado silencio: "Me mostró entonces sus cuadernos cosidos, llenos de notas, unas mil páginas de poemas. `Mira mi silencio', insistió, `he estado súper flojo', me dijo, `no he escrito nada', y la carcajada fue larga y liberadora", contó Zambra.
Además de esos textos, Millán publicó Claroscuro (2002) y Autorretrato de memoria (2005); el segundo es un recorrido semiautobiográfico por su vida, mientras que el primero está íntimamente ligado a la experiencia ante pinturas y obras plásticas.
Esa idea la expandió en Gabinete de papel (2008), un libro que dejó terminado antes de morir y que opera con el sistema de la écfrasis, es decir, la descripción verbal de objetos plásticos.
Alude a obras que van desde Degas a Edward Hopper, pero también haciendo de sus experiencias la escenificación de un posible cuadro: "Márchate cuando esté durmiendo: / cuando no pueda abrir los ojos / para escuchar tu partida. / No me escribas nada, en ninguna parte. / No pongas: `No fumes en la cama' / en el espejo".
Instalado definitivamente en Chile desde 1997, Millán hizo clases en universidades como Finis Terrae y Diego Portales, donde dictó cursos de literatura y autobiografía. También impartió numerosos talleres de autobiografía. Según su pareja, la poeta María Inés Zaldívar, en esos años el poeta mantenía una rigurosa aversión a cualquier protagonismo: "Él nunca estaba pensando en la posteridad. Para él, el sentido de su vida era escribir y estar satisfecho con eso que escribía. Tenía conciencia de su capacidad creativa y, por otra parte, estaba interesado en lograr tener una vida personal grata, estar en paz y rodeado de afecto. Suena un poco cursi, pero es así. Y quería crear quedando en paz con eso. No tenía ansiedad por ser reconocido ni por ser el poeta famoso. Huía de la parafernalia. Cultivaba muy genuinamente un bajo perfil muy sólido", dice Zaldívar.
Regresar sin ansiedad
Según cuenta Zaldívar, Millán dejó numerosos diarios inéditos.
Eran un laboratorio de ideas para sus libros, pero también llegaron a convertirse en textos muy precisos: cuando se enteró de que padecía cáncer, cuatro meses antes de morir, el 14 octubre de 2006, inició Veneno de escorpión azul, subtitulado "Diario de vida y muerte". Publicado en 2007, en la selección La ciudad y otros poemas Nómez incluye algunos pasajes. Otra vez, dice el editor, Millán se renovó: "Mezcla una serie de tonos. Diario de vida, testimonios y poemas que son muy interesantes. Pasa de un género a otro. Es como abrir la poesía a elementos que están trabajando hoy, y de alguna manera es un adelantado. Todo tiene que ver con la vida, todo tiene que ver con lo que me pasa", asevera.
Agotada la edición de Veneno de escorpión azul, Zaldívar (que fue quien transcribió el diario originalmente manuscrito) evalúa la publicación de una nueva versión más extensa y con nuevos elementos. Más aún, hay señales editoriales aún no confirmadas de que la obra de Millán volverá pronto a librerías. La hija del escritor, Sol Millán, es la que está en posesión de los derechos de su obra. Es cosa de tiempo, dice Zaldívar.
"Que hoy cueste encontrar sus libros es totalmente coherente con lo que él era. Los libros de Millán van a permanecer en el tiempo, más allá de que circunstancialmente no ha habido mayor presencia", afirma Zaldívar. "No tengo ninguna ansiedad al respecto. Y creo que su hija Sol es así también, no está en la ansiedad de que su padre sea reconocido. Yo creo que la buena poesía no se mide en unos poquitos años, la buena poesía permanece", concluye.
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GONZALO MILLÁN
Por Roberto Careaga C.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 21 de julio de 2024