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Canto de lo que <<viene>> por Nocturna: lugar que acoge su lugar

Nocturna, Ed. Fuga, 2013, Santiago, Guillermo Mondaca

Por Juan Carlos Vásquez


.. .. .. .. .. .

¡Ay de mí! ¿Dónde recogeré flores
en invierno? ¿Dónde
el espejo del sol
y las sombras de la tierra?
Hölderin.


*

Es tanto el viaje como hacerse cargo de ese transcurso en el que el poeta avanza como un aedo cantando las <<diferencias>>, los márgenes, las fronteras que se unen y bifurcan como Nocturna de lo indeterminado, lo jamás nombrado. Lugar que acoge las diferencias del yo lírico, espacio y tiempo que hace suyo. Sitio por el que Odiseo buscaba el retorno al hogar, pero siempre dirigiéndose a la <<al otro mar y la otra tierra>>; allí donde las referencias aguardan signar aquello que se va en el intento;  las máscaras y los sismos de la repetición devienen y la voz dispersa indica: “sueño/ lo que no alcanzo, alcanzándome/ en el límite que me cierra” (Mondaca, “VII” 32).

Nocturna es un lugar pensante, a la vez estético y real. Porque como bien señalara Max Bense, “el ser estético no se da, pues, en la condición de la coidealidad, sino sólo en la condición de la correalidad” (128). Y ese ser de la escritura existe, avanza y repleta los signos. Por lo que Nocturna es tanto lugar pensante como el esfuerzo por referir lo borrado, lo inalcanzable y la posibilidad de algo más en el límite que acoge todo lo vivo, pues “solamente está muerto lo que se mata” (Mondaca, “V” 21). Y lo muerto no tiene ciudad ni vuelta al nombre, pero sí la muerte, las máscaras, las diferencias, las repeticiones, los cuerpos y las figuras que vuelven sobre sí. Ya que todo aquello que está en la hoja tiene vida a través del gesto que es Nocturna como un texto que insiste en traer al juego lo que reclama.

Es el gesto por el que la escritura llena las casillas vacías del lenguaje como si ahora de veras el asunto consistiera en saber lo que tal signo quiere decir, lo que Nocturna quiere decir al erguirse como visión textual que apunta los muchos lados que trae a la palabra. Deleuze y Guattari ya dijeron: “lo fundamental no es tanto esa circularidad de los signos [que reclaman sobrevivir y volver a ocupar un lugar en la cadena] como la multiplicidad de los círculos o de las cadenas. El signo no sólo remite al signo en un mismo círculo, sino también de un círculo a otro o de una espiral a otra” (119) Y Guillermo Mondaca insiste: “solamente el espiral integra el recorrido/ que apresa una parte y puebla los restos” (Mondaca, “V” 22).

Los valores que constituyen a Nocturna transcurren mayormente entre los del <<afuera>> y los del <<adentro>>, ambos vitales. Ahora, “el afuera no es un espacio diferente que se abre más allá de un espacio determinado, sino que es el paso, la exterioridad que le da acceso, en una palabra: su rostro, su eidos” (Agamben 43). Donde la exterioridad es ese paso, el rostro, la idea que va del adentro al afuera para dejarse en el <<borde>>: “umbral [que] no es, en este sentido, una cosa diferente respecto del límite; es, por así decirlo, la experiencia del límite mismo, el ser-dentro de un afuera” (Agamben 44). Experiencia de la escritura como inscripción y búsqueda, “porque todo rostro se pierde en el vacío sin cara que lo sueña” (Mondaca, “VII” 29), del ser estético, vivo, lírico; ser que se reparte y vuelve para asirse en la letra diseminada. Experiencia de la idea que no se reduce a su exterioridad, y, por el contrario, gana espacio en la zona límite en que se juega el volver, la huída, el desmarque y el retorno-unión.

Queremos trazar el modo en que este texto se conforma como un <<lugar>>. Debido, pues, a que la idea de <<lugar>> no se articula como un continuum que desearía hallar partida y meta, más allá de que todo texto anhele de sí un fin, o que el poeta lo desee. No es Nocturna, en su nivel de estructura en tanto tejido significante atravesado por x significado totalizante, si pensamos contrario a lo dicho por Deleuze y Guattari, “una red sin principio ni fin que proyecta su sombra sobre un continuum atmosférico amorfo … [significado que] no cesa de deslizarse bajo el significante” (118). Tampoco la travesía de Barthes[*]. Su <<lugar>> deviene en la repetición y en las diferencias de las repeticiones.

Revisemos, por extensión, tres momentos: “soy lúcido para desposeer a mis márgenes/ y ser la unión que los acoge” (Mondaca, “VII” 34); “yo, escultor de la estructura que me contiene,/ no me voy perdiendo en la disolución, sino/ que me tallo en los despojos como el otoño/ sobre el otoño de sí mismo” (Mondaca, “VII” 31);  “es el tiempo/ de la cara desarticulada en el tiempo, el golpe/ de los ojos que no alcanzaron a abrirse” (Mondaca, “VI” 25).

En el primer caso el poeta señala un movimiento lúcido y consciente por el que no sólo desposee a sus márgenes, sino que da cuenta de una habitualidad en el <<desposeer>> marcada por la conjugación del presente indicativo –actos “reales”– <<soy>>: “soy lúcido para desposeer mis márgenes [como otras veces lo he sido o como ahora; por consecuencia, mañana]. Esta consciencia para deshacerse de los márgenes tiene conexión con el segundo fragmento: <<yo, escultor de la estructura que me contiene,/ no me voy perdiendo en la disolución, sino/ que me tallo en los despojos como el otoño/ sobre el otoño de sí mismo>>. En este sentido, percibimos que la lucidez está antecedida por un conocimiento de <<escultor>>: conocimiento del cuerpo y del alma. Esta estructura es tanto el adentro como el afuera –extensión, exterioridad, rostro/máscara, donde la pérdida no tiene que ver con la disolución –mezcla que siempre implica una pérdida de alguna de las partes–, sino con tallarse [él] en los despojos como el otoño; tallarse en las <<hojas que caen nunca borrando su origen, la huella-árbol que las delata como integrantes de la estructura mayor. En el tercer fragmento asistimos a una situación similar, sólo que relacionada con el <<tiempo>>. En la indicación: <<es el tiempo/ de la cara desarticulada en el tiempo, el golpe/ de los ojos que no alcanzaron a abrirse>>, el motivo símil radica nuevamente en la insistencia de una diferencia que no impide la unión de las zonas del ser. Zonas que transitan por Nocturna como lugar en el que algo se busca. Nocturna es tanto el espacio de la búsqueda como el lugar en el que el cuerpo (los cuerpos del cuerpo) se descubren. Sitio de salida y entrada, eco femenino como la sombra dorada del sol que no deja de hallar raíz en la materia solar, Nocturna se funda como un límite que resuena en el yo lírico en la medida que lo forma y se forma así. Cada metáfora, cada símbolo, cada figura retórica o alcance estético funciona como una repetición de esa diferenciaque es nocturna –“hay un hueco constante/ entre los labios, un aire hecho de espera/ que no pertenece al viento de lo pronunciado:/ cada fuerza que se dispone y es/ y será; el sepulcro, el cuerpo, los recintos/ que se necesitan[**]” (Mondaca, V 21).

Como acontece Nocturna –texto y lugar del poeta–, asistimos a una diseminación. A una ruptura y a una repetición de ese <<hueco>> que no conlleva un desatender a la unidad o a la unión, sino más bien, recalca dicho procedimiento y constitución del yo [la estructura] como <<zona múltiple>>, <<rostros/máscaras múltiples>> que se necesitan en el ahora y en un mañana en que será, como versa Borges, <<el misterioso, el muerto>>. No es la <<evidencia de la idea>>: el problema de la representación <<unívoca>> “que suple regularmente la presencia. Pero, articulando todos los momentos de la experiencia en tanto que se compromete en la significación …, esta operación de suplementación no es exhibida como ruptura de presencia sino como reparación y modificación continua, homogénea de la presencia en la representación” (Derrida 354). Es un <<lugar>> donde la presencia [<<que la arcilla persigue>>] se persigue en tanto que reconoce ese espacio huella que viene como un después sin dejar de ser un antes: “somos un puñado de arena/ que al caer en el espejo recompone/ la marca anterior a la sílaba …/ desarticulación de la huella que abarca la palabra nunca,/ desarticulación de la huella que rueda cerro abajo” (Mondaca, “III” 13). Lugar de lo posible y de lo inalcanzable que se orienta, como los <<horizontes>> de Hans-Goerg Gadamer, “hacia lo abierto, hacia el todo y la amplitud del tiempo y del futuro, de la libre elección y del problema abierto [hacia el reconocimiento de nosotros mismos, nuestro lugar y nuestras propias distancias-distanciamientos]” (Gadamer 106).

JUAN CARLOS VÁSQUEZ, Universidad Alberto Hurtado.
Primavera, Santiago de Chile.

 

 

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Bibliografía

- Agamben, Giorgio. “Afuera”. La comunidad que viene. España: Pre-Textos, 1996. 43-44.
- Bense, Max. “El ser estético de la obra de arte”. Antología textos de estética y teoría del arte. Ant. Adolfo Sánchez Vázquez. México: Universidad Autónoma de México, 1978. 126 – 130.
- Deleuze, Guilles y Félix Guattari. “5.587 a J.C.- Sobre algunos regímenes de signos”. Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. España: Pre-Textos, 2002. 117 – 154.
- Derrida, Jacques. “Firma, acontecimiento, contexto”. Márgenes de la filosofía. Madrid: Cátedra, 1994. 347 – 372.
- Gadamer, Hans-Georg. “Histórica y lenguaje: una respuesta”. Historia y Hermenéutica [Reinhart Koselleck y Hans-Georg Gadamer]. Barcelona: Paidós, 1997. 95 – 106.
- Mondaca, Guillermo. Nocturna. Santiago: Fuga, 2013.


Notas

[*] Dejamos afuera la estructuración heroica de Nocturna –que es distinta a la idea de travesía del texto de Barthes, pero puede confundirse en el valor tradicional de travesía como transcurso hacia un allá. Dejamos, no obstante, señalados los puntos percibidos, para quien los desee retomar en otro momento, que constituirían el carácter heroico del poema de VII cantos de G. Mondaca. Estos aparecen en I y II. A) Configuración de un ser singular y múltiple [somos el fuego…]. B) Noción de <<pérdida>>: “porque hemos perdido la semilla entre la estría del agua;/ porque algo fue despojado, lento en la respiración de la piedra” (Mondaca, I 6); “vimos cerrarse las raíces del árbol sin haber nacido,” (Mondaca, I 6). C) Definición del ser-allá: lugar del yo lírico en el viaje, en la búsqueda homérica y de Díaz-Casanueva: “por ello, entonces, hemos de ir/ hacia el rayo que cierra lo que alrededor cubre de límites…” (Mondaca, I 6); prendo mi calidoscopio en lo oscuro/ y veo al vacío, como riéndose” (Mondaca, I 6). D) Definición del retorno o el término de la misión: “volveré a mi voz cuando el yo sea eco…” (Mondaca, II 7). E) Consejos del viaje y/o despersonalización de yo heroico para aconsejar a otros: “para caminar hay que desprenderse los ojos/  de la red de figuras que los apresan,/ porque en este camino que no avanza no has de oír/ lo que te ve pasar, las vidas que te ven nacer” (Mondaca, II 8). En el III se trazan descripciones y señales de lo que luego será (…).

[**] Negrita nuestra.



 


 

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