.........SONIA GONZALEZ VALDENEGRO
 
 


La biblioteca personal de Sonia González

NARRADORA
EDAD: 43
AUTORA DE: TEJER HISTORIAS, MATAR AL MARIDO ES LA CONSIGNA, EL SUEÑO DE MI PADRE E IMPERFECTA DESCONOCIDA.

¿Qué opina usted de la escritura como terapia?
Escritura como terapia, no. Más bien soy partidaria de la escritura y de la terapia. Se complementan, a mi juicio, muy bien, aunque según Vásquez Montalbán, escribir e ir al sicólogo es una redundancia. Me atrevo a aventurar que la escritura va antes y la terapia después, en la medida que explica ciertas presencias en el trabajo literario. Eso, naturalmente, sólo le sirve al que escribe.

¿Con qué títulos usted alimenta su imaginación literaria?
Mi experiencia literaria no se nutre de lecturas particulares. Más bien es mi experiencia vital la que navega por muchas páginas y lugares. Yo he estado en las aldeas de Chejov, en la selva de Quiroga, en la habitación cerrada de Bartebly, el escribiente, lo mismo que en las ciudades inglesas de Dickens, Austen y Collins. He estado en muchos sitios y conocido a personas singulares gracias a la literatura, y me imagino que eso alimenta hasta la imaginación más reprimida.

¿Cuánta verdad de la vida hay que reflejar en la literatura?
A mi juicio, toda. La literatura, cuando no es verdad, se percibe al vuelo, y a mí no me interesa, no sigo leyendo. Pero entendamos que me refiero a la verdad en un sentido de vivencia y no a una relación de hechos o anécdotas. Estos son intercambiables. Las vivencias, al contrario, son únicas.

¿Qué autores le ha costado encontrar en una librería?
No recorro librerías en busca de autores. En mi casa están aquellos que necesito. Pero, puedo señalar que hace años busco una buena y gorda colección de cuentos de Chejov, como la que sacó Aguilar hace muchos años. He buscado inútilmente, para regalar, porque me parecen imprescindibles, libros de cuentos de Clarice Lispector y Catón el Viejo o de la Vejez, de Cicerón.

¿Cuáles son los diez títulos autobiográficos que recomendaría?
Ninguno. Me aburren los libros autobiográficos explícitos. Al principio pueden ser atractivos, pero cuando uno llega a libros como El Hombre que Hablaba, de Octavia de Cádiz dice: otra vez Bryce Echenique en lo mismo, o, respecto de Bukowski “de nuevo follando el tipo este”. Me gusta imaginar el mundo de un autor a través de sus escritos, sé que eso está ahí, en su ficción. Nadie puede escapar a su biografía. Ya lo dijo Cavafis “tu ciudad te perseguirá...”

¿Qué libros ha leído, cuya historia es tan buena, que da lo mismo la consistencia del final?
Me pasa esto con los libros ladrillo, de esos que se leen con ayuda de un atril y que cuentan historias familiares o de aventuras. Mencionaría La Guerra y la Paz, de Tolstoi; La familia Moskat, de Bashevis Singer; Los Buddenbrook, de Thomas Mann; Las Aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain. En general aquellos en que hay un énfasis en el perfil de los personajes y en un espíritu de época. También La Montaña del Alma, de Gao Xingjiang, el autor chino que ganó el Nobel del 2000. Es una de mis lecturas más recientes; creo que representa un alma, algo muy difícil de precisar, pero que borra las distancias entre el lector y el texto.

 

en La Tercera

 

 

 
 

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