Con
Gonzalo Rojas en Chillán
Que
se recaliente este planeta maricón
Por
Javier García
La Nación, Domingo 15
de Abril de 2007
Postulado al Premio Nobel, en
los próximos meses publicará en España “Gonzalo Rojas y la cuncuna
oral”, donde incluirá “Vaticinia”, poema escrito el pasado Viernes
Santo y que regala a los lectores de LCD. Aquí habla de las rencillas
literarias “picantes” y de su obsesión por dialogar con los jóvenes
de Chile. Todo, mientras hace las maletas para partir a la Feria
del Libro de Colombia.
“Van a la casa del poeta”, comenta el taxista al darle
la dirección, luego de bajarnos en la estación de trenes de Chillán.
Al llegar, una torre de vidrio se estira hacia el cielo con una escalera
en espiral que en su interior pareciera ser el faro de la ciudad.
“Pasen, pasen, él está al fondo”, dice la señora Irma, quien hace
19 años trabaja en la casa del poeta.
Gonzalo Rojas, autor de “La miseria del hombre”
(1948), Premio Nacional y otros más, como el Octavio Paz, el Cervantes,
el Reina Sofía, y postulado nuevamente al Premio Nobel, está sentado
al fondo en su escritorio. Hay que pasar tres salas como vagones de
tren para verlo, impecable con su corbata celeste.
Después de las presentaciones y conocer parte del hogar,
el dueño de casa invita un “whisky o tequila”. Gonzalo Rojas se sienta
tras un espejo, en su mano un vaso refleja el lado izquierdo de su
rostro, con su índice apunta hacia el patio y con su voz de marinero
errante
cuenta: “¿Ven ese pájaro que está allá arriba de un palo? Es el Premio
Altazor que me entregaron el 2001”. Rojas le dijo al maestro de la
casa que lo pintara de varios colores y lo dejara al aire libre.
Y como un náufrago del tiempo recuerda a “esos niños
que éramos, el Braulio Arenas, el Enrique Gómez-Correa, el Teófilo
Cid, los del año 38 del siglo anterior. El Vicente (Huidobro), este
pijecito tan simpático y altanero, pero mi Pablo de Rokha es el que
quise. Ese hombre torrencial, que se jugó la vida por la palabra.
Ahora yo me peleé con estos niños, que alucinaban con las revistas
que traía Huidobro de París. Luego vino Neruda, del que siempre he
tenido la duda de sus intenciones políticas. Una vez lo fuimos a visitar
con Juan Rulfo a Isla Negra y nos abrió las ventanas para mirar el
mar, hizo toda una ceremonia. Rulfo se tiró a una cama y se puso a
dormir”.
Rojas nació en 1917 y se vivió entera la llamada “guerrilla
literaria”. Sobre las actuales rencillas asegura que “son peleas de
perros chicos, picantes, sin peso”.
“¡LA FARÁNDULA:
VERGÜENZA HUMANA!”
El autor de “¿Qué se ama cuando se ama?” viene llegando
de México. Fue a recibir un premio y anduvo por el D.F., Chihuahua
y Cuernavaca. Allá conoció a una estupenda mujer que amarraba su pelo
a la altura de la nuca, que lo encantó tanto que el pasado Viernes
Santo le escribió un poema que tituló “Vaticinia”, y que piensa incluir
en “Gonzalo Rojas y la cuncuna oral”.
“Una señora que tiene una editorial en España me ofreció
que hiciera un libro registrando mi habla. En decir, el modo como
saco la palabra. Y como había usado en un poema la palabra cuncuna,
a ella le gustó y me dijo: yo te tengo el título de ese libro”, cuenta
el vate, y agrega que ha estado “ensimismado escribiendo”.
El próximo jueves, Rojas parte a Colombia para participar
en la Feria del Libro de Bogotá, donde Chile es el invitado de honor.
Pero ha llegado la hora de almorzar e Irma nos llama a la mesa, donde
nos esperan trozos de carne, pollo, ensaladas y longanizas de la zona.
El poeta romántico que antes de los 20 años escribió
“Perdí mi juventud en los burdeles/ pero no te he perdido/ ni un instante,
mi bestia,/ máquina del placer, mi pobre novia/ reventada en el baile”,
cuenta que de la TV prefiere ver el cable, porque “ya no se hace diferencia
entre erotismo y pornografía, y ahora con la farándula que le han
dado tanto ¡vergüenza humana a escala de planeta!”.
Y reposa sus manos sobre su cabeza calva y recuerda
cuando en 1958 organizó el Primer Encuentro Nacional de Escritores,
en la Universidad de Concepción. Los que dieron paso a los Encuentros
Americanos. “Convencí al rector que era importante dialogar, revisar
el estado de nuestros países. Me interesaba salir de la ‘criollería’,
el criollismo me parecía un abuso de confianza. Y ahí me pasaron dinero
y me fui en avión a invitar a Allen Ginsberg, Mario Benedetti, Alejo
Carpentier, Osvaldo Guayasamín, Carlos Fuentes, Ernesto Sábato...”.
Y entre los platos de lechuga y tomate sale al ruedo
Mao Tse-tung, con quien habló en la mismísima China a fines de los
’60. País al que volvió 10 años después como consejero cultural del
Gobierno de Salvador Allende. A esa fecha ya tenía su segunda obra
publicada, “Contra la muerte” (1964). Habían pasado más de 15 años
entre el primero y el segundo libro.
Pero también había pasado mucho tiempo desde que su
padre, “con el que no alcancé a hablar, me compuso un brazo que me
disloqué cuando niño. Pidió agua caliente en un lavatorio y me ajustó
el hombro, donde está mi mano con la que ahora escribo”.
CHILENOS INSUFRIBLES
Llega la hora de la sobremesa, el café. Y al hablar
de su poesía con tintes autobiográficos señala: “Yo creo profundamente
en la vida inmediata, y como decía ese niño grande que se llamó Goethe:
‘No hay poesía sino de circunstancia’. Y le pega en el clavo, porque
uno vive y se alimenta de lo que olfatea, de lo que verifica quemando
su vida”.
Y sobre la posibilidad de escribir sus memorias afirma:
“No está dentro del baile mío, pero de repente existe algo memorístico
adentro de mi propio ejercicio. Si al poeta no hay que entrevistarlo,
hijito; oírlo en su palabras, nada más. Los riesgos de las entrevistas...
del e-n-t-r-e-v-e-r, que se entreoye, pero no se ve, y al poeta hay
que verlo con los ojos y las orejas y los 25 mil sentidos. Ahora,
le tengo desconfianza a las memorias, porque es difícil seguir el
hilo de las mudanzas; en cambio, en la poesía se da”, dice mientras
caminamos rumbo a la biblioteca que ocupa una sola pieza.
“Mira, niño, acá está el Breton”, señala y muestra
una serie de cartas que le envió el padre del movimiento surrealista.
De los estantes asoman primeras ediciones que ya se las quisiera un
bibliófilo. Y ahí están los libros de su querida Gabriela Mistral.
Y sobre el boom mistraliano, producto de la inminente repatriación
de las pertenencias de la poeta desde Estados Unidos, insiste: “Ella
es una paisana insoportablemente visible y presente, y no sacan nada
con regatearla con tantas pompas y honores”.
Y ahí están Platón, Aristóteles, y aprovechamos de preguntarle
cómo ve la política por estos días. “Me gustan los pasos que se van
dando, se ha dado un salto importante en el país, y en la medida que
se atenga a la realidad iberoamericana estará más en lo suyo, pero
si se monopoliza se ‘monotontiza’, entonces se pone imbécil. Porque
la presunción y la altanería chilena no tienen par. Es insufrible,
nos creemos los mejores, incluso los futbolistas. Tenemos un par de
pesos y nos sentimos los ricachones del barrio; es para la risa, nunca
es para tanto”.
No hemos terminado de recorrer la casa. En la pieza
de un segundo piso se encuentra la famosa cama de dos espejos, de
más de 250 años, traída desde China. “Cuántos mandarines habrán sido
paridos en esta cama”, dice. Ahora el vagón de tren es un laberinto.
El poeta entra a una pieza donde está un escritorio y cuenta que desde
hace 10 años tiene metido en la cabeza la idea de recorrer el país
conversando con los jóvenes de algunas escuelas de Chile. “Ha sido
una obsesión. He estado dispuesto a viajar a lo largo del país durante
dos meses, creo que es importante el contagio, contaminar con salud.
A pesar que es tan hermoso estar en el número nueve, de renacer, de
cuando lo paren a uno, pero no me queda mucho plazo, ¿ah? Yo quise
hacer esto el año pasado. Algo hablamos con la Presidenta, pero no
se entendió mucho”.
Rojas asegura que es importante la conversa. “Yo hablo
solo desde niño. No estoy loco, creo, y no me importa. Recomiendo
la idea que se hable sin miedo al miedo”. Y sobre la muerte comenta:
“No le tengo ninguna reserva, para nada, ella es una niña que ha viajado
conmigo siempre. Recuerda que uno sale llorando cuando nace. Ella
está al lado”.
Y desde el país “longilíneo” llamado Chile, como lo
llama, se asoma al televisor para tantear cómo anda el mundo. “Esto
que le han dado con el recalentamiento de la Tierra... Eso es bonito
también... Es bueno que se recaliente este planeta maricón, que se
haga hombre de una vez”.
* * *
VATICINIA
(Fragmento)
-con música de Mahler-
Ay vaticinia mía de Monterrey (y excusa el neologismo por no
insistir
en eso de visionaria) ay pelo tomado
en la nuca de oro que yo no más me sé de donde mana
torrencial toda la hermosura
de la figura, ay
precipicia mía, ¿y entonces?,
¿entonces qué?, ¿quién?, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿dónde? Ni Safo
de Metilene, ni Teresa, ni abeja, sagrada así nunca
diérame agua así para mi sed.
Diérame poesía así, hembraje así, oleaje, cuerdas
vaticinias libérrimas así altas, austeras
con sangre, sangre fresca de mujer y
sílabas, mi Dios, sílabas
distintas, de otro acorde, y al fondo algo, algo, otra versión
del Génesis en corintio, en gálata, en
de repente Mahler, ¿en quién más?, en nadie,
en nadie nadie más, ni en cairo arameo ni
en parpadeo, ni en este Viernes Santo
que es el último de los míos, (la
de Magdala me oiga), idos
los idus de abril según hilaban velocísimas
no las Parcas el tiempo sino las verdaderas
madres de los poetas que nos parieron a todos, a ti,
a mí, a Catulo al portentoso Catulo
sin olvidar, mi niña, al viejo Ovidio
arrojado al Ponto por irreal
igual que yo, por
encandilado.
Exilio, exilio, Rostock adentro, Báltico y
más Báltico, algo
sé de eso, pasa
que te amo contra los infiernos, que eres
única, eso pasa, que te amo
que eres vidente y te amo.
Gonzalo Rojas
Viernes Santo, 2007