Augusto
Effio Ordóñez, escritor.
"No
creo que exista nada más perfecto en narrativa que el cuento"
Por
Gabriel Ruiz-Ortega
Augusto Effio Ordóñez
(Huancayo, 1977) es autor del muy buen libro de cuentos Lecciones de origami
(Matalamanga, 2006). En esta su primera entrega, Effio Ordóñez
hace gala de una pericia trabajada en años que se patentiza en un estilo
cargado de imágenes y disparos simbólicos que enriquecen a sus personajes
al borde de un acantilado existencial, quienes están dispuestos en realizar
un último acto de redención que les justifique su ruta. Sin duda,
al menos para mí, Lecciones de origami es uno de los mejores libros de
autor joven peruano que he leído en años.
-
Luego de leer tu libro tuve la sensación de que los seis cuentos que conforman
Lecciones de origami te tomaron muchos años de escritura. En él
es evidente un trabajo en la densidad de la palabra que no se logra tan fácilmente.
-
La impresión de la que hablas creo se debe a dos factores. Uno,
este libro fue concebido como una unidad, por lo menos cuatro de los seis relatos
surgieron con la idea de ser contados simultáneamente, y los otros dos
se agregaron de forma tal que no desencajaran. Y eso, inevitablemente, lleva algún
tiempo. Lo otro es que mi forma de trabajo es, si se quiere, muy remolona y revisionista.
Yo no paso a otro párrafo si el anterior no me convence de cabo a rabo.
Claro que al final siempre existe la posibilidad de corregir y pulir, pero mi
primera versión de un relato es casi la definitiva, o más bien,
cada vez que me siento a escribir tengo una nueva versión de lo que estoy
haciendo que siempre es la primera versión.
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¿Cómo nace la concepción de la ciudad San Cristóbal?
-
San Cristóbal es la suma de todas las ciudades de provincia
donde he vivido o en las que he estado de paso, es todo eso y ninguna ciudad concreta
al mismo tiempo. Me interesaba tener esa presencia casi espectral del espacio
que, en gran medida, define la personalidad de los personajes. Como las ciudades
en las películas de los hermanos Coen, que apenas se mencionan pero que
explican crímenes, venganzas, apatías. En "Sangre Fácil"
por ejemplo, tú ves dos o tres locaciones de la cuidad pero entiendes y
justificas algunos actos de los personajes que sólo tienen calor, humedad
y un pantano que los rodea.
- En el cuento que
da título al volumen hay una simbología con la sangre que siente
la innominada protagonista. Y digamos que en cada uno de los cuentos estas también
se dan, como el absurdo en La última entrega de Jesús Camarena.
-
Hay una infinidad de temas que llegan a lo que uno escribe sin que
se tenga conciencia de ellos. En Lecciones ... yo tomé una idea
que venía trabajando para, en parte, exorcizarme del ambiente burocrático
y asfixiante que debo habitar por mi profesión, y lo mezclé con
una experiencia muy personal; por esos días fui a donar sangre a un hospital
público y la impresión que me dejó el cuestionario que uno
debe responder en esta circunstancia (absolutamente invasivo e impertinente) fue
el detonante para que la historia se encontrara a sí misma. En La última
entrega ... fue algo mucho más digerido, quería liberarme de
todas las horas muertas que he pasado en hoteles de paso, viajando para hablar
de cosas que no me interesan y a medida que avanzaba quise
deliberadamente convertir a ese cuento en un homenaje velado a dos de mis cuentos
imprescindibles: Silvio en el Rosedal (Ribeyro) y El extremo fantasma
(Villoro), relatos donde está presente la idea del viajero que debe "inventarse"
códigos y señales para hacer de su vida algo medianamente aceptable,
pero que termina envuelto en ellos más de la cuenta.
-
Hace un tiempo leí en un blog que daba cuenta sobre una Mesa Redonda de
Jóvenes Narradores que tus influencias estaban muy asentadas en el cine,
pero paradójicamente esta se encuentra ausente en los cuentos de Lecciones
de origami en cuanto a estructura, aunque temáticamente se dejan notar
en Un parpadeo de Gene Hackman y La conversación, en los
cuales es posible rastrear esta asimilación.
- En cuanto
a estructuras narrativas creo ser muy conservador y, además, creo que el
libro se escribió en una etapa de aprendizaje que aún no concluye.
Es cierto que algunos han logrado trasladar a la narrativa elementos propios del
cine, pero siguen siendo lenguajes distintos. Puig decía que en la novela
había encontrado el territorio donde desarrollar temas que jamás
hubiese podido llevar a la pantalla y hablaba de la concisión del cine
que se acerca más al lenguaje de nuestros sueños. Las ventajas de
la cinematografía por sobre la narrativa jamás se podrán
superar. Por eso es que es todo un logro que un libro se recuerde en función
de colores y silencios, por ejemplo, porque son atributos de la imagen que con
mucha fortuna se pueden alcanzar a través de las palabras. En el caso de
los cuentos que señalas sí, la intención era un poco jugar
con algunos tópicos de películas concretas, el cuento La Conversación
trata de desarrollar la idea de fondo de la película, una conversación
banal que tiene más de un significado oscuro; y en el caso de Un parpadeo
..., la idea del personaje de La Conversación de Coppola (Harry
Caul) como estereotipo de todos los personajes del libro: segundones, solitarios,
fracasados.
- Pareciera que las tramas descansaran
en el minucioso perfil de los personajes.
- Si se quiere, la trama
es un pretexto para contar la suerte o desventura de nuestros personajes. He intentado
que en cada relato se perciba la presencia de estos personajes de la manera más
humana posible y ojo, eso incluye que algunos sean difusos, etéreos, casi
inasibles. Otro detalle es que todos los personajes del libro tienen una "ocupación"
que de cierto modo los define, era mucho más sencillo partir de las cargas
emocionales que suponen ser un visitador médico trotamundos o un profesor
de historia de colegio provinciano a punto de jubilarse.
-
Cuando leí La última entrega de Jesús Camarena me
fue imposible no recordar Bartleby, el escribiente de Melville. A mí
entender, este es el mejor cuento. ¿Cómo nació esta historia?
-
Sin duda, el libro que mencionas será siempre un referente,
sobre todo en lo referido a la construcción de personajes y la densidad
de la prosa. Esa descripción de Bartleby que dice: "Reveo esa figura:
pálidamente pulcra, lamentablemente decente, incurablemente desolada",
es insuperable. Yo quería tener a un viajante que a la vez fuera testigo
del absurdo y víctima de una forma de vida, digamos, "informal"
que caracteriza a nuestras provincias de hoy: esos negocios superpuestos de nombres
inverosímiles, los tragamonedas sustituyendo el lugar que antes ocupaban
catedrales o capillas en el imaginario colectivo, la compulsión por cierto
tipo de entretenimiento vacío y falso.
-
La creación de San Cristóbal me hace recordar -en parte- a Matanzas
de la novela La Evasión de Christopher Van Ginhoven y San Andrés
de Hotel Europa de Luis Hernán Castañeda. ¿A qué creas
que se deba este interés por crear un espacio empírico concreto
en algunos de los narradores que han aparecido en estos años?
- Sólo
puedo hablarte de mi experiencia personal, además de no haber leído
los dos libros que mencionas, debo decir que desconfío mucho de estos vasos
comunicantes que a veces se quiere hallar entre narradores por el sólo
hecho de coincidir "generacionalmente". En mi caso tiene que ver con
mi particular condición de provinciano que nunca se halló del todo
en este pueblo pretencioso y desabrido que es Lima, fueron esos años de
insatisfacción emocional los que me obligaron a engendrar un territorio
que primero fue un espectro y, a medida que iba tomando forma, descubrí
que era la suma de todos los vicios e imperfecciones de las ciudades a las que
ya no reconocía como propias.
- Hace un
momento mencionaste que tienes un trabajo asfixiante y burocrático. En
la solapa leo que eres abogado. En ella se dice que desvisceras códigos.
En Lecciones... hay algo: el lector no es un recepcionista pasivo, está
obligado a ser activo puesto que hay cabos sueltos que tiene que armar.
- Era
una de mis preocupaciones principales en cada relato, que quien los leyera tuviese
el interés necesario en la trama para llegar hasta el final y creo que
abusé del "suspenso" y los datos escondidos, no en todos logré
el mismo resultado. La verdad es que como autor siento que mis cuentos se justifican,
quizá, por una frase, una imagen, un guiño, una cadencia, pero todo
eso se tiene que ofrecer en una envoltura más o menos sugerente. Repito,
las tramas, sus complicaciones y retos para el lector son un pretexto, para mí
el lector "ideal" no es el que puede repetir la anécdota de mis
relatos atando cabos y explicando los finales, sino el que se queda por días
dándole vueltas a un adjetivo o una reflexión que nadie más
ha visto en el texto.
- La división entre
escritores metaliterarios y escritores vitalistas a estas alturas me parece absurdo
ya que muchos de los narradores que han aparecido y están apareciendo están
en la búsqueda de una voz propia. ¿Tú qué piensas?
-
Al utilizar estas etiquetas siempre se corre el riesgo de ser reduccionista
y poco objetivo. Cuando tomo un libro no me pregunto si al otro lado encontraré
un metaliterario o un vitalista, mi único anhelo es que el libro sea bueno,
que el autor logre convencerme y conmoverme con lo que quiera que haya decidido
contar. En estos días, por ejemplo, estoy entretenido con la lectura de
Hipotermia, del mexicano Alvaro Enrigue, un libro de cuentos donde igual puedes
tener de personajes a escritores angustiados y maniáticos como a barítonos
de iglesias anglicanas, y todos desarrollados con la misma solvencia.
-
¿Algún libro de un nuevo narrador peruano que te haya gustado?
-
Me llamaron la atención en su momento Protocolo Rorschach
y Paris Personal, de Pedro Llosa y Marco García. Sintonizo con sus
propuestas, sobre todo en cuanto al tratamiento de lo que algunos llaman "lenguaje"
pero que para mi tiene que ver con la "densidad" del relato. El último
libro que he disfrutado y que me parece muy superior a cualquiera que se haya
publicado en los últimos, que sé yo, diez años, es Las
Islas de Carlos Yushimito, un libro redondo que debe tener por lo menos cuatro
pequeñas obras maestras y un gran cuento que debería estar en cualquier
antología, precisamente: La Isla.
-
Como te dije, tengo la idea de que Lecciones... lo escribiste en muchos
años. Ahora, ¿en ese tiempo llegaste a escribir un proyecto afincado
en la novela o solo has trabajado en cuentos?
- Lecciones ... estuvo
listo a fines del 2005 y su edición nos tomó casi un año.
Durante el trabajo que hicimos con la gente de Matalamanga y donde el libro tomó
otra textura yo ya estaba embarcado con otro proyecto de lo que espero será
una novela corta, pero esta novela pretende valerse de la dinámica del
cuento para cuajar. No creo que exista nada más perfecto en narrativa que
el cuento. Debe ser que básicamente soy un lector de cuentos, y digamos
que estoy condicionado para pensarlo todo en función de esa lógica.
Una de las definiciones de lo que es el cuento, de las miles que existen, que
más me satisface dice: el cuento no es la mejor manera de contar una historia,
es la única posible. De cualquier forma no tengo ansiedad por publicar
en un futuro cercano, la novela deberá tomarse el tiempo que sea necesario
para hacerse consistente, debe tener su biografía propia.