Daniel
Soria, escritor
"Lo
que escribo se nutre más, de lejos, de lo que vivo que de lo que leo"
Por
Gabriel Ruiz-Ortega
Daniel
Soria (Lima, 1971) es autor del libro de relatos
Tres heridas nocturnas. Libro que ha sabido ganarse el aprecio de los lectores
a lo largo de estos años. La literatura de Soria exuda un componente clave
para el deleite de cualquier lector: la capacidad de persuasión. La honestidad
intelectual es el espíritu que rubrica esta entrevista.
-
¿Algún libro que recuerdes con mucho afecto y que esté asociado
a tu vocación por la literatura?
- El libro que quizá
con más afecto recuerdo es Oliver Twist, que leí a los 14
años. Antes ya había leído por ahí las fábulas
de Esopo y una edición muy bonita -de editorial Losada creo- de La campesina,
de Moravia. Le había entrado también a Shakespeare pero no me enganché.
Julio César me expulsó una vez más de la literatura
en esos años previos al descubrimiento de Dickens. Ah, y no puedo dejar
de recordar, con algo de rencor, las lecturas obligatorias del manual de Carreño
a que me obligaba
mi madre. Por otro lado, tengo un idilio muerto en el camino. Un primo mío
vivió en mi casa cerca de un año y tenía regados por su cuarto
esos libros pequeños, realmente de bolsillo, que circularon mucho durante
los 70, con historias de aventuras, como de vaqueros o de gangsters. El caso es
que cogí uno al azar y me fui al cuarto de mi madre, que no estaba en casa,
a leerlo, un poco buscando un lugar íntimo y acogedor. Entré, pues,
en una historia fascinante, que casi me quitaba el aliento. Se trataba de las
idas y venidas del legendario John Dillinger. De pronto, apareció una mano
por detrás y me arrancó el libro de las manos. Era mi primo, diciéndome
que esas eran lecturas para adultos. Ahí perdí una gran oportunidad.
Espero que a ese primo le haya ido muy mal en la vida, como ya parecía
indicarlo su absoluto relajo y falta de sujeción a toda disciplina. Pues
bien, a los 14 descubrí a Dickens. Vivía esperando salir del colegio
para almorzar, hacer las tareas al vuelo y acomodarme en mi cama y aprovechar
lo que quedaba de luz de aquel invierno, para luego prender una pequeña
lámpara que me acompañaba hasta entrada la noche. Cada vez que recuerdo
esas tardes sé que la felicidad existe.
-
Cuéntame cómo se gestó Tres heridas nocturnas.
-
Como te habrás dado cuenta, no he sido para nada precoz en esto
de la literatura, tanto para leer como para escribir. Ambas actividades no las
empecé temprano. Lo que sí tenía claro desde que ingresé
a estudiar literatura es que quería escribir, pero no sabía de qué
ni de quién. Digamos que iba aplazando el momento. Ahora esos años
de mi vida, entre los 20 y 30, fueron bastante agitados, con muchas experiencias
límite. Carecía del sosiego que siempre he necesitado para escribir.
Bueno, a los 20 años hice un viaje hasta la Paz tirando dedo (de allí
salió Lo que se va a empeñar que se venda). Qué mejor
material para escribir. Pensando escribir esa historia se me ocurrió hacer
un libro. Después vinieron los otros cuentos, casi por aglutinación.
Mi esposa, que entonces era mi enamorada, ayudó mucho también, pues
los tres cuentos que forman el críptico de Tres heridas nocturnas
y un relato más, Tranquilo, Johnny, se nutrieron de historias suyas.
Como que la cosa se fue haciendo sola.
- Tu libro
se publicó a fines de los años noventa, pero se ha leído
más en los años posteriores. ¿Qué opinas de la narrativa
de jóvenes que se escribió en esos años?
- Honestamente,
hubo de todo, y mucha chauchilla también. Quizá demasiado. Creo
que se puede hacer fácilmente un balance, y negativo por cierto. Supongo
que tiene que ver con las modas. Más allá de ese fenómeno
intrínsecamente eventual que es una moda, después de esas violentas
cabalgatas no queda más que el polvo. Ahora, lo que te digo tiene que ver
con un puñado de libros que leí, de modo que puedo estar siendo
injusto. Yo no soy un experto en literatura y mucho menos un escritor absolutamente
conciente y al tanto de lo que se hace. Si habláramos de mis lecturas te
verías tentado a pensar que estás frente a un aficionado, y quizá
con razón.
- Por desgracia, a veces se ve
al humor como un recurso para tapar deficiencias de contenido y estructura. No
es el caso de Tres heridas nocturnas, pero me gustaría saber cómo
lo manejaste.
- Bueno, el asunto del humor parece funcionar cuando
no te lo propones. Digo, debe ser una de las formas en las que funciona. Lo afirmo
porque yo nunca me he propuesto ser gracioso o frotar deliberadamente el músculo
de la risa de mis posibles lectores. Quizá esto tenga que ver con que yo,
antes de atacar una historia, solo tengo una idea difusa de su discurrir. Sé
muy bien cómo comenzar y tengo algunos puntos cardinales, el resto viene
solo. La única disciplina que tengo es escribir todo lo que pueda en el
tiempo que me queda libre, después, nunca me he manejado bien con mapas
o esquemas, y no lo digo contento. Debe ser bacán y menos apremiante escribir
sobre una estructura, pero sencillamente soy incapaz. No tengo más armas
que me intuición, y ni siquiera sé qué tan potente sea esta.
-
¿Y quienes fueron los autores que estuvieron presentes en Tres heridas
nocturnas?
- La verdad, Gabriel, no lo sé. Te reitero,
lo mío es la intuición, y no porque quiera aparecer como un iluminado
sujeto a intensos raptos de inspiración, que escribe sus historias en estado
de gracia. No es así. Creo que cada escritor hace lo que puede más
que lo que quiere. Por lo menos ese es mi caso. Mis lecturas son asunto muy caótico
y desordenado. Claro, tengo lecturas básicas, pero si habláramos
de lo que conozco en cuanto a autores vigentes o, digamos, indispensables de última
hora, te daría la impresión de que estás ante un lector amateur,
aficionado. Y no es quiera aparecer como muy cool e insular, para nada.
Creo que soy un lector competente pero en ningún modo al día. Esto
de hacer literatura, para mí, es solo una apuesta al caballo que me parece
más apto para ganar, quiero decir, yo me dedico a escribir porque es lo
que mejor sé hacer. Seguramente soy mejor escritor que amigo, esposo, periodista,
hijo o amante. Y eso no tiene nada que ver con que crea que lo hago bien o muy
bien. Lo hago porque no tengo otra mejor opción como creador u homo
faber si quieres. Si hubiera podido escoger me hubiera inclinado sin dudarlo
por la música, pero te repito, uno hace lo que puede más que lo
quiere.
- Lo que sí puedo notar es que en
tu trabajo con el lenguaje es, digamos, deudor del influjo de algunos exponentes
de la generación peruana del 50. ¿Estoy acertado?
- Bueno,
sí. Debe ser porque mi experiencia como lector quedó marcada a fuego
por los libros de Vargas Llosa, Ribeyro y Carlos Eduardo Zavaleta. Recuerdo claramente
que, por ejemplo, cuantos más cuentos iba leyendo de Ribeyro más
convencido quedaba de que si existía un modo acertado de ver, entender
y mostrar la realidad, sin duda era el suyo. Con Zavaleta descubrí que
una prosa acabada y depurada puede ser también el resultado de un ejercicio
técnico. Y bueno, Vargas Llosa es el gran maestro de la mímesis.
Es un gran deicida.
- Me gustó la novela
corta Lo que se va a empeñar que se venda. Me dio la impresión
que podía desarrollarse más, la historia es atrayente, ¿por
qué lo insertaste en el libro puesto que creo que pudo formar un libro
aparte?
- Lo que sucedió con este primer libro mío
es que prácticamente llevé la empresa adelante solo. En esos días
previos al cambio de milenio la movida editorial estaba muy lejos de ser lo que
es ahora. En verdad, no había la oferta editorial que hoy vemos, con sellos
jóvenes pero que publican cosas de calidad, con mucho esmero. Fue una aventura.
Una aventura que pagué cara porque no vendí un carajo, no me reseñó
nadie, excepto un comentario por ahí en una revista que hasta hoy agradezco
y otro en un periódico de un man que no se dio el trabajo de leer todo
el libro, e incluso medio mala leche su reseña. Y por ello agradezco a
Thays la generosa entrevista que me hizo en su programa, que fue casi el único
que tuvo elogios para mi libro. Entonces, volviendo a tu pregunta, no hubo quien
me aconsejara y orientara, o en todo caso yo no conocía a nadie. De modo
que sin duda pude ofrecer algo mejor a los lectores. Básicamente, publiqué
lo que me parecía digno de publicarse. Excepto ese criterio, carecí
de cualquier otra idea. Y ese es el libro que has leído.
-
¿Manejaste un concepto para Tres...? Se le ha asociado bastante
a la literatura de viajes. No lo veo así, lo que sí noto es que
está presente un espíritu de búsqueda que parte de determinadas
experiencias que llevan a sus protagonistas a una especie de cuestionamiento interior.
-
No hubo concepto previo para hacer el libro. Se fue formando solo.
Los cuentos se fueron escribiendo y uniéndose al conjunto. El asunto fue
muy intuitivo. La verdad, para esto de la literatura solo sirvo para escribir.
Para el resto puedo parecer bastante despistado. Ahora, Lo que se va a empeñar
que se venda es sin duda una narración donde el viaje articula todo.
Es una novelita de carretera, sin duda. En cuanto a lo que apuntas en relación
de mis personajes, no lo había pensado
antes pero veo que tienes razón. Mis personajes son sujetos carentes. En
esos momentos que vivía no podía pensar de otro modo. Sabemos que
la lucidez es el camino más cierto de la insatisfacción y el desasosiego.
Quizá mis personajes crecieron en mi imaginación permeados por esa
sensación, aunque hoy, como persona y también como creador, sigo
viendo el mundo como en el momento que escribí el libro. Lo que ha cambiado
es que estoy un poco más viejo y me fío bastante más del
azar y de alguna forma de destino en la que he empezado a creer. Imaginarme demasiado
libre, preñado hasta el forro de libre albedrío, es demasiado para
mí, mucha responsabilidad.
- El erotismo
es otro de los protagonistas no nominados en Tres... ¿Te consideras
un narrador, ante todo, vivencial?
- En cuanto al erotismo que pudiera
rezumar esa primera muestra de mi literatura pasa lo mismo que con el humor. Sale
del modo natural en que narras que un personaje se lleva un pan a la boca. Echarse
un polvo o andar por la vida pensando en hacerlo es tan natural que lo raro sería
que no haya erotismo en la literatura, ¿no? En todo caso, a mí me
gusta mucho hurgar en el lado sexual de mis personajes. El sexo es para mí
decisivo. No sé si le pasa a todos los hombres y mujeres, pero es un asunto
que nos tiene en vilo a mí y a mis más íntimos amigos. Y
ya sabes, dime con quién andas… En cuanto a lo vivencial, no quisiera caer,
Gabriel, en eso de que qué queremos decir con la palabra "vivencial".
Vamos, la comunicación es finalmente un asunto de buena fe. Imagino que
pueden llamarme vivencial si les acomoda a los que entienden la palabra en el
mismo sentido que yo.
- Claro, todo libro tiene
el espíritu de muchos libros y experiencias personales, pero siempre hay
un factor que termina pesando.
- Sí. Si entendemos vivencial
en ese sentido, sí lo soy, indudablemente. Lo que escribo se nutre más,
de lejos, de lo que vivo que de lo que leo.
- ¿Cómo
ves a los nuevos narradores que han aparecido en estos años?, ¿alguno
(s) que te llame la atención?
- Creo que podemos volver a
decir "touché". Lo que te voy a decir no tiene que ver con un
canon personal, para nada. Para ello es necesario conocer buena parte del corpus,
y no es esa mi situación. Alarcón me ha impresionado gratamente.
Sus cuentos tienen eso que le da a la literatura el estatuto de medio privilegiado
para desnudar la realidad. Sus cuentos tienen hondo calado. Otro libro que recuerdo
con gratitud es París personal, de Marco García Falcón.
Cada nuevo cuento que terminaba me hacía soltar un "carajo" muy
sincero. No sé, ja, creo que no he leído más. Como te digo,
carezco por completo de una visión de conjunto. Súmale a mi desidia
el precio de los libros y tendrás la adición exacta de mi ignorancia.