"Soy
un radar, una esponja, lo capto todo"
Pedro
Juan Gutiérrez, escritor
Por
Gabriel Ruiz-Ortega
Sin
lugar a dudas, Pedro Juan Gutiérrez (Cuba, 1950) es un autor que
ha sabido ganarse el reconocimiento mundial a través de textos viscerales,
corrosivos y frontalmente honestos. Letraherido y amante de la vida. Casi todos
sus libros han sido publicados por la editorial Anagrama, títulos como
El Rey de La Habana, Animal tropical, Nuestro GG en La Habana,
Trilogía sucia de La Habana y su última novela El nido
de la serpiente tienen la cualidad de no dejar indiferente a nadie, cada entrega
suya se mantiene inalterable en la memoria de sus agradecidos lectores. Con la
sencillez que caracteriza a los grandes accedió a esta entrevista.
-
Uno de tus personajes que mantengo con fervor y espasmo en la memoria es Reynaldo,
protagonista de El Rey de la Habana. La impresión que me dejó
la lectura de esta novela es la de haber leído una versión moderna
y arrolladora de "El lazarillo de Tormes", pero al revés. Trágica
y extremadamente sórdida en todos los sentidos. El tema de la muerte como
tal ha estado presente aquí con más fuerza en comparación
a otros libros tuyos. ¿En qué estado emocional escribiste esta novela?,
¿cuánto tiempo te demandó?
- Esos dos personajes
fueron un "residuo" de la Trilogía sucia que escribí
entre 1994 y el 97. No quería escribir más de ese modo, me sentía
mal. Finalmente esos personajes me obligaron. Es
el único libro que he escrito en estado de trance total, sin saber qué
iba a pasar dos líneas después. Algo muy extraño. El Rey
caminó sólo hacia la muerte. Intenté salvarlo muchas veces,
pero él no quería evidentemente. Los últimos días
escribí llorando sin parar. Por supuesto, ese libro y Trilogía
no los quiero volver a leer jamás.
- ¿Te
fastidia que se le pueda dar a tus libros una lectura política o sexual?
- Sí, mucho porque yo hago literatura en el sentido más amplio del
término. Me alejo todo lo posible de la política, que es muy circunstancial
y no me interesa en absoluto. La literatura tiene que ser intemporal y universal
para que sobreviva.
En cuanto al sexo es sólo un modo de divertir
y entretener al lector. Otros escritores van matando gente, asesinando. Yo los
pongo a templar, que es más divertido y a todos nos gusta. Es mucho más
humano templar que asesinar. Digo yo.
- Hurgando
en tu biografía veo que te has desempeñado en muchos trabajos, siendo
uno de ellos el periodismo. ¿Esta experiencia como periodista te ayudó,
estilísticamente o temáticamente, cuando decidiste dedicarte por
completo a la literatura?
- Sí, mucho. Fue decisiva esa experiencia
de 26 años. Sobre todo en dos sentidos: el periodismo te obliga a investigar
bien y después a escribir muy rápido contra fecha de entrega, pero
jamás sentarte para sacar cositas locas de tu cerebrito. Eso no. Y además
me ayudó a controlar mucho el idioma, a ser conciso y directo y no escribir
ni una palabra innecesaria.
- Una de las tendencias
narrativas que se está viviendo hoy en las letras castellanas es la tan
mentada metaliteratura, en la que el lenguaje tiene una función primordial,
teniendo, casi siempre, a la figura del escritor como tópico central. Si
bien es cierto que eres un escritor que está en la antípoda de dicha
tendencia, no puedo dejar de mencionar tu muy buena novela Nuestro GG en la
Habana en la que exploras sin concesiones la figura de Graham Greene. ¿Cómo
articulaste las historias que están presentes en esta novela?
- Esa
novela está basada en circunstancias y hechos reales. Incluso casi todos
los personajes están sacados de la realidad. Un momento que yo recuerdo
bien porque tenía cinco años y tengo una memoria bastante buena.
En fin, estuve casi dos años leyendo y releyendo los libros de Graham Greene,
que me gusta mucho, y sobre él, hasta que encontré las claves en
su novela El americano impasible, que me pareció muy autobiográfica
y de pronto se me reveló todo, ya yo estaba metido dentro de Graham Greene.
A partir de ahí escribí en tres o cuatro meses.
-
¿Cuán necesaria es La Habana para ti?, ¿sientes que tu literatura
sería distinta si no vivieras en la isla?
- Sí, me
dejo influenciar mucho por el contexto en que estoy. Soy un radar, una esponja,
lo capto todo. Inconscientemente quizás. Y lo recuerdo todo. A veces es
agobiante ser así porque todo puede ser transformado en literatura. Adoro
a La Habana y a su gente.
- Los cuentos de La
trilogía sucia de La Habana, por su carácter orgánico,
hace que también pueda leerse como una novela. ¿Cuánta diferencia
existe entre Pedro Juan Gutiérrez escritor y Pedro Juan Gutiérrez
protagonista?
- Quisiera que hubiera más diferencias. Pero
ya ves. Por mi método de trabajo te darás cuenta que escribo siempre
a partir de lo que me sucede a mí personalmente o a mi alrededor.
- Cuando se opta por escribir en la parcela del realismo
sucio se cree que solo tiene que ampararse en la experiencia de vida, como si
esta fuera más que suficiente para armar una obra, pero lo que noto en
ti es que la lectura como tal va a la par de todo el vitalismo que salpica en
tus textos. ¿Cuán importante ha sido y es la lectura en tu formación
como escritor?
- Esencial, como en todo escritor. Uno empieza de
lector, como es lógico, de niño leía muchísimos cómics.
Toneladas de cómics de todo tipo y al mismo tiempo leía muchísimo
en una biblioteca cerca de mi casa en Matanzas. La biblioteca Guiteras, que era
un paraíso fabuloso para mí y hago alguna referencia a ese sitio
en El nido de la serpiente. Después leí lo normal: Dickens,
Mark Twain, Salgari, Defoe. Todo eso hasta que a los 16 años más
o menos descubrí Desayuno en Tiffany´s, de Truman Capote y
me quedé marcado porque ese relato no parece literatura. Es tan natural
que me dije: "si algún día escribo, quiero escribir de este
modo", por eso engaño al lector siempre, intento que no parezca literatura
lo que hago sino un chisme que le cuento muy bajo al oído, un secreto entre
el lector y yo, algo que nunca se podría contar en voz alta.
-
¿Te fastidia o te deja indiferente que te cataloguen como el Bukowski tropical?
-
Me deja indiferente. No tenemos nada que ver. Somos muy diferentes.
-
No sólo tienes una faceta de narrador, también eres poeta y pintor.
¿Cómo fusionas estas inquietudes?
- La poesía
es esencial y no se controla. Sale sola. A veces estoy años sin escribir
un poema y de repente salen 40, uno tras el otro y se cierra la llave. No sé
cómo es ni me interesa averiguar ese misterio. Pero sé que me da
un sentido del ritmo, un entrenamiento para respetar mucho el idioma y no usarlo
para maquillar la realidad con palabras y más palabras, sino al contrario,
para usarlo con precisión, siempre bajo control. Y la pintura me relaja
mucho porque pinto sin pensar demasiado, sin presión. Ahora mismo hace
dos años más o menos que no pinto pero hago poesía visual,
experimento con el collage. Y así. También hago fotos, en fin, el
mundo visual y el cine me fascinan.
- Con El
nido de la serpiente llevas a cabo la precuela que cierra el ciclo de la otra
Habana, y que precisamente no es la imagen oficial que se suele proyectar al mundo.
¿Has tenido problemas, políticamente hablando, de esta visión
sin concesiones que ofreces del lugar en el que vives?
- Cuando
salió Trilogía sucia, a fines de 1998, me echaron del periodismo,
pero hasta ahí, nada más. Después la editorial de la unión
de escritores publicó Melancolía de los leones (aquí
está publicada por Odisea) y después salió Animal tropical
en una pequeña edición que ni se vio en las librerías,
y ahora se prepara una edición también pequeña de Nuestro
GG en La Habana. En fin.
- Muchos escritores
aspiran llegar al mercado editorial español. Muchos viajan a tentar suerte,
pero tú te has forjado una carrera importante escribiendo desde La Habana.
¿qué consejo le darías a un escritor en ciernes?
- No
me gusta dar consejos. Yo no los pedí jamás. Nunca molesté
a un escritor consagrado con mis poemitas y mis cuentecitos. Creo que el acto
creativo es algo muy sagrado, muy interior, es una actividad espiritual totalmente.
Creo que una persona no debe ir a preguntar a otro: ¿Crees que debo ser
ateo o debo creer en Jesucristo o quizás en Buda?. Creo que es una pregunta
propia de un imbécil. Bueno, pues eso mismo sucede con la escritura. No
se puede preguntar. No se debe preguntar. Hay que aprender solo. Vivir mucho,
leer mucho, conocer a todo tipo de gente, viajar, tener cientos de mujeres, ensuciarse
un poco con la vida, a ver si sale algo. No hay fórmulas.
Esta
entrevista salió publicada en el diario Siglo XXI de España
www.la-fortaleza-de-la-soledad.blogspot.com