Pedro
Llosa Vélez, escritor
"Creo
que a veces ciertos escritos se sostienen por las energías de la voluntad"
Por
Gabriel Ruiz-Ortega
Pedro Llosa
Vélez (Lima, 1975) ostenta un par de libros de relatos que, no solo
a mí, me gustan mucho. Tanto con Viento en Proa (2002) y Protocolo
Rorschach (2005) notamos la buena combinación entre el estilo y el
asunto. Llosa es una muestra muy apreciable del buen momento de la narrativa peruana
reciente.
- Digamos que en la vida de todo
creador siempre hay un punto de quiebre que termina cimentando lo que será
en el futuro una vocación artística. En tu caso, como escritor,
¿este punto de quiebre estuvo marcado por ciertas lecturas o la experiencia
de vida?
- Si es que he vivido ese punto de quiebre, con seguridad
ha sido por ambas, pero en orden cronológico. Yo tenía a la lectura
como una actividad más en mi vida hasta
que un suceso específico hizo que adquiriera un carácter absoluto.
Desde entonces, como decía algún escritor, todo lo que no se vincule
con la lectura me pone de mal humor. Y es en esta etapa, donde por supuesto, aparece
un largo número de libros memorables que te siguen moldeando la vida. Ahora,
la vocación artística sin duda la he asumido, pero creo que la profesión
todavía no. Esa es una etapa más elevada. La línea entre
el oficio artístico y el intelectual puede ser engañosa en la literatura,
uno puede dedicarse al trabajo intelectual estando inmerso entre libros, clases
y reflexiones, y así y todo seguir siendo un amanuense. Yo creo que cuando
uno logra poder leer lo que quiere y escribir sobre lo que quiere en todo momento,
entonces ha llegado al puerto del arte.
- Hace
unos meses, en un coloquio de narradores jóvenes en San Marcos, dijiste
que para ti es muy importante el trabajo con el lenguaje. Sin embargo, en los
cuentos, ya sea de Viento en Proa como Protocolo Rorschach es claro
que también hay evidente preocupación por la historia.
- Es
que al final se vuelven una sola cosa, porque la historia es lo primero que brota,
o mejor dicho, la escena o la imagen que dará pie a la historia que te
termine saliendo. Sucede que cuando uno tiene ese primer insumo, cae en la vanidosa
mentira de creer que se trata de la historia más extraordinaria y fabulosa
que pueda existir, y en realidad, en la mayoría de veces, todo es una extensión
de nuestras más íntimas miserias. Me refiero a la historia y a la
idea inflada que uno tiene de esa historia. Es allí donde aparece el lenguaje
como una necesidad. Solo a través de sus posibilidades se puede singularizar
la historia y avivarla, volcar una anécdota anodina en algo que valga la
pena conocer. Si no fuera por el lenguaje, por el estilo, por la fuerza de la
representación, cualquier suceso estrepitoso por si solo sería una
pieza literaria. El lenguaje es la alquimia que catapulta nuestras pequeñeces.
- ¿Cuál crees que sea la diferencia
más notoria entre Viento en proa y Protocolo Rorschach?
-
Para mí, la diferencia más saltante está en que
cada libro es testimonio de una época en todo sentido. La forma de escribir,
la idea de lo que quieres hacer, el temblor que vas llevando por dentro, etc.,
son homogéneos en cuanto a cada libro pero muy distintos entre ellos. Viento
en Proa recoge un espacio temporal más amplio, compila mi trabajo de
una etapa en la que andaba a tientas por la escritura. En Protocolo, los
cuentos están todos vinculados a un espacio temporal de vivencias muy corto,
por lo que las motivaciones, objetivos, planes, son muy similares en todos los
cuentos. Creo que es un proyecto más homogéneo que el primero. Pero
así y todo, ambos podrían ser puestos en una sola bolsa donde el
común denominador sea el intento de escapar de esa condición de
la que no podemos escapar. Y creo que en mis siguientes trabajos tengo que escapar
de todos esos universos y angustias. Debo comenzar a aprender a convivir con mi
todo y mis trasgresiones.
- De alguna manera siempre
hay asociaciones entre una carrera profesional y una vocación artística.
Es sabido que eres economista, y me gustaría saber si encuentras algún
lazo entre la Economía y la literatura, ¿o son aspectos totalmente
distintos?
- Creo que si lo he encontrado es porque me lo he buscado
a patadas. En San Marcos me di cuenta que la teoría literaria no iba conmigo
como oficio de vida, así que me vi confrontado con las dos cosas que tenía:
una carrera de economista y una aspiración por la actividad intelectual.
Creo que he encontrado la fusión en muchas de las actividades que realizo
hoy: soy profesor de Historia del Pensamiento Económico y de Teoría
del Conocimiento y realizo esporádicas correcciones de estilo para Esan
u otras instituciones de corte económico. El verdadero lazo aparece cuando
se entiende a la economía como un campo social más, plagado de subjetividades,
de voluntades individuales, de humanidad impredecible. Allí se vuelve más
literario, aunque los econometristas del Banco Mundial me tirarían piedras
por decir eso.
- Viento en proa es un muy
buen libro de cuentos. ¿Cuánto tiempo te tomó escribirlo?
-
Viento en Proa fue la acumulación de cuentos escritos en el
lapso de un par de años, quizá más, que un día decidí
juntar. Creo que los libros o cuentos que uno escribe, o más específicamente,
que uno publica, son testimonios de un tiempo.
-
¿Y cómo lo ves a la distancia?
- Siempre la distancia
te hará verlos con cierta sorpresa, te hará pensar que lo pudiste
haber hecho un poco mejor, que hoy ya no escribes así. Pero por otro lado,
son la huella más clara de lo que fuiste en el año que lo escribiste
y a mí pensar eso, me satisface.
- En el
cuento Viento en proa relatas el escondido romance entre una mujer de clase
alta y un guardaespaldas. ¿Cuán difícil te fue abordar el
mundo femenino?
- Te confieso que ese cuento ha sido uno de los
que menos trabajo me ha costado. He tenido casos en los que he trabajado meses,
sin encontrar las secuencias temáticas, pero
Viento en Proa fluyó a velocidad de crucero. Fue un cuento que escribí
totalmente con el sentimiento, sin pensar en el lenguaje, en las ideas laterales.
Me metí como cuando leo algo que me abstrae. Luego pasé a corregirlo,
pero la armazón ya estaba. Y el personaje central, la voz femenina fue
una usurpación que consideré inevitable a riesgo que patinar duramente,
pero al parecer, eso no se dio, porque ha sido uno de los cuentos que más
reconocimientos ha tenido. Creo que sus defectos han pasado desapercibidos.
-
En Viento en proa hay un tono muy reflexivo que denota desazón.
Todos sus personajes están impregnados de ello.
- No lo había
pensado. Ahora que si recorro en la mente cada uno de ellos, es posible que tengas
mucha razón. La única explicación que encuentro, es que,
si partimos de que en la literatura no existen personajes felices, por verdad
axiomática, nos queda a los que escribimos buscar representar la infelicidad
que más conozcamos, y en mi caso creo que inconscientemente escogí
la desazón, el desánimo, la desesperanza, o algo así.
-
¿Cuánto tiempo te demandó la escritura de Protocolo Rorschach?
-
Ahí sí te podría decir que esencialmente fue un
año, pero intenso. Tenía un cuento y tres escritos a medias cuando
empecé con el proyecto. El 2004 ha sido el único año en mi
vida en donde he tenido todas las tardes para dedicarme exclusivamente a la literatura.
Y cuando tienes cinco o seis horas diarias sagradas, puedes hacer cosas serias.
- En este segundo libro se deja sentir un espíritu
de lo inesperado.
- Quizá porque preferí, a diferencia
de Viento en Proa, que el golpe no fuera al final, y que mas bien se tratara
de historias que incluyeran golpes parciales de menos intensidad pero de mayor
frecuencia. Que cuando llegaras al final ya estuvieras con la anestesia al tope,
que no se sintiera el aterrizaje.
- Como que Protocolo
Rorschach es más cerebral que Viento en proa.
- Te
lo aceptaría como una percepción individual válida, pero
no sé si la comparto. Es posible que haya un mayor trabajo de estructura,
una cierta madurez con respetar o atentar contra el género de una manera
más metódica o respetuosa del mismo, pero creo que en ambos me he
permitido muchas arbitrariedades que nacen del capricho. Y creo que eso es bueno,
para intentar escapar de lo predecible.
- Te
espero en el Olívar es tu pieza dramática. Háblame un
poco de ella y quisiera saber si estás trabajando otra.
-
Alonso Alegría decía que esa obra fue como un chispazo irrepetible.
Como cuando su madre la ganó la única partida de ajedrez que le
jugó a su padre, ajedrecista ducho, para negarse de allí en adelante
a jugar y decirle: yo a ti te gano en ajedrez. Ha sido la única obra que
he escrito, y le tengo un amor especial, debo confesártelo. Simboliza eso
que decía antes, una marca en el tiempo. Representa lo mejor y lo peor
de mis años universitarios. Una vez Percy Encinas, devastador crítico
teatral, me destrozó la obra línea por línea, hasta dejarme
con unos cuantos retazos en la mano, pero creo que desde ese día la quise
más a esa obrita de 3 personajes (quizá por pena). Fue una de las
primeras cosas que escribí, con todos los vicios del novato, con enorme
ingenuidad, pero con un caudal de emociones. Cuando la vi publicada en la antología
del Teatro Peruano que sacó el INC con el BCR y luego las referencias que
hacía de ella Roberto Ángeles en otro libro, o al haberla encontrado
en la biblioteca de la Universidad de Illinois, me he sentido terriblemente emocionado.
Creo que a veces ciertos escritos se sostienen por las energías de la voluntad.
En fin, no, no estoy escribiendo nada de teatro.
-
¿Tu próximo proyecto literario?
- Mi siguiente proyecto
literario consiste en desplazarme varios miles de kilómetros de todo lo
que ha sido mi mundo actual hasta hoy. El literario y el otro. Y desde allí,
desde todas las distancias, averiguar, con toda la paciencia del mundo, cuál
será el próximo paso. Ojalá sea una novela.