El octogenario e inagotable autor,
quien ya había obtenido premios como el Nacional de Literatura y el
Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, triunfó con una obra en la que el
erotismo, la muerte y las inquietudes metafísicas parecen bailar al
mismo compás.
"Este galardón es honroso para mí y los chilenos, es
lo más extraordinario para cualquier escritor", comentó ayer el poeta
Gonzalo Rojas al enterarse de que había obtenido el Premio
Cervantes 2003, distinción que, además de constituir el galardón
literario más importante en
lengua española, incluye una recompensa monetaria de más de 110 mil
dólares.
Pese a la felicidad que lo embargó al conocer la noticia, el autor
-quien ha asombrado a sus lectores con textos en los que el erotismo, la
muerte y las inquietudes metafísicas parecen bailar al mismo compás-
declaró sobre su triunfo: "No es tanto el mérito mío, ésa es la verdad;
hay otros amigos que podrían tenerlo y merecerlo. Nicanor Parra, por
ejemplo, a quien yo quiero mucho".
Aunque la decisión de los jueces resultó algo sorpresiva, debido a
que la obra del octogenario Rojas se compone de sólo diecisiete títulos
y a que sólo han pasado cuatro años desde que se concedió la misma
distinción al también chileno Jorge Edwards, Víctor García de la Concha
-director de la Real Academia Española de la Lengua y presidente del
jurado- explicó que el fallo pretendía reconocer a un escritor que ha
creado "un universo propio, un universo que se define en la línea de lo
que podemos llamar la tradición de la modernidad".
Nacido en Lebu, en 1917, el autor está lejos de ser un novato en
materia de galardones: a estas alturas, su repisa luce -entre muchas
otras recompensas- el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo 1998, el
Premio Nacional de Literatura de Chile 1992 y el Premio Reina Sofía de
Poesía Iberoamericana, que también le fue otorgado en 1992.
Su prolongada exposición a los aplausos, por cierto, le ha llevado a
decir que "el
éxito es pavoroso", porque, según afirma, el poeta "acaba convertido en
figurón, y eso falta a todo lo recto, al pudor y a la gracia". Acerca de
las entrevistas de prensa, específicamente, ha comentado: "Lo que me
harta hasta el hartazgo es el relumbrón de esa liturgia, la confidencia,
el sobajeo".
Al enterarse de que había ganado el Cervantes, sin embargo, el poeta
hizo a un lado sus recelos y, junto con admitir que el llamado
telefónico de Pilar del Castillo -ministra española de Educación y
Cultura y encargada de darle la buena nueva- le había "tocado el alma",
anunció que dedicaría el honor de la distinción a su esposa Hilda May,
fallecida hace siete años, y que entregaría el dinero a sus hijos.
Famoso por el ímpetu erótico que transmite en sus trabajos (su
célebre poema "¿Qué se ama cuando se ama?" incluye los elocuentes versos
"Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra/ de ir y venir entre ellas
por las calles, de no poder amar/ trescientas a la vez") y por el tono
cósmico y desesperado de muchas de sus creaciones (en "La poesía es mi
lengua" escribe: "Abro mis labios, y deposito en la atmósfera un
torrente de sol,/ como un suicida que pone su semilla"), Rojas es
cuidadoso ante los vítores debido a que, según ha explicado, "si no te
abstraes de las trampas de la alabanza y el éxito, estás perdido".
En las declaraciones que ofreció ayer a la prensa, el escritor -quien
además de producir poemarios como "Contra la muerte" (1964), "Oscuro"
(1977), "Del relámpago" (1981), "Materia de testamento" (1988) y
"Desocupado lector" (1990) ha asombrado siempre a quienes lo rodean con
sus continuas exhibiciones de energía juvenil- demostró que, pese a sus
reservas, conserva intacta la capacidad de gozar sus momentos
estelares.
"Imagínese cómo recibo este premio. Tenemos a Cervantes en el seso
desde que somos niños y recibir un premio que lleve ese
nombre es lo más extraordinario que puede darse en nuestra hermosa
lengua y en cualquiera de las lenguas", confesó el poeta, quien cuida su
estado físico mediante la diaria ingesta de mariscos y, también, a
través de una rutina de ejercicios que incluye varias series de
flexiones de brazos en una barra diseñada especialmente para tales
efectos.
El legendario carácter gozador del galardonado se manifiesta incluso
en su ámbito doméstico: el hombre, que suele desplazarse por su casa de
Chillán vestido con batas orientales que refuerzan su imagen de artista
proclive a los goces carnales, se ha referido en varias oportunidades al
poder sugestivo de la cama china que atesora en su domicilio. De hecho,
en el conocido poema "Cama con espejos", Rojas evoca -a propósito de un
mueble como el que tiene en su propiedad- las variadas y constantes
sesiones amatorias de un lujurioso mandarín: "Fueron muchas y muchas/
las hijas del cielo consumidas entre las llamas/ de aquestos dos espejos
lascivos y sonámbulos".
Hombre sin prisas
El escritor, que suele autodefinirse utilizando categorías que ya
constituyen auténticas marcas registradas -suele decir que es un "poeta
genealógico" y un autor "iberoamericano antes que chileno"-, tendrá
ahora que esperar hasta el próximo 23 de abril (fecha en que se
conmemora el aniversario de la muerte del creador de "El Quijote") para
recibir su premio, de manos del Rey Juan Carlos I, en un acto que, de
acuerdo a la tradición, se realizará en la Universidad de Alcalá de
Henares, la ciudad donde en 1547 nació Miguel de Cervantes.
Cuando finalmente llegue el día de la premiación, el poeta ya tendrá
la respetable edad de 86 años pero, según dice, no se preocupa por los
estragos que el tiempo pueda causar en su cuerpo e incluso asegura que,
más que acercarse a la vejez, actualmente está disfrutando de las
"mocedades octogenarias".
Convencido de que "no hay por qué asustarse con eso de las edades", y
seguro de que la palabra escrita resistirá los embates de la tecnología
y de aquellos que "no saben lo que es la sílaba progenitora y apenas
llegan al stop del fax", Rojas afirma que la literatura, para él, ha
sido un trabajo moroso y que jamás ha tenido prisa alguna. Al
preguntársele si, en consideración a sus años, ha pensado en un eventual
retiro, ha dicho: "Soy un galeote empedernido que aún no suelta los
remos".
El entusiasmo de los
colegas
Entusiastas reacciones ha generado el triunfo de Gonzalo
Rojas entre los anteriores ganadores del Premio Cervantes. El escritor
Jorge Edwards, quien obtuvo el galardón en 1999, calificó a su
colega y compatriota como "un lírico en estado puro y un poeta de la
emoción".
Tras explicar que conoce al flamante galardonado desde hace mucho
tiempo, el autor de "Persona non grata" y "El sueño de la historia"
definió a Rojas como "un poeta de gran dominio del lenguaje, un escritor
de clara raíz hispánica que, no obstante, crea neologismos con suma
facilidad".
"No me cabe ninguna duda de que se trata de uno de los
más grandes escritores de Hispanoamérica", enfatizó Edwards.
El colombiano Alvaro Mutis, Premio Cervantes 2001, afirmó, en
tanto, que la noticia le arregló el día. "Estoy muy contento porque esa
poesía tan rica y tan original, en un idioma tan personal, como es el de
Gonzalo Rojas, no es el tipo de poesía que llega fácilmente a los
premios", manifestó.
"La entrega de Gonzalo Rojas a la poesía, que hay que entender con el
ánimo muy personal de llegar a ese mundo magnífico, es muy merecedora
del Cervantes que, digan lo que digan, es el más importante en lengua
española", añadió Mutis.
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Hoja por
hoja
Vociferante,
sucio, catastrófico
Jueves 11 de diciembre de 2003
por Alejandro
Zambra
"Perdí mi juventud en los burdeles/ pero no te he
perdido/ ni un instante, mi bestia,/ máquina del placer, mi pobre novia/
reventada en el baile", escribe Gonzalo Rojas en "La miseria del
hombre", libro con el que en 1948 hizo su debut en el entonces
sobrepoblado escenario de la poesía chilena. Los críticos de la época
-Raúl Silva Castro, Alone y compañía- se ensañaron con este profesor de
castellano que no escribía cosas muy edificantes que digamos:
"vociferante", "catastrófico" y "sucio" fueron algunos de los adjetivos
que le dedicaron.
Gonzalo Rojas es autor de una obra viva y caudalosa, que ha jugado a
implicarnos en el riesgo de buscar palabras para nombrar lo
innombrable.
Conviene insistir en que, más de cincuenta años después, la obra de
Rojas sigue desconcertando a los lectores: imágenes crudas, sexuales,
rabiosas, delicadas, reflexivas, piadosas, agónicas y enfáticas inundan
las páginas de cualquiera de sus libros, de manera que el Premio
Cervantes, esta vez, va para el autor de una obra viva y caudalosa, que
ha jugado a confundirnos y a implicarnos en el riesgo de buscar palabras
para nombrar lo innombrable, para hablar del cuerpo, del silencio, del
amor, de la muerte. Aunque Rojas es autor de -quizás- diez o quince
poemas perfectos, simplemente magistrales, lo que vale en su poesía es
justamente el ejercicio de la búsqueda, esa respiración personalísima y
arbitraria que caracteriza su obra.
Muchos se lamentan -y con razón- de que el fallo de ayer suponga una
nueva y tal vez definitiva postergación de Nicanor Parra, pero el mismo
Rojas acertó al decir que esto de los merecimientos literarios es "para
la risa": lo merecían Parra y Rojas y algunos cuantos más, y no lo
merecían otros que pudieron haberlo ganado y no lo ganaron,
etcétera.
"¿Por qué no fui feroz, por qué no te salvé/ de lo turbio y perverso
que exhalan los difuntos?/ ¿Por qué no te preñé como varón/ aquella
oscura noche de tormenta?", escribe Rojas en otro poema de su
vilipendiado primer libro. A pesar de los años, no sería nada de raro
que alguna mente ingeniosa todavía considerara "machista" o "inmoral" al
autor de estos versos. O "sucio", "catastrófico", "vociferante".