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El poeta ganó el Premio Cervantes,
la distinción literaria más importante en lengua española


Gonzalo Rojas toca el cielo con las manos


Jueves 11 de diciembre de 2003


El octogenario e inagotable autor, quien ya había obtenido premios como el Nacional de Literatura y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, triunfó con una obra en la que el erotismo, la muerte y las inquietudes metafísicas parecen bailar al mismo compás.


"Este galardón es honroso para mí y los chilenos, es lo más extraordinario para cualquier escritor", comentó ayer el poeta Gonzalo Rojas al enterarse de que había obtenido el Premio Cervantes 2003, distinción que, además de constituir el galardón literario más importante en lengua española, incluye una recompensa monetaria de más de 110 mil dólares.

Pese a la felicidad que lo embargó al conocer la noticia, el autor -quien ha asombrado a sus lectores con textos en los que el erotismo, la muerte y las inquietudes metafísicas parecen bailar al mismo compás- declaró sobre su triunfo: "No es tanto el mérito mío, ésa es la verdad; hay otros amigos que podrían tenerlo y merecerlo. Nicanor Parra, por ejemplo, a quien yo quiero mucho".

Aunque la decisión de los jueces resultó algo sorpresiva, debido a que la obra del octogenario Rojas se compone de sólo diecisiete títulos y a que sólo han pasado cuatro años desde que se concedió la misma distinción al también chileno Jorge Edwards, Víctor García de la Concha -director de la Real Academia Española de la Lengua y presidente del jurado- explicó que el fallo pretendía reconocer a un escritor que ha creado "un universo propio, un universo que se define en la línea de lo que podemos llamar la tradición de la modernidad".

Nacido en Lebu, en 1917, el autor está lejos de ser un novato en materia de galardones: a estas alturas, su repisa luce -entre muchas otras recompensas- el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo 1998, el Premio Nacional de Literatura de Chile 1992 y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, que también le fue otorgado en 1992.

Su prolongada exposición a los aplausos, por cierto, le ha llevado a decir que "el éxito es pavoroso", porque, según afirma, el poeta "acaba convertido en figurón, y eso falta a todo lo recto, al pudor y a la gracia". Acerca de las entrevistas de prensa, específicamente, ha comentado: "Lo que me harta hasta el hartazgo es el relumbrón de esa liturgia, la confidencia, el sobajeo".

Al enterarse de que había ganado el Cervantes, sin embargo, el poeta hizo a un lado sus recelos y, junto con admitir que el llamado telefónico de Pilar del Castillo -ministra española de Educación y Cultura y encargada de darle la buena nueva- le había "tocado el alma", anunció que dedicaría el honor de la distinción a su esposa Hilda May, fallecida hace siete años, y que entregaría el dinero a sus hijos.

Famoso por el ímpetu erótico que transmite en sus trabajos (su célebre poema "¿Qué se ama cuando se ama?" incluye los elocuentes versos "Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra/ de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar/ trescientas a la vez") y por el tono cósmico y desesperado de muchas de sus creaciones (en "La poesía es mi lengua" escribe: "Abro mis labios, y deposito en la atmósfera un torrente de sol,/ como un suicida que pone su semilla"), Rojas es cuidadoso ante los vítores debido a que, según ha explicado, "si no te abstraes de las trampas de la alabanza y el éxito, estás perdido".

En las declaraciones que ofreció ayer a la prensa, el escritor -quien además de producir poemarios como "Contra la muerte" (1964), "Oscuro" (1977), "Del relámpago" (1981), "Materia de testamento" (1988) y "Desocupado lector" (1990) ha asombrado siempre a quienes lo rodean con sus continuas exhibiciones de energía juvenil- demostró que, pese a sus reservas, conserva intacta la capacidad de gozar sus momentos estelares.

"Imagínese cómo recibo este premio. Tenemos a Cervantes en el seso desde que somos niños y recibir un premio que lleve ese nombre es lo más extraordinario que puede darse en nuestra hermosa lengua y en cualquiera de las lenguas", confesó el poeta, quien cuida su estado físico mediante la diaria ingesta de mariscos y, también, a través de una rutina de ejercicios que incluye varias series de flexiones de brazos en una barra diseñada especialmente para tales efectos.

El legendario carácter gozador del galardonado se manifiesta incluso en su ámbito doméstico: el hombre, que suele desplazarse por su casa de Chillán vestido con batas orientales que refuerzan su imagen de artista proclive a los goces carnales, se ha referido en varias oportunidades al poder sugestivo de la cama china que atesora en su domicilio. De hecho, en el conocido poema "Cama con espejos", Rojas evoca -a propósito de un mueble como el que tiene en su propiedad- las variadas y constantes sesiones amatorias de un lujurioso mandarín: "Fueron muchas y muchas/ las hijas del cielo consumidas entre las llamas/ de aquestos dos espejos lascivos y sonámbulos".

Hombre sin prisas

El escritor, que suele autodefinirse utilizando categorías que ya constituyen auténticas marcas registradas -suele decir que es un "poeta genealógico" y un autor "iberoamericano antes que chileno"-, tendrá ahora que esperar hasta el próximo 23 de abril (fecha en que se conmemora el aniversario de la muerte del creador de "El Quijote") para recibir su premio, de manos del Rey Juan Carlos I, en un acto que, de acuerdo a la tradición, se realizará en la Universidad de Alcalá de Henares, la ciudad donde en 1547 nació Miguel de Cervantes.

Cuando finalmente llegue el día de la premiación, el poeta ya tendrá la respetable edad de 86 años pero, según dice, no se preocupa por los estragos que el tiempo pueda causar en su cuerpo e incluso asegura que, más que acercarse a la vejez, actualmente está disfrutando de las "mocedades octogenarias".

Convencido de que "no hay por qué asustarse con eso de las edades", y seguro de que la palabra escrita resistirá los embates de la tecnología y de aquellos que "no saben lo que es la sílaba progenitora y apenas llegan al stop del fax", Rojas afirma que la literatura, para él, ha sido un trabajo moroso y que jamás ha tenido prisa alguna. Al preguntársele si, en consideración a sus años, ha pensado en un eventual retiro, ha dicho: "Soy un galeote empedernido que aún no suelta los remos".

El entusiasmo de los colegas

Entusiastas reacciones ha generado el triunfo de Gonzalo Rojas entre los anteriores ganadores del Premio Cervantes. El escritor Jorge Edwards, quien obtuvo el galardón en 1999, calificó a su colega y compatriota como "un lírico en estado puro y un poeta de la emoción".

Tras explicar que conoce al flamante galardonado desde hace mucho tiempo, el autor de "Persona non grata" y "El sueño de la historia" definió a Rojas como "un poeta de gran dominio del lenguaje, un escritor de clara raíz hispánica que, no obstante, crea neologismos con suma facilidad".
"No me cabe ninguna duda de que se trata de uno de los más grandes escritores de Hispanoamérica", enfatizó Edwards.

El colombiano Alvaro Mutis, Premio Cervantes 2001, afirmó, en tanto, que la noticia le arregló el día. "Estoy muy contento porque esa poesía tan rica y tan original, en un idioma tan personal, como es el de Gonzalo Rojas, no es el tipo de poesía que llega fácilmente a los premios", manifestó.

"La entrega de Gonzalo Rojas a la poesía, que hay que entender con el ánimo muy personal de llegar a ese mundo magnífico, es muy merecedora del Cervantes que, digan lo que digan, es el más importante en lengua española", añadió Mutis.

 

 

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Hoja por hoja

Vociferante, sucio, catastrófico

Jueves 11 de diciembre de 2003

por Alejandro Zambra


"Perdí mi juventud en los burdeles/ pero no te he perdido/ ni un instante, mi bestia,/ máquina del placer, mi pobre novia/ reventada en el baile", escribe Gonzalo Rojas en "La miseria del hombre", libro con el que en 1948 hizo su debut en el entonces sobrepoblado escenario de la poesía chilena. Los críticos de la época -Raúl Silva Castro, Alone y compañía- se ensañaron con este profesor de castellano que no escribía cosas muy edificantes que digamos: "vociferante", "catastrófico" y "sucio" fueron algunos de los adjetivos que le dedicaron.

Gonzalo Rojas es autor de una obra viva y caudalosa, que ha jugado a implicarnos en el riesgo de buscar palabras para nombrar lo innombrable.

Conviene insistir en que, más de cincuenta años después, la obra de Rojas sigue desconcertando a los lectores: imágenes crudas, sexuales, rabiosas, delicadas, reflexivas, piadosas, agónicas y enfáticas inundan las páginas de cualquiera de sus libros, de manera que el Premio Cervantes, esta vez, va para el autor de una obra viva y caudalosa, que ha jugado a confundirnos y a implicarnos en el riesgo de buscar palabras para nombrar lo innombrable, para hablar del cuerpo, del silencio, del amor, de la muerte. Aunque Rojas es autor de -quizás- diez o quince poemas perfectos, simplemente magistrales, lo que vale en su poesía es justamente el ejercicio de la búsqueda, esa respiración personalísima y arbitraria que caracteriza su obra.

Muchos se lamentan -y con razón- de que el fallo de ayer suponga una nueva y tal vez definitiva postergación de Nicanor Parra, pero el mismo Rojas acertó al decir que esto de los merecimientos literarios es "para la risa": lo merecían Parra y Rojas y algunos cuantos más, y no lo merecían otros que pudieron haberlo ganado y no lo ganaron, etcétera.

"¿Por qué no fui feroz, por qué no te salvé/ de lo turbio y perverso que exhalan los difuntos?/ ¿Por qué no te preñé como varón/ aquella oscura noche de tormenta?", escribe Rojas en otro poema de su vilipendiado primer libro. A pesar de los años, no sería nada de raro que alguna mente ingeniosa todavía considerara "machista" o "inmoral" al autor de estos versos. O "sucio", "catastrófico", "vociferante".

 


 

Carta del suicida


Juro que esta mujer me ha partido los sesos,
porque ella sale y entra como una bala loca,
y abre mis parietales, y nunca cicatriza,
así sople el verano o el invierno,
así viva feliz sentado sobre el triunfo
y el estómago lleno, como un cóndor saciado,
así padezca el látigo del hambre, así me acueste
o me levante, y me hunda de cabeza en el día
como una piedra bajo la corriente cambiante,
así toque mi cítara para engañarme, así
se abra una puerta y entren diez mujeres desnudas,
marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen
unas sobre otras hasta consumirse,
juro que ella perdura, porque ella sale y entra
como una bala loca,
me sigue adonde voy y me sirve de hada,
me besa con lujuria
tratando de escaparse de la muerte,
y, cuando caigo al sueño, se hospeda en mi columna
vertebral, y me grita pidiéndome socorro,
me arrebata a los cielos, como un cóndor sin madre
empollado en la muerte.



b


Muchachas

 

Desde mi infancia vengo mirándolas, oliéndolas,
gustándolas, palpándolas, oyéndolas llorar,
reír, dormir, vivir;
fealdad y belleza devorándose, azote
del planeta, una ráfaga
de arcángel y de hiena
que nos alumbra y enamora,
y nos transtorna al mediodía, al golpe
de un íntimo y riente chorro ardiente.


 

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-Gonzalo Rojas toca el cielo con las manos.
-Vociferante, sucio,catastrófico, por Alejandro Zambra.
Fuente: Las Ultimas Noticias, jueves 11 de diciembre de 2003.