AL
SILENCIO
Oh voz, única voz: todo el hueco del mar, todo el
hueco del mar no bastaría, todo el hueco del cielo, toda
la cavidad de la hermosura no bastaría para contenerte, y
aunque el hombre callara y este mundo se hundiera, oh
majestad, tú nunca, tú nunca cesarías de estar en todas
partes, porque te sobra el tiempo y el ser, única
voz, porque estás y no estás, y casi eres mi Dios, y casi
eres mi padre cuando estoy más oscuro.
LOS DÍAS VAN TAN RÁPIDOS
Los días van tan rápidos en la corriente oscura que toda
salvación se me reduce apenas a respirar profundo para que el
aire dure en mis pulmones una semana más, los días van tan
rápidos al invisible océano que ya no tengo sangre donde
nadar seguro y me voy convirtiendo en un pescado más, con mis
espinas.
Vuelvo a mi origen, voy hacia mi origen, no me
espera nadie allá, voy corriendo a la materna
hondura donde termina el hueso, me voy a mi
semilla, porque está escrito que esto se cumpla en las
estrellas y en el pobre gusano que soy, con mis semanas y
los meses gozosos que espero todavía.
Uno está aquí y no sabe que ya no está, dan ganas de
reírse de haber entrado en este juego delirante, pero el
espejo cruel te lo descifra un día y palideces y haces como
que no le crees, como que no lo escuchas, mi hermano, y es tu
propio sollozo allá en el fondo.
Si eres mujer te pones la máscara más bella para
engañarte, si eres varón pones más duro el esqueleto, pero
por dentro es otra cosa, y no hay nada, no hay nadie, sino tú
mismo en esto: así es que lo mejor es ver claro el
peligro.
Estemos preparados. Quedémonos desnudos con lo que
somos, pero quememos, no pudramos lo que somos. Ardamos.
Respiremos sin miedo. Despertemos a la gran realidad de
estar naciendo ahora, y en la última hora.
CONTRA LA MUERTE
Me arranco
las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa. No
quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada
día. Prefiero ser de piedra, estar oscuro, a soportar el
asco de ablandarme por dentro y sonreír a diestra y a
siniestra con tal de prosperar en mi negocio.
No tengo
otro negocio que estar aquí diciendo la verdad en mitad de la
calle y hacia todos los vientos: la verdad de estar vivo,
únicamente vivo, con los pies en la tierra y el esqueleto
libre en este mundo.
¿Qué
sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras
máquinas a la velocidad del pensamiento, demonios: qué
sacamos con volar más allá del infinito si seguimos
muriendo sin esperanza alguna de vivir fuera del tiempo
oscuro?
Dios no me
sirve. Nadie me sirve para nada. Pero respiro, y como, y
hasta duermo pensando que me faltan unos diez o veinte años
para irme de bruces, como todos, a dormir en dos metros de
cemento, allá abajo.
No lloro, no
me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser, pero no puedo
ver cajones y cajones pasar, pasar, pasar, pasar cada
minuto llenos de algo, rellenos de algo, no puedo
ver todavía caliente la sangre en los cajones.
Toco esta
rosa, beso sus pétalos, adoro la vida, no me canso de amar a
las mujeres: me alimento de abrir el mundo en ellas. Pero
todo es inútil, porque yo mismo soy una cabeza
inútil lista para cortar, por no entender qué es eso de
esperar otro mundo de este mundo.
Me hablan
del Dios o me hablan de la Historia. Me río de ir a buscar
tan lejos la explicación del hambre que me devora, el hambre
de vivir como el sol en la gracia del aire,
eternamente.
4
Eso que no
se cura sino con la presencia y la figura
LAS HERMOSAS
Eléctricas,
desnudas en el mármol ardiente que pasa de la piel a los
vestidos, turgentes, desafiantes, rápida la marea, pisan
el mundo, pisan la estrella de la suerte con su finos
tacones y germinan, germinan como plantas silvestres en la
calle, y echan su aroma duro verdemente.
Cálidas
impalpables del verano que zumba carnicero. Ni rosas ni
arcángeles: muchachas del país, adivinas del hombre, y algo
más que el calor centelleante, algo más, algo más que estas
ramas flexibles que saben lo que saben como sabe la
tierra.
Tan
livianas, tan hondas, tan certeras las suaves. Cacería de
ojos azules y otras llamaradas urgentes en el baile de las
calles veloces. Hembras, hembras en el oleaje ronco donde
echamos las redes de los cinco sentidos para sacar apenas el
beso de la espuma.
LA LOBA
Unos meses
la sangre se vistió con tu hermosa figura de muchacha, con tu
pelo torrencial, y el sonido de tu risa unos meses me hizo
llorar las ásperas espinas de la tristeza. El mundo se me
empezó a morir como un niño en la noche, y yo mismo era un
niño con mis años a cuestas por las calles, un ángel ciego,
terrestre, oscuro, con mi pecado adentro, con tu belleza
cruel, y la justicia sacándome los ojos por haberte
mirado.
Y tú volabas
libre, con tu peso ligero sobre el mar, oh mi diosa, segura,
perfumada, porque no eras culpable de haber nacido hermosa, y
la alegría salía por tu boca como vertiente pura de
marfil, y bailabas con tus pasos felices de loba, y en el
vértigo del día, otra muchacha que salía de ti, como otra
maravilla de lo maravilloso, me escribía una carta
profundamente triste, poeque estábamos lejos, y decías que
me amabas.
Pero los
meses vuelan como vuelan los días, como vuelan en un vuelo
sin fin las tempestades, pues nadie sabe nada de nada, y es
confuso todo lo que elegimos hasta que nos quedamos solos,
definitivos, completamente solos.
Quédate ahí,
muchacha. Párate ahí, en el giro del baile, como entonces,
cuando te vi venir, mi rara estrella. Quiero seguirte viendo
muchos años, venir impalpable, profunda, girante, así,
perfecta, con tu negro vestido y tu pañuelo verde, y esa
cintura, amor, y esa cintura.
Quédate ahí.
Tal vez te conviertas en aire o en luz, pero te digo que
subirás con éste y no con otro: con éste que ahora te habla
de vivir para siempre tú subirás al sol, tú volverás con
él y no con otro, una tarde de junio, cada trescientos años,
a la orilla del mar, eterna, eternamente con él y no con
otro. |