Gabriel Ruiz-Ortega:
"sólo espero seguir
escribiendo"
Por
Harold Alva
Entrevista a Gabriel Ruiz-Ortega
(Lima, 1977), joven narrador que a fines del año pasado sorprendió
con La cacería, novela sobre un grupo paramilitar del régimen
de Alberto Fujimori, que nos devolvió al fresco escenario de
ese tipo de narración que nos proyecta sobre nuestra historia
inmediata, no solo para cuestionarla, sino para comprometernos con
ella.
- ¿Por qué escoger el tema político, cuando
tú eres miembro de una generación sumamente ajena a
este, desencantado de este, por qué sumergirte en una historia
como ésta y no crear desde lo que no existe?
- En parte comparto ese desencanto por la política como forma,
como la parcela en la que se dan todas las inconsecuencias posibles,
como el terreno en el que se anidan las mentiras y los fines personales
a cómo de lugar. Y esto se asienta aún más si
se vive en el Perú, reflejándose en el desinterés
de no pocos escritores de "generación". Pero uno
es escritor y sus influencias temáticas muchas veces están
marcadas por sus lecturas, y en ese lado he leído mucha literatura
de masas, novelas policiales, de espionaje, bélicas. Y si te
pones a mirar, ver toda esta maraña de iniquidades que nos
trae la política te darás cuenta que hay un crisol temático
riquísimo para cualquier escritor, y ya para eso tenía
en mente desde hace ya varios años escribir una novela en tiempo-real,
es así que me valí de una tradición propia en
el terreno de la política ficción, apelando a Forsyth,
Vázquez Montalbán, Thompson, Le Carre, si es que hablamos
de extranjeros, y Grandes miradas, de Alonso Cueto si hablamos
de peruanos. Cada libro de un escritor es fruto de una tradición,
nadie escribe de la nada, y es esa tradición de lecturas la
que me llevó a escribir con seguridad una novela que tiene
a nuestra historia política última como punto de referencia.
No me gusta escribir de lo que no existe.
- La novela empieza con una escena peculiar: Casas mirando a Martínez
por video, mientras Martínez hace el amor con Catalina; da
la impresión de estar frente a una novela erótica, sin
embargo cortas e inmediatamente conectas con la historia de Las Esquirlas,
el grupo paramilitar ¿qué hace que tu narración
pase de lo erótico hacia lo político?
- Cuando se escribe novela siempre se tiene que tener estrategias.
Uno no puede lanzarse de la nada a escribir sin por lo menos tener
una idea clara, por más superficial que esta pueda ser, siempre
terminará ayudándote. No quiero pecar de vanidoso, pero
me siento tranquilo con esta novela, ningún escritor puede
aspirar a gustar a todos, pero me siento tranquilo ya que gracias
a esas estrategias mantuve enganchado al lector hasta el final, a
algunos les gustó como a otros no. Creo que una novela siempre
es el compendio de muchas vertientes, y en el caso de mi novela puedo
decirte que el erotismo jugó un papel clave. Me pregunté
sobre la posibilidad de abordar de arranque al comando de Las Esquirlas
como tal, o sea, un grupo de personas dedicadas a matar a quien sea
con tal de mantener el régimen dictatorial de Fujimori y Montesinos,
pero me di cuenta que siempre en esta clase de grupos no sólo
se juegan intereses económicos e ideológicos, sino que
en toda la mierda que trae esta clase de poderes da lugar a bajas
pasiones, a celos y traiciones, y casi siempre esto confluye en el
sexo. Uno de los temas de esta novela, a mi parecer, es el sexo. Puede
sonar raro lo que diga pero cada día estoy más convencido
que entre la política y el sexo hay
una dependencia de larga data. Además, siempre se agradece
las cuotas de sexo en un texto.
- ¿Por qué escoges a un periodista como personaje
principal y por qué matarlo para que de pronto sea el propio
narrador el centro de la historia?
- Bueno, son tres historias las que se narran: la de Natalia, la de
Óscar y la de Gabriel. Lógicamente que el personaje
en quien gira toda la trama y es motivo de la novela dentro esta novela
es el periodista Óscar Gómez. El personaje Gabriel también
tiene participación, pero está signada con la presencia
entre líneas de Óscar. Puede sonar complejo, y en parte
lo es, la estructura fue difícil de armar, para mí,
y esa es la razón por la cual escribí esta novela apelando
a todo el estilo heredero del realismo sucio, era necesario insuflarle
toda la frescura, y esto se debe a que siempre me voy a preocupar
por el lector en todo lo que escriba.
- Ericka Quispe, la puta del Presidente ¿existe o es un
invento tuyo? ¿Hasta qué punto es cierta la historia
de estos personajes?
- Hay un libro precioso de Thomas Mann, La novela de una novela.
En este texto Mann nos ofrece un testimonio de lo que un narrador
es capaz de hacer cuando cree en la historia que está escribiendo.
Y en el caso de Mann podemos ver toda la entrega personal que este
realizó para pergeñar Doktor Faustus. Salvando
las evidentes distancias, me gustaría hacer algo parecido con
La Cacería, detrás de mi novela hay historias
reales que las ordené en aras de la estructura de la misma.
En el caso de la charapa Quispe puedo decirte que sí existe,
la conozco, fue durante un tiempo la puta oficial de Fujimori cuando
este hacía sus viajecitos al oriente peruano, y la conocí
en un bar de Huánuco en 1999. Lo mismo puedo decirte de los
sicarios Casas y Martínez, cuya historia se me apareció
en una noche etílica en un bar de mala muerte en La Victoria,
fue una noche de revelación, recuerdo que me encontraba muy
vacío de ideas y nunca me imaginé que la historia de
este par de pornógrafos y lúbricos fuera a ayudarme
tanto al escribir mi novela. Como te dije, casi todos los sucesos
de la novela son ciertos, a excepción de un par que sí
fueron fruto de mi imaginación. Ni yo mismo me salvé
de esta historia.
- ¿Hasta dónde un narrador joven como tú
se siente comprometido con su contexto para escribir una novela a
veces sórdida, pero de denuncia como esta?
- Creo que el único compromiso que debe tener un escritor
es con su oficio. Es muy importante respetar el oficio hoy en día
porque la imagen del escritor está por los suelos, y es a partir
de ese punto en el que tenemos que ser lo más consecuente que
podamos. Y para la literatura no hay tema prohibido. Y claro, el escritor
es una persona cívica, y creo que no todos tienen la obligación
de ejercer un compromiso cívico, pero creo que es necesario
que se haga. Hoy estamos viviendo semanas en las que hace falta una
alta dosis de reflexión y muchas veces aquella dosis viene
del pensamiento activo, y es en este punto en el que el acervo de
un escritor es el que tiene que primar. Así como se hicieron
sentir las voces de Vargas Llosa, Bryce, Ampuero, Cueto, Lauer con
la sinvergüencería a la que había llegado Fujimori.
Y me gustaría que los espacios de reflexión también
pueda abrirse más en estas semanas en las que corremos el riesgo
de repetir la historia dictatorial con un sujeto tan carente de ideas
y moral como Ollanta Humala, quien recibe el apoyo de Hugo Chávez,
y que a la vez goza del apoyo de los grupos de izquierda. Ojo, no
apelo al compromiso político que se vivió hace ya varias
décadas en las que se valoraba un texto de acuerdo a la inclinación
ideológica del autor. Para nada, creo que esto es una cuestión
que tiene que ver mucho con la moral. Un escritor con formación
puede sumar también, y con mayor razón en un país
que está haciendo méritos gracias a su falta de memoria
y su ya casi sempiterna ignorancia.
- ¿Por qué al final de la novela hay mucho de Gabriel
Ruiz-Ortega, me refiero por ejemplo a la cita de Miguel Ildefonso,
qué pretendías con eso?
- La cacería es también un tributo a mis
amistades, a mi amor por alguien que en su momento tuve, a mis padres,
a mi hermano y a mi hermano que falleció a los dieciséis
años. Claro, dentro del "nutrido" y "culto"
ambiente literario limeño la persona de Ildefonso es muy conocida,
y vale decir que somos vecinos de la urbanización Apolo, su
casa queda al frente de la mía. Respeto su trayectoria literaria.
- ¿Cómo vez a los escritores jóvenes, sientes
que, en efecto, hay un nuevo boom en nuestra narrativa?
- Lo que me llama la atención de esta nueva camada de narradores
es que no necesitan plasmar sus borracheras, juergas y salidas de
putas para tener el crisol temático que les permita arrancar
sus ficciones. Veo una variedad importante en cuestión de temas,
pero la variedad sería absolutamente nada si no hay formación,
y no veo falta de formación en las nuevas voces, por el contrario,
la formación de lecturas augura un futuro más que prometedor
para las letras peruanas. Dentro de lo que he leído puedo señalar
los trabajos de Luis Hernán Castañeda y Johann Page,
en lo que respecta a sus trabajos con el lenguaje, ambos muy talentosos.
Daniel Alarcón y su visión de un pasado violento. Leonardito
Aguirre e Ildefonso, y sus intentos por mantener en vilo al lector
a través del humor, humor forzado y remanido, respectivamente,
pero humor a fin de cuentas. Max Palacios, Iparraguirre, Galarza,
García Falcón y Pedro Llosa en sus logros al ofrecernos
libros unitarios, cosa que de por sí es muy difícil
de lograr. Antonio Moretti, Juan Manuel Chávez, Carlos Torres
y Rimachi aportan también. Rito de paso, de Víctor
Coral, es una buena novela muy difícil de ubicar en vertiente
alguna, leí el manuscrito final y me gustó mucho. Hasta
donde sé esa novela ya está en la aduana, así
es que no falta mucho para que hablemos de ella. Me gustaría
hablar también de un narrador como Octavio Vínces, cuya
novela Las fugas paralelas pasó desapercibida pese a
cargar un premio Alfaguara en México y haber quedado finalista
de una edición del Rómulo Gallegos. Y acabo de leer
los muy interesantes proyectos que tienen en carpeta Ezio Neyra y
Edwin Chávez: Santa Rosa de Lima y el auge del caucho en Iquitos.
A eso lo llamo ambición, y para mí, vale. Estoy seguro
que este nacimiento de nuevos narradores se hace presente en provincias
también. Pero lo alucinante de esto es que la gran mayoría
de esta nueva camada de narradores les debe mucho a algunos exponentes
de la década pasada como Thays, Bellatin, Sumalavia y Malca.
Como dije antes, nadie escribe de la nada. Noto también que
existe una evidente falta de respeto por estos narradores de los 90,
primero que los lean bien y juzguen. Hace no mucho leí un texto
en la revista Siete Culebras del pésimo narrador Carlos Rengifo,
un texto que intentó ser cachoso e irónico con relación
a lo escrito en la década pasada, pero la ironía es
para mentalidades superiores, fue un asco, un compendio de prejuicios
y complejos. Rengifo es un autor que sólo tiene cabida en mentalidades
misias e hipócritas.
- He leído artículos tuyos sobre Alonso Cueto, Ampuero,
Benavides, y uno en particular en el que cuestionas la calidad del
último libro de Oswaldo Reynoso ¿qué le dirías
a aquellos que intentarán situarte en el bando de "los
criollos", apelando a la anecdótica dualidad, resultado
de la publicitada polémica pasada?
- Vayamos por partes. Para empezar considero a Alonso Cueto como
el mejor escritor peruano en la actualidad, y si he escrito sobre
él se debe a que aprecio su obra debido a un conocimiento de
causa. Y no sólo por los éxitos que han tenido Grandes
miradas y La hora azul. Novelas como Demonio del mediodía
y Deseo de noche fueron sustentadas predecesoras del muy buen
momento de Cueto hoy en día. Con relación a Fernando
Ampuero sólo diré que jamás me ha aburrido, él
sabe muy bien cómo contar buenas historias. Hay relatos suyos
que se resisten a abandonar mi retina. Jorge Eduardo Benavides es
un narrador a quién decidí seguirlo como escritor luego
de leer su extraordinaria Los años inútiles,
él tiene muy bien ganada su posición, pagó derecho
de piso. Es un ejemplo de perseverancia. Sobre Oswaldo Reynoso no
hay mucho que decir. Le reconozco su importancia para las letras peruanas,
pero que no me vengan con que El goce de la piel es una obra
maestra, es irrefutable que el maestro se pasó de lenguas al
promocionar esta novelita, y su séquito no ha dudado en inflarla
haciendo hincapié en el rollo muy conocido que siempre ha girado
alrededor de él. Y no pienso hablar más de este tema.
No tengo nada personal contra él.
Con relación a tu pregunta te seré franco: no me importa
lo que se diga de mí. Simplemente soy un escritor a quien no
le importa pertenecer a "bando" alguno por la sencilla razón
de que en el fondo no creo en grupos. Lo que debe importar es vivir
hacia dentro, en encontrar el espacio y la soledad para trabajar en
lo que realmente interesa. Lo demás son meras cojudeces.
Sólo la literatura pudo generar un debate de ese calibre. Más
allá de resentimientos y envidias me pude dar cuenta que la
literatura está por encima de todas las artes en el Perú.
Algo así se quiere hacer con relación a esta polémica
que hay alrededor del MAC, pero no le llega ni a los talones.
- ¿Cuáles crees que sean los motivos para que entre
escritores haya este tipo de enfrentamientos, de qué depende
para que "los otros" calen, cuál sería la
fórmula? ¿Qué opinas de la crítica?
- Cuando un escritor es bueno, tarde o temprano se le reconoce,
es una verdad axiomática. Muchos de los llamados marginados
han aparecido en los medios a los que tanto reprochan, no sé
de qué se quejan. No hay mejor fórmula que la de mantener
su convicción en esta apuesta tan maravillosa como lo es la
literatura, lo demás es cuestión de ego.
Sobre la crítica puedo decirte que en la actualidad realizo
críticas de libros para un diario español. Es muy buena
esta experiencia ya que siempre hablaré de los libros que me
gustan. No quiero y no es mi intención el ganarme una fama
de burlón o machetero como suele pasar en Lima. Considero que
lo mejor que se está escribiendo sobre el quehacer literario
y cultural está en los blogs. Ahora te puedo asegurar que son
muchas más las personas las que leen los blogs de Thays, Coral
y Faveron que la información que aparecen en los diarios convencionales.
El ciberespacio te permite llegar a muchísima gente.
Pero me gustaría hablarte de un caso personal que me pasó
con un crítico literario. Hace unos meses apareció una
Mesa de Noche a mi persona en Somos, y cuando se me preguntó
por un Bluff aludí a un aspirante a crítico literario
de un diario de setenta centavos. Pues bien, a las semanas recibo
la respuesta de este aspirante través de una mala reseña
a mi novela. Pues bien, qué puedo esperar de un sujeto a quien
no le pagan, para empezar, quien se ha ganado una fama de ignorante,
dedicado a juzgar obras sin leer bien los textos. Lo que pasó
con Luis Aguirre es un claro ejemplo de cuando uno se deja ganar por
el ego. Quiso hacer lo mismo que Leonardito Aguirre en Agencia Perú,
pero por lo menos en Leo había cierto humor que le servía
para justificar su falta de acuciosidad a la hora de argumentar sus
reseñas. Luis Aguirre quiso ser un Leo "recargado"
y no le salió la jugada, se dejó ganar por sus ansias
de reconocimiento y miren cómo terminó, dando pena,
queriéndoselas dar de pendejito para justificar lo injustificable.
Son millones los motivos por los que puedes dejar un trabajo, pero
que lo dejes por ignorante, es ya otra cosa. Una amiga asidua a Superba
me contó que Luis Aguirre regresa en las próximas semanas.
Le encanta la polémica a la gente de Correo. Así creen
que van a aumentar sus ventas.
Y como crítico literario le veo un gran futuro como pincha
discos a Giancarlo Stagnaro en Eka Bar. Lo hace bien.
Para terminar, la crítica debe dar luces de la obra sin perder
la objetividad, siendo rigurosa, señalando influencias y tradiciones.
- Finalmente ¿qué espera Gabriel Ruiz-Ortega de
su obra?
- Sólo espero seguir escribiendo.