.......... Allí Oscar Hahn
enseña literatura hispanoamericana, les cambia los pañales a sus
hijos, escribe poemas en papeles y computador, pasea por lagos
congelados y se encuentra con cosas tan insólitas como un alter
ego, vendedor al por mayor, que también se llama Oscar Hahn y
cuyas facturas le inundan el buzón.
.......... Durante su breve estadía en
Madrid, Hahn conversó con APSI. Contó que próximamente la
editorial Hiperión publicará una antología de su obra, que en
sus poema "la muerte murió" y que la literatura le ha puesto una
nueva tentación: Oscar Hahn, el poeta, ha comenzado a escribir
cuentos. Muy pronto la revista española El Europeo
publicará el primero de ellos.
..... -Durante el ciclo
de charlas de Jorge Edwards, Mauricio Wacquez y el mismo Edwards
rememoraban el Parque Forestal de Santiago como la "cuna"de la
generación del 50. Tú replicabas que para ti eso no significaba
nada. Que eras de Iquique, que viviste después en Arica y que en
el exilio ni siquiera echaste de menos la cordillera de los
Andes, porque en Chile nunca la veías. ¿Qué significó en tu vida
literaria el hecho de ser un marginal del centro
santiaguino?
- Yo soy una persona muy poco literaria. En
general, me interesa mucho más la gente común y corriente, que
no tiene nada que ver con la literatura,excepto uno o dos
escritores. En Arica iba a mariscar, a pescar. Jugaba
baby-fútbol y tomaba cerveza con los amigos. ¿Qué mejor? Cuando
se habla de Chile, uno siempre tiene la sensación de que, en
realidad, están hablando de Santiago. Pero para mí Chile es más.
Santiago es tan sólo un lugar que está al centro, pretencioso y
autorreferente. Hay personas que creen que Chile limita al norte
con Santiago, al sur con Santiago, al este con Santiago. Yo soy
un defensor de la provincia, en el buen sentido del término.
Siempre he vivido en lugares que podríamos llamar periféricos,
lejanos de los centros culturales prestigiosos. Nací en Iquique.
Después estuve en Rancagua y luego diez años en Arica. Iowa
City, aunque su universidad es importante, no es NuevaYork ni
Los Angeles. Como decía Enrique Lihn, soy un habitante de las
antípodas.
..... -¿Por elección y
vocación?
- Creo que sí. Los centros no me interesan
demasiado. Me atraen más los bordes, que siempre estan en la
frontera de algo. La frontera entre la realidad y la ficción,
entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal.
..... -Pareciera que la
frontera entre la vida y la muerte, o entre el bien o el mal, se
refleja mucho mejor en una ciudad ecléctica, como Nueva York,
que en Iowa City ¿Realmente se vive allí esa sensación de
"borde"?
- Nueva York no es fronteriza. Figurativamente,
Nueva York es el mal mismo, de plano. En Iowa City impera la
calma. Yo voy a dar clases lunes, miercoles y viernes. Mi esposa
estudia, y cuando ella no está, yo le doy la mamadera a los
niños y vemos peliculas de monos animados. Los gringos comen
pop corn y van a ver el béisbol. En Iowa City la vida es
siempre tranquila, con la sensación de que algo, quizás, podría
ocurrir y quebrantar la aparente paz de los días. Hasta que el
otro dia ese "algo" ocurrió...
..... -¿Ocurrió
qué?
- Que se rompió la frontera. Yo estaba en una
reunión con el decano cuando entró estrepitosamente una persona,
muy alterada, diciéndonos que teníamos que huir de inmediato,
porque en el edificio de al lado andaba un tipo loco
disparándole a medio mundo y no se sabía adónde estaba en ese
momento. ¡Imagínate, salimos corriendo!
..... -¿En la
universidad? ¿Y quién era ese tipo?
- Un estudiante
chino, becado, brillantísimo, que acababa de doctorarse en
física por la Universidad de Iowa. Postuló a un premio que se
daba todos los años a la mejor tesis, y no ganó. Quedó en
segundo lugar. Entonces pasó que el estudiante chino, brillante,
como te digo, y con un futuro promisorio por delante, entró con
una pistola a la sala de seminarios y mató a tiros a tres
profesores del jurado y al alumno que había ganado el premio.
Después fue a la oficina del jefe del departamento de física y
lo mató. Corrió a la oficina de administración y mató a la
vicepresidenta académica y a su secretaria. Acto seguido, se
suicidó. Resultado: ocho muertos.
..... -¿Tuvo eso algo
que ver con tu interés por hacer cuentos?
- Tal vez
escriba un cuento sobre ese episodio, pero ya había empezado con
mi incursión en la prosa cuando esto ocurrió.
..... -¿Cómo y por qué
pasaste a ser un hacedor de cuentos, tú que eras hacedor de
poesía?
- Difícil pregunta. Déjame tratar de recordar.
Sí, ya sé. Ocurrió cuando venía saliendo de la casa de un amigo,
en Iowa City. Yo había ido con mis niños y tenía que cargar con
una serie de cosas: el andador, una silla para comer, un canasto
con juguetes. Entraba y salía de la casa, trasladando todos esos
objetos, cuando pasó un auto y por una milésima de segundo casi
me atropella. Salté hacia atrás y diría que en ese mismo momento
se me ocurrió la idea del cuento. Instantáneamente.
..... -Otra idea de
"borde", ¿no? Estar haciendo algo tan inocente como trasladar
juguetes de niños y ser arrollados por un auto.
-
Exactamente. Eso me produjo una sensación inquietante. Pero
nunca antes me había pasado que a partir de un hecho así me
hubiera ocurido escribir un cuento. Hace unos treinta años me lo
propuse, como una cosa planeada. Me dije: "Quiero escribir un
cuento", y lo hice. Ahora fue distinto. Fue algo vital: en el
mismo momento me surgió la primera frase y el argumento. Supe
que lo que había pasado por m mente no era un poema, y apenas
llegué a la casa, me senté a escribirlo.
..... -¿No tuviste
barreras? ¿No te dijiste "cómo yo, que soy poeta, voy a escribir
un cuento"?
- Sí. Tuve bastantes barreras. Cuando
practicas un género con el que no estás familiarizado, te
conviertes en un principiante. Empiezas de cero, no manejas las
técnicas básicas, no tienes práctica y todo se complica. En
poesía llevo tiempo en el oficio. Con los cuentos fue como tener
de nuevo 17 años y estar escribiendo por primera vez. En dos
meses escribí unos cuatro o cinco. Al hilo, uno tras otro,
bastante frenéticamente.
..... -Tu necesidad de
escribir cuentos surgió a partir de ciertas imágenes. ¿Por qué
esas imágenes, dentro de ti, tuvieron esta vez la imperiosa
necesidad de convertirse en cuentos, y no en poesía, como era
acostumbrado?
- Más que imágenes, fueron experiencias
concretas las que me llevaron a los cuentos.
..... -Pero esas
experiencia concretas también podrían haber sido un
poema.
- Claro, pero algo me dijo que no. La experiencia
no se elaboró en mí como poema, sino como cuento. Fue muy raro.
Hasta yo me sorprendí.
..... -Paralelamente,
¿has seguido escribiendo poesía?
- Muy poco, fíjate.
Antes de empezar con los cuentos estaba trabajando en un libro,
del que he escrito sólo unos siete poemas, pero que ya tiene
título: se llamará En la playa nudista del inconsciente.
Algunos de ellos aparecerán próximamente en una antología que
publicará la editorial Monte Avila, de Venezuela. Mi producción
de poemas está un poco paralizada, qué quieres que te diga. He
escrito algunos artículos sobre literatura, hice un prólogo a la
edición de Altazor que va a salir ahora en Santiago y
también uno para la antología de Huidobro que va a publicar
Editorial Universitaria. Los cuentos han acaparado casi todo mi
interés.
..... -¿Te entretiene
escribirlos?
- Creo que eso es lo mejor. Gozo como
chancho en el barro. Escribir poemas me produce lata, fíjate. A
lo mejor ya dije todo lo que quería decir como poeta. Quien
sabe. Hace como un año que no escribo poemas. Pero mejor no digo
nada, porque puedo tener una recaída.
..... -¿Qué casos
existen de poetas que se hayan convertidos a la prosa con
éxito?
- Muy pocos,casi ninguno, y no sé si yo logre ser
una excepción. Hay algunos ejemplos, en todo caso: Edgar Allan
Poe, en primer lugar. En la literatura hispanoamericana, yo
diría que Rubén Darío y Leopoldo Lugones. En la literatura
francesa conozco unos cuentos buenísimos de Gautier. En
Norteamérica hay un fenómeno reciente: Raymond Carver, que es un
excelente poeta y al mismo tiempo un cuentista notable. No es
fácil encontrar a alguien que haga las dos cosas bien. En la
literatura chilena no se me ocurre ningún ejemplo. Huidobro
escribió unos cuentos que a mí no me gustan nada.
..... -¿Son lenguajes
muy distintos, realmente?
- Cuando le mostré mis relatos
a Pepe Donoso, en Iowa, le dije: "Pepe, no quiero hacer cuentos
de poeta. No quiero hacer poemas en prosa, sino cuentos que sean
cuentos, realmente, donde pasen cosas, donde haya una
narración".
..... -¿Y qué dijo
él?
- Me dijo que mis cuentos eran cuentos; no poesía en
prosa. Pero que, contrariamente a lo que yo creía, eran "de
poeta". Aun siendo cuentos, opinó Donoso, se notaba la mano del
poeta. Habrá que ver. Hasta ahora, sólo tres personas los han
leído. Puede ser que cuando se publiquen resulten un desastre.
Son muy cortos. Creo que el más largo tiene seis páginas. Tienen
una cierta influencia de la televisión. Son cuentos-video.
Autosuficientes en poco espacio. Estuve a punto de titularlos
Cuentos para leer en el Metro, pero me pareció como
mucho.
.....
-¿Cuentos-video?
- Sí, Al grano, rápidos. Me interesa
el lenguaje de la televisión. Tengo muchas ganas de hacer un
video, también. Un video arte. Algo corto, de no más de cinco
minutos.
..... -¿Por qué esa
obsesión por la brevedad?
- No lo sé. Me cuesta escribir
largo. Nunca he hecho un poema extenso. Debe haber alguna
explicación sicológica. Quizá sea porque la vida es
breve...
..... -Pero
intensa.
- ¡Ah, sí!, ¡eso sí! A mis poemas los pueden
acusar de cualquier cosa, menos de que no sean intensos. Como la
vida, que es tan corta. ¿Sabes? Yo tengo ahora una sensación muy
curiosa. Sé que con suerte me quedan más o menos unos diecisiete
años. Pero siento también que mis mejores años los estoy
empezando a vivir ahora, cuando tengo 50. Ese es el
problema.
..... ¿Y
antes?
- ¿Antes? Mira el título de mi primer libro:
Arte de morir.
..... -¿Cómo conjuraste
a la muerte, entonces?
- No lo sé. Es misterioso. De
repente, ahora, empecé a tener la sensación de que se iniciaba
otra etapa de mi vida, en la que yo podía hacer cosas realmente
creativas. Antes estaba con un pie adentro y otro afuera. Ahora
me siento con los dos pies adentro, lleno de energía. Pasé
muchos años con unbloqueo mental total. Tenía una sensación muy
extraña, muy terrible, de que todo daba lo mismo. Hace muchos
años, Cristián Huneeus me entrevistó para Hoy, y no sé
cómo no me mandó a la misma cresta, porque yo contestaba
únicamente con monosílabos. Tenía la sensación de que nada
importaba, que cualquier respuesta daba lo mismo.
Espantoso.
..... -¿Cómo vivías
así?
- Como un fantasma. Era torturante. Sin ir más
lejos, en Mal de amor el personaje es un
fantasma.
..... -Un fantasma que
emergió con una fuerza vital increíble, en todo caso. Ese libro
estuvo prohibido por Pinochet y, sin embargo, se agotó.
Circulaba de mano en mano, se vendía clandestino, y muchos
chilenos te conocen como el autor de Mal de
amor.
- Sí, pasó con ese libro, es verdad. Pasaron
cosas lindísimas. Ha sido un libro siempre sorprendente para mí.
Mucha gente leyó esos poemas y no parecía que fuera un libro
destinado a ser popular o algo así. Gustó mucho a las mujeres,
sobre todo. Por alguna razón, ellas, más que los hombres, se
sintieron tocadas.
..... -Y tú te sentías
un fantasma. ¿Cuándo dejaste de serlo?
- En los últimos
dos años. Yo creo que mis hijos tuvieron un papel importante.
Tengo una hija mayor de un matrimonio anterior, a la cual adoro,
y pensé que eso era todo. Pero cuando nacieron estos dos -tiene
menos de tres aos-, fue una alegría inmensa. Ser padre
nuevamente me obligó a olvidarme de mí mismo. Pasé a un segundo
plano. ¡Tú sabes que los poetas tenemos un yo muy
grande!
..... -Y por lo que
dices, bastante castrador.
- Claro. En la medida en que
me olvidé de mí, me solté. Es de lo más irónico. Yo, en general,
escribo muy poco, y creo que después de que nacieron mis hijos
he escrito más que en los veinte años precedentes. De verdad.
Incluso no tengo ningún problema en escribir mientras ellos
lloran, o con cada uno sentado en una rodilla. Hay en mi casa
una reproducción muy bonita de La Anunciación según Fra
Angélico, y escribí un soneto sobre ese cuadro. Me acuerdo de
que mientras escribía, le preguntaba a mi hija -que entonces
tenía un año- que opinaba. Son cosas que te llenan la vida.
Cuando en el parto de mi hijo menor el médico me pasó la tijera
y me dijo: "Papá, córtele el ombligo a su hijo", no te puedo
explicar lo que sentí. Qué premios literarios ni escribir libros
ni salir en el diario. Esas son leseras. Cortarle el ombligo a
mi hijo: ¡eso sí que es poesía!.
en revista APSI.
del 27de enero al 9 de febrero de 1992