Por Carolina Andonie Dracos
El Mercurio,
domingo 31 de agosto de 2003
No es común
rodearse de fantasmas ni que el amor o la muerte adopten sus formas.
No se trata de locura, sino de apariciones que irrumpen en lo
cotidiano y se transforman en otra realidad. Aquélla que asalta a
Óscar Hahn cuando menos lo espera, arrojándolo a un estado que
autodefine como trance.
De reciente salida, "Obras selectas"
(Andrés Bello) recorre un buen tramo del trabajo creativo de este
Premio Altazor 2003, con poemas de "Versos robados", "Estrellas
fijas en un cielo blanco", "Mal de amor", "Arte de morir" y
"Apariciones profanas". Al final del volumen se incluye una serie de
escritos en prosa que dan cuenta, entre otros, de Jorge Luis Borges,
Mircea Eliade y Raymond Carver.
-En el libro predomina la
imagen del fantasma anterior.
"Cuando a uno se le ocurre este
tipo de cosas, hay que ponerles un nombre y los míos son prefantasmas.
Son anteriores a la gestación de un ser humano y andan por ahí
flotando, penando, mezclados con los fantasmas tradicionales. Son
espíritus amigables que vienen con una misión exploratoria, porque
como en algún momento van a nacer en el cuerpo de alguien, quieren
saber si la vida vale la pena vivirse.
-Cuando habla de su
padre, señala un encuentro en el umbral que separa la vida de la
muerte.
"Me obsesiona la muerte y saber qué hay más allá de
ella. Es difícil resignarse a que no haya nada. El creyente tiene una
convicción; yo, una pregunta abierta".
-¿Cómo influyó su
cercanía con la muerte en el régimen militar?
"Antes tenía una
percepción literaria de la muerte, pero cuando estuve preso y
anunciaron que nos iban a fusilar -aunque fue una forma cruel de
burlarse de nosotros-, sentí que la muerte me estaba mordiendo los
talones. Entonces, todo se me volvió efímero, precario. Creo que puede
haber otras formas de vida que nuestra inteligencia aún no es capaz de
entender y quizá nunca lo haga. Me pregunto si, en el fondo, no hago
más que buscar coartadas para quedarme tranquilo".
-A su
juicio, ¿dónde entra la locura en todo esto?
"El miedo a la
locura ha estado presente por mucho tiempo en mí, aunque no sé por
qué. Enrique Lihn decía que yo era el tipo más equilibrado que había
conocido. Sin embargo, siento que el umbral entre la cordura y la
locura puede ser una línea muy fina y que de repente uno puede pasar
al otro lado".
-Entre la creación y la locura hay puntos en
común.
"Cuando estoy en el trance de escribir poemas, es
posible que ahí sienta una especie de locura, pero luego salgo y soy
una persona completamente normal. Desde que empecé a crear he hecho
una separación muy clara entre mi yo-poeta y mi yo-cotidiano. No ando
haciendo el papel de poeta profesional".
-¿No hay rito en su
escritura?
"No, porque están las apariciones o visitaciones que
llegan de repente y, a partir de esa vivencia, me siento en un trance
de poeta y escribo. Pero eso no puede suceder todos los días, porque
es muy intenso. Es como los sueños; uno no puede programarlos. No creo
con la razón, sino que hago las veces de médium de la realidad. Si los
prefantasmas no me envían sus mensajes, no tengo nada que
decir".
-Usted postula que al poeta se le valora después que
muere.
"Es fácil aplaudir a los muertos, porque no van a volver
a escribir. Hay una gran hipocresía. Aquí, el mundo literario prefiere
el culto a las animitas, porque los muertos ya no nos pueden hacer
sombra".
-A propósito de sombra, eso fue lo primero que vio
de Borges.
"En 1976 estaba sentado en el lobby de un hotel en
Maine (EE.UU.) Y vi en la pared una sombra que me produjo escalofrío.
Era Borges, que usa la sombra como tema y vive en ella, debido a su
ceguera".
-En 1978, durante un encuentro con Raymond Carver,
usted le dijo: "Por ese camino no vas a llegar a ninguna
parte".
"Acababan de traducir al inglés ‘Cien años de soledad'
y había un gran boom de García Márquez en Estados Unidos, por lo que
los escritores latinoamericanos nos sentíamos muy orgullosos. Cuando
Raymond me dijo que a él no le interesaba ese tipo de escritura, me
piqué, y al explicarme que era lo que le gustaba hacer, lo primero que
hice fue descalificarlo. Estaba equivocado, porque llegó bastante
lejos. Además, ¿qué me tengo que meter en la narrativa, si no es lo
mío?".
-Entonces, ¿cómo definiría la segunda parte de "Obras
selectas"?
"Jorge Edwards me instó a seguir en este tipo de
escritura, en la que narro experiencias con personas reales utilizando
la estructura del cuento. A lo mejor aprendí algo de Raymond Carver,
del que seguí siendo amigo".
-Según ha dicho, el destino de
los personajes novelescos es repetir infinitamente sus
vidas.
"Cada vez que alguien lee una novela, empieza la vida
del personaje que muere en la última página y renace cuando otra
persona vuelve al libro. Entre lectura y lectura, el personaje
permanece enterrado en su tumba de papel, como Lázaro, hasta que el
próximo lector le diga ‘levántate y anda".