EL CARNAVAL MENTAL DEL DESEO
Presentación de La perla suelta (Cuarto Propio, 2009) de Paula Ilabaca Núñez
Por Héctor Hernández Montecinos
La poesía de Paula Ilabaca ha sido una materialidad disonante desde su aparición pública con Completa (2003) y la ciudad lucía (2006), pues desde ese momento inaugural ha sabido deslizarse y tensionar la casilla de ‘poesía femenina’, que bien debería señalarse de una vez como escrita por mujeres, pues lo femenino no es propiedad de un género, ni siquiera del literario que descompone su propia ficción y que descomprime las posibilidades múltiples de una autoría. Luego, la siguiente nomenclatura que intentó contener esta obra fue la de ‘poeta joven’, y en específico, de ‘novísima’, término que por lo demás quiso encausar un corpus disruptivo de nuevas obras como las de Pablo Paredes, Diego Ramírez o la mía.
Señalo estas resistencias a modo de una mini genealogía de lo que ha suscitado la escritura de Paula Ilabaca en Chile, por un lado, una fácil manera de etiquetar una poética que juega con sus propios recursos de manera deseosa y desfachatada, y por otra parte, un ostracismo crítico debido a esta misma razón, es decir, en la densidad lúdica de su propuesta que se aleja de toda forma de tradición enajenante y que permeabiliza estructuras, giros y materiales tanto de la novela como del ensayo, de la crónica como del género epistolar. Es decir, nos encontramos ante una de las escrituras más complejas, pero no por eso más difícil, sino que por el contrario, pues en su ritmo privilegiado, su musicalidad exacta encuentra su punto máximo entre la puesta en escena de una voz o una performance y el exquisito trabajo de las palabras y sus sentidos.
Si ya en Completa la autora hacía su debut dejando paralizada a la crítica y seduciendo a tantos lectores, luego con la ciudad lucía no hacía más que radicalizar sus procedimientos de escritura y llevarlas a una vertiginosa intensidad que ahora con La perla suelta vuelve nuevamente a formatear, pero retorna a sus primeras intuiciones que resultaron ser momentos de lucidez insuperables. Como si se tratase de una trilogía, la unidad del tono es su máxima diferencia, pues en cada uno de sus libros algo se mantiene y cambia, algo muta pero regresa, las imágenes, la música, los desvíos. Sin duda, estas variaciones más las puestas en escena de esta escritura han convertido a Paula Ilabaca en quizá la poeta más destacada de la reciente generación, la más problemática en sus propuestas y una de las menos leídas por estas mismas razones. Vale señalar también que sus dos primeros libros fueron publicados con un mínimo tiraje en editoriales independientes ya extintas, y desde esa opacidad es que La perla suelta inaugura una insistencia pública distinta que la editorial chilena Cuarto Propio ha sabido llevar con éxito, pues no sólo el diseño del libro es sobresaliente, sino que también el aura que esta casa editora ha sabido mantener la ha convertido ya hace veinticinco años como una de las más importantes y reconocidas en Latinoamérica.
La perla suelta (des)compone capítulos, secciones, apartados y juega incluso con la iterabilidad de esos fragmentos. En “¿Era yo? ¿Esa era yo?” no solamente se comienza una historia, sino que también se origina un devenir de la voz que se materializa en un sueño, y que en ese sueño halla su simulacro de existencia, pues las yeguas blancas que aparecieron allí se convertirán en una primera ejecución de un cuerpo, de un personaje como el que será la perla. Fantasma, mujer, animal que en “Primera persona singular o la configuración, la voz de la suelta” conviven como una sola materia en una casa, en una persona, en un solo deseo. El sueño al hacerse realidad se ha convertido en una pesadilla. Cito:
No estoy enamorada. Una yegua no se enamora. Es solo que hay momentos en que una voz que está muy dentro mío y que a veces circula entre los rincones de esta casa, entre la sangre de mi montura blanca, me dice que llame, que busque, que hostigue.
La perla que aún no se ha nombrado a sí misma comienza a mimetizarse con aquella visión y tanto su lenguaje como su historia van radicalizándose en la afectación de su propio recuento, como un largo monólogo en un espejo o en una pantalla de televisión o de una computadora. Está sola, habla sola, fornica sola y en ese desamparo es que letras de canciones que se oyen a lo lejos terminan siendo su verdadera voz hasta que en “Y la perla pensó que podía quedarse con algo, pero lo botaba todo” ya existen la suelta y la perla, como dicotomías de un mismo deseo, de un mismo aburrimiento, de una misma vida. Al mismo tiempo, el rey y el eunuco se convierten en una imagen desdoblada de una forma de poder, de un triunfo y de una derrota, que acompañarán a la perla/suelta en este carnaval sicológico que es como se va dando la trama al interior de una casa, de cada rincón de esta casa solitaria, pero llena de voces y cuerpos que retumban en cada objeto, en la cama, en la tina, en la mesa como si fueran también seres vivos que reclaman su espectralidad.
En “Y la perla tomó todos esos polvos viejos y a la basura los tiró” se reafirma la singularidad de cada fragmento de personaje, la perla y la suelta están unidas como un collar roto, lo que hace una la otra lo dobla, son un espejismo en el desierto de esa casa que parece inmensa como castillo, pero que ni el rey ni el eunuco pueden gobernar. “Y mientras tanto lo hacían una y otra vez” es el siguiente apartado, en el cual aparece una nueva voz, el joyero, quien logra unir la escisión entre la perla y la suelta, pues conoce el brillo de una y el valor de la otra, una perla suelta, una perla que se origina del barro, como la etimología de la palabra barroco que en portugués significa perla irregular, sin forma definida y que en el italiano barocco es un razonamiento retorcido. En ambas nociones se conjuga lo deforme, el desvío, tanto de un lenguaje prístino como el coloquial, el verso y la prosa, la poesía y el teatro.
La perla suelta de Paula Ilabaca nos devuelve al misterio de la escritura, a la locura que hay entre una palabra y la otra, a lo más profundo de una mente en incesante proceso de creación, en el cual la poesía, lo dramático, el testimonio dejan de existir para dar paso a la ficción que es lo que une a la vida y la literatura. Este libro es un reto, un desafío, propone una nueva forma de leer ‘poesía’, y sin duda no sólo confirma la importancia de Paula Ilabaca en el escenario chileno, sino que desde aquí comienza un nuevo panorama de lecturas en México y en el resto de Latinoamérica.
DF, 12 octubre 2009
IX Feria Internacional del Libro de la Ciudad de México.
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Fotografía de Alejandro Amezcua