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Yo ya sabía que no sería capaz de comenzar a hablar de este libro
naciente (cualquiera hubiese sido) sin reparar en la importancia inusitada
que cobra la primera contrapágina de un libro editado por [Contrabando
del Bando en Contra]. Ya la imaginaba antes de su impresión porque
confié en algo
que intuía como tradición: La maravillosa actitud del editor-autor
con respecto a los derechos de autoría en "Este libro se llama" había
sido continuada por Paula Ilabaca en "Completa", ambas producciones
fuera de la legalidad, sin derechos de propiedad, sensualmente rebeldes
al procedimiento regular del mercado. La gran diferencia parte en
esa gran página, la cual -como imaginaba- nuevamente encontré en El
barro lírico. Tenía que ser así, pues la misma continuidad de
la saga poética se la exige a sí misma, en tanto proyecto único pero
fracturado. Mi estimado amigo Hernández me ha demostrado la insigne
labor de la subjetividad del lector, que más que leer "ilumina el
texto con sus ojos". Al ser los sentidos los constructores de cada
mundana percepción, Héctor sitúa en su justo lugar al libro: PERTENECE
A LAS COSAS, no al autor. En su carácter de cosa, el libro se agravará
o no en el que lo experimenta. En otras palabras, el objeto no es
la obra de arte pues el arte no necesita ser imprescindiblemente facturado
sino ser notado, ser advertido. El arte entonces radicaría en la conmoción
del lector-espectador, posición que no excluye al autor releyéndose,
envaneciéndose orgulloso. Lo que pasa es que Héctor no está lo suficientemente
envanecido para patentar sus lecturas pero no prohíbe que el lector
del libro contrabandeado por el Bando en Contra patente las suyas.
Bando en contra de la prohibición sistémica de hacer las cosas, no
del tipo "Estrictamente prohibido el acceso a menores de 89 años,
a menos que lo acompañe su abuelito", sino de lo más aún ridículamente
prohibido: La Reproducción, ¡Oh, hasta cuando nos prohíben la reproducción,
Dios tuyo!
La posible piratería no será para el Bando una instancia posible para
llorar al fisco por sus impuestos o para instarlo a que castigue al
que anima lo inanimado, sino un diálogo comprensivo y protesta a tanta
estupidez cultural en la cual es muy difícil ser consecuente en las
ideas e ideales sobre la comercialización del arte.
Tal idea del libro como materialidad conductora de arte y sus correspondientes
manipulaciones es un gran tema en el proyecto unificado de H.H. en
las Categorías visuales de la gloria trágica, de cual el libro
lanzado hoy forma parte. Si lo que pretende nuestro poeta en su proyecto
global es hacer un libro que sea la puerta abierta a la realidad que
trastorne a los hombres, con El barro lírico de los mundos interiores
más oscuros de la luz ya tiene su meta cumplida, pues esta publicación
es la más trastornadora de la escena literaria que se haya publicado
este año y una continuidad necesaria de su anterior publicación: continuidad
creativa en la diversidad de sus páginas, teoría de la percepción
y de los objetos, teoría literaria y crónica ficcional, versos violentos,
versos desquiciantes trabajo gráfico con gran dominio del arte de
la espacialidad equilibrada y elegante en cada una de las páginas,
collages e imágenes intervenidas en el capítuloRaicillas Instantáneas
de un buqué nuclear, mitología posmoderna en la balada del
coyote… Visualmente, no conozco hombre que saque más partido del
software Word.
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La técnica que se ocupa básicamente en el primer capítulo de El
barro lírico, titulado "Un último homónimo un primero en la
agonía" es roer las envolturas de cada partícula del lenguaje, situando
al poeta como desmantelador de la arbitrariedad de la existencia humana
utilizadora del signo lingüístico, reino de la acción poética. Ya
creerán que poetizar sobre el poeta es un exceso desconcertante, algo
tardío, un final. Eso Homónimo, el personaje, lo sabe. Sabe de su
muerte, lo predijo la contraprimera hoja, por eso mientras le alcanza
el tiempo demostrará la esencia de la poesía en la fragilidad para
entendernos con el lenguaje.
Para conmover la lectura conmueve primero los esquemas mentales deteniendo
la palabra en sí misma, evidenciando la posibilidad de las heterotopías
más perturbadoras para la razón occidental. Cuánto dijo haber reído
Foucault por una clasificación irrisoria acerca de perros que un cuento
borgeano atribuyo a una enciclopedia china, cuanta molestia también
predijo en las razones del lector por las disonancias mentales que
provocaba tal clasificación absurda. Así también yo predigo las dificultades
que la vía de H.H. tendrá frente a la formalidad del pensamiento,
cuántos lectores, sobrepasados por el vértigo que les producirá la
destrucción del lugar común de la gramática y del nombre, ellos imprecarán
el barro que los mancha o empantana. Con una terrible inseguridad
acerca de su saber lee le gritarán a Homónimo: "¡Afásico, demente,
devuelve mi dinero!"
Estos personajes Homónimo ya los conoce, ya lo han visitado y forman
parte también de la fauna mitológica del autor. Los llama centinelas
mentales, los abusadores de su compra: quieren leer y comprenderlo
todo, dominar la situación. No revelar, no iluminar, no fecundizar.
La apertura mental la cultiva el poeta complementando un relato de
dominación de los centinelas hacia su familia, la cual anecdóticamente
incluye notas desaticuladoras de los signos lingüísticos que la construyen:
"que jamás…
De este modo, la forma de estallar el símbolo es desarticulando el
espacio entre semejanzas y diferencias, tan impredecibles que pone
en duda el conocimiento mismo.
No sólo en el conflictivo poema los centinelas mentales sino en todo
el libro, la expansión de recursos expresivos representa una expansión
de la realidad abarcable. Así, el experimentalismo de Hernández vuelve
a ser nueva investigación de los espacios que crea la palabra y el
discurso. Se declama a los centinelas mentales: "las palabras son
lo que menos se parece a lo que dicen", "Entre un Sí y una desgracia
hay menos distancia que entre las palabras y la verdad"…Mi lengua
es no!, no!, no!, no!. Libertad es mi sueño y no quiero dormirme ni
quiero que Ud. se duerma.
La concepción de Hernández es casi contraria a la del idealismo romántico,
del esteticismo espiritualista. La poesía no es el apoyo ontológico,
aquélla que al nominar, otorga el ser, la que detenta el verbo en
esencia, sino la mediadora entre el mundo y la conciencia, o sea el
instrumento expresivo a través del cual se objetiva la experiencia.
Coyote, otro de los protagonistas, comprende la ganancia del instrumento:
"Siento la grandeza de ir deslizándome sobre un barro inaccesible
delimitado por las invocaciones que podrían resultar del derrumbe."
El libro toma voz propia para llamar a su espectador a tener actitud
crítica y actitud creativa, reclama del lector participación en la
misma composición, ventilando el texto, eliminando nexos sintagmáticos
completos, hay poemas que son verdaderas moléculas de sustantivos
y verbos que solo el lector debe compactar para ver su objeto. Por
otra parte, hay reclamos explícitos a la pasividad: "Mis amigos antes
estaban más/ vivos/ ahora/ los veo con un ojo cerrado/ no sé si haciendo
guiños/ a alguien/ o quedándose dormidos de aburrimiento.", "Parece
que ahora la única tendencia es tenderse", "los hombres se han ido
a acostar en el miedo". Héctor nos reza para salvarnos del letargo
mental. Interacción solícita…espacios en blanco que piden ser rayados,
ofertas diversas de rutas en el papel. Una pauta en blanco no es suficiente:
tres páginas para una composición completa: el nuevo libro interactivo.
El sueño de la casa propia abre una nueva instancia surrealista que
refiere a los lazos entre habitantes y espacios, mucho sentido del
humor, coqueteos con el grotesco, todo lo que envuelve la intimidad
de la familia.
Como ya es común, en el trabajo de Hernández encontramos profundos
cantos amorosos [y otros más bien odiosos] a su familia. Cito "Entonces
yo te convertí en reina/ y la reina pequeña también fue reina/ y quisimos
cambiar de / casa como otros cambian de corazón/ pero el nuestro siguió
siendo el mismo/ lamentablente solo / y / felizmente juntos." El
sueño de la casa propia abre una nueva instancia surrealista que
refiere a los lazos entre habitantes y espacios. Mucho sentido del
humor, algunos coqueteos con el grotesco, todo lo que envuelve la
intimidad de la familia, invitando al lector a develar su territorio,
a voyerizarse como crítico de conductas. Todos estos textos están
acompañados a página partida con despliegues inconclusos de teoría
a modo de insinuaciones o divergentes pies de página.
Lo mismo sucede en Fármaco, otro cómico subcapítulo donde a
través de una reproducción textual de instrucciones de productos de
limpieza nos invita a reflexionar sobre nuestra posición ante las
instrucciones sociales que rondan la moralidad, las leyes o los mandamientos
o qué tan sanador o destructor es el proceso de la escritura en el
mismo autor. Angustia que le conocemos biográficamente a José Donoso,
por ejemplo, con delirios que le permitieron trabajar en espacios
literarios horroríficos y multiformes. Existe además una implícita
ironía al discurso comercial, a su retórica imponente y falaciosa
para dirigir los comportamientos.
La fecundidad del horror se esparce en El barro lírico, en
su segundo capítulo "Cínico animalia devenir", a partir de la muerte
de Homónimo, con el viaje mítico que hace el profeta coyote hacia
su revelación divina y su compromiso con ésta. Héctor Hernández funda
una nueva mitología posmoderna y caricaturezca: personajes animales
con dioses animales que obedecen a una matriz y estética judeocristiana,
como así también a medios masivos de comunicación y al cine norteamericano.
Este es un capítulo bastante menos exigente donde se afloja la densidad
de la prosa para permitir ir siguiendo las genealogías y conexiones
ocultas de los personajes que pondrían celosos al mismo Tolkien. Narrativa
épica y mítica, guión tarantinesco …ya verán que posmodernia.
El momento en que entra coyote dentro del corazón de Vaca Dios es
para mí uno de los más maravillosamente bellos del libro, y es una
lástima que no se los pueda contar, pero les valdrá la pena y la felicidad.
Acerca de las categorías visuales, o suspensiones de vida como les
llama Héctor, no alcanzo a opinar, pero les anticipo unos colages
originalísimos de los cuales Héctor me regaló, por lo tanto me siento
demasiado cercano para criticarlos, pero bien, un aplauso por ser
capaz de plantear la imagen de un cristo riente. Me quedé con las
ganas de regalar a Héctor una postal navideña donde apareciera cristo
cenando con niños africanos desnutridos, con las alas de mariposas
que el mismo Héctor les otorgó, comiendo cada uno pausadamente de
sus cajitas felices…pero tarjetas así no venden ni el Líder. Tendrá
que esperar entonces a su lanzamiento del próximo año.
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Agradezco tu confianza, Héctor, porque supiste que tomaría el anticipo
con el mayor de los gustos por el trabajo bien hecho. Hay que considerar
que soy infinitamente menos lector que tus colegas amigos, que soy
un hombre niño que se tropezó con los libros hace menos de tres años
cuando entré a le Facultad de Letras y que no tengo ni la habilidad
para decir nombres completos como Martíne, Vallej, o Zurit, ni tampoco
las ganas de hablar de generacio, odiosos Carrasc o de algún Leme
siquiera. Tampoco me conoce el territorio combativo del circulo poético,
pero me consta que tu poesía la gritas y la vives en esta ciudad y
en otras, que está además viva fuera del papel. Felicito y aclamo
otra vez tu trabajo bien hecho orgullo de nuestra cultura.