Entrevista a Héctor Hernández Montecinos
LO
LÚCIDO COMO CONTENIDO Y LO LÚDICO COMO FORMA
Por Arnaldo Donoso
El joven poeta Arnaldo Donoso entrevista
a su colega Héctor Hernández Montecinos a modo de
enfatizar ciertos aspectos de la poesía chilena y de su propia
obra. Una entrevista que a ratos parece un ajuste de cuentas con
la tradición local, pero que al mismo tiempo es una apertura
a lo que están haciendo poetas de la misma edad o incluso
menores en el contexto de la discutida "novísima".
Las temáticas de generación, de la impronta teórica,
de la obra como propuesta se hacen presentes aquí, y de algún
modo se pone fin a una suerte de murmullos subterráneos que
rondan la figura de Héctor Hernández Montecinos, quizá
uno de los poetas más anómalos de hoy en día,
o como dice en su libro Putamadre, la voz menos representativa de
la poesía chilena actual.
AD: Dentro del imaginario poético chileno, ¿quiénes
forman parte de la tradición a la que adhieres?
HHM: Me gusta la palabra "imaginario" porque me da la
idea de que es un lugar donde se acumulan cosas, como un acuario o
un armario, que sin embargo tiene la posibilidad de estar ordenado,
pero no lo está. Al considerar un imaginario poético
chileno, pienso
en imágenes heterogéneas, proyectos escriturales, autorías
anómalas, lectores desequilibrados. Es un remolino de sensaciones,
libros, viajes, peleas, deseos, un montón de cosas. En este
último tiempo me he reconciliado con los canónicos de
la poesía chilena, a partir del trabajo de las reescrituras
que hice para mi libro Coma, los leí con un ojo distinto,
también leí biografías, ensayos relativos a ellos,
cartas, etc. Me adhiero a un Huidobro marginal, un De Rokha queer,
una Mistral postestructuralista, un Neruda esquizo. Por otro lado,
me interesan los autores que proyectan obras, no poemas o libros,
sino propuestas escriturales más cabales desde sus primeras
publicaciones hasta las últimas, pues tienen un campo de desestabilización
mucho más amplio y una densidad crítica más radical,
pienso en el mismo de Rokha, en Nicanor Parra, en Humberto Díaz-Casanueva,
en Juan Luis Martínez, Raúl Zurita, Gonzalo Muñoz,
Carmen Berenguer, Soledad Fariña, y uno que otro más.
Justamente, es su carácter lúcido lo que me llama la
atención y lo que me hace contestar tu pregunta al proponerlos
como una tradición a la cual adherirme, entendiendo la palabra
tradición desde su arista menos problemática. Por darte
un ejemplo concreto, se me viene a la cabeza el Naciste Pintada
(1999) de Berenguer, que creo es un libro fundamental que hibridiza
desde su más brillante poesía hasta el concepto de género
en su demarcación de sentencia y fijación.
AD: Sigamos con eso, nómbrame tus textos de cabecera
HHM: En realidad no tengo libros de cabecera, no me gustan muchos
libros. La Nueva Novela y La Poesía Chilena las
tengo porque estoy trabajando en mi tesis con ellas, Lira no me gusta,
Lihn muy poco. Lumpérica y Por la patria me parecen
esenciales, al igual que Este, Exit y La estrella negra
de Gonzalo Muñoz. Ya de algún modo te los puedes imaginar,
pues en la respuesta anterior te di algunos nombres de autores chilenos
que me interesan de sobremanera. Mi mejilla es el cielo estrellado
es la antología hecha en México de la obra de Zurita,
es conmovedor. Con Teillier no me pasa nada, tampoco con Gonzalo Rojas.
Uribe me parece malo de frentón, al igual que Barquero. De
los Mandrágora me gustan hartas cosas, Jorge Cáceres
es bello. Stella Díaz Varín es iluminadora. Diego Maquieira
se me estaba escapando, me parece notable. Eso es en poesía,
pero si me preguntas por textos en general, también hay lecturas
teóricas esenciales para mí, como Gilles Deleuze, Félix
Guattari, Michel Foucault, que de algún modo están presentes
en muchos de los poetas nombrados anteriormente, y obviamente en lo
que yo escribo.
AD: Sí, he visto la filiación de tus textos con
los depositarios de la filosofía occidental, Deleuze, Foucault.
¿Cómo nace esa filiación?
HHM: Como casi todas las filiaciones, las mías con respecto
a Deleuze, Foucault, (agregaría a Guattari también),
aparecen por la necesidad más dura y la radicalidad del azar
en la escritura. Me interesan estos proyectos filosóficos en
particular por el hecho de que son absolutamente creativos, en el
sentido más huidobriano del término. La noción
de filosofía para Deleuze es la de crear conceptos, y en Foucault
se acerca a la condiciones y posibilidades del sujeto por acceder
a la verdad de sí, la hermenéutica del sujeto; en cuanto
a Guattari su propuesta ecosófica me es particularmente enriquecedora,
es decir, a parte de la ecología ambiental, existen ecologías
sociales, mentales. O sea, si juntas todos estos nódulos teóricos
te armas de un diagrama que pregunta por la subjetividad como proceso
de exteriorización, y en ese mismo flujo de escrituras, unas
hacen materia en el lenguaje y de allí aparecen las escrituras
literarias. La teoría, creo, es una herramienta fundamental
en la escritura de poesía, ya el poeta contemporáneo
no sólo describe el mundo sino que lo pone en crisis, desde
el mismo lenguaje, la autoría, el libro como mercancía,
etc. El caso de Deleuze es iluminador, su trabajo filosófico
es el más influyente en las nuevas escrituras latinoamericanas,
las nociones de devenir, campo de inmamanencia, desterritorialización
ya estaban presentes como materia en obras tan fundamentales como
las de más alto vuelo de Huidobro, de Rokha, Pedro Antonio
González, entre otros y pensando sólo en Chile. Por
su parte, Foucault te acerca al lado más político de
la cuestión, en el sentido de los accesos y usos del poder
como proceso estratégico, y te hablo desde el poder tomar un
lápiz y escribir la lista de compras para el supermercado como
el poder dar una orden y comenzar un genocidio. Soy consciente de
que hay mucho prejuicio con estos trabajos filosóficos, al
igual con Derrida, pues se acusa de que son una nueva forma de poscolonialismo
intelectual, sin embargo, estos autores justamente lo que hacen es
librarnos de filosofías tan tremendamente odiosas y aglutinantes
como las de Heidegger, Hegel o Kant, y resituar otras libertarias
como las de Nietzsche, Bergson o Spinoza. Deleuze y Foucault, que
son los que tú nombras, tienen que ver más con nuestras
historias nacionales que con la misma francesa, y más en nosotros
como testigos del fin del siglo 20 y comienzo del 21.
AD: Respecto a eso mismo, al problema generacional, cuál
es tu visión sobre la generación que defines como post2000.
Esto en términos formales.
HHM: Al hablar de generación post2000, pienso en las nuevas
escrituras que surgen desde esa fecha de manera regular y sistemática.
De algún modo, como reacción a lo que se hizo en los
90 (en realidad a lo que no se hizo), pues como he dicho en otras
partes, me parece que carecen de riesgos al momento de escribir, no
hay un afán de crear, de dar cuenta de las múltiples
contingencias que son pertinentes después de una dictadura
horrenda y asesina, o en el momento en que el mercado también
lo es. Nosotros vivimos hoy múltiples microdictaduras, genéricas,
sexuales, de clase, raciales, etarias, de territorios, etc. y las
percibimos y están patentes de manera brillante en obras como
la del Diego Ramírez o el Pablo Paredes, por darte un ejemplo.
Por otro lado, este nuevo escenario abre un diálogo con la
tradición local más experimental, que pone en jaque
las nociones mismas del quehacer poético, y no con lo del 90
ni con lo del 60. Todavía anda el artículo por ahí
en internet "Panorama subjetivísimo de la poesía
chilenísima", allí me extiendo más sobre
el tema, para no ser majaderos aquí, digo.
AD: El caso Zurita - Cantares. Habla de eso.
HHM: Cantares es un libro que, quiéranlo o no, ha marcado
territorialmente las discusiones de la poesía escrita por jóvenes
en Chile. Ese mismo artículo mío del 2004 que te hablé
arriba y que se hizo polémico fue lo primero que se escribió
sobre la novísima generación de poetas locales. Nadie
los había nombrado, nadie sabía que estaban escribiendo
de manera paralela, muchos de ellos eran inéditos y no pertenecían
a ningún lugar de poder, entonces publiqué ese artículo
y fue como una punta de lanza para lo que se ha llamado la "novísima",
pero, ojo, novísimas hay en todos los países, pues demarca
la característica de ser lo más nuevo de lo nuevo, lo
más reciente, ese era el espíritu de mi artículo:
poner en escena esas escrituras borroneadas por los circuitos editoriales,
las revistas y publicaciones hechas por grupos determinados para ellos
mismos. Yo creo que la primera vez que se usó el término
"novísima" aplicado a la nueva poesía post2000
fue en una entrevista que me hizo una conocida escritora, bajo seudónimo,
en Las Últimas Noticias en abril del 2002. A partir del artículo
que escribí se me acusó de querer canonizar prematuramente,
bueno, un canon es una elección preponderante, yo elegí
a quien consideré pertinente en ese momento y creo no haberme
equivocado, es más, prontamente publicaré una segunda
parte con más poetas que están desestabilizando el discursillo
de la poesía joven chilena. ¿Por qué digo todo
esto?, es el nexo con Cantares, que como señala el mismo
Raúl Zurita en el prólogo, considera al igual que el
artículo del que hablé más arriba una brecha
y una diferencia entre lo que se produjo en los 90 y lo que se publica
post 2000, es decir, la novísima. En Cantares, yo veo
dos antologías, una que comienza con Germán Carrasco
y termina con Damsi Figueroa, de allí celebro rotundamente
la poesía de Antonio Silva Fuentes, y otra que empieza en Alejandra
González Celis para acabar en Diego Ramírez. A los poetas
menores que dejo fuera, creo que les falta tiempo y madurez, no obstante
hay poetas de la misma edad o menores haciendo un trabajo impecable
como Nicolás Said, Carlos Cardani, Javiera Awad, Nicolás
Barría, Rodolfo González, por nombrarte algunos. Y quizá
el hecho de que aparezcan de ese modo, viene a generar una frontalidad
que en términos de discusión seria no se ha realizado,
salvo por los chillidos desesperados de un Rafael Rubio desde la academia
pontificia. Por último, Cantares es un libro afortunado,
pues en otros países no sé si se habría podido
haber hecho una antología de esa envergadura, y es más,
el libro es muy conocido en Latinoamérica, pues el propio Zurita
se ha encargado de difundirlo, y así se han generado redes
con los poetas de distintos países. Por ejemplo, así
comenzó mi conexión con los poetas jóvenes mexicanos,
con los cuales ya tenemos un diálogo editorial, de encuentros
allá o acá, de trabajos críticos. Y bueno, como
en toda antología uno puede criticar que faltan y sobran nombres,
pero eso es fastidioso y latero cuando ya están hechas.
AD: ¿Podrías referirte a la efectividad e inmediatez
que se le critica a tu generación?
HHM: No sé en qué términos pensar esos conceptos
de efectividad e inmediatez. El primero, me imagino querrás
hablar de efectismos, bueno, una poesía que no se tiene miedo
a sí misma puede parecer sorprendente, y eso, un efectismo;
por otro lado, la inmediatez quizá vaya por ahí, en
la radicalidad de le experiencia misma de escribir. No lo sé,
para alguien conservador y ortodoxo estas nuevas escrituras pueden
parecerle un bluf, una engañifa, como lo han hecho saber Tomás
Harris y Francisco Véjar en un artículo de El Mercurio
de junio del año pasado. A muchos les incomoda que aparezcan
nuevas voces, eso me parece sospechoso, por no decir malintencionado,
pero eso pasa acá en Chile, en Latinoamérica existe
una gran cantidad de lectores especialmente jóvenes interesados
en lo que aquí se está haciendo post2000. De hecho,
creo ser mucho más leído en Latinoamérica y México
que en Chile. Y eso no es justamente, efectividad e inmediatez.
AD: Sobre lo mismo, el año pasado estuviste en Argentina,
Perú, México y Costa Rica, ¿qué has visto
en las poéticas latinoamericanas? ¿Qué ven los
compañeros del continente en la nuestra?
HHM: Mira, lo que más me sorprendió es que en estos
países que tú nombras, y en otros, se está levantando
una generación impresionante de recambio, pero es distinto.
Te explico, por ejemplo, en Perú, los poetas jóvenes,
digamos novísimos, aparecen hace poco salvo un par de excepciones
como José Carlos Yrigoyen que es muy bueno; allá la
novísima aún no agarra la fuerza necesaria porque ellos
están muy disgregados como poetas, tienen muchos bandos y están
todos peleados con todos, además son las universidades las
que tienen la plata para abrir concursos y publicar a nuevos autores,
y entenderás que la academia se interesa por las escrituras
para todo espectador, y por eso lo más under se convierte en
un profundo under, pero a pesar de eso surgen voces irreverentes como
las de Giancarlo Huapaya. En México es diferente, allá
hay mucha plata que el gobierno invierte en cultura, pero mucha, que
comparándolos con los fondartes de acá te dan risa,
por lo mismo hay varias editoriales y revistas independientes que
reciben fondos o ayudas económicas de privados. En cuanto a
los poetas, también son muchos, y haciendo cosas bien delirantes
como Rodrigo Flores y Jorge Solís Arenazas. Allá pesa
mucho aún el Octavio Paz, de hecho, había un artículo
que se preguntaba si la poesía mexicana descansaba en Paz;
acá el Neruda ya no es un lastre, no hay que matarlo, porque
de Rokha y Huidobro ya le dieron sus cuchillazos, ja, ja, ja, ja.
En Argentina, domina un coloquialismo fascinado con el underground
y la marginalidad, muy homogéneo, algo así como neogaucho
pop. No sé. En otros países de Latinoamérica
la cosa es más o menos pareja, poetas jóvenes más
conservadores, más apegados a sus tradiciones poéticas
locales, todo más correctito. Sin embargo, hay obras delirantes
de manera insular, como Manuel Barrios en Uruguay, en Ecuador Ernesto
Carrión, en Colombia Felipe García Quintero, Alan Mills
en Guatemala, son varios. Y en cuanto al interés de lo que
se está haciendo acá es completamente unánime,
son muchos los ojos sobre Chile como país de poetas, y esta
difusión es gracias a las antologías de poesía
chilena como la del Zurita, o la que apareció hace poco de
Julio Espinosa Guerra por Visor en España, y no a los poetas
que de dedican a tirar mierda desde sus universidades o sus burocráticas
pegas aburridas.
AD: Nombra algunos de tus contemporáneos que consideres
bacanes y panas en tu pará. ¿Por qué?
HHM: La primera persona que nombro es, sin lugar a dudas, a la
Paula Ilabaca. Todos saben que es mi mejor amiga, pero eso mismo me
da la distancia crítica para asegurar que es la escritura más
rica, prístina, luminosa, enrevesada. Además, ella ha
sido ignorada por las becas y los premios desde la Fundación
Neruda hasta el Consejo del Libro, pero le da estilo. Publicar Completa
para mí fue un verdadero placer y una alegría, porque
sabía que era algo grande. Fue el 2003, yo había publicado
hace dos años mi primer libro, o sea, fuimos los dos primeros
de la novísima en publicar. La Ciudad Lucía,
que es su nuevo libro, Paula me la mandó hace un par de meses
y creo que viene a reconfirmarla en la primerísima fila. Por
todos es sabido me predilección por las obras de Felipe Ruiz,
Pablo Paredes, Diego Ramírez, Gladys González, Rodrigo
Gómez, Alexis Donoso, Eduardo Barahona, tú mismo, Ernesto
González Barnert, Elizabeth Neira, Marcela Saldaño y
más, sin embargo, también tengo presente algunos trabajos
como Adornos en el espacio vacío de Gustavo Barrera,
Las Jaulas de Javier Bello, lo de Antonio Silva, Edmundo Condon
que ya bordean los 30 ó 35 años. Un poeta que tampoco
ha tenido la repercusión que se merece es Pedro Montealegre,
que actualmente reside en España, su nuevo libro publicado
allá, La palabra rabia, de seguro es uno de los más
alucinantes de hoy en día.
AD: Se ha calificado tu obra de neobarroca. ¿Qué
opinión te merece esto? Lo pregunto por tu cita de Sarduy.
HHM: El neobarroco tiene una dobla matriz, cubana y platense.
José Lezama Lima, Reinaldo Arenas, Severo Sarduy que tú
me recuerdas, son escrituras potentísimas, alucinadas, que
abrieron un nuevo camino. En una mesa de discusión crítica
del ChilePoesía del año pasado no recuerdo que poeta
dijo que se había demorado veinte años en entender a
Lezama, lo cual me pareció magnífico, porque la poesía
que yo considero, tanto en Chile como en el mundo, es aquella que
ha sido capaz de inventar nuevos lectores, de crear nuevas formas
de entender un libro, una autoría, un texto. ¿Te das
cuenta? Todos los autores que te he nombrado hasta el momento lo han
hecho. Sobre el neobarroco, o neobarroso platense, Perlongher es el
más visible, ya que teorizó sobre el tema y consagró
su obra a ello. Junto a él está, Roberto Echavarren,
Arturo Carrera, Reynaldo Jiménez, Wilson Bueno, y varios más.
En lo que se refiere a mi obra, no creo que "sea" neobarroca,
sino que tiene devenires similares en cuanto a proliferación,
ejes asignificantes, rizoma en general, y también se acerca
al concepto de literatura menor de Deleuze y Guattari. Hay un parentesco
innegable, en lo que se refiere a la "suciedad" del género,
a la densidad caosmótica, al desborde. Creo que el (neo)barroco
siempre será una barómetro de la época en que
se dé, quizá después se llame postbarroco, no
lo sé, pero es seguro que en términos formales y de
materia siempre será una parodia a la economía y la
síntesis verbal (belleza, bien y verdad) que pondera el canon
conservador, y a la vez es un haz abierto de las tensiones que pueden
existir en un campo literario determinado. Por último, algo
que se me viene a la cabeza, la crítica literaria Soledad Bianchi
en un artículo que vi hace varios años hablaba de un
neobarrocho chileno, jugando con el barro de nuestro río Mapocho,
no recuerdo si hablaba de la obra de Pedro Lemebel o de José
Ángel Cuevas.
AD: Pero ahí está el gesto neobarroco del "más
o menos o que sé yo" en el texto que abre Coma.
No sé mi nombre No sé si soy un hombre o una mujer
No sé dónde estoy No puedo moverme Tengo los ojos
abiertos pero no veo nada Parece que soy ciega o ciego Tengo imágenes
en la mente pero no son de mi vida En realidad no sé qué
es mi vida ¿Tendré familia? ¿Seré joven
o vieja o viejo? No sé dónde estoy No oigo nada No
sé si es de día de noche Qué año ni
qué país ¿Estaré vivo o viva? ¿Seré
algo? Cuando mis ojos se abran no sé de qué lengua
a qué lengua traducir lo que vieron o lo que dejaron de ver
No sé qué es lo que ha cambiado de lugar o desaparecido
No sé qué he hecho ni qué ha pasado
HHM: No creo que haya gesto neobarroco en este texto, es más,
ahora que me lo preguntas veo aquí en vez de una propagación
de identidades, algo así como un grado cero de la autoridad
de la escritura. Tiene que ver con esta idea de estar en coma, este
nuevo libro está pensado como un monólogo total, el
delirio como realidad absoluta, pues al estar en coma se suspenden
todas las categorías y coordenadas, se vive en un sueño
real que puede durar unos minutos o cuarenta años, y es lo
mismo. Y ese "más o menos o que sé yo" que
tú dices se transforma en un "yo no sé nada más
que todo es una ilusión". Por ahí va el libro,
verás, en octubre estará ya publicado y así cierro
la serie Las categorías visuales de la gloria trágica
que estuvo conformada por No! (2001), Este libro se llama
como el que yo una vez escribí (2002), El barro lírico
de los mundos interiores más oscuros que la luz (2003)
y Coma (2006).
AD: Ya entrando en tu obra, ¿por qué Las categorías
visuales de la gloria trágica?
HHM: La Paula Ilabaca me recordaba que ese nombre yo lo había
escrito en unos dibujos que hice y que luego le di, ella después
de harto tiempo me los mostró y el título se me vino
como un flash a lo que estaba escribiendo, a una serie de cuatro libros
que en realidad eran uno solo. Lo de categorías tiene que ver
con la noción de separación, algo se deposita distintamente
según su naturaleza, de allí que categorías visuales
me remitieran a una forma diferente de ver lo que entendía
por poesía, de ver la página en blanco, de ver la letra
y la palabra como un dibujo, como una huella, el libro como una gran
noche. La gloria trágica juega con un ícono que tengo
que es la Gloria Trevi como la exacerbación de una estrella
del pop sumida en la tragedia de su propio destino, es decir, sus
canciones ya presentían todo lo que le sucedería, su
tragedia estaba escrita y marcada en su ropa y su peinado, que es
más o menos lo que me imaginé que podría significar
esa serie de libros que tenía en la mente, representan una
tragedia burlesca, un ajuste de cuentas conmigo mismo. Ahora que termino
la serie lo veo con más serenidad, no cambiaría ni una
letras de esos libros, como están quedarán, de hecho
al publicarlos por Contrabando del bando en contra, mi editorial,
hice el pacto de jamás reeditarlos como libros, en todo caso
existen recopilaciones parciales y desordenadas de ellos como Putamadre
(Lima, Zignos, 2005) y prontamente Segunda mano, pero esos
libros ya no me pertenecen porque están muertos para mí.
AD: ¿Cuáles son los tópicos fundamentales
en tu trabajo?
HHM: No lo sé, son varios, piensa que son cuatro libros
en cinco años. Quizá de algún modo me interesen
las hablas cercenadas por la moral, la vida burguesa católica,
el sexismo, el racismo, etc. que es lo que más se cuela de
No!, o sea, No a las respetables putas de la belleza/ No a
los distinguidos perros de la poesía es una especie de acta
de bautismo en donde se perfilan varios de los tópicos que
se tratarán después en los libros sucesivos, precisamente
la poesía como comunión y diálogo entre varios,
la fusión con lo visual, lo musical, el callejeo. Luego, el
ejercicio de la escritura misma como materia, la alteridad de la voz-autor,
la vacilación por el género lírico y la novela,
las reescrituras, el uso de collages, imágenes, dibujos, todo
eso revuelto con el delirio, el deseo, el Fuego Paralelo, el Coyote,
la Colina de la Sorpresa, el hombre de agua también se quema,
la pequeña casa que se llamaba noche, Homónimo, las
travestis con Síndrome de Dawn, la Manicomia, los centinelas
mentales, Sordomudoniño, la flor de boca de dragón,
Rosa Portugal, la chanchada, las hermanas carnívoras, mi chico,
no sé, es harto. Varias personas acá en Chile han hurgado
inteligentemente en mi trabajo, tú mismo, Pedro Montealegre,
Felipe Ruiz, incluso la Patricia Espinosa y José Ignacio Silva
que no perdonaron que no haya numerado las páginas y que no
existan índices, ja, ja, ja, ja.
AD: Habla sobre eso de ser "lúcido y lúdico".
Horacio decía que la poesía debía ser "dulce
et utile"…
HHM: La lucidez es un requisito esencial en todo el arte contemporáneo,
la metareflexión de la obra, el verse, dialogarse y repensarse
son ya inherentes a las corrientes de la poesía que te he nombrado
antes. Han pasado muchas cosas en nuestro país, nuestro continente
como para dejarlas pasar sin interrogación crítica,
eso al menos creo. En cuanto a lo lúdico, creo que es una risa
distinta lo que permite que esto de lo lúcido no se convierta
en un discursillo panfletario y llorón. Eso de "lúcido
y lúdico" es una cita de un texto que termina de la siguiente
manera:
porque ser................... lúcido
y...................... lúdico.............................
esa es la
questión
en cuanto al contenido y la forma..................
en poesía.....................
pero si
fuera ............................
por mí ..............................
que todos se jodan el culo
con un tenedor oxidado
Ja, ja ja ja ja, me acuerdo la primera vez que leí ese texto
en la SECH, todos me odiaron. La lucidez como contenido y lo lúdico
como forma, creo que por ahí va la cosa. Sobre lo de Horacio,
justamente presenta lo dulce y lo útil como agradable y necesario,
que son dos características odiosas en la poesía contemporánea,
porque lo que se entiende convencionalmente por agradable es una convención,
una fijación completamente desarticulable, no existe lo agradable
en sí como esencia, es una sensación; por otro lado,
lo necesario responde a una utilización de un fin determinado,
más allá de lo propiamente estético, piensa que
la poesía clásica estaba destinada a servir a objetivos
religiosos, civiles, militares. Hoy ya no es así, el arte es
autónomo, y más aún autófago. Te reitero,
la lucidez como contenido y lo lúdico como forma, me gusta
como suena eso.