Conversaciones
en el jardín del fin del mundo
Javier
Cánaves habla con Héctor Hernández Montecinos
Por
Javier Cánaves
http://www.espacioluke.com
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De su libro [coma] (2006), el poeta Raúl Zurita ha dicho que no
se trata de una obra individual, sino que es una obra colectiva que representa
la agonía y simultáneamente el nacimiento de una generación.
¿Es muy exagerado pensar que [coma] supone un punto de inflexión
en la poesía chilena?
- Creo que cada libro es un punto de
inflexión, ya sea en la historia personal de un autor, de una generación
o de una tradición/ruptura literaria, pues de algún modo un libro
viene a visibilizar un conjunto de decisiones líricas en cuanto a diversos
asuntos que van desde el libro como mercancía hasta la alegorización
de un suceso determinado. En este caso, [coma] nace en el seno de una generación
de jóvenes poetas chilenos llamada por la crítica como la "novísima",
la cual ha planteado un nuevo escenario de políticas escriturales que no
se veía desde la dictadura militar chilena desde comienzos de los años
setenta. Los contextos han cambiado, pero siguen siendo los mismos. Antes fue
una dictadura milica con un rostro hegemónico, ahora esa ley marcial se
ha fracturado en microdictaduras del mercado, de clase, de género, etarias,
entonces esa es la escenografía de esta nueva avanzada de poetas jóvenes.
[coma] se rebela a la dictadura del lector burgués que desea un libro
ameno, corto, sin cortapisas para su lectura, sin aspavientos en su escritura,
entonces ese es el salto, o el punto de inflexión me imagino al que se
refiere Zurita, es un libro, no un poemario, que debiera leerse como novela, como
guión, como obra dramática. Los géneros ya han sido deslindados,
los literarios también. Allí hay una inflexión, un pliegue
deleuziano, un deconstruirse desde dentro de la obra misma, centrípeta,
anómala, nómade, bastarda, exiliada. Es quizá por eso que
esta generación brillante ha tenido su primer espolonazo desde sus propias
filas, un harakiri, un fratricidio, un hoyo negro que sin más arrastra
consigo a lo que esté cerca de él.
-
O sea, si los géneros literarios ya han sido deslindados, ¿habrá
que volver a lindarlos, acercarlos más unos a otros? Es más, ¿habrá
que barajarlos o, incluso, olvidarnos de ellos para escribir esa obra total y
nueva (que es lo que parece pretender con [coma])?
- Creo
que la literatura contemporánea, y en específico la poesía
latinoamericana, ha dado un paso al proponer no una lectura de un 'qué'
sino el estar leyendo un 'algo'. Este algo, llámese cruce de géneros,
obra total, postvanguardia, avanzada, etc. ha abierto una brecha en el punto más
radical de lo que significa la literatura y es la forma de cómo se leen
las obras. La existencia de los géneros literarios es algo que la academia
desea perpetuar, la convención editorial, no sé. Uno, como autor,
se propone mover ese límite impuesto a la escritura justamente haciendo
el gesto de permitir una lectura paralela a tal obra. Por ejemplo, en mi caso
particular, [coma] está presentado como un libro de poesía,
pero como tal excede la cantidad de páginas "normales", su paisaje
escritural y temático es más cercano a la narrativa y lo lírico
suele ser uno de tantos detalles, pero si se leyera con los ojos de una novela
funcionaría con el inconveniente de ser muy poética. Ese es el punto
que me interesa, ese intermezzo, esa fisura del género, ese 'algo' que
te decía antes, un neutro, un nódulo impertinente. No se trata de
volver a lindar ningún género, sino que de multiplicar sus entradas,
voltear el guión que tiene cada género. Por último, una obra
total y nueva sólo será posible en el seno del único género
que existe: la ficción.
- Desde luego, su
obra resulta insultantemente libre. Si Antonin Artaud dijo "perdonad mi libertad
absoluta", usted parece decir "soy radicalmente libre y no necesito
que nadie me perdone ". Pero dígame una cosa: ¿No pueden darse
de un modo simultáneo, en un mismo autor, una escritura "radical"
(llamémosla así) y otra más convencional? ¿Es la suya
una apuesta feroz y sin fisuras?
- La convencionalidad con la que
trabajamos los poetas es desoladora, existe una rigidez del género poético
que se ha mantenido por siglos y siglos. O sea, nosotros, latinoamericanos, ya
con el hecho de continuar ese idioma español purista estamos siendo conservadores,
de allí la radicalidad de un César Vallejo, un Vicente Huidobro
o un Oliverio Girondo, por ejemplo. Las formas se mantienen y son el límite
de que un trabajo escritural sea leído como poesía, narrativa o
ensayo, por eso cuando me hablas de esa fisura justamente es la fuga a ese encasillamiento
de las herramientas y materialidades de las que uno se sirve. Incluso, ahora que
está de cierta moda ser radical, ese mismo gesto se ve obligado a plegarse
en su contingencia política, es decir, hacer un caligrama o la poesía
concreta ya no es radical, pero sí salirse del formato libro que es una
mercancía del fascismo en ciertas condiciones. La literatura se ve obligada
a desplazarse más allá de la dialéctica forma y contenido
hacia áreas que se preguntan por la función de la literatura durante
la catástrofe o su labor de subjetivización y epifanía creativa.
La ferocidad de una apuesta literaria tiene como ese límite dejar la escritura,
o sea que el gesto más radical, y únicamente radical, es no escribir,
o publicar más. Y ese es el gesto que me he propuesto como acción
de arte extrema.
- Vayamos seis años atrás.
En 2001 aparece el poema "No!", un texto furioso, generacional
y clarividente, un texto que de algún modo ya contiene todas estas ideas
que desarrolla en esta entrevista. ¿Siempre lo tuvo claro? En fin, háblenos
de sus inicios...
- Sí, tienes razón, este texto de
algún modo es bien clarividente, pues sin quererlo es el primer poema colectivo
de esta nueva generación de poetas, y desde allí se abre como una
visibilización de una comunidad que en el 2001 no existía aún,
ni menos en marzo del 2000 que es cuando se escribe ese poema a raíz de
la obtención del Premio Nacional por parte de Raúl Zurita. Las putas
de la belleza y los perros de la poesía me parecieron los primeros enemigos
contra los cuales uno como poeta joven estaba disparando, y después de
seis años esta postura la radicalizo en el libro nuevo que continúa
a [coma], que se llama [y punto]. Allí recupero la potencia
de mis primeros textos, como tú dices, furioso. También me preguntas
por el inicio de mi trabajo, bueno, intentaré hacerlo corto. Comencé
a escribir el año 99 en un taller de poesía al cual llegué
por casualidad, desde allí hasta ahora todo y nada ha pasado. He viajado,
publicado algunos libros, conocido varias personas. Desde el primer libro hasta
el último no es mucho lo que puede ir dejándose de lado o volverse
a integrar. Una y otra vez las mismas obsesiones, las mismas rabias, las mismas
penas. Siempre vi un solo libro que es La Divina Revelación conformado
por [guión] (2001-2003), [coma] (2004-2006) e [y punto]
(2007-2009). Una especie de paso de cuerpos infernales pasando por territorios
suspendidos hasta llegar a la resurrección de los discursos de la muerte.
En este gran solo libro aparece este poema "No!", el primero
publicado hasta lo que escribiré en 2009, año en que aparecerá
este último volumen.
- Constantemente habla
de una nueva generación de poetas. ¿Nos podría citar algunos
nombres?
- Sí, se ha dado en Latinoamérica una gran
oleada de jóvenes poetas, en distintos países. Muchos autores, muchas
editoriales, publicaciones, festivales, etc. Es un gran momento que sin embargo
no ve su correspondencia en las políticas culturales nacionales. O sea,
hay mucha vida cultural, pero los financiamientos son siempre mínimos,
escasos, y en algunos países son realmente nulos. Entonces es un doble
escenario. Acá en Chile se le llamó "novísima"o
post2000, y resuenan autores como Paula Ilabaca, Felipe Ruiz, Pablo Paredes, Diego
Ramírez, entre muchos otros. Me interesan esas escrituras nómades,
peligrosas para las expectativas del género lírico, y así
en países tan distintos como Uruguay aparece un poeta absolutamente delirante
como Manuel Barrios, como al mismo tiempo en México Alejandro Tarrab, Ernesto
Carrión en Ecuador o en Perú un Rafael García-Godos. Podría
citarte muchos nombres, pero quizá el fenómeno más significativo
sea justamente esa diversidad de registros, de poéticas dislocadas, de
escrituras "sucias".
- ¿Tienen
algún referente común? ¿Cuál sería su lema
o bandera en caso de tenerlo?
- Hay varios referentes, no sé
si comunes, pero que transversalizan los discursos como la desprotección
cultural a la poesía, y tal vez por un lado eso le dé más
fuerza al movimiento. En términos literarios, los cánones locales
sirven como un referente tanto de recelo a las autorías-autoridades, como
de representación de los saberes académicos. La labor fuera de las
academias y las instituciones es una característica interesante, porque
de algún modo ese carácter errante de la poesía halla su
correspondencia en rehuir de las seducciones del mercado, la máquina cultural,
etc. No estamos en épocas de banderas, panfletos, no sé, pero hay
algo que nos une a todos los poetas jóvenes latinoamericanos, y es la esperanza
colectiva de que la poesía viva más allá de los libros, es
decir que el poema sea un acontecimiento de vida y no sólo literatura.
-
¿Qué le diría a los que puedan pensar que existe un punto
de contradicción entre practicar una escritura "rupturista" y
recibir una ayuda del estado para la creación?
- Las rupturas
en términos literarios son siempre condicionadas por la escritura, o sea,
lo que quiero decir es que una real ruptura en la escritura sería dejar
de hacerlo: no escribir, entonces con ese referente los quiebres vanguardistas
son siempre una metáfora y un estilo literario. Acá hay unas pocas
becas de creación para artistas por lo cual es común que un escritor
reciba alguna vez esos fondos, y por lo demás no tienen un carácter
de premio político, ni mucho menos. Existe una independencia entre el trabajo
mismo como temáticas y referentes y la existencia de una beca. Además,
este tipo de financiamientos en términos técnicos es de propiedad
de todos los chilenos. Por otro lado, y de fondo, prefiero recibir una beca desde
el oficialismo que del fascismo o del empresariado chileno, el nuevo viejo partido
político que mueve Chile. Por último, existen tan pocas subvenciones
monetarias para escritores que aprovecharlas bien es una demostración de
que no es plata perdida, sino que una inversión material y simbólica.
-
Suelo terminar las entrevistas preguntándole a mi invitado si cree que
es posible la poesía en el s. XXI... ¿Qué me dice?
-
Mientras exista una esperanza y un sueño colectivo, la poesía, en
el siglo que sea, será posible. La catástrofe que vivimos es el
alimento de las poéticas del futuro, y de cierto modo la poesía
es el arte del futuro porque siempre será una intuición y una respuesta
a preguntas que aún no han sido hechas.